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WACQUANT, Loïc

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WACQUANT, Loïc

Nota Mié May 19, 2010 1:35 pm
Loïc Wacquant

Portada
(wikipedia | dialnet)


Introducción

En Wikipedia se escribió:Nacido en 1960 en Montpellier, Francia. Sociólogo especializado en sociología urbana, pobreza urbana, desigualdad racial, cuerpo, etnografía y teoría social.

Wacquant es actualmente profesor de sociología e investigador asociado en el Earl Warren Legal Institute, Universidad de California, Berkeley, donde es también afiliado al Programa en Antropología Médica y el Centro para la Etnografía Urbana, e Investigador en el Centre de sociologie européenne en París.


Carrera y formación

Wacquant nació y creció en Montpellier, sur de Francia, y se formó en economía y sociología en Francia y los Estados Unidos. Fue un estudiante y cercano colaborador de Pierre Bourdieu. También trabajó estrechamente con William Julius Wilson en la Universidad de Chicago, donde recibió su doctorado en sociología en 1994. Wacquant ha publicado más de cien artículos en revistas de sociología, antropología, estudios urbanos, filosofía y teoría social. Es también co-fundador y editor de la revista interdisciplinaria Ethnography, así como colaborador de Le Monde Diplomatique. Sus investigaciones principales han sido realizadas en guetos de Chicago, en suburbios de París, y en prisiones de los Estados Unidos y Brasil.


Pensamiento

El trabajo de Wacquant explora y enlaza áreas diversas de indagación sobre el cuerpo, desigualdad urbana, guetización, y el desarrollo del castigo como institución dirigida hacia poblaciones pobres y estigmatizadas. Su interés en estos temas deriva de su experiencia en el gueto negro, como estudiante de posgrado en la Universidad de Chicago a mediados de la década de 1980. Comentando esta experiencia en The New York Times en 2003 dijo: "nunca había visto tales escenas de desolación. Recuerdo pensar: es como Beirut. O Dresden después de la guerra. Fue realmente un shock".​ Su trayectoria intelectual e intereses están desglosados en el artículo "El Cuerpo, el Ghetto y el Estado Penal" (2008).

Wacquant ofrece una teoría de alcance medio, pertinente para analizar el racismo americano contra negros en la sociedad contemporánea. El gueto y la prisión son, para todo propósito práctico, indistinguibles, reforzándose mutuamente para asegurar la exclusión de afroamericanos del resto de la sociedad, con auspicio gubernamental. Tal como Wacquant lo caracteriza: la prisión tendría que ser vista como un gueto judicial y el gueto como una prisión extrajudicial. Tomados en conjunto, ambos constituyen parte de un 'continuo carcelario'. Para entender este concepto, Wacquant argumenta en favor de un marco analítico que unifique la expansión de la prisión y el deterioro del mercado de trabajo, resultando en una profundización de la marginalización, junto a la subordinación social y política de poblaciones estigmatizadas y difamadas. Inspirado en Bourdieu, Wacquant analiza los constreñimientos estructurales y sus consecuencias. Tal como Bourdieu, se esfuerza en proporcionar una perspectiva más matizada que, por ejemplo, el análisis económico marxista reduccionista (cf. Rusche y Kirchheimer Castigo y estructura social, referenciado por Wacquant en su Castigar a los pobres (2009)).

El prefacio de la segunda edición en español de Las cárceles de la miseria, analiza la difusión hacia América Latina de las políticas de mano dura y tolerancia cero al delito, a comienzos del siglo XXI. Esta importación coincide con un momento de fuerte deslegitimación en sus lugares de origen. La figura de William Bratton, jefe de policía de la ciudad de Nueva York, es uno de sus principales exponentes. Según Wacquant, la eficacia de estas políticas para la reducción del delito es cuestionable, al tiempo que conllevan una serie de efectos adversos tales como degradación de la imagen policial e institucional y vulneración de derechos hacia los sectores populares. La idea de prevención contenida en este modelo conlleva prejuicios racialistas y de clase. En función de ello, propone que, en lugar de tolerancia cero, estas políticas sean denominadas como de intolerancia selectiva.





