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KOLONTÁI, Aleksandra (1872-1952)

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...
Aleksandra Kolontái
Aleksandra Mijáilovna Kolontái / Алекса́ндра Миха́йловна Коллонта́й

Portada
(wikipedia | marxists internet archive)


Introducción


El grupo Arbeit, en su página web, el 1 de octubre de 2008, escribió:Alejandra Kollontai, cuyo apellido de soltera es Demontovich, nació en Rusia en 1872. Estudió historia y literatura, y en 1899 se afilió al Partido Social Demócrata. Participó activamente de la lucha socialista en su país y en Europa, donde se relacionó con personalidades como Rosa Luxemburgo, Carlos Kausky, Jorge Plejanov, Lenin y muchos otros. En 1903 publicó La vida de los obreros finlandeses; en 1907 inició el primer Círculo de Obreras y al año siguiente presentó La base social de la cuestión femenina, lo que le valió la persecución y condena del régimen zarista, razón por la que tuvo que huir a Alemania, pasando después a diferentes países de Europa y finalizando su recorrido en Estados Unidos, donde fue propagandista de las organizaciones socialistas durante sus nueve años de exilio.

No es hasta 1917 que regresa a Rusia para formar parte del primer gobierno de Lenin como Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública. Entre otros espacios, integra el sector femenino del Partido Bolchevique, donde cobró notoriedad por su defensa del amor libre en los primeros años de la revolución. Alejandra ocupó altos cargos diplomáticos desde principios de los años 20 y fue la primera embajadora de la Unión Soviética en México, en 1926.

La obra literaria de Alejandra Kollontai es amplísima e incluye, además de las publicaciones antes mencionadas, su difundido artículo "El día de la Mujer" publicado en 1913, La emancipación de la mujer, Sociedad y maternidad y La clase obrera y la nueva moral, que reflejan una visión importante del movimiento feminista. Lo más significativo de su discurso fue hacer suya la idea de Marx de que para construir un mundo mejor, además de cambiar la economía, tenía que surgir "el hombre nuevo". Así, defendió el amor libre, igual salario para las mujeres, la legalización del aborto y la socialización del trabajo doméstico y del cuidado de los niños, y sobre todo la necesidad de cambiar la vida íntima y sexual de las mujeres. Ella creía que debía surgir "la mujer nueva", independiente económicamente, pero también sicológica y sentimentalmente.

La profesora Ana de Miguel Álvarez, en su estudio El conflicto clase-sexo-género en la tradición socialista, considera que "es la teórica rusa Alejandra Kollontai quien articuló de forma más racional y sistemática feminismo y marxismo. Kollontai no se limita a incluir a la mujer en la revolución socialista, sino que define el tipo de revolución que la mujer necesita. No basta con la abolición de la propiedad privada y con que la mujer se incorpore a la producción; es necesaria una revolución de la vida cotidiana y de las costumbres [...] En su teoría no tiene sentido hablar de un aplazamiento de liberación de la mujer, en todo caso, habría que hablar de un aplazamiento de la revolución". Fue por estas posturas que Alejandra protagonizó numerosos enfrentamientos con sus camaradas varones y con todos los que, desde la indiferencia, negaban la necesidad de una lucha específica por los derechos de las mujeres.

A pesar de sufrir una apoplejía en 1942, durante tres años dirigió la delegación diplomática de Oslo en silla de ruedas. Alejandra Kollontai murió en 1952 en Moscú, pero unos años antes llegó a ser candidata al Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para poner fin a la guerra ruso-finlandesa.





Bibliografía compilada (fuente | fuente | fuente)





Ensayo





Narrativa





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Nota Sab Feb 06, 2010 6:38 am
Josefina L. Martínez, en "Cuatro damas de armas tomar (4). Alejandra Kollontai, el amor camaradería", en CTXT, el 22 de noviembre de 2017, escribió:A fines del siglo XIX, una mujer rusa de 26 años abandona su San Petersburgo natal para dirigirse a Zurich. Desde el tren escribe una carta a una amiga: “Aunque mi corazón no aguante la pena de perder el amor de Kollontai, tengo otras tareas en la vida más importantes que la felicidad familiar. Quiero luchar por la liberación de la clase obrera, por los derechos de las mujeres, por el pueblo ruso”. Con esta decisión, en 1898 su vida cambia radicalmente. Alejandra Kollontai resuelve dedicarse al estudio del marxismo y a la lucha por la emancipación de las mujeres y la clase trabajadora. Veinte años después se convertirá en Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública del flamante gobierno revolucionario ruso, un cargo de nivel ministerial.

