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TAIBO, Carlos

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...

TAIBO, Carlos

Nota Mar Abr 06, 2010 12:32 am


Introducción

Profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid.

Ha publicado, entre otros, los siguientes libros: La Unión Soviética de Gorbachov (Madrid, Fundamentos, 1989); La Unión Soviética (1917-1991) (Madrid, Síntesis, 1999, 2ª ed.); Crisis y cambio en la Europa del Este (Madrid, Alianza, 1995); Las transiciones políticas en la Europa central y oriental (Madrid, Los Libros de la Catarata, 1998); La explosión soviética (Madrid, Espasa, 2000); La desintegración de Yugoslavia (Madrid, Los Libros de la Catarata, 2000); Cien preguntas sobre el nuevo desorden (Madrid, Punto de Lectura, 2002); Guerra entre barbaries. Hegemonía norteamericana, terrorismo de Estado y resistencias (Madrid, Punto de Lectura, 2002), Estados Unidos contra Iraq (Madrid, La Esfera, 2003), ¿Hacia dónde nos lleva Estados Unidos? (Madrid, Ediciones B, 2004) y Rusia en la era de Putin (Los Libros de la Catarata, 2006). Escribe sobre política internacional en El País, en los periódicos del grupo Vocento, en La Vanguardia y en El Periódico de Cataluña, y es comentarista habitual en la cadena SER. Colabora con medios de información alternativos, como Rebelión y Diagonal.





Bibliografía compilada (fuente)





Ensayo





Artículos





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Nota Mar Abr 06, 2010 12:34 am
Recursos de apoyo

    extractos del documental "Voces contra la globalización" (TVE, 2006, disponible aquí)






    Presentación de En defensa del decrecimiento (a cargo de Carlos Taibo y Carlos Montes, en la sede iberoamericana La Rábida de la UNIA, 2009)

Nota Mar Abr 06, 2010 12:36 am
fuente: https://www.diagonalperiodico.net/liber ... erdas.html



Entrevista: Carlos Taibo, coordinador del libro Nacionalismo español

Es difícil ser nacionalista español y tener un proyecto de izquierdas


Portada



Alvar Chalmeta, redacción

Diagonal, número 68, jueves 27 de diciembre de 2007



    Pese a su rabiosa actualidad política, la reciente publicación de 'Nacionalismo español. Esencias, memoria e instituciones', trabajo colectivo de 13 profesores de diferentes universidades, sigue pasando desapercibida.


Impulsor de este abordaje de las “manifestaciones contemporáneas y triviales del discurso nacionalista”, Taibo considera que “se echaba en falta” su enjuiciamiento crítico.

Diagonal: ¿Por qué consideras que el nacionalismo español es un nacionalismo de Estado?

Carlos Taibo: Casi siempre que hablamos de nacionalismos pensamos en aquellos que contestan la realidad de los Estados existentes. No es eso lo que ocurre con los nacionalismos de Estado, cómodamente instalados en maquinarias oficiales que se hallan a su servicio. Aunque la presencia de estos últimos nacionalismos es ubicua y evidente -ahí están, para testimoniarlo, el sistema educativo, las instituciones políticas, las fuerzas armadas o los lugares de memoria-, resulta muy común que, dado que su efecto es a menudo inconsciente, se niegue su existencia. El discurso que emiten políticos y medios parece sobreentender que el nacionalismo, un fenómeno siempre retratado en clave negativa, tiene por fuerza que corresponder a los otros. Nosotros somos, en cambio, en el mejor de los casos, pulidos patriotas que defendemos la democracia y la pluralidad. No preciso agregar, creo, que eso es un cuento de hadas.

D.: ¿Y qué implica eso?

C.T.: Entre nosotros implica que los debates sobre la cuestión nacional están normalmente cojos. Pareciera como si la conducta de muchos de los ciudadanos españoles que ven con malos ojos a los llamados nacionalismos de la periferia fuese siempre normal y educada, frente a la insania de esos nacionalismos. Sobran, sin embargo, las razones para concluir que al amparo de nuestro nacionalismo de Estado se hacen valer muchos de los vicios que, con razón o sin ella, se atribuyen a los nacionalismos de la periferia.