Ensayo





Artículos





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Nota Mié May 19, 2010 1:35 pm
Igor Sádaba, en "Requisito: gobernar la miseria. Reseña de Las cárceles de la miseria", en Diagonal, número 32, el 18 de junio de 2006, escribió:Wacquant, antiguo compañero y colaborador de Pierre Bourdieu, examina con maestría la génesis y circulación de los discursos penales y del control social dominantes en las últimas décadas. Más en concreto, dibuja la trayectoria de aquellas ideas (léase la "tolerancia cero", por ejemplo) que, naciendo en EE UU, cruzan océanos y se instalan en Europa como pandemias ideológicas. La fabricación interesada de estadísticas e imaginarios del miedo ha requerido de complejas operaciones políticas y mediáticas que han ido criminalizando poblaciones pobres, miserables, urbanas, marginales o juveniles, auténticos chivos expiatorios del poder global. La llegada del neoliberalismo ha venido escoltada y condicionada por toda una retórica policial, punitiva y judicial hacia aquellos grupos sociales disfuncionales o molestos para instaurar la precariedad generalizada. Como ocurriera en los primeros pasos del industrialismo capitalista, "gobernar la miseria" es requisito imprescindible para domesticar la fuerza de trabajo.

Nota Mié May 19, 2010 1:36 pm
Loïc Wacquant, en "La normalización de la inseguridad social", en Diagonal, número 68, el 27 de diciembre de 2007, escribió:Existen bloqueos mentales muy importantes en cuanto al trabajo. Por ejemplo, la incapacidad para concebir una ocupación desligada de la forma salarial o de mercado. Se ha impuesto de nuevo, sobre todo en el discurso de la izquierda que ocupa el poder, la sacralización del trabajo. Nos cuesta imaginar la implantación de una renta incondicional del ciudadano que no esté sujeta a la realización de un trabajo. ¿Por qué nos cuesta imaginar una existencia social que no conlleve el trabajo remunerado?

Sin embargo hay que decirse: es posible, se puede organizar, ya existe bajo formas diversas en otros países. Estamos un poco en la situación de los revolucionarios antes de 1789, en la que era impensable tomar la Bastilla o transformar la sociedad monárquica. Se pensaba que el cuerpo nacional era algo así como el hijo del rey y ¿cómo puede vivir un hijo sin su padre? Pero, con todo y con eso, se tomó la Bastilla. Hay que hacer aquí un verdadero trabajo de imaginación, de apertura mental, y desechar ciertas convicciones. Hemos vuelto a un discurso productivista y de sacralización del trabajo que es necesario precisamente para que se acepte el trabajo degradado y degradante. ¿Cómo se pretende que los jóvenes que tienen trabajos basura y contratos en prácticas los acepten si no se les dice que el trabajo es algo formidable? La revalorización simbólica y moral del trabajo ha de ser tanto mayor cuanto peor pagado está y más difícil es de encontrar.


Venderse

Y para salir del paro ¿qué tenemos? Tenemos los empleos precarios, el pluriempleo y encima tenemos que darnos con un canto en los dientes. Y cuando uno va a la Agencia Nacional Para el Empleo (ANPE) [equivalente del INEM] ¿qué le enseñan? Le enseñan a venderse: eres un vendedor que tiene que vender sus capacidades. Es exactamente el modelo neoliberal de mercado: eres como un pequeño empresario, tienes unas capacidades determinadas y las vendes en el mercado.

En las situaciones sociales que los jóvenes afrontan hoy se ha dejado completamente de lado toda noción de solidaridad y de corresponsabilidad individual y colectiva. Eres un individuo, vas a la ANPE y después te presentas ante una empresa. Se trata de un contacto entre una empresa y un demandante de empleo que vende sus capacidades. En EE UU los directores de recursos humanos de las grandes empresas lo dicen abiertamente: hoy en día no hay asalariados, sólo hay empresarios o trabajadores contingentes, como se dice. Cada trabajador tiene que considerarse como alguien que va a trabajar por la mañana, vende sus capacidades y conocimientos a la empresa y al que, a la mañana siguiente, puede que ya no se le compren sus conocimientos y capacidades. Es un pequeño empresario que vende día a día su fuerza de trabajo. Y eso es algo absolutamente formidable para las empresas, porque las políticas de reajuste estructural se realizan así de modo inmediato.

