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Cine y revolución: revista “Nuestro cinema” (1932-1935)

Planta/anuncia un debate, noticias sueltas, convocatorias políticas o culturales, campañas de mecenazgo, novedades (editoriales, estrenos, próximas emisiones de tv...).
Al capitalismo no le impresiona, aún hoy, 1933, que se tambalea, el contemplar sus atrocidades; lo que le asusta es ver la revolución.


La revista de los tiempos de la Segunda República Española Nuestro cinema (1932-1935) fue una de las principales fuerzas impulsoras del movimiento de cineclubs proletarios prosoviéticos de la misma época, según reza la introducción de la antología elaborada por Carlos y David Pérez Merinero Del cinema como arma de clase: antología de Nuestro Cinema (1932-1935), Fernando Torres editor, 1975. Se esté o no de acuerdo con los artículos recopilados en todos sus extremos , no cabe duda de que tienen un gran interés, y no sólo histórico, sino como iluminadores de nuestro presente. Esto es cierto, sin duda, del artículo del que se tomó la cita que encabeza esta entrada: tal vez deba empezar a sorprendernos que un cine abundantemente consumido como cine “de denuncia”, expositor de algunos de los efectos más sangrantes del capitalismo, sea amparado por las instituciones culturales y las distribuidoras comerciales que participan de dicho sistema social, apoyado por las televisiones oficiales, jaleado en las mismas páginas de la prensa que exalta golpes de Estado imperialistas, exhibido en festivales con la presencia de las autoridades – sin que, por lo demás, tan abundante difusión y tolerancia se plasme en una movilización contra los hechos presuntamente denunciados. Veamos qué contaba Nuestro cinema sobre esto, y en próximas semanas veremos más artículos e información sobre las aventuras de la revista.

Con motivo de L’opéra de Quat’sous y Las maletas del señor O.F. / Antonio Olivares – En: “Nuestro Cinema”, nº 10, marzo 1933.

Ha habido recientemente un crítico –hay que llamarlo de alguna manera- que ha establecido, en orden de diferencias, una nueva catalogación de ‘directores rusos en Rusia’ y ‘directores rusos fuera de Rusia’. Y aduce, con toda su cara dura característica, que Granowski se ha tenido que marchar a Berlin para poder realizar sus Las maletas del señor O.F. En el mismo artículo afirma, con razón, que no es posible hacer en Rusia ‘el cine puro’, ‘el cine por el cine’, y habla de ‘cine político’, de ‘cine aferrado a un cartel de partido’. Y finalmente afirma, en deducción incongruente, que el comunismo ruso no constituye ninguna solución a la tragedia social de hoy.

En nuestro análisis no es posible desligar ciertas circunstancias políticas, de una objetividad exacta, de sus derivaciones cinematográficas. Aparte Hays, ya Hailsman en Inglaterra ha manifestado que el porvenir del cinema ‘está estrechamente ligado al porvenir del Estado’. Así, el compañero de Antoine en el teatro judío de Moscú, es un tema que interesa ahora al publicismo burgués, precisamente por su característica de ‘director ruso fuera de Rusia’, ávidos de entresacar todas las nimiedades y convertirlas en arma de descrédito a un régimen cada vez más popular y para ellos amenazante. Por lo demás, en lo que concierne al párrafo anterior y sus afirmaciones, desdeñamos su valor mentirosamente objetivo, ya que su autor, a fin de cuentas, es un escritor sobre moldes como tantos otros, y en el órgano del capital financiero español, para más señas, propiedad del atunero conde de Barbate.

Esto ha sido una reseña de iniciación, como índice. Los últimos estrenos en Barcelona de L’Opéra de quat’sous y Las maletas del señor O.F. han provocado opiniones diversas. Excelentes de fotografía, montaje y sonorización las dos, queda su contenido como principal exponente de una tendencia nueva, de un ‘modo moderno de ver’. Y en un paralelismo impropio se les ha comparado, generalizando precipitadamente, con el cinema soviético, arma artística de primer orden.
Y conviene ir facilitando la delimitación de criterios que han de responder, en definitiva, a los nuevos sistemas de análisis.

Particularmente, en los films de Pabst, aumentan los que creen ver unas acentuaciones sociales bien marcadas. Hay que convenir que, ateniéndose a sus aspectos meramente externos, ciertamente sus obras poseen, sobre todo si se les compara con el resto de la producción burguesa europea y la americana, ciertos visos patentes de realidad.

Pero el mero planteamiento de ciertos problemas que nos afectan permanentemente no puede satisfacernos. La literatura y todo el arte de hoy es pródigo en el planteamiento de problemas, cuya resolución constituye la lucha diaria de todos los tiempos. Pero lo que ha de diferenciar las producciones entre sí, el índice de su valoración, precisamente debe estribar en la solución que se da a esos problemas. Ha de caracterizarse a un film, no por la forma de plantear éstos, sino por la forma de resolverlos.

En el fárrago de estas diferencias y ante cualquier fenómeno ordinario, se vislumbra en el cinema como en la literatura, la raíz simbolista. Un simbolismo, coartado por todas las conveniencias en el cine capitalista, que en vez de enaltecerla, acentuando sus rasgos fundamentales, construye una trama sin resaltes. Es en aras de un sentido simbólico penetrante que se nos han legado maravillosas obras de arte. Acentuemos que la escuela simbolista ha sido la de mayor transcendencia desde los años setenta hasta nuestros días. ‘No nombrar, sino sugerir’, predicaban. Pero si aportamos este recurso es para señalar que el simbolismo fue concentrando sus invectivas de instinto y derivo hacia la escuela naturalista de Zola, sin sutilezas de metafísico.

El cinema de Pabst, de Vidor, de Granowski, como el de Clair, como el de Chaplin –Chaplin es una exaltación genial del individualismo en arte- es un cinema simbolista. Debe evidenciarse, pero, que señala una iniciación, una delimitación, entre el fárrago de producciones vacuas del cinema de hoy, hundido como otra cualquiera rama de la producción burguesa, en las contradicciones de un régimen decadente.

¿Pero hemos de satisfacernos con una trama simbolista, en la cual nuestra imaginación haya de completar la interpretación del film? El cine no sería un arte popular, como visión directa de la realidad, si hubiera de significar un apéndice más en el arte retorcido de la rebusca, tan en boga.

