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Lló Lo Beo A Si (2009)

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Lló Lo Beo A Si (2009)

Nota Mié Abr 28, 2010 6:58 pm


Introducción

    [propia] Lló Lo Beo A Si es una coalición de blogueros que editaron estos dos fanzines ("artefactos", según su jerga).

Carlos Acevedo, en "No es mucho más que la zona de ocio", el artículo que abre el primer folleto, escribió:Hace un tiempo me hablaron de una persona que acostumbraba arrancar las páginas de un libro a medida que las leía. Lo interesante de esto es que cada vez que se comenta dicha anécdota, la mayoría de las personas sostiene que este acto es una especie de sacrilegio. Los libros son, entonces, sagrados. ¿Por qué? ¿Porque se leen? No creo, nadie se rasgaría las vestiduras por que alguien limpia los vidrios con un periódico. Todo parece indicar que es una cosa de dignificación. De jerarquía. Los lomos molan más que las grapas, vaya. Y este supuesto contamina incluso a otros formatos, miremos los tebeos: se decide llamar "novelas gráficas" a sus obras capitales. Por dignificarlas, vamos. La edición de tebeos elige pedir disculpas antes de asumir que un formato narrativo vale aunque lleve dibujicos. Otra vez, vaya, la jerarquía. Ya lo dice Eloy Fernández Porta: "La literatura entendida como Refugio de la Cultura contra la barbarie audiovisual. La cultura reducida a literatura über alles".

Es muy importante leer, es lo único importante. Si lo que buscas es dignidad. A nivel social, claro. No vale ir al cine, ni leer tebeos, ni ver exposiciónes. Esto parece querer inculcarnos el marasmo que compone la actual crítica cultural. Y así el público tiende a disfrazar sus carencias sociales de infancias lectoras, prestigiosas. Por eso, apenas les dejas, se atreven a hablar de La Estirpe del Lector.

Esto lo enuncia muy bien Roberto Bolaño en una entrevista que le hizo una adolescente hace unos 10 o 12 años.

- ¿Por qué crees que los papás les insisten tanto a los niños que tienen que leer?

- Porque los papás suelen ser muy pesados. Con lo bien que se está sin leer y jugando. O pensando, que es una actividad mucho más seria y complicada que leer. Cuando los papás les dicen a los niños que lean, los niños deberían responderles que Hitler leyó mucho.

No me mire así, oiga, que La Estirpe del Lector va precisamente de eso.

Carlos Acevedo, en "La novedad es simplemente un artributo", artículo introductorio al segundo folleto, escribió:Que el cine está íntimamente relacionado con el poder no es cosa de hace cuatro días. De hecho, resulta imposible negar dicha relación teniendo en cuenta lo costoso de su producción. Lo curioso, es que, al contrario de lo que sucede con otras operaciones de propaganda encubierta, los exégetas del cine no están dispuestos a reconocerlo. Mientras el apoyo de la CIA hacia el expresionismo abstracto se usa como argumento en contra de, por ejemplo, Jackson Pollock, como la banalidadal acercarse a Warhol, la relación del Cine con el poder no parece representar un problema para nadie. Es más, la sola idea de un logro estético en una disciplina dominada por la técnica supone amnistías en cuanto a las intenciones de ese logro estético. De ahí, de esa disculpa implícita, que los estériles debates acerca de la afiliación política de autores estupendos como Leni Riefenstahl o John Ford resulten más acordes con la construcción de una identidad del cine en sí mismo que con la articulación de una meditación acerca del formato/soporte. ¿Es esto un problema? Pues va a ser que no, al menos no hoy a primera hora.

Mientras que con la Tevé™ el discurso acerca de su factura y su accionar es tan claro que se le denomina caja idiota por mera acción refleja, el cine sigue gozando de una fama superior que bajo su epíteto de suma de todas las artes no consiente críticas respecto a su accionar porque, claro, ha pasado a tener una funcionalidad social. El hecho de el ritual sea en una sala oscura, y sin verse las caras, es lo de menos. Como los cigarrillos, el fútbol o la seguridad social, el cine se ha convertido en algo así como un elemento bisagra que sirve de excusa perfecta. Tanto para entablar conversaciones en bares como para pasarnos de listos al manejar los nombres y los conceptos correctos, que son los conceptos que el propio cine esgrime. Es que parecemos tontos. Bueno, no. Estoy exagerando. En realidad, tampoco hay nada de que alarmarse. Todo es, al final de cuentas, folclore. De hecho, en una época atiborrada de inputs como la nuestra, todo se basa en la incorporación de claves esotéricas a la vida cotidiana, al sentido práctico de nuestro transcurrir. ¿Qué sería de nosotros sin la magia del cine? El punto, creo, es que independiente de que el cine sea una mera anécdota ocupa un lugar privilegiado en el sector ocio. Bajo la lógica de consumo, claro, que es la lógica de hoy a primera hora.

Es curioso, ya que hablamos de hoy a primera hora, recordar y reconocer que para los hermanos Lumière su invento tenía que ver con una necesidad de perpeturar recuerdos en movimiento. Por ello sus primeras proyecciones, que se llevaron a cabo en 1895, iban de gente saliendo de una fábrica y, luego, de un tren que llegaba a una estación. Cosas, en definitiva, dignas de pasar a la posteridad, de ser patrimonio de los habitantes del futuro. Pero lo cierto es que allí, por mera confusión, el público se asustó y salió pitando de la sala: creían que era real. Luego volvieron y se regodearon, de hecho: el público y la cultura (toda) asumió a aquel tren. El problema es que lo hiz permitendo que fuera real, al punto que, incluso hoy a primera hora le saluda con el brazo derecho en alto. Por miedo, porque igual y la autoridad que le respalda, la de su propia Academia, abusa de aquellos métodos. Ya me entienden, pero eso no es todo... Pasen y lean, tengan la bondad, pasen y lean.





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