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SOREL, Georges (1847-1922)

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Georges Sorel

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(wikipedia)


Introducción

En Biografías y Vidas se escribió:(Cherbourg, 1847 - Boulogne-sur-Seine, 1922) Filósofo y político teórico francés. Hijo de una familia de la burguesía provincial normanda, recibió de ella la afición al trabajo y profundos sentimientos morales y religiosos, que mantuvo aún después de perdida la fe. Realizados los estudios secundarios en la ciudad natal, fue enviado al Colegio Rollin de París; luego ingresó en la École Polytechnique. Llegado en 1870 a ingeniero de caminos y puentes, vivió en el territorio provincial durante veinticinco años; finalmente, nombrado ingeniero jefe, abandonó el cargo y se entregó con plena libertad a la actividad meramente intelectual.

A partir de 1892 no conservó más funciones que las de administrador de la École des Hautes Études Sociales. En 1895, junto con Bonnet y Deville, fundó Le devenir social, revista que persistió hasta 1897; colaboró en Mouvement Socialiste, de Lagardelle; Ére Nouvelle, Revue de Metaphisique et de Morale y varias publicaciones italianas y alemanas. En 1897 se retiró, con su sobrino y la esposa de este último, a la pequeña casa de Boulogne-sur-Seine, donde permanecería hasta el fin de sus días.

Todavía conservador en 1889, pasó al socialismo reformista en 1893; luego aceptó el marxismo, con todas sus perspectivas revolucionarias y, más tarde, desengañado del proletariado, se aproximó, en 1911, a los nacionalistas de la Action Française; finalmente, la primera Guerra Mundial reanimó su oposición a las democracias, que le indujo a considerar la revolución rusa como aurora de una nueva era en Matériaux d'une théorie du proletariat (1919) y Plaidoyer pour Lénine (1921).

El "affaire" Dreyfus ejerció notable influencia en la orientación de su pensamiento. Partidario del célebre militar francés durante la discusión del caso, o sea, cuando parecía que el proceso de revisión habría de hacer posible en Francia unas condiciones que permitieran la instauración de una nueva forma de vida y un movimiento de renovación, sufrió un gran desengaño al comprobar la degeneración de todos los jefes del socialismo llegados al poder y de cuantos políticos de sus mismas ideas tendían únicamente a la explotación de las masas obreras y a la defensa de sus intereses personales; desilusionado por tal experiencia, condenó para siempre cualquier sistema político de carácter "reformador" y se inclinó hacia una concepción revolucionaria de la política del proletariado.

Hacia los cuarenta años empezó a escribir acerca de problemas sociales. Antes de su notoriedad como aficionado al estudio de la Filosofía, debida a su colaboración en la Revue de Metaphisique et de Morale y en la Revue Philosophique, y de su fama como teórico del sindicalismo, era ya, desde 1889, célebre en cuanto historiador, gracias al Procès de Socrate, complejo examen de la sociedad ateniense y crítica del racionalismo socrático. Filósofo de la técnica y moralista, afrontó cuestiones y temas de la civilización en Ruine du monde antique (1898) e Illusions du progrès (1908), y estudió el cristianismo en Système historique de Renan (1906), que, bajo la influencia de Vico, juzgó como un principio.

Estableció las bases de la nueva economía concreta en Introduction à l'économie moderne (1903), y estudió, meritoriamente, el aspecto jurídico del sindicato como nueva forma de institución en Reflexiones sobre la violencia (1906), su obra más célebre, en la que propugna la formación de un sindicalismo obrero fuerte, consciente y preparado para enfrentarse con la sociedad burguesa, destruirla y crear sobre sus ruinas una nueva sociedad basada en la producción libre de las jerarquías e instituciones del pasado.

Gran importancia presenta su aplicación de la filosofía de Bergson a los problemas sociales; en 1889 había sido ya uno de los primeros que llamaron la atención respecto del Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia de este famoso pensador, a quien juzgó "árbol vigoroso elevado en medio de las desoladas estepas de la filosofía contemporánea". Al filósofo del sindicalismo correspondió el mérito de la transposición al terreno social y económico, en oposición al criterio meramente evolutivo del socialismo, de la teoría bergsoniana del movimiento único a lo largo de una línea ideológica de tendencia antirracionalista.

Fue Sorel quien señaló con eficacia, antes del desarrollo de nuevas orientaciones fenomenológicas y existencialistas, el camino seguido por Bergson: la revalidación de la idea de instinto y misterio a la que este filósofo llegara a través de reflexiones sobre los fenómenos biológicos y las inclinaciones naturalistas. En su opinión, es posible deducir variaciones y transformaciones de la sociedad a partir de signos ínfimos y poco visibles, contrariamente a la afirmación de Darwin según la cual las modificaciones muy pequeñas no pueden asegurar el triunfo de especies nuevas sobre las antiguas.