Bueno es decirlo, Pabst y Clair, Sagan y, recientemente, Granowski, todos los autocríticos burgueses, deben su popularidad a la explotación constante ante las masas del truco de aparecer como críticos del capitalismo. Y en efecto: captan la corriente combativa de nuestra época, la trasladan a la pantalla, pero tergiversando el objetivo esencial de las masas, sus propósitos del momento y sus problemas internos. Es en el aspecto cinegráfico de la burguesía una crítica tan negativa y semejante como la de sus partidos políticos de izquierda.

En las circunstancias actuales, cuando las contradicciones del régimen capitalista son populares a todos, cuando en los Estados Unidos quiebran en un año cerca de sesenta mil bancos; en el mundo cincuenta millones de seres pasan hambre y frío; la guerra mundial se organiza a toda marcha y los gobiernos se defienden fusilando a los obreros en masa, como en Casas Viejas, el capitalismo no puede ya hurtar su desquiciamiento y su ruina.

En la primera escena de Las maletas del señor O.F., el mundo aparece paulatinamente invadido por la crisis. En L’Opéra de quat’sous aparecen los mendigos organizados. Y los esquiroles, movidos por la burguesía, que impedirán el logro de las reivindicaciones de carácter económico. Pero aquella escena del mundo y su crisis, excelente punto de partida para un film soberbio, quedará desligada del curso de la trama que se convierte en una amigable invitación al optimismo, en esta época de ‘crisis de confianza’ financiera, y los mendigos organizados, persistentes en su marcha rítmica, sólo servirán para que el monarca equis se oculte la cara horripilado.

Aún, algunos de estos directores se titulan independientes. No lo son por su función social, ni lo son por la tendencia de las cintas por ellos dirigidas. Repetimos que no hacen más que explotar el truco de aparecer como críticos del capitalismo sin serlo, cuando la decadencia del mismo y sus contradicciones son populares. Pero acordes en su finalidad íntima, juzgada al resplandor de sus films, manejan la descomposición capitalista, total y conocida, con habilidad suficiente para escamotear la imagen terrible de la revolución. En la medida con que esta habilidad se trasplanta a sus films, el capitalismo, que urge críticos ligados a su clase, les paga con la celebridad.

… Y el mundo marcha, de Vidor, derivaba hacia una faceta amorosa el candente problema universal del parado en las grandes capitales. La masa que se agolpa a la verja de la mina, en Carbón, está formada por mujeres tristes y anhelosas. La tecnocracia en crescendo y el afán innato de regodeo permiten en Viva la libertad pescar y bailar sin límites. Aspectos de la vida ordinaria que exigen la acción terminante de la clase que reemplazará un estado de cosas que se acaba son derivadas a sus aspectos sentimentales o ironizadas pobremente.

Y, sobre todo, quiere hacerse ampliar, de la accidentalidad del régimen, de sus contradicciones, un eco de fatalidad, de inexorabilidad. Es una crítica negativa que solamente roza los fundamentos de su objeto y anula en la clase trabajadora cierta cantidad de su espíritu combativo, al ocultarle las causas reales de su depauperación y miseria. Pero esta pseudocrítica, que emplea frecuentes excitaciones hipócritas a enmendar estos males, ‘eternos’, ‘insolubles’, cumple una función de siempre necesaria en el aparato de producción capitalista.

Al capitalismo no le impresiona, aun hoy que se tambalea, el contemplar sus atrocidades; lo que le asusta es ver la revolución. Contemplar un leve choque de las masas harapientas con unos pocos policías, o el abrazo de los obreros franceses y alemanes, unidos por una compasión común, no inquieta al capitalismo; aun aplaude en aras de su reconocido humanitarismo. Otra cosa sería si apareciera claro el objetivo esencial de los trabajadores en sus avances con las armas en la mano, hacia la toma del Poder. Aquí estriba toda la fama de los Clair, Pabst, Vidor, Granowski… con que la burguesía les paga, agradecida. Retorciendo situaciones, desviando pensamientos, con una técnica perfecta, le apartan de su vista al proletariado que marcha tras su aniquilación, movido con su conciencia de clase, con el ímpetu de su espíritu revolucionario.

(Y bueno es constatar que el truco de estos directores pseudocríticos sociales, está a veces ampliado y siempre robustecido por las casas distribuidoras. Por ejemplo: el trust Cinaes anunció en Barcelona L’Opéra de quat’sous, como no apta para señoritas.)

Este fingimiento de la crítica del capitalismo, lo que no es más que una ocultación de sus lacras, haciendo pasar los films irónicos por films revolucionarios, les hace reemplazar enemistades con su tendencia, hechos por símbolos de desproporción manifiesta. Es decir, vuelven a idealizar su objetivo y con ello ocultan lo fundamental, lo real.

Únicamente cabe señalar esta tendencia, en conexión al pertinaz esclarecimiento ideológico que se impone, como una agudización del simbolismo, en progresión decadente, que, a semejanza del camino ya recorrido por la literatura, expresa una iniciación al arte franco de la realidad, con sus dolores, sus deseos, del que sólo existen en el mundo las muestras admirables del cine soviético.

Muy sugerente el artículo, espero impaciente los siguientes artículos sobre el cine soviético.

Y me alegro mucho de que dispongamos aquí de bastantes elementos de referencia: "La opera de cuatro cuartos" y "Carbón" de Pabst, y un surtido de cine soviético en el que probablemente figurarán las películas que por ahora ha dejado sin nombrar el crítico.

¿Hay posibilidad de encontrar alguna revista o la antología para descargar?

El formato del libro lo hace, en mi opinión, díficil de escanear, pero si alguien más ducho en estas cosas de la digitalización tiene ganas de ponerse a ello, le mando mi ejemplar.

Como la colección de la revista estará en algun sitio, lo mismo alguien puede acudir al panal de rica miel de la memoria histórica para sacarse unas perrillas digitalizándola, busquen, busquen.