D.: ¿Hay un discurso nacionalista español o hay varios?

C.T.: Admitamos que hay varios. Así, habría modulaciones esencialistas junto con otras más pragmáticas, como habría manifestaciones liberales y otras más conservadoras. Pero, a mi entender, siendo legítimas y necesarias esas distinciones, por detrás de todas esas formas del nacionalismo español se aprecia la idea de que existe una intocable nación española concretada en un territorio y un Estado cuya integridad no puede ponerse en cuestión. Es curioso, por cierto, este énfasis en demonizar las naciones de los demás que se hace acompañar de una reivindicación siempre esencialista, en cambio, de la propia. El nacionalismo español es, en primer lugar, un nacionalismo trivial, que se impone sin que la mayoría de los sujetos que lo llevan sean plenamente conscientes. Por eso parece legítimo afirmar que está por todas partes, y ello sin necesidad de recurrir a las versiones más ultramontanas de aquél, como es el caso de las heredadas del Franquismo. Importa mucho subrayar este hecho, que es anterior a cualquier sesuda distinción que haga referencia, por ejemplo, a las diferentes modulaciones partidarias del nacionalismo español. Aunque la cuestión es compleja, y por tomar un elemento de guía, me atreveré a señalar que, siendo el nacionalismo que hoy preconiza el PP el más vistoso, incurriríamos en un grave error si no apreciásemos la huella, a menudo poderosísima e irritante, del nacionalismo español en muchas de las posiciones del PSOE y, con frecuencia, también en las de IU.

D.: ¿Existe un nuevo nacionalismo español o estamos ante una puesta al día de ese discurso ‘eterno’?

C.T.: Es innegable que hay esfuerzos de adaptación. El nacionalismo que hoy transmiten PP y PSOE no es, con toda evidencia, el mismo que postulaba Franco 40 años atrás. Pero debo subrayar que los elementos esencialistas, y la nula voluntad de discutir sobre ellos, son en sustancia los mismos.

D.: ¿Cuál es el papel del deporte en la construcción del mito colectivo nacionalista español?

C.T.: En el siglo XX el deporte se convirtió en elemento fundamental de aquilatamiento de las identidades nacionales. Aunque ello no dejó de tener alguna consecuencia saludable -era preferible que las disputas se dirimieran en un estadio y no en un campo de batalla-, sabido es que de un tiempo a esta parte los campos de fútbol, en singular, ofrecen un escenario muy adecuado para que rebroten las manifestaciones más ultramontanas de los nacionalismos.

D.: Las mismas fuerzas que sustentan el nacionalismo español impulsan la integración de ‘España’ en estructuras supranacionales (UE, OTAN...). ¿No es contradictorio?

C.T.: Hay, en efecto, problemas al respecto. Pero no olvidemos que hoy por hoy, y en lo que ahora nos interesa, la lógica de los Estados- Nación sigue plenamente en pie en el marco general de esas estructuras, que a menudo han sido utilizadas, por añadidura, para contestar eventuales proyectos de secesión. Tampoco olvidemos, por otra parte, que de forma muy llamativa el discurso de nuestros gobernantes, en apariencia no nacionalista, bien que echa mano de códigos patéticamente nacionalistas cuando se trata de defender los intereses de las empresas españolas en el exterior. Igualmente, en todos los órdenes, incluido el constitucional, las fuerzas armadas desempeñan papeles fundamentales de preservación en lo que respecta a los privilegios propios del nacionalismo de Estado.

D.: ¿Cuál es la relación entre la izquierda y el nacionalismo español?

C.T.: Desde tiempo atrás es común escuchar la retahíla de que la expresión ‘nacionalismo de izquierdas’ es una contradicción en los términos. Sin entrar al trapo de esa discusión, compleja donde las haya, y tomando la parte por el todo, admitiré de buen grado que es difícil ser nacionalista español, por un lado, y postular al tiempo, por el otro, un proyecto creíble emplazado políticamente en la izquierda.