Nacida en una familia acomodada bajo la Rusia zarista, una visita a la fábrica de Krengoln en 1896 sacude su visión del mundo y la vuelca hacia la militancia. Se incorpora al partido socialdemócrata ruso en la fracción moderada de los mencheviques. La represión del zarismo la obligará a un largo exilio en Europa y en Estados Unidos durante casi una década, desde 1908 hasta los comienzos de la Revolución rusa en 1917. Poco antes, en medio de la guerra imperialista, se une a las filas bolcheviques por su posición internacionalista.

Kollontai retoma las elaboraciones de Federico Engels sobre la cuestión de la familia, la propiedad privada y el Estado, analizando cómo se produce la separación entre la esfera doméstica y el ámbito público. En particular, analiza la situación de las mujeres en la sociedad capitalista. Mientras el ingreso masivo de las mujeres al trabajo asalariado sienta las bases para su independencia económica, las obreras mantienen la carga del trabajo doméstico, lo que genera una doble jornada laboral. Kollontai se interesa especialmente por la “crisis sexual” de la humanidad y denuncia el matrimonio como una renovada esclavitud. Es partidaria de una “renovación psicológica de la humanidad”, una revolución de las relaciones afectivas, superando las trabas impuestas por una concepción del amor como propiedad. Con sus trabajos sobre la “mujer nueva” y la historización sobre las diferentes formas de amor, anticipa debates críticos sobre el amor romántico, que propone superar con el “amor camaradería”.

En marzo de 1917, Kollontai regresa a Rusia. Junto a numerosas militantes bolcheviques como Somoloiva, Krupskaia, Bosch, Armand y Stal reeditan el Rabotnitsa (periódico especial dedicado a las mujeres), promueven huelgas de las trabajadoras y su organización en los soviets.

La Revolución Rusa de 1917 otorgó conquistas para las mujeres que hasta entonces no se habían logrado en ningún país capitalista: la igualdad ante la ley, el divorcio libre, el derecho al aborto y la despenalización de la homosexualidad. La creación de guarderías, comedores sociales y centros de alfabetización eran un camino para arrancar a las mujeres de la esclavitud del trabajo doméstico, socializando estas tareas como una rama más de la producción. Las dificultades de la guerra civil, el aislamiento internacional y la miseria económica, impusieron trabas materiales al proyecto emancipador, que se profundizaron con la consolidación de la burocracia estalinista a la cabeza del estado y del partido.

En los últimos años de su vida hasta su muerte en 1952, Kollontai se relegó al trabajo diplomático en varios países europeos y continuó escribiendo sobre cuestiones relativas a las mujeres, aunque guardó silencio frente a los grandes retrocesos de la revolución y el avance de la represión interna a los opositores. Aún con este final contradictorio para su biografía política, sus aportes a la tradición del feminismo revolucionario son indudables.

En 1927 se publicaba en Rusia su libro de ficción, La bolchevique enamorada. Su personaje, Vassilissa, encarna a miles de mujeres “nuevas” que se hicieron revolucionarias en aquellos años, “heroínas anónimas de la revolución” como las llamó Kollontai, hablando también de ella misma.

Nota Sab Feb 06, 2010 6:46 am
Alejandra Kollontai, en "El Día de la Mujer", en 1913, escribió:¿Qué es el día de la mujer? ¿Es realmente necesario? ¿No es una concesión a las mujeres de clase burguesa, a las feministas y sufraguistas? ¿No es dañino para la unidad del movimiento obrero? Esas cuestiones todavía se oyen en Rusia, aunque ya no en el extranjero. La vida misma le ha dado una respuesta clara y elocuente a estas preguntas.