Al abrir este hilo no pretendo traer a colación toda la colección de 'Nuestro cinema', sino textos de un libro que trata sobre 'Nuestro cinema' y que pienso que siguen manteniendo su interés, tanto el de testimonio de unos pioneros en el desarrollo de una cultura anticapitalista como para el debate sobre los objetivos de una página como Rebeldemule. Por eso, a lo mejor de moverlo a algun sitio tendría que ser a "Los que faltaban" -si se ve oportuno le cambio el título-. Aunque tampoco tengo claro si hay que sacarlo de Biblioteca -ni tengo claro que revistas que ya no se editan y que no circulan como revistas, sino como documentos históricos ("Cuadernos del Ruedo Ibérico", etc.), deban estar en Quiosco y no en Biblioteca o en una tercera sección distinta-; pero vamos, no estoy seguro.

Este libro lo dedicamos, como no podía por menos de acontecer, a la memoria de Juan Piqueras, hombre en el que se resume una virtud fundamental del militante, la capacidad organizativa, y que tuvo la mala fortuna de apearse en una estación de ferrocarril en julio de 1936.


Una mínima presentación de “Nuestro cinema” y su trasfondo, tomada de la introducción del libro de Carlos y David Pérez Merinero Del cinema como arma de clase: antología de Nuestro Cinema (1932-1935), del que proceden estas entradas y la cita superior.

Nuestro cinema es la obra de un hombre: Juan Piqueras (Requena 1904-Venta de Baños 1936)… Residía principalmente en París, donde, aparte de escribir para publicaciones cinematográficas, trabajaba como contratista de películas, especialmente para Proa Filmófono… Con los recursos obtenidos en ambas actividades… y no sin grandes apuros económicos, Piqueras fundó –y financió, mientras no se demuestre lo contrario- Nuestro cinema.

El primer número aparece en junio de 1932, y lleva el subtítulo de “Cuadernos Internacionales de Valoración Cinematográfica” (en el número 13, el subtítulo es “Cuadernos Internacionales de Defensa del Cine Proletario”). En su 'Itinerario', afirma:


Nuestro cinema no puede admitir –amistosamente- más que un cinema capaz de librarle definitivamente de la pobreza ideológica del de hoy. Es decir, un cinema con fondo, con ideas amplias, con contenido social… Un cinema que no puede darlo el actual, en manos de quienes más interés tienen porque la masa desconozca todo lo que pudiera enseñarle. Nos hace falta un cinema que enfoque ampliamente el tema social, el tema documental sin falsearlo, el tema educativo desde un punto de vista sincero. Un cinema que nació con Eisenstein, con Pudovkin, con Alejandro Room… Un cinema que se prolonga en Tourine, en Dowjenko, en Nicolay Ekk, en Karl Junghas… Un cinema que no sea la opereta cinematográfica; ni la comedia salpicada de canciones absurdas; ni el documental “al aire libre” realizado en los estudios; ni el inspirado en las ‘estrellas’, ni en los ‘divos’, ni en los ‘códigos’ puritanos de William Hays… Queremos un cinema enjundioso, nuevo y fuerte, y para preconizarlo y señalar los valores y las deficiencias del de hoy, nacen nuestro cuadernos mensuales, abiertos a cuantos se uniformen en nuestro equipo…


La periodicidad mensual que se impuso en un principio se ve rota a partir del número diez. Con el número trece se inicia (y se acaba) una etapa que se prometía más radicalizada (nota 1), y con una uniformidad marxista en sus colaboradores. En 1935 la revista volvería a aparecer, muy atemperada en sus planteamientos. Sólo se publicarán cuatro números. Las dificultades económicas, siempre presentes en una revista especializada, y la censura, direron al traste con la misma.

… En un principio, el precio de venta al público era de una peseta. En un intento de alcanzar a bases más amplias, el número trece se vendió a 0’50 pesetas, y en la segunda época el mismo se fijó en 0’40 pesetas.

… Donde Nuestro cinema tuvo una influencia decisiva fue en el movimiento cineclubístico habido durante la República… Lo más destacado del período fue la aparición, junto a los cineclubs tradicionales –por ejemplo, Proa Filmófono o Cinestudio 33-, de otros cineclubs más populares, conectados con organizaciones de base y sindicatos de clase. De estos cineclubs, llamados proletarios, sabemos bien poco. No obstante, a grosso modo, pueden formularse las siguientes diferencias entre estos cineclubs y los así llamados ‘burgueses e intelectuales’: 1) Vinculación a organizaciones obreras; por ejemplo, a los Sindicatos; 2) Carácter obligadamente esporádico de sus sesiones (escasez de películas apropiadas, dificultades económicas, necesidad de explotar políticamente al máximo cada sesión…); 3) Mayor facilidad de acceso –por ejemplo, precios más asequibles- para un público popular; 4) Lo que es más importante: utilización, vía films soviéticos sobre todo, con fines de concienciación y adoctrinamiento político, frente a los cinceclubs ‘burgueses’, sólo preocupados por elevar la cultura cinematográfica de sus usuarios.

Un buen ejemplo de cineclub proletario lo tenemos en el Cineclub Proletario de Santander (nota 2), del que poseemos información de primera mano. Este cineclub, que tuvo una vida mayor que la media en los de su clase, estaba en relación con los sindicatos obreros de la ciudad, realizándose la venta de las entradas en los propios sindicatos. Las películas, por lo general soviéticas, se obtenían de distribuidoras comerciales. Las sesiones se celebraban en cines de la localidad alquilados al efecto. Se utilizaba una abundante y sugestivamente explosiva propaganda callejera por medio de carteles. En las sesiones se repartía un programa donde se insistía en los aspectos más directamente políticos del film, especialmente en los relacionados (directa o indirectamente) con la realidad española del instante. No había coloquios, cosa comprensible dado lo multitudinario de las sesiones; además, el coloquio era un aditamento nada frecuente en la época.

Cineclubs proletarios, con mayor o menor continuidad, surgieron en todo el país, y no sólo en las grandes ciudades, realizando una labor política considerable. Nuestro cinema actuó de guía del movimiento cineclubístico (proletario), con el que tenía múltiples puntos de contacto en sus propósitos e intencionalidades. La revista auspició una nonnata “Federación Española de Cineclubs Proletarios”. A continuación, por su relevancia, reproducimos íntegro el editorial "Hacia una Federación Española de Cineclubs proletarios" (Nuestro Cinema, nº 13):


En los últimos días del pasado julio, se celebró en Madrid una reunión convocada por Nuestro cinema. En ella estaban presentes, además de sus redactores y colaboradores de Madrid, algunos de sus corresponsales peninsulares y varios delegados de los Cineclubs proletarios de España. Se trataba de cohesionar a todos cuantos habían aparecido de una forma inarticulada e inorgánica por nuestra península y de agruparlos en torno a una Federación que les vinculase y determinase al mismo tiempo su amplio carácter colectivo.