Los mitos españolistas

“La mayoría remiten a la Edad Media y al proceso de ‘reconquista’, si bien no faltan hitos posteriores, como la colonización de América, el Siglo de Oro o la guerra de la Independencia de principios del XIX. A la hora de considerar muchos de esos procesos es obligado resaltar el papel prominente que se suele asignar, por lo demás, a Castilla. El nacionalismo español hace uso de una formidable maquinaria de invención de tradiciones. Se habla mucho de las manipulaciones a las que se han entregado tantos libros de texto en Cataluña, ‘Euzkadi’ o Galicia, mientras apenas se le presta atención a las que se revelan al calor del nacionalismo español. También este último ha reescrito la historia en provecho de una suerte de permanente progreso que abocaría en la condición presuntamente acabada y halagüeña de la nación española de estos días. Y para refrendar esa invención ahí están las reales academias, la monarquía, la Iglesia y, naturalmente, un sinfín de medios de comunicación volcados en provecho de ese proyecto”.

Nota Mar Abr 06, 2010 12:37 am
fuente: https://www.diagonalperiodico.net/la-pl ... -usos.html



Sobre el término ‘decrecimiento’ y sus usos





Carlos Taibo

Diagonal, nº 99, abril 2009




Habida cuenta de la magnitud de las agresiones que el capitalismo imperante ha asestado contra la naturaleza, y al menos en el Norte opulento, se impone reducir los niveles de producción y de consumo de muchos bienes. Y ello de resultas de al menos tres circunstancias: vivimos por encima de nuestras posibilidades, es urgente cortar emisiones que dañan peligrosamente el medio y, en fin, empiezan a faltar materias primas vitales.

Ahora bien, ¿es el término ‘decrecimiento’ el adecuado para describir esa propuesta o, por el contrario, y como señalan voces muy respetables, arrastra problemas severos? Hablando en propiedad, ninguno de los conceptos que utilizamos para describir iniciativas complejas deja de suscitar polémicas. Un ejemplo: aunque la mayoría de los improbables lectores de este texto se confesarán anticapitalistas, parece evidente que no todos los discursos que se reclaman de esa etiqueta son suscribibles. Determinadas modulaciones del rigorismo islamista contestan agriamente el capitalismo sin que sus cimientos conceptuales y su propuesta final sean, claro, los nuestros.

A duras penas, y en semejantes condiciones, podría uno pretender que el término ‘decrecimiento’ está libre de carencias. Hay quien señalará, así, que en realidad se ha abierto camino en los últimos meses un activo proceso de decrecimiento que es resultado de la llamada crisis financiera. Salta a la vista que ese proceso nada tiene que ver con lo que proponemos, y ello por mucho que, a la hora de describirlo, resista el empleo –bien es verdad, eso sí, que más bien raro– del mismo término. En paralelo, tampoco faltará quien aduzca que la palabra ‘crecimiento’ en su sentido más cotidiano tiene entre nosotros un cariz positivo –hablamos, por ejemplo, de crecimiento personal–, de tal suerte que no parecería razonable atribuir una condición saludable, también, a su antítesis. Lo suyo es reconocer que lo del decrecimiento acarrea un riesgo nada despreciable: si declaramos rechazar el concepto de ‘crecimiento’ porque entendemos que incorpora una aberrante inclinación en provecho de lo estrictamente cuantitativo y en detrimento de la consideración de variables sociales y medioambientales fundamentales, corremos el riesgo de que, al contraponer el vocablo ‘decrecimiento’, éste se vea impregnado del cuantitativismo de su contrario, de tal suerte que se traslade la idea de que, en los hechos, lo único que demandamos es que se verifiquen reducciones en los niveles de producción y de consumo.