El día de la mujer es un eslabón en la larga y sólida cadena de la mujer en el movimiento obrero. El ejército organizado de mujeres trabajadoras crece cada día. Hace veinte años las organizaciones obreras sólo tenías grupos dispersos de mujeres en las bases de los partidos obreros… Ahora los sindicatos ingleses tienen más de 292.000 mujeres sindicadas; en Alemania son alrededor de 200.000 sindicadas y 150.000 en el partido obrero, en Austria hay 47.000 en los sindicatos y 20.000 en el partido. En todas partes, en Italia, Hungría, Dinamarca, Suecia, Noruega y Suiza, las mujeres de la clase obrera se están organizando a sí mismas. El ejército de mujeres socialistas tiene casi un millón de miembros. ¡Una fuerza poderosa! Una fuerza con la que los poderes del mundo deben contar cuando se pone sobre la mesa el tema del coste de la vida, el seguro de maternidad, el trabajo infantil o la legislación para proteger a las trabajadoras.

Hubo un tiempo en el que los hombres trabajadores pensaron que deberían cargar ellos solos sobre sus hombros el peso de la lucha contra el capital, pensaron que ellos solos debían enfrentarse al «viejo mundo» sin el apoyo de sus compañeras. Sin embargo, como las mujeres de clase trabajadora entraron en las filas de aquellos que vendían su trabajo a cambio de un salario, forzadas a entrar en el mercado laboral por necesidad, porque su marido o padre estaba en el paro, los trabajadores empezaron a darse cuenta de que dejar atrás a las mujeres entre las filas de «no-conscientes» era dañar su causa y evitar que avanzara. ¿Qué nivel de conciencia posee una mujer que se sienta en el fogón, que no tiene derechos en la sociedad, en el estado o en la familia? ¡Ella no tiene ideas propias! Todo se hace según ordena su padre o marido…

El retraso y falta de derechos sufridos por las mujeres, su dependencia e indiferencia no son beneficiosos para la clase trabajadora, y de hecho son un daño directo hacia la lucha obrera. ¿Pero cómo entrará la mujer en esa lucha, como se la despertará?

La socialdemocracia extranjera no encontró la solución correcta inmediatamente. Las organizaciones obreras estaban abiertas a las mujeres, pero sólo unas pocas entraban. ¿Por qué? Porque la clase trabajadora al principio no se percató de que la mujer trabajadora es el miembro más degradado, tanto legal como socialmente, de la clase obrera, de que ella ha sido golpeada, intimidada, acosada a lo largo de los siglos, y de que para estimular su mente y su corazón se necesita una aproximación especial, palabras que ella, como mujer, entienda. Los trabajadores no se dieron cuenta inmediatamente de que en este mundo de falta de derechos y de explotación, la mujer está oprimida no sólo como trabajadora, sino también como madre, mujer. Sin embargo, cuando los miembros del partido socialista obrero entendieron esto, hicieron suya la lucha por la defensa de las trabajadoras como asalariadas, como madres, como mujeres.

Los socialistas en cada país comienzan a demandar una protección especial para el trabajo de las mujeres, seguros para las madres y sus hijos, derechos políticos para las mujeres y la defensa de sus intereses.

Cuanto más claramente el partido obrero percibía esta dicotomía mujer/trabajadora, más ansiosamente las mujeres se unían al partido, más apreciaban el rol del partido como su verdadero defensor y más decididamente sentían que la clase trabajadora también luchaba por sus necesidades. Las mujeres trabajadoras, organizadas y conscientes, han hecho muchísimo para elucidar este objetivo. Ahora el peso del trabajo para atraer a las trabajadoras al movimiento socialista reside en las mismas trabajadoras. Los partidos en cada país tienen sus comités de mujeres, con sus secretariados y burós para la mujer. Estos comités de mujeres trabajan en la todavía gran población de mujeres no conscientes, levantando la conciencia de las trabajadoras a su alrededor. También examinan las demandas y cuestiones que afectan más directamente a la mujer: protección y provisión para las madres embarazadas o con hijos, legislación del trabajo femenino, campaña contra la prostitución y el trabajo infantil, la demanda de derechos políticos para las mujeres, la campaña contra la subida del coste de la vida…

Así, como miembros del partido, las mujeres trabajadoras luchan por la causa común de la clase, mientras al mismo tiempo delinean y ponen en cuestión aquellas necesidades y sus demandas que les afectan más directamente como mujeres, amas de casa y madres. El partido apoya esas demandas y lucha por ellas… Estas necesidades de las mujeres trabajadoras son parte de la causa de los trabajadores como clase.