El hecho de que en Madrid, Barcelona, Sevilla, Santander, Toledo, Valencia, etc., se hayan celebrado sesiones cinematográficas de tipo proletario, no es un hecho casual, sino la cristalización de una necesidad cada vez más firme. Nuestro proletariado, pese al tóxico permanente que ejerce sobre él el cinema yanqui, alemán y francés, va adquiriendo ya el control de sí mismo y desea oponer al cinema burgués su cinema de clase. Esa multitud de cartas que llegan constantemente a nuestra redacción, pidiéndonos información sobre films utilizables para sesiones obreras y campesinas, lugar en dónde pueden encontrarse y precios de alquiler, no es más que la demostración clara y palpable de esa realidad que apuntamos. Y ese deseo, esa coincidencia en todos nuestros comunicantes, al solicitar nuevos films soviéticos, no es más que la confirmación formal de que nuestro proletariado ha vuelto la espalda decisivamente al cine capitalista y desea enfrentarse con fuerzas que sabe ha de encontrar en el cine ruso, más en consonancia con sus luchas y sus aspiraciones actuales.

Pero el cine soviético ha llegado a España en muy cortas proporciones, y aun éstas han sido reducidas por la censura y por la vía comercial por donde han entrado. El proletariado de las grandes poblaciones conoce ya aquellas películas que la policía ha dejado circular libremente después de robarles sus mejores momentos. Y las sesiones de cine proletario, dadas las condiciones especiales en que han de darse, no pueden organizarse, actualmente, más que en aquellos lugares en que un importante contingente proletario puede garantizar el coste del programa y el alquiler del local o de los aparatos en donde se proyecte.

La necesidad de traer a España nuevos films sociales se acusa cada día con más fuerza. Para que nuestros Cineclubs adquieran rápidamente la confianza del proletariado, es necesario ofrecerles nuevos programas: films que no ha podido ver en otra parte ni podrá encontrar más que en ellos. Una acertada revisión cinematográfica, clasificación de valores y de tendencias, puede ser utilísima; es indispensable. Pero sin la levadura permanente de cosas nuevas no se podrá canalizar ni sostener un movimiento cinematográfico de masas.

Pero la importación de films es siempre costosa. Escapa a las posibilidades de uno o dos Cineclubs proletarios. Un Cineclub pequeñoburgués, que nutre sus sesiones con la asistencia de snobs y de intelectuales reaccionarios a quienes cobra 3, 4 y 5 pesetas por programa, puede soportar los gastos que le ocasiona el alquiler de los films en el extranjero, su transporte y los derechos aduaneros. Un Cineclub proletario, que no debe ni puede cobrar sus cuotas más de una peseta o 1,50, no podrá, ni muchísimo menos, cubrir las cifras que necesitaría para importar sus programas.

En París, por ejemplo, las organizaciones sindicales, las de avanzada revolucionaria, encuentran ciertas facilidades en su desenvolvimiento cinematográfico. Además de que la existencia de films soviéticos y sociales en las casas comerciales es mucho más numerosa que en España, hay entidades de tipo proletario que poseen stocks de películas de carácter social, que ofrecen a los sindicatos y a las organizaciones obreras a precios asequibles. En España, en cambio, no contamos con estas posibilidades. La docena de films soviéticos que pueden circular por nuestros cinemas están en manos de empresas puramente comerciales, que no siempre los ceden en condiciones asequibles para los grupos u organizaciones que los solicitan. En cuanto a los films que pudieran utilizarse de la producción burguesa, unas veces por incomprensión de sus propietarios, pidiendo cantidades absurdas, otras por razones puramente negativas, y casi siempre por carecer de una diferenciación y de un análisis previo que señale lo bueno y lo malo de cada uno, es peligrosa su presentación.

Es esto lo que hace necesaria, indispensable, una Federación Española de Cineclubs Proletarios. Una federación, no solamente capaz de establecer un repertorio cinematográfico con características, precios y composición de cada programa, sino de agrupar al mismo tiempo los cineclubs existentes y de crear otros nuevos. No se trata de una institución que monopolice los films políticamente, ni de una empresa particular o personalista. Se trata de cohesionar y dar vida a una amplia red de sesiones proletarias de cinema, con la consigna de un frente único ante la pantalla, y en la que cupiese toda nuestra base obrera y campesina, unida, naturalmente, a esa base intelectual y revolucionaria, que ha hecho de sus organizaciones algo decisivo y vital en el nuevo movimiento político y cultural de España.

El día que una Federación Española de Cineclubs Proletarios de este tipo haya canalizado ante el cinema todas estas fuerzas, no solamente se podrán alquilar en el extranjero nuevos films para España, sino que se podrá pensar seriamente en la instauración de un repertorio propio y en dar el primer paso hacia la producción de un cinema proletario internacional.

NUESTRO CINEMA trabaja actualmente por la creación de esta federación española, y a juzgar por el número e importancia de las organizaciones que se han adherido a su proyecto, puede afirmar, sin temor a equivocarse, que más que un proyecto en marcha, la Federación Española de Cineclubs Proletarios será, muy en breve, una auténtica y venturosa realidad.


La Federación no llego a cuajar. La desaparición de la revista en su primera época y el estado embrionario en que estaba la propuesta quizás sean las causas. De otro lado, el ‘bienio negro’ obstaculizó aún más la difusión de los films que podían interesar en la labor de concienciación y utilización políticas. Y así, digamos como anécdota, que el cineclub vinculado a Nuestro cinema –Studio Nuestro Cinema- se impuso como meta, ante la imposibilidad de sostener una programación ‘proletaria’, la de proyectar un ‘cinema de minoria’.(nota 3)

(nota 1) La radicalización de Nuestro cinema dio lugar a que algunos colaboradores (Luis Gomez Mesa, Rafael Gil, Manuel Villegas López) la abandonasen, pasando a impulsar el Grupo de Escritores Cinematográficos Independientes –GECI-. Rafael Gil es ese director que pasó de hacer documentales al servicio de la República durante la guerra civil a marcarse apologías del militarismo español -en fecha tan tardía como 1975- de la ralea de "A la Legión le gustan las mujeres" o "Los novios de la muerte" -quizás parodias encubiertas, por lo risibles si no fueran tan tristes-; después llegaron "... Y al tercer año resucitó" y "Las autonosuyas".
(nota 2) Los autores consideran probada la proyección de las siguientes películas por el cineclub de marras: Potemkin; Octubre; La línea general; La tierra; El nuevo Gulliver.
(nota 3) Por ejemplo, las vapuleadas en lo citado dentro de la primera entrada de este hilo La opera de cuatro cuartos y Las maletas del señor O.F.