Notable es también la actitud de Sorel en la valoración de las actividades espirituales más elevadas y libres, como la ciencia y la religión, de las cuales excluye, en franca oposición a Marx, todo carácter pragmático. Considera el hegelianismo transición entre la era del dogmatismo filosófico y la de la filosofía que se propone ofrecer al espíritu una orientación susceptible de facilitar los descubrimientos, y atribuye a Bergson la función de revelador de las fuerzas jóvenes. Confirma, además, una de las intuiciones más originales de Hegel al establecer una correspondencia entre misterio-misticismo-ciencia y arte-religión-filosofía, punto culminante del espíritu; según él, tales formas se renuevan y decaen juntamente.

Sorel avanzó algunas dudas sobre varios puntos de las enseñanzas oficiales del marxismo: negligencia de los factores morales, confianza excesiva en la ciencia (que define como "pequeña ciencia"), e interpretación insuficiente o errónea de la evolución social y del movimiento obrero. Bajo la influencia de Vico aplicó sus cánones históricos al cristianismo. Con elevada conciencia reivindicó los valores del mismo, y llegó, por ello, a ser juzgado autor de la revolución extrema del espíritu cristiano. Considera al cristianismo no destinado a perecer, por cuanto ha difundido en el mundo tres grandes principios: la dignidad de la pureza, los valores infinitos del hombre y el sacrificio establecido sobre el amor. Condenó todas las formas de religión social, ya en cuanto faltas de un verdadero mérito religioso o por su tendencia a la mediocridad, el cálculo y el utilitarismo.

Las polémicas y los estudios de Sorel acerca del marxismo fueron reunidos por V. Racca en los Ensayos de crítica del marxismo (1903), que limitan el determinismo económico de las corrientes ortodoxas marxistas y revelan algunos elementos éticos de la filosofía del movimiento obrero. Nuestro autor considera las reformas sociales como una corrupción de la clase trabajadora en Décomposition du marxisme (1908), y de la evolución del sindicalismo obrero en L'avenir socialiste des syndicats (1898), Enseñanzas sociales de la economía contemporánea (texto publicado también por V. Racca, 1907) y en los artículos aparecidos el mismo año en Mouvement socialiste. Entre las numerosas obras restantes cabe mencionar Contribution a l'étude de la Bible (1889), Essai sur l'Église et l'État (1902), La révolution dreyfusienne (1909), La rivoluzione d'oggi (Lanciano, 1909), Le confessioni (come divenni sindicalista) (Roma, 1901) y De l'utilité du pragmatisme (1921).





Bibliografía compilada





Ensayo



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Nota Mar Sep 21, 2010 8:42 pm
Pepe Gutiérrez-Álvarez, en "George Sorel y el sindicalismo revolucionario", en Kaos en la Red, el 21 de septiembre de 2010, escribió:Entre los teóricos que más influyeron en el desarrollo del sindicalismo revolucionario estuvo Sorel, citado en la Universitat d'Estiu como uno de los referentes del Walter Benjamin revolucionario, y autor cuya errática etapa final no debe ocultar la importancia de sus aportaciones, que están fuera de toda duda. Su lectura y su conocimiento adquieren una pertinencia –crítica, por supuesto- a la hora de rearmar un nuevo sindicalismo en oposición al sindicalismo de servicios y de "negociación" que nos ha llevado a esta situación… Una situación en la que un sindicalismo alternativo tendrá que trabajar por desbordar los marcos establecidos y dar lugar a una confluencia de hombres y mujeres que a la hora de la lucha pongan por encima los intereses generales, la visión de conjunto, antes que sus propias afinidades ideológicas, todas respetables mientras contribuyan a la tarea general de hacer retroceder a los amos del país y también a sus servidores.

Digamos cuatro cosas sobre George Sorel, controvertido pensador político, teórico del sindicalismo revolucionario y de la huelga general. Graduado en la Escuela Politécnica de París, trabajó como ingeniero durante más de veinte años, abandonando esta profesión en 1892 para dedicarse a lo que se había convertido su pasión fundamental: escribir sobre el sindicalismo y la revolución. Esto fue lo que hizo hasta el momento de su fallecimiento. Según su propia confesión fue marxista «ortodoxo» —o sea socialdemócrata a lo Kautsky— hasta 1897, pero a partir de entonces amplió el espectro de sus influencias filosóficas con lecturas de otros pensadores como Nietzsche, Renan y Henri Bergson. Calificado por uno de sus biógrafos como «un conservador revolucionario», las concepciones de Sorel se diferencian, entre otras cuestiones menores, por su convicción de que la sociedad burguesa —a la que odiaba tanto como conservador que añora una vida preindustrial como por revolucionario que quiere derrocarla para instaurar el socialismo— se hallaba en plena decadencia.