Y a través de la ANPE se fomenta de algún modo la misma concepción del trabajo: ve a venderte, ve a vender tu fuerza de trabajo, si es necesario por meses, por semanas o, a lo mejor llegamos a eso, por días. Nadie niega que la situación del empleo ha mejorado en los últimos años, que va un poco mejor, que el paro ha bajado. Pero ¿qué se ha hecho para bajarlo? Si se miran de cerca las estadísticas se ve que las categorías de empleos que han aumentado más son los empleos a tiempo parcial, los empleos precarios y los de duración determinada. Lo que significa que un pequeño número de parados ha pasado del estatus de desempleados al de trabajadores precarios. Y podemos decirnos, bueno, por un lado, tanto mejor, pero el hecho es que, si ésa es la solución al paro masivo, estamos ante la vía americana de generalización del empleo precario y de la normalización de la inseguridad social.

Estamos ante la creación de una sociedad de inseguridad social caracterizada por unas desigualdades sociales que dan vértigo y por la normalización de la inseguridad. En los EE UU la inseguridad se presenta incluso como un principio positivo de organización social: la inseguridad no es algo malo, sino algo bueno, que te obliga a plantar cara, a estar siempre alerta, siempre dispuesto a trabajar, motivado. Lo interesante es que el modelo que se ofrece viene del deporte, donde, si el equipo no consigue resultados, si pierde este domingo, el entrenador es cesado esa misma noche, todo el mundo lo sabe y hace conjeturas sobre ello. Si no obtienes los resultados adecuados te quitan de en medio al instante, otra persona estará ahí para hacer tu trabajo y mejorar tus resultados.

Y se presenta no como algo negativo, sino como algo positivo, ya que te hace sacar lo mejor de ti mismo. Cuanto mayor es tu situación de inseguridad más productivo eres y, por lo tanto, mejor va la sociedad. La creación de una sociedad de inseguridad social avanzada es eso. Y para llegar a esa situación de inseguridad social avanzada hay que embarcarse en una política de pauperización del Estado, porque se requiere para ello un Estado social débil, un Estado que no proteja de la disciplina del mercado. Podemos añadir además que el aumento del aparato y de los dispositivos policiales y penales participa en esta normalización del trabajo precario. Ya se está diciendo en los colegios: tus perspectivas normales de trabajo serán las de un empleo inseguro. ¿No lo quieres?

Bueno, pues tienes la alternativa del trapicheo, trabajar en la economía informal de la calle o incluso en la economía criminal. Pero entonces tienes que estar preparado para asumir el coste suplementario: la mayor probabilidad de ser detenido, condenado y finalmente encarcelado.

Y no es casualidad que los principales clientes del sistema penitenciario sean hoy, en primer lugar, los jóvenes, sobre todo los de los sectores más precarios de las clases populares. Hay que saber que hoy en Francia la mitad de los detenidos tienen como mucho un nivel educativo de primaria, que más de la mitad de los presos franceses no tenían empleo en el momento de su detención, que al 16% se los considera sin techo y que cuando salen de prisión están en una situación todavía peor que la que tenían al entrar. Así pues, los clientes principales de las prisiones europeas son los trabajadores precarios, los toxicómanos o personas relacionadas con el tráfico de drogas y los extranjeros procedentes principalmente de las colonias europeas. Al mirar estas tres categorías, ¿qué vemos? Vemos que son, en cierta medida, las tres categorías que no aceptan o a las que se tendrá que hacer aceptar el trabajo desocializado y los empleos precarios. Así que asistimos hoy, de nuevo -y en la parte baja de la estructura de clase, no en la alta- a una fusión de la cuestión social y de la cuestión penal.


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