La revolución triunfante puede permitirse el lujo de ser objetiva


Me he decidido a digitalizar, a mi manera, algunos capítulos de la antología de "Nuestro cinema" de la que se toman los textos de este hilo. Naturalmente, si alguien más ducho en estas técnicas quiere hacer una digitalización más decente, le envio el libro sin ningún problema, y, si quiere, hasta se lo puede quedar.

De momento, aquí van los sumarios de todos los números de la revista: eLink de eMule Sumarios.Revista de cine comunista -Nuestro cinema- (1932-1935).pdf  [325.7 Kb]

En scribd: http://www.scribd.com/doc/32169325/Suma ... -1932-1935

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Entre tanto, y después de las críticas, algunas muestras de lo que las gentes de "Nuestro cinema" consideraban una política cinematográfica positiva.

Ejemplo de cineclub proletario / A. del Amo Algara, nº 13, octubre de 1933.

Desde hacía tiempo no se había visto en Madrid una sesión cinematográfica organizada por un Cineclub verdaderamente proletario. “Desde hacía tiempo”, es un decir: no la ha habido nunca. Ni sesiones “Mirador” y “Estudio Cinaes” en Barcelona, ni “Proa Filmófono”(nota 1), “Cineclub F.U.E.”, “Banca y Bolsa…” en Madrid, lograron dar una sesión de masas genuinamente obreras. Todos sus esfuerzos han ido siempre orientados a proyectar una película, todo lo revolucionaria y todo lo proletaria que se quiera, ante doscientas personas, no vamos a decir cineastas, pero sí más enteradas del cinema, por lo menos para no apreciarlo en su sentido social, que los obreros que tienen todo el día las manos manchadas de yeso o de grasa y no les queda el tiempo suficiente para ojear un libro o una revista de cine, ni tienen dinero para ir un sábado al estreno de un “Palacio de la Música”, ni de un “Callao”.

Los intelectuales revolucionarios pueden ser tan proletarios como los obreros; pero los intelectuales revolucionarios, en su mayoría, cuentan con una cultura que es lo suficiente para darles acceso a una orientación cinematográfica completamente clasista. Esta es una ventaja; el obrero no la tiene. Con las masas obreras hay que contar principalmente cuando se trata de crear un Cineclub. El obrero trabaja… Cuando le queda un rato libre, lee a Lenin, lee a Molotov…; se interesa por las luchas sociales y políticas en la Prensa revolucionaria, y por las sindicales en la Prensa sindical. Al rudo trabajador no le interesa el cinema más que un comino; ve en él operetas, comedías frívolas… cuya realidad se da de patadas con los callos de sus manos.

Si se organiza una sesión de avanzada, a base de Potemkin, por un nuevo cineclub seudoproletario, no le llega la noticia, y si le llega le informa al tiempo de que la localidad para ver una película donde no cantan los hombres, ni hablan las actrices, ni tocan el jazz-ban los negros, cuesta una cincuenta, tres y hasta cuatro pesetas. De esta forma huye el obrero de las cloacas, el obrero de los Parques de Limpieza, el obrero de los andamios de Obras Públicas, el mozo de muelles y estaciones, el campesino…; huye de las únicas sesiones que pudieran enseñarle algo, de los Cineclubs de avanzada que cobran cuatro pesetas. Huye el obrero, y el intelectual –muy respetable también- se hincha a ver películas soviéticas…

Desde hacía tiempo no se había visto en Madrid una sesión de cine verdaderamente proletaria; pero a estas horas, sí, y en vísperas de ver una serie de ellas. El Cineclub que se titule de proletario, y que no se adapte a las posibilidades económicas del proletariado, está destinado a fracasar. La sesión de cinema revolucionario, organizada, no hace mucho, por la Biblioteca Circulante Cultural de Chamartín de la Rosa, no ha fracasado. El Cine de Tetuán, situado en una barriada de Cuatro Caminos, eminentemente obrera, estaba abarrotado de público. Habló Roces sobre la cultura proletaria, recitó poesías revolucionarias Alberti y se proyectaron unas películas científicas: T.S.H., de Ruttman, y Turksib, de V. Turín. Esto fue un éxito de cineclub, hasta ahora intentado muy pocas veces. Frente a los obreros soviéticos, que tendían la línea férrea desde Turquestán a Siberia, contrastaba formidablemente el rostro rudo y curtido de los trabajadores que espectaban el film ruso Turksib, sus chaquetillas azul marino, sus blusas de color y sus cabezas de peinado asimétrico, muy en oposición con los que llevan los señoritos clorótidos de la burguesía. El proletariado, por muy inculto que sea, no es, ni mucho menos, analfabeto ante lo que le pertenece. El trabajo, el progreso, la civilización nueva… esto lo tenía en Turksib. Por eso aplaudía, a medida que iba viendo en el film el esfuerzo, una pequeña parte del esfuerzo que hacía el proletariado soviético en edificar el plan socialista. Aplaudía a su propia clase, aplaudía sus conquistas; no aplaudía a un tipo afeminado de opereta…

Todo esto, gracias al cineclub proletario de Chamartín de la Rosa, que ha tenido ya su repercusión en Toledo con el Expreso Azul, y aquí en Madrid una vez más (nota 2).


“La tierra tiene sed”, film soviético de S. Ermolinsky y J. Raisman / Juan Piqueras, nº 11, abril-mayo 1933.