En el día de la mujer las mujeres organizadas se manifiestan contra su falta de derechos. Pero algunos dicen ¿por qué está separación de las luchas de las mujeres? ¿Por qué hay un día de la Mujer, panfletos especiales para trabajadoras, conferencias y mítines? ¿No es, en fin, una concesión a las feministas y sufraguistas burguesas? Sólo aquellos que no comprendan la diferencia radical entre el movimiento de mujeres socialistas y las sufraguistas burguesas pueden pensar de esa manera.

¿Cuál es el objetivo de las feministas burguesas? Conseguir las mismas ventajas, el mismo poder, los mismos derechos en la sociedad capitalista que poseen ahora sus maridos, padres y hermanos. ¿Cuál es el objetivo de las obreras socialistas? Abolir todo tipo de privilegios que deriven del nacimiento o de la riqueza. A la mujer obrera le es indiferente si su patrón es hombre o mujer.

Las feministas burguesas demandan la igualdad de derechos siempre y en cualquier lugar. Las mujeres trabajadoras responden: demandamos derechos para todos los ciudadanos, hombres y mujeres, pero nosotras no sólo somos mujeres y trabajadoras, también somos madres. Y como madres, como mujeres que tendremos hijos en el futuro, demandamos un cuidado especial del gobierno, protección especial del estado y de la sociedad.

Las feministas burguesas están luchando para conseguir derechos políticos: también aquí nuestros caminos se separan: para las mujeres burguesas, los derechos políticos son simplemente un medio para conseguir sus objetivos más cómodamente y más seguramente en este mundo basado en la explotación de los trabajadores. Para las mujeres obreras, los derechos políticos son un paso en el camino empedrado y difícil que lleva al deseado reino del trabajo.

Los caminos seguidos por las mujeres trabajadoras y las sufraguistas burguesas se han separado hace tiempo. Hay una gran diferencia entre sus objetivos. Hay también una gran contradicción entre los intereses de una mujer obrera y las damas propietarias, entre la sirvienta y su señora… Así pues, los trabajadores no deberían temer que haya un día separado y señalado como el Día de la Mujer, ni que haya conferencias especiales y panfletos o prensa especial para las mujeres.

Cada distinción especial hacia las mujeres en el trabajo de una organización obrera es una forma de elevar la conciencia de las trabajadoras y acercarlas a las filas de aquellos que están luchando por un futuro mejor. El Día de la Mujer y el lento, meticuloso trabajo llevado para elevar la auto-conciencia de la mujer trabajadora están sirviendo a la causa, no de la división, sino de la unión de la clase trabajadora.

Dejad que un sentimiento alegre de servir a la causa común de la clase trabajadora y de luchar simultáneamente por la emancipación femenina inspire a las trabajadoras a unirse a la celebración del Día de la Mujer.


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Izaro Aulestiarte, en "La editorial Txalaparta presenta «La bolchevique enamorada», la novela de Alexandra Kollontai", en Gara, el 15 de marzo de 2008, escribió:Imagen

    Se trata de una «historia de amor pura y dura», pero no por ello de un escrito «inocente», cuya primera edición salió a la luz en 1927 en Moscú. Nunca antes Alexandra Kollontai (1872-1952) había escrito una novela.

«Mi intención al escribir este libro es que sirva, aunque sea poco, para combatir la vieja hipocresía burguesa de los valores morales y para demostrar una vez más que empezamos a respetar a la mujer, no por su 'moral buena', sino por su actuación, por su sinceridad, con respecto a los deberes de su clase, de su país y de la humanidad en general». Son palabras de la propia Alexandra Kollontai (San Petersburgo, 1872-Moscú, 1952), recogidas a modo de prólogo con motivo de la primera edición en 1927 en Moscú de «La bolchevique enamorada». Una novela que acaba de lanzar al mercado Txalaparta.