Encontraba en la tradición democrática y racionalista, en el pacifismo liberal (de Jaurès), el síntoma más evidente de esta realidad. Muestra de ello son sus palabras sobre la democracia burguesa: «El gobierno por la masa de los ciudadanos no ha sido nunca más que una ficción: sin embargo, esa ficción fue la última palabra de la ciencia democrática. Ningún intento se ha hecho para justificar la singular paradoja según la cual el voto de una mayoría caótica habrá de producir lo que Rousseau llama la 'voluntad general, que es infalible'». Desde la revista El movimiento socialista, Sorel propugna una intervención directa de los trabajadores que se contrapusiese tanto al régimen parlamentario burgués como a los pactos de los jefes políticos reformistas —como Millerand y Jaurès— por medio de una acción revolucionaria estimulada por una fuerte carga moralista encarnada en los «mitos» revolucionarios. El tema central de su pensamiento fue la organización y el ejercicio viril de la violencia revolucionaria del proletariado, contrapuesta a la fuerza de poder político, la creación de un sindicalismo constituido en la negación radical del compromiso político. Sus ideas sobre el sindicalismo revolucionario se apoyaban en tres consideraciones fundamentales. En la idea de que no se trata de apoderarse de la maquinaria del Estado sino de destruirla; en su primacía de la acción directa en la industria sobre la acción política parlamentaria y en métodos, o mito, según su propia terminología, de la huelga general capaz de galvanizar a la gran mayoría del proletariado hacia la revolución.

George Sorel exalta el ejemplo de la CGT francesa porque al «mismo tiempo que los teóricos (marxistas) se mostraban impotentes, unos hombres ardientes animados de un sentimiento de libertad, de vigor prodigioso, tan ricos en amor al proletariado como pobres en fórmulas escolásticas, (…) sacaron de la práctica de las huelgas una concepción clarísima de la lucha de clases, lanzaban al socialismo por una nueva vía que empieza a recorrer hoy (…). Los historiadores verán un día en esta entrada de los anarquistas en los sindicatos uno de los más grandes acontecimientos que se hayan producido en nuestro tiempo» (Reflexiones sobre la violencia, Alianza Universidad, con prólogo del muy conservador Isaiah Berlin).

Estas concepciones iban, no obstante, envueltas en ideas aristocráticas y oscurantistas —la necesidad de los «mitos», en particular el de la violencia concebida como una fuerza regeneradora, lo que le valió el aplauso nada inocente de Mussolini y de otros filofascistas—, y manifestaron su lado reaccionario cuando Sorel en 1910 asumió plenamente su componente «estética» y le aproximó, aunque fuera fugazmente, a la extrema derecha, a la Acción Francesa y que culminó más tarde con su adhesión al llamado «Círculo Proudhon» —un pensador muy presente en su obra—, creado por un representante de esta tendencia. Su influencia en la CGT y en el sindicalismo revolucionario fue muy importante entre siglos, en una época en la que Sorel pensaba que: «El socialismo es una cuestión moral en el sentido que introduce en el mundo un nuevo modo de juzgar todas las acciones humana o, siguiendo una conocida expresión de Nietzsche, una transvaloración de todos los valores… Las clases medias no pueden encontrar en sus condiciones de vida una fuente de ideas que estén en oposición directa a las ideas burguesas; la noción de catástrofe le resulta completamente ajena. El proletariado, al contrario, encuentra en sus condiciones de vida con qué alimentar sentimientos de solidaridad y rebelión; está en guerra diaria con la jerarquía y con la propiedad; puede así concebir valores morales opuestos a los consagrados por la tradición. En esa transvaloración de todos los valores por el proletariado militante reside la gran originalidad del socialismo contemporáneo» (citado por E. H. Carr en "Sorel: filósofo del sindicalismo", ensayo incluido en Estudios sobre la revolución, Alianza, Madrid, 1970; hay una edición reciente).

Cuando el desarrollo del capitalismo financiero y la exacerbación de las contradicciones internacionales hicieron que el sindicalismo de la Carta de Amiens entrara en una profunda crisis, Sorel sufrió una gran desorientación que le llevaron hacia sus veleidades con la derecha más extrema y a ilustrar sus grandes contradicciones en el otoño de su existencia, cuando apoyaría dos opciones completamente opuestas: la revolución rusa, a la que saludó como «el rojo amanecer de una nueva época», y la victoria del fascio en Italia, el país donde logró una mayor influencia fuera de Francia. Sorel fue director de las revistas La nueva era, El porvenir social y Estudios socialistas. También escribid numerosos ensayos, entre los cuales cabe señalar El porvenir de los sindicatos (1897); Reflexiones sobre la violencia, su obra más notoria, con la que incorpora el irracionalismo filosófico a la política y en la que desarrolla su análisis del mito en la vida de las sociedades y de la huelga general concebida como un mito nucleador y dinamizador de las luchas emancipatorias de la clase obrera; Materiales para una teoría del proletariado (1919); y sus ataques al marxismo convencional en La descomposición del marxismo (1900) y La polémica sobre las interpretaciones de marxismo (1908), amén de unas Confesiones. Un amplio eco sobre el lugar de Sorel en el debate marxista-revisionista se encuentra en la amplia obra de Bo Gustafson, Marxismo y revisionismo (Grijalbo).


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