Se aducirá, entonces, que debemos poner el acento, no en la demanda de esas reducciones, sino en la condición del proyecto alternativo –primacía de la lógica social frente al consumo y la propiedad, reparto del trabajo, ocio creativo, reducción del tamaño de infraestructuras, preponderancia de lo local, sobriedad y simplicidad– que defendemos, o, lo que es casi lo mismo, que debemos tirar por la borda el término ‘decrecimiento’. De operar de esa manera, lo que ganaremos por un lado lo perderemos por el otro. No se trata de esquivar la mención, siempre necesaria, de los rasgos del proyecto alternativo. Se trata de preguntarse si la mera enunciación de éste, mil veces realizada desde la trinchera del ecologismo radical, es suficiente, en clave de comunicación pública, para desvelar un problema tan hondo. Y ello por no hablar de que algunas de las manifestaciones del proyecto ecosocialista de siempre no acaban de dar el paso definitivo en el sentido de cuestionar directamente las presuntas virtudes del crecimiento económico. En ese sentido, el término ‘decrecimiento’, pese a sus carencias, tiene la virtud de poner delante de nuestros ojos determinadas exigencias que en otras circunstancias quedarían un tanto mortecinas. Dicho sea de paso, no parece que sea distinto lo que corresponde afirmar del vocablo ‘acrecimiento’, que más bien parece invocar la conveniencia de dejar, sin más, las cosas como están.

Es verdad que la discusión que nos atrae tiene perfiles distintos si utilizamos los indicadores económicos del sistema o si empleamos otros de carácter alternativo. En el primer caso no hay manera de esquivar una conclusión: nuestra demanda de acabar con la actividad –o al menos de reducir ésta– de sectores como el militar, el automovilístico, el de la aviación, el de la construcción o el de la publicidad se traduciría en una reducción del Producto Interior Bruto (PIB), sin que sea sencillo entender qué es lo que de malo aprecian en ello quienes recelan del término ‘decrecimiento’. Parece como si reclamar medidas que deben rebajar los niveles del PIB fuera, en sí misma, una actividad pecaminosa. Harina de otro costal es lo que sucedería si utilizásemos indicadores alternativos que valoren en su justo punto las actividades de cariz social y medioambiental. No hay ningún motivo para rechazar que el retroceso de los sectores económicos cuya actividad queremos que se reduzca se vería compensado entonces por el impulso que recibirían esos menesteres sociales y medioambientales, con lo que, en el cómputo final, la economía en conjunto podría no decrecer.

Pero no debe olvidarse que, por muy lógica que sea esta última consideración, lo cierto es que el común de las gentes razona conforme a los indicadores convencionales, de tal suerte que parece preferible poner delante de los ojos de la ciudadanía lo que aquéllos, pese a su impresentabilidad general, revelan bien a las claras: el peso ingente de actividades económicas extremadamente dañinas para el medio natural y la necesidad consiguiente de ponerles freno. Hay quien aducirá que asumir como propio, aun a regañadientes, ese terreno de juego es una opción delicada, o al menos lo es si uno demanda, en época de elecciones, el cierre de complejos fabriles y el reparto del trabajo (tal vez esto explica, siquiera sólo sea de modo parcial, por qué el ámbito en el que las propuestas de decrecimiento germinan con mayor rapidez es el que proporciona el mundo libertario, por definición ajeno a las consultas electorales).

Lo que en ningún caso debemos hacer es trampear con cuestiones tan delicadas como éstas, toda vez que podríamos deslizarnos por un camino mil veces recorrido, como es el de rebajar nuestras propuestas para que la ciudadanía no vea en ellas lo que a muchos nos gustaría, muy al contrario, que viese con claridad. En este orden de cosas, el término ‘decrecimiento’ tiene la virtud del aldabonazo que coloca delante de nuestros ojos un problema fundamental tras obligarnos a formular preguntas muy delicadas sobre la sinrazón que rodea al crecimiento que nos venden por todas partes. Creo que eso es lo que aprecian en él, por lo demás, la mayoría de los interpelados. Y es que semejante capacidad de despertar conciencias no la tiene ninguno de los vocablos alternativos que se manejan.