Según explicó ayer la editora Zaloa Basabe en el acto de presentación que tuvo lugar en Donostia, «no se trata de una novela histórica, ni de aventuras, aunque evidentemente sí que mezcla datos históricos. Pero es ficción. Es una novela de amor pura y dura». En ella, la autora narra la historia de Vassilissa, una joven bolchevique, de fuerte convicción política, que se enamora perdidamente de Volodya, un atractivo anarquista, durante el transcurso de una asamblea. Ambos iniciarán una relación marcada desde el comienzo por la militancia irrenunciable de ella y el carácter rebelde de él.

Alexandra Kollontai se interesó desde muy joven por el marxismo, estudiando Historia del Trabajo en Zurich. Se afilió al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso en 1899 y, tras la publicación de su artículo «Finlandia y el socialismo», sufrió el exilio. Pero ello no impidió su participación en los acontecimientos revolucionarios de 1905 y, tras el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917, regresó a Rusia, donde fue elegida miembro del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado. Formó parte del sector femenino del Partido Bolchevique, siendo la primera mujer que participó en un gobierno y también la primera mujer embajadora de la historia. Pero, Basabe recordó ayer que si Kollontai destaca por algo es por su aportación teórica y práctica a la lucha inseparable por el socialismo y la igualdad de la mujer.

Zaloa Basabe, encargada de la edición de esta publicación, resaltó que, pese a tratarse de una novela escrita hace casi 100 años, sigue estando aún hoy de actualidad. También consideró que de algún modo demuestra que las novelas de amor en general, al contrario de lo que se ha considerado durante siglos, sí tienen una clara carga política. «Ésta no es una novela inocente; es una novela de amor, pero cargada de valores ideológicos revolucionarios», aclaró.

Enrique Anarte Lazo, en "La revolución de Kolontái. Aniversario del nacimiento de la revolucionaria y feminista rusa", en Diagonal, el 12 de abril de 2015, escribió:Los relatos de la historia han olvidado con frecuencia a Alexandra Kolon­tái, activista, política y teó­rica que dedicó su vida a los oprimidos. Sin expresarse en los mismos términos, Kolontái se anticipó a los planteamientos de los feminismos que vendrían décadas más tarde, convirtiéndose en la cabeza visible de un proyecto de igualdad entre géneros que aspiró a cambiar la situación de las mujeres en los primeros años de la Rusia leninista.

Nacida en San Petersburgo el 31 de marzo de 1872 en el seno de una familia de la nobleza terrateniente, su primera lucha social se dirigió contra el matrimonio por conveniencia, tan arraigado en las clases altas de la época. Pese a la resistencia de sus padres, consiguió casarse por amor, “por una gran pasión”. La visita a la fábrica de Kren­golm en 1896, que ocupaba a más de 12.000 trabajadores, fue el despertar de su conciencia política. Su creencia en la realización de la mujer a través de su trabajo, por encima de la felicidad familiar, la llevaron a dejar atrás a su marido y a su hijo para profundizar en el estudio del marxismo.

La movilización a lo largo de 1917 le hizo volver del exilio. Con el triunfo de la revolución, pasó a ocupar el cargo de comisaria del Pueblo de Bienestar Social. Esta posición ministerial, que mantuvo apenas durante unos meses, supuso el inicio de su carrera política y permitió a Kolontái introducir la cuestión femenina en la agenda política socialista. Su oposición a las ideas de la ortodoxia marxista en lo referente a la emancipación femenina, el “monis­mo económico de Engels” en pa­labras de Simone de Beauvoir, le granjearon pocas simpatías dentro del Partido Comunista. Su postura crítica, también en cuestiones como el papel de los sindicatos, la llevó a fundar Oposición Obrera.