La tierra tiene sed –producción Sowkino – Wostowkino- es un film que data de 1930-1931. A Occidente nos llega con casi tres años de retraso, presentado por el Comité Francés de las Fiestas de Arte de Moscú en el cinema de “Les Agriculteurs” de París, y este hecho resta objetividad a la comparación que pudiéramos establecer entre esta película soviética y las producciones yanquis, francesas y alemanas, de las primeras etapas del film sonoro y parlante.

En los periódicos burgueses de los países capitalistas se viene hablando insistentemente de la crisis o decadencia del cinema soviético, para no desglosar este aspecto del arte y de la industria en U.R.S.S., de sus otras manifestaciones artísticas y económicas. Y como en las demás, cuando se habla de cine, se falsea toda realidad. Primero porque, desde su ángulo contrarrevolucionario, debe ser así, y después, porque las censuras cinematográficas, muy consecuentes con su papel policiaco, se encargan de prohibir la exhibición de nuevas películas soviéticas, a través de las cuales la prensa revolucionaria podría oponer a la burguesa multitud de pruebas –palpables e inmediatas- que dejasen al descubierto sus mentiras y su triste papel.

Sin embargo, La tierra tiene sed nos proporciona los medios necesarios para constatar la superioridad manifiesta del cinema de la Unión Soviética sobre el cinema capitalista – de Norteamérica, de Francia, de Inglaterra, de Alemania-, no solamente en la parte proporcional de sus temas, sino en su aspecto puramente expresivo, específicamente cinematográfico. Si lanzamos una mirada retrospectiva –de tres años- sobre el cine europeo y yanqui, veremos cómo sus nuevas formas de expresión se limitan a cobijar toda clase de operetas de “gran espectáculo” y todo ese teatro populachero y comercial en donde se nutren la cámara y el micrófono a los que, por razones sobradamente conocidas, se les imposibilita de enfrentarse con la vida y los temas culminantes de su momento. En cambio, en U.R.S.S., la cámara y el micrófono, en estas mismas fechas, caían sobre los problemas esenciales de la vida rusa y, recogiendo los hechos más representativos de sus socialismo constructivo, nos ofrecían El camino de la vida, La lucha por la vida, La sinfonía del Doubasse, La tierra tiene sed, y otros films admirables que, aun vistos con dos o tres años de retraso, se han destacado por sus innumerables valores técnicos y cinematográficos, aparte, naturalmente, el valor de sus temas sobre la producción capitalista más reciente.

La tierra tiene sed es un episodio que recoge el esfuerzo de las nuevas generaciones de U.R.S.S., en sus luchas por la edificación de una nueva economía. El escenario se centraliza en Turkmenia: tierras ricas y productivas ayer, áridas y resecas hoy, generosas sin un agua bienhechora las regase… Pero en este 1917, el panorama no puede ser más desolador: la carencia de agua ha agrietado y endurecido a la tierra, que no es más que una estepa polvorienta y estéril; los hombres enloquecen de sed y los animales mueren. Solamente Aman-Durba-Baya, amo y señor de algunos pozos de la región, posee el agua necesaria que podría salvar de una muerte horrorosa a hombres y bestias. Pero el gran “Bek” la niega a los unos y a las otras y la utiliza para el riego de su pequeño jardín. Ni una protesta, ni una frase violenta, sale del pueblo ante este hecho. Al contrario, cuando el poderoso hacendado sale a la calle, los hombres se esfuerzan por aparecer sonrientes, y los más viejos bajan la cabeza en señal de acatamiento.

Sin embargo, los Soviets de Moscú y Leningrado piensan en los hombres de Turkmenia. Desde las ventanillas de un tren una brigada de jóvenes técnicos soviéticos lanzan el coro de sus canciones revolucionarias. Más tarde les veremos arribar al poblado, en donde la gente se muere de sed, llenos de polvo y de fe en sí mismos. Las masas se mueven como electrificadas. Uno tras otro, los técnicos soviéticos lanzan su consigna: ¡El agua y la tierra nos pertenecen…! ¡Nosotros saltaremos con dinamita los montes ‘sagrados’ y cambiaremos el cauce del río para que el agua se precipite sobre nuestros pueblos…!

Los campesinos se constituyen al eco de estas palabras y, algunos de ellos, se agrupan a los técnicos que comienzan a taladrar las rocas que aprisionan desde hace siglos el agua. El trabajo es duro, pero la seguridad de un mañana mejor es más fuerte que el polvo, el sudor y la fatiga. La roca, sin embargo, no cede. Los primeros intentos de perforarla fracasan.
Los hacendados, que habían santificado, de generación en generación, estos montes y declarado maldito a todo el que se atreviese a poner en ellos un pico o una pala, se enorgullecen de su triunfo. Algunos ‘viejos’ del pueblo tienen sonrisas sarcásticas para los hombres nuevos.

Pero la brigada de choque no se descorazona. Sabe perfectamente que la lucha es dura, pero está segura de la victoria final. En medio de una polvareda intensa les prenden fuego a las mechas que se introducen en el corazón de la montaña. Con una febril ansiedad se espera el resultado. Pasan unos segundos con capacidad de siglos.

La primera descarga llena de gozo y alegría a todos los corazones. A la primera sigue una segunda, una tercera, una quinta, una décima. Son diez, doce, veinte, cincuenta estallidos que perforan las entrañas de los montes, que abren nuevo cauce a las aguas aprisionadas, que en el espacio de unos segundos transforman un rincón del mundo.

Tumultuosamente se abalanzan las aguas sobre las tierras áridas que se esponjan en fertilidades óptimas. Los campesinos han triunfado. Los hacendados se cobijan en sus madrigueras, huyendo de una canción que les persigue:

¡En la tierra salvada habrá ahora jardines! ¡Nuestros campos son nuestros! ¡Nosotros somos libres! ¡Camaradas! ¡Reguemos nuestras tierras y edifiquemos fábricas!

Con este tema, Ermolinsky y Raisman han realizado un film vigoroso, vital, definitivo. La tierra tiene sed es, por su contenido, por su realización, por sus indiscutibles valores sociales y cinematográficos, una de las obras más completas y decisivas que nos ha ofrecido el cinema de todos los tiempos.

“Chapayeff” , film soviético de Sergio y Jorge Vassilieff / Juan Piqueras, nº 17 (4 segunda época, último de la revista), agosto 1935.