Ello no es óbice para que quienes nos reclamamos del decrecimiento pongamos todo nuestro empeño en subrayar que el proyecto correspondiente no implica en modo alguno, antes al contrario, una general infelicidad. Trabajaremos menos y, muchos, ganaremos también menos dinero, pero disfrutaremos de más tiempo para otros menesteres y demostraremos fehacientemente que es posible vivir, más felices, consumiendo mucho menos y asumiendo, claro, un ambicioso proyecto de redistribución de la riqueza.

Nota Sab Dic 11, 2010 5:42 pm
    Ponencia sobre el Decrecimiento organizada por CGT en Pamplona, Febrero 2009. (Los últimos 5 minutos de la charla no se grabaron).
LIBERTAD sin Igualdad es Privilegio e Injusticia; IGUALDAD sin Libertad es Esclavitud y Brutalidad

Re: TAIBO, Carlos

Nota Vie May 08, 2015 11:28 am
Subo dos eBooks.

En defensa del decrecimiento. Sobre Capitalismo, crisis y barbarie
Portada

DATOS DEL LIBRO
Nº de páginas: 160 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: LA CATARATA (ASOCIACION LOS LIBROS DE LA CATARATA)
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788483194225

SINOPSIS:
La crisis en curso apenas ha suscitado otras reflexiones que las que se interesan por su dimensión financiera. De resultas, han quedado en segundo plano fenómenos tan delicados como el cambio climático, el encarecimiento inevitable de los precios de las materias primas energéticas que empleamos, la sobrepoblación y la ampli ación de la huella ecológica. En este libro se intenta rescatar esas otras crisis, y hacerlo con la voluntad expresa de identificar dos horizontes de corte muy diferente. Si el primero lo aporta un proyecto específico, el del decrecimiento, que cada vez es más urgente sea asumido como propio por los movimientos de resistencia y emancipación en el Norte opulento, el segundo lo proporciona un grave riesgo de que, en un escenario tan delicado como el del presente, gane terreno un darwinismo social militarizado que recuerde poderosamente a lo que los nazis alemanes hicieron ochenta años atrás. En la trastienda se aprecia, de cualquier modo, la necesidad imperiosa de contestar el capitalismo en su doble dimensión de explotación e injusticia, por un lado, y de agresiones contra el medio natural, por el otro. Carlos Taibo es profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. Entre sus últimos libros cabe mencionar Rapiña global (Punto de lectura, Madrid, 2006), Sobre política, mercado y convivencia (Los Libros de la Catarata, Madrid, 2006; en colaboración con José Luis Sampedro), el volumen colectivo Voces contra la globalización (Crítica, Barcelona, 2008; en colaboración con Carlos Estévez), 150 preguntas sobre el nuevo desorden (Los Libros de la Catarata, Madrid, 2008) y Neoliberales, neoconservadores, aznarianos. Ensayos sobre el pensamiento de la derecha lenguaraz (Los Libros de la Catarata, Madrid, 2008).

[Editado por el comité de RBM para incluir el enlace en el primer mensaje. Muchas gracias, compañero pauete.]




Repensar la anarquía. Acción directa. Autogestión. Autonomía
Portada

DATOS DEL LIBRO

Nº de páginas: 176 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: LA CATARATA (ASOCIACION LOS LIBROS DE LA CATARATA)
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788483198452

SINOPSIS:

En este volumen se examinan muchos de los debates de los que participan los libertarios contemporáneos, y al respecto se estudian, con vocación no dogmática, la propuesta teórica del anarquismo, su crítica de la democracia liberal y su defensa de la democracia y la acción directas, la contestación del Estado y del capitalis mo, la apuesta por la gestación de espacios de autonomía autogestionados y desmercantilizados, o la relación del mundo libertario con el feminismo, el ecologismo, el antimilitarismo y las luchas solidarias.

[Editado por el comité de RBM para incluir el enlace en el primer mensaje. Muchas gracias, compañero pauete.]


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