Los primeros años tras el éxito de la revolución fueron esperanzadores para el feminismo marxista. El aborto fue descriminalizado y, posteriormente, legalizado en 1920. Fueron años de sucesivas conquistas: el divorcio, el matrimonio civil y la abolición del matrimonio infantil y de la compraventa de mujeres. La igualdad salarial y la baja de maternidad dieron un vuelco a la situación de las trabajadoras soviéticas.

Tal y como señala la filósofa española Ana de Miguel, Kolontái asume a lo largo de su vida una doble misión, lo que la convierte a menudo en una opinión incómoda: por una parte, combate los postulados del feminismo igualitarista burgués, al que acusa de obviar las diferencias de clases que separan a las mujeres; por otra parte, lucha contra la indiferencia de la clase obrera y sus dirigentes hacia la opresión específica de las mujeres.


El doble yugo

¿Qué convierte a esta militante comunista en una voz molesta tanto para los suyos como para las feministas de la época y, posteriormente, en un referente de la causa feminista? Sus análisis sobre este doble yugo de las obreras la llevan a adelantarse a su época, afirmando que la cuestión femenina no puede subsumirse en la lucha de clases. Es necesario, por el contrario, que la sustitución de la estructura económica, social e ideológica del capitalismo que las oprime vaya acompañada de una revolución de la vida privada, de las costumbres y de la relación entre los sexos. Para ella, el aplazamiento de la liberación de las mujeres que proponía la ortodoxia marxista era, en definitiva, un aplazamiento de la revolución.

La emancipación pasa, según Kolon­tái, por el reconocimiento de la individualidad de la mujer. Escribe sobre la fundación de una “mujer nueva”, libre, capaz de alcanzar su identidad social mediante su trabajo y su aportación a la comunidad, y no a través de las relaciones sexuales que mantiene con los varones.

Kolontái no se queda ahí y pone el foco en el amor como “factor psicosocial”. El amor, el ideal de amor burgués, responde a las necesidades de organización socioeconómica de las clases dominantes. “Du­ran­te milenios, una cultura fundada sobre el instinto de propiedad ha inculcado a los hombres la convicción de que el sentimiento amoroso tenía como base el principio de propiedad”, escribe en Marxis­mo y revolución sexual. Esto la llevaría a una de las ideas más manipuladas de su producción teórica y política: la del amor libre. No como una panacea de encuentros sexuales libres e indiscriminados, sino como una concepción del sentimiento amoroso que pretendía más bien la superación del corsé matrimonial y de las ideas de propiedad.

Una comprensión tan heterodoxa del papel de la mujer en la nueva sociedad comunista, así como de algunos de los proyectos leninistas, como la Nueva Política Económica de 1921 –según ella, “nueva explota­ción del proletariado”–, le valió una invitación a continuar sus servicios a la URSS en el extranjero. No volvería a su ­país natal hasta 1945. Por aquel entonces, el giro estalinista ya había convertido gran parte de sus logros en historia. Murió en Moscú el 9 de marzo de 1952. Poco a poco, las sucesivas olas feministas irían recuperando sus ideas, pero siempre quedaría, como en sus años de embajadora, al margen, en las sombras del relato eurocéntrico y occidental de la historia de la lucha por la igualdad de todas las personas.





Biografía de una feminista pionera

1896. Toma de conciencia. Una visita a la fábrica de Krengolm da un giro a su vida. “No podía llevar una vida feliz y tranquila mientras los trabajadores eran esclavizados de una manera tan terrible”, escribiría en su autobiografía.

1919. Victorias feministas. Junto a la también feminista y revolucionaria Inessa Armand, funda el Zhenotdel, el Departamento de la Mujer del PCUS. Su activismo, así como el de tantas otras militantes, logró la legalización del aborto y el divorcio en la URSS.

1921. Disidencia. Las divergencias de Kolontái con respecto al rumbo tomado por la revolución la llevan a convertirse en portavoz de la Oposición Obrera, en contra de la cúpula dominante del Partido Comunista. El fracaso de esta iniciativa supondría su alejamiento de la política interna soviética para dedicarse a la diplomacia.

1946. Vuelta a Rusia. Ya de vuelta en la URSS, es nominada al Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para alcanzar la paz en plena guerra ruso-finlandesa (1939-1940). Muere en 1952 en Moscú.


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