En sesión privada organizada por las “Journées d’Amitié pour l’Union Soviétique”, hemos podido ver Chapayeff. Jamás un film soviético había llegado a Occidente precedido de una cantidad de afirmaciones positivas tan numerosas como las que había logrado el film de S. y J. Vassilieff. Los asistentes al Congreso de Escritores de la Unión Soviética, los del festival cinematográfico de Moscú, los escritores, técnicos, o simplemente espectadores que habían podido verle en la U.R.S.S., a su regreso, tanto en sus conversaciones particulares como en sus escritos, declaraban encontrarse ante una obra cinematográfica excepcional, sin precedentes. Alguien, sin embargo, daba el nombre del Potemkin como un film predecesor del Chapayeff

Efectivamente: si un solo film puede señalarse como un antecedente histórico –cinematográficamente hablando- de
Chapayeff, hay que acudir a la obra maestra de Eisenstein, aunque el método empleado por Eisenstein y los hermanos Vassilieff sea diferente.

Chapayeff es un film inspirado en el libro de Furmaroff. (Hay que procurarse una traducción española de este volumen aunque no sea más que para imaginarse lo que los Vassilieff han podido realizar con la enorme materia vital que el libro tiene, hasta que otros vientos más propicios permitan llevar a nuestras pantallas, públicamente, todos esos films soviéticos que nuestra censura, consciente de su incultura y de su rol represivo ante todo lo que signifique avance en la civilización mundial, ha escamoteado a la expectación atenta e inteligente de las masas laboriosas de España). Chapayeff, es un campesino ruso que no sabía leer a los treinta años y que ignoraba por completo la ciencia comunista, aunque su certero instinto de clase le había señalado con toda claridad los principios fundamentales del comunismo. Jefe de un ejército de guerrilleros en lucha contra los ejércitos blancos durante la guerra civil. Chapayeff, sin una teoría militar en sus manos, era la pesadilla de los generales blancos, hasta el extremo de que estos pusieron buen precio a su cabeza. Su estrategia militar, su valor, su fe en el porvenir y el optimismo que sabía llevar a su gente, colaboraron eficazmente en la victoria de los ejércitos rojos sobre sus enemigos de clase.

Hay en Chapayeff valores de un interés excepcional. No es solamente la obra de arte cinematográfico lo que nos entusiasma. Son sus personajes, su acción, su psicología; lo que son y lo que representan. Los hermanos Vassilieff han sabido reconstruir con una maestría inigualada los episodios de la guerra civil que tuvieron a Chapayeff como principal protagonista. Esto sin querer decir que hayan subvalorizado el resto. El film Chapayeff no es la biografía de un personaje histórico. Es una serie de episodios en los que Chapayeff juega un papel importante.

Al contrario de lo que sucede en los films capitalistas de no importa qué carácter, en los que la acción de un personaje determina todo a costa de la lógica de la verdad y, muchas veces, de la historia, en Chapayeff no es el protagonista quien determina los hechos subvalorizando la verdad histórica, sino que es esta verdad histórica y estos hechos quienes determinan toda la acción del protagonista. Hacemos estas afirmaciones para destacar la acción de otras figuras que se mueven junto a Chapayeff con un realce propio. Por ejemplo: Furmaroff. Furmaroff es el comisario político del Partido Comunista junto a Chapayeff. Estos dos hombres tan íntimamente unidos son, sin embargo, dos caracteres opuestos. Chapayeff es el hombre en bruto, intuitivo, generoso, lleno de virtudes y de defectos. Furmaroff es la inteligencia y la disciplina, la voluntad y la flexibilidad misma.

Hay un momento del film que Eisenstein ha definido clara y certeramente. Es aquel instante en que Furmaroff, llamado a otro lugar del frente, se despide de Chapayeff. Eisenstein ha dicho: “¿Por qué nuestros ojos se llenan de lágrimas cuando vemos el apretón de manos de Furmaroff y Chapayeff? Porque este apretón de manos refleja la imagen homogénea del partido y de la masa. Porque este apretón de manos no representa solamente la vieja afirmación de ese contacto, sino su fuerza indestructible de hoy y su magnífico porvenir”. He aquí el gran valor de los Vassilieff sabiendo dar en cualquier detalle la impresión de unidad inquebrantable entre el Partido Comunista y las masas que dirigía y representaba: que representa y dirige. Otro gran acierto de los Vassilieff, que yo califico de evolución a fondo dentro del cinema soviético, es la presentación del enemigo, no como un ser grotesco, repugnante física y moralmente, sino como a seres hasta cierto punto heroicos desde su punto de vista. En Chapayeff los ejércitos blancos son ejércitos heroicos y disciplinados. El primer ataque es una cosa definitiva. Las filas blancas avanzan inmutables al sonido de los tambores. Frente a ellas un puñado de hombres con armas y material deficiente espera el momento de hacer fuego. A los primeros disparos comienzan a caer hombres en las filas blancas. Los restantes continúan impasibles, sembrando de cadáveres su marcha, pero marchando siempre. Unas escenas anteriores nos han demostrado la inferioridad objetiva de sus fuerzas frente al enemigo. Sin embargo, la victoria es para ellos; no solamente porque defendían una causa más justa sino porque históricamente ha sido así.

Esta evolución de presentar al enemigo como un valora tener presente, no solamente se ve en Chapayeff sino en los films soviéticos del momento. El camarada Fedor Ganz hace las mismas reflexiones en la crítica de Los campesinos, de Ermler. Como él dice, la revolución triunfante puede permitirse el lujo de ser objetiva. Cada nueva batalla ganada por las fuerzas revolucionarias de la Unión Soviética permitirá presentar con toda objetividad lo duro de la pelea. Así hasta que pueda conocerse con todo detalle la gran epopeya. El cinema soviético, a quien debemos una gran parte de la popularización de la guerra civil y de la construcción del socialismo en la U.R.S.S., está en condiciones actualmente de ofrecernos, no solamente una documentación exacta sobre el pasado y el presente en la Unión Soviética, sino de darnos al mismo tiempo (como antes lo hizo y ahora lo hace) las obras más singulares y mejores de la cinematografía universal.

(nota 1) Juan Piqueras, el director de "Nuestra cinema", era empleado de la distribuidora Proa Filmófono.
(nota 2) Este A. del Amo, salvo error por mi parte, es la persona a la que en los años cincuenta le tocó la china de dirigir las películas de Joselito -"El ruiseñor de las cumbres", etc.-

Respuestas a una encuesta sobre cine, por Federico García Lorca.

1.¿Debe la censura española observar igual o distinta actitud ante el Cine Ruso que ante cualquier otro cine extranjero? -En primer lugar no debe existir la censura. Menos para un arte como el cinema; muchísimo menos para un cinema como el ruso. Naturalmente que, existiendo como existe, mi opinión es que, no sólo debe observar igual actitud ante el cinema ruso como el extranjero, sino que debe estimar más las excelencias de aquel, que las chabacanerías y noñeces de este último. Claro que esto es como querer pedir peras al olmo…

2. ¿Considera al cinema soviético como un factor a tener presente en el desarrollo cinematográfico, artístico y cultural de España? -Lo considero indiscutible. El gran arte literario ruso prerrevolucionario ha influido y formado en gran parte el alma de mi generación. Esto no ocurrió en Francia, sino específicamente en España. Y por lo tanto, el cinema de la Rusia soviética, con más razón que la literatura prerrevolucionaria de Dostoyewsky, Gogol, Tolstoi y Puchskin, es mejor entendido por los españoles debido a su dureza de expresión, a su pasión rural y a su ritmo. Lo creo por esta razón un factor a tener en cuenta en el desarrollo de la cultura de nuestro pueblo.

3. ¿Por su técnica o por su contenido? -Desde el punto de vista de su técnica, se debe tomar como modelo. Desde el punto de vista de su contenido, también. Ambas cosas son admirables, y nuevas, en el cinema soviético y representan una lección que los intelectuales españoles debemos asimilarnos.


Desde las páginas de Nuestro cinema se plantearon dos encuestas a intelectuales y personajes públicos de la época, con preguntas y respuestas como las de la cita de aquí encima. En los archivos que enlazo a continuación encontraréis todos los resultados:
Scribd: http://www.scribd.com/doc/32168751/Encu ... -1932-1935
eLink de eMule Encuestas. Revista de cine comunista -Nuestro Cinema- (1932-1935).pdf  [900.2 Kb]

Algunas citas de la respuesta que dio a su propia encuesta el coordinador del tinglado, Juan Piqueras:

Es necesario, pues, tener presente en el futuro estos dos aspectos cardinales del cinema (idea y técnlca) para evitar que el capital que le anima nos pueda engañar en un momenta o en otro y ofrecernos un film de tipo social abominable, adobado con una tecnlca maravillosa. Les croix de bois, Au nom de la loi, Fatalidad, Shanghay-Express, M, y otros tantos films de policía social y de guerra, son ejemplos palpables de lo que decimos. La revision constante de estos hechos puede evitar en un momento esa confusion de titulos que anotamos antes.

Una cosa se destaca de nuestra encuesta seguramente con mayor relieve que las demás: la aflrrnación de que el cinema hispánlco debe nacer con iguales puntos de vista que el cine soviétlco y la incapacidad de los cineastas para dárnoslos. Desde el ángulo hispánlco, nuestra encuesta ha sldo provechosa en opiniones. Frente a ese coro de voces pidiendo protección oficial para un cine que nace muerto, las respuestas de NUESTRO CINEMA ofrecen una mayor alteza de miras y una oposición decisiva y violenta a los cornentarios y las apologias que se registran cotidianamente en la prensa espanola.

Creo que es el cine social el que debe cultivarse con mayor atención. Un buen cinema social puede ser al mismo tiempo un gran cine documental, un magnífico cinema educativo y un cine de una gran calidad artística. Sin embargo, es necesario terminar con los films sociales que produce el cine capitalista; con los documentales exóticos como Trader Horn; con los films «pacifistas» como Las cruces de madera, Los ángeles del infierno y Sin novedad en el Frente; con los films educativos que nos sirve el Instituto "Luce" (entidad netamente fascista), y con los films artísticos que no nos dicen nada o quieren decirnos demasiado.

EI cinema bien hecho puede ser el mejor vehlculo de una postulación polftica. Desde Lenin hasta el Vaticano reconocen al cinema como un arma social formidable. Por ser un espectáculo que agrupa verdaderas multitudes, las ideas que expone son sumamente eficaces. En este sentido el cinema tiene la equivalencia del mitin o de la acción política directa. Una multitud que termina de ver un film de ideas afines, sale a la calle dispuesta a todo. Los gobiernos de represión capitalista tienen establecidas sus censuras para las películas contrarias a sus ideas y a su moral. Si alguna vez suprimen un beso demasiado largo o una escena un poco sicalíptica, es por hipocresia. En el teatro, en la novela, en la escultura y en la pintura aparecen escenas, ideas, opiniones y desnudeces que no se toleran en el cinema. La importancia de su papel social nos la confirman, quiza mejor que nada, estas mordazas gubernamentales.

Inmediatamente, yo haria un cinema documental con la se·guridad de que sería, al mismo tiempo, un cine revolucionario. A través de este cinema, los mineros vascos sabrían cómo y por qué luchan sus camaradas andaluces y viceversa. Este cinema podría enseñar también al proletariado en marcha hacia una lucha de clases muchas cosas que se le ocultan, muchos hechos que afirmarían sus reivindicaciones. Paralelo a este cinema, podría hacerse otro de revisión histórica reciente: las Dictaduras, la caída de la monarquía, la llegada de la República, Arnedo, Castilblanco, la quema de los conventos, los milagros de Ezquioga, el hambre en Badajoz ... Mas tarde podria acudirse a temas paralelos a los de nuestra literatura y nuestra dramática mas representativas, sin olvidarse de una reconstruccion histórica que nos lIevase al origen de los grandes latifundios y las grandes haciendas españolas...

Sin embargo, como todo este cinema no puede hacerse por el momento, y Espana no posee otros problemas capitales que exijan la creación de un cinema paralelo al cinema europeo o yanqui (incluso al ruso, en pleno periodo constructivo), es mejor carecer de un cinema nacional que llevar a nuestras pantallas las obras teatrales de los Quinteros, los Munoz Seca, los Pedro Mata, los Arniches, los Benavente y los Linares Rivas, realizadas por toda esa caterva de indocumentados que ha venido haclendolas en Espana y, algunas veces, fuera de ella.


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