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HARO TECGLEN, Eduardo (1924-2005)

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...
Eduardo Haro Tecglen

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Introducción

Pozuelo de Alarcón, Madrid, 1924 – Madrid, 2005. Periodista.

A los 14 años, quizá influido por su padre, Eduardo Haro, subdirector de La Libertad, comenzó a ejercer la profesión en la sección deportiva del diario Informaciones. Se graduó en la Escuela Oficial de Periodismo en 1943. Mientras cumplía el servicio militar en Tetuán, en 1946, dirigió la emisora de onda corta local, fue corresponsal de la Agencia Efe y redactor jefe de Diario de África. Entre 1957 y 1960 volvió a trabajar para Informaciones, como corresponsal en París, y a partir de este último año comenzó a colaborar, también en esa ciudad, con El Correo Español-El Pueblo Vasco. En 1967 volvió a Marruecos para dirigir el diario España, de Tánger. De regreso a su país fue nombrado director del diario malagueño El sol de España. Entre 1968 y 1980 fundó y subdirigió la revista crítica Triunfo, referente de la izquierda. En 1974 fue director de la revista Tiempo de Historia. También fue colaborador de Marca, Tajo y Testimonio (1975). En 1977 se desempeñó como crítico teatral de la Hoja del Lunes de Madrid, y en 1978 fue editorialista y crítico teatral de El País, labor que compaginó con sus colaboraciones en la Cadena SER, en los programas “A vivir que son dos días” y “La Ventana”. En radio ha ejercido, además, desde principios de 1983 y durante dos meses, como director de Radio Exterior de España, cargo del que dimitió, y en 1995 fue colaborador en el informativo de Radio Nacional “El Ojo Crítico”. En su labor como comunicador utilizó los seudónimos Pozuelo, Juan Aldebarán y Pablo Berbén.

Eduardo Haro Tecglen escribió más de 25.000 artículos y entre sus ensayos se encuentran: Los derechos del hombre. Historia de una frustración (1969), La sociedad de consumo (1973), Sociedad y terror (1974), Fascismo: génesis y desarrollo (1975), El 68: las revoluciones imaginarias (1988) y La guerra de Nueva York (2001). Entre otras obras que publicó sobresalen: el Diccionario político (1995) y la Biografía de Mao Tse Tung (1970), así como sus libros autobiográficos: El niño republicano (1996), Hijo del siglo (1998) y El refugio (1999). Durante los últimos años escribió la columna “visto/oído” para el diario El País y un blog; además mantenía la sección diaria “barra libre” en el programa La Ventana de la Cadena SER.

Ha recibido, entre otros galardones, el Premio de Periodismo Derechos Humanos, concedido por la Asociación pro-Derechos Humanos de España en 1991, el premio “Javier Bueno” de la Asociación de Periodistas Europeos en 1992 y la “Medalla de Oro” del Círculo de Bellas Artes de Madrid en 2004.





Bibliografía compilada (fuente | fuente)





Ensayo





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Nota Sab Ene 30, 2010 8:37 pm
fuente: http://www.elpais.com/articulo/radio/te ... irtv_2/Tes y http://www.eduardoharotecglen.net/blog/ ... reros.html


¡Estos obreros!



Eduardo Haro Tecglen

El País // 16 de diciembre de 2003




Se ve que el obrero es malo: más de doscientas víctimas mortales en lo que va de año por accidentes de trabajo para fastidiar a quienes los subcontratan. El obrero se tetraplejiza para molestar; la Audiencia de Barcelona ha absuelto a los contratantes que debían pagar al que le pasó eso. Deben tener razón, porque un amplio grupo de abogados de Barcelona ofrece un homenaje al tribunal que está siendo maltratado por la prensa. También la prensa es mala persona; la Iglesia creó la Buena Prensa para que la suya quedara exenta de ese pecado original del periodista no beato al creer que el tetrapléjico debe ser indemnizado. Tampoco se ve por qué los sindicatos amparan a ese hombre que, sabiendo los peligros que entrañaba su trabajo, los corrió. Por herir al capital, aunque queda flotando la frase del Guerra: “Más cornás da el hambre”.

Pero ¿hay hambre en España? Hay menos que antes, porque hay trabajos-basura; cualquier oposición al trabajo-basura es, naturalmente, demagógica. España sigue siendo el país de más parados de Europa, y el de número más alto de accidentes de trabajo; es también donde la economía oculta alcanza más auge, aunque no me suelen explicar cómo lo saben: estará un poco tolerada. Y cubierta por trabajadores con vocación de tetrapléjicos, y empresarios ayudados por abogados como los que dan homenajes a los jueces que condenan a estos astutos delincuentes por querer sacar dinero a base de inutilizarse para toda la vida. Aunque es verdad que su vida ordinaria es más corta que las de otras profesiones, como jueces y abogados, y no digo las de los periodistas, clasificada como de alto riesgo: puede uno estar mirando por la ventana cuando llega un oficial americano y le matan. Sin llegar a eso: hay periodistas que creen que el tetrapléjico está condenado desde que nació. No por el destino, si no por el país, el barrio: la clase.

(Destino: alguna vez he señalado que en español esta sola palabra sirve para señalar el misterioso fatum, el “está escrito” o el dedo de los dioses y, al mismo tiempo, un buen empleo: “Está destinado en...”. Y es que todavía en el funcionariado, la milicia, el profesorado y la judicatura ese destino puede ser la solución hasta la muerte en la cama. Nunca: “Ahmed está destinado a un andamio y Guadalupe está destinada a puta”).

Nota Sab Ene 30, 2010 8:38 pm
fuente: http://www.elpais.com/articulo/radio/te ... rtv_4/Tes/ y http://www.eduardoharotecglen.net/blog/ ... _aaos.html


Dieciséis años



Eduardo Haro Tecglen

El País // 9 de diciembre de 2003




Blair quiere el voto a los dieciséis años: algo tendrá preparado para que lo hagan a su favor. Tendría que estar en la constitución europea, pero costará trabajo, sobre todo en España: los poderes son conservadores y continuistas, y creen que la juventud es rebelde. Algunos de entre los poderosos creen que la juventud no está preparada para tomar responsabilidades políticas: si lo sabrán ellos, que llevan siglos haciendo lo posible por asquearlos, atontarlos, aislarlos. La lucha por el voto desde que se inventó es luchar contra la reducción de votantes y elegibles a clases “buenas”: hombres y no mujeres, mayores y no jóvenes, ricos y no pobres, letrados. Mostraron un truismo que fue a dar en sofisma y en nada: no puede valer igual el voto del carbonero que el del académico, por la complejidad de los asuntos de Estado. La otra verdad es que el carbonero votaba según sus necesidades, las de sus iguales: su clase. Se ha llegado a extender el derecho a voto y a ser elegido al mayor número de personas: hembras, jóvenes, pobres. Y la contraofensiva, la de ganar las elecciones antes de que se produzcan: ganar el voto en cada cabeza mediante los mil sistemas que tiene el poder para tender capas de convicción. Lo han explotado mejor las derechas porque han llevado al encarecimiento enorme a todos los medios, de forma que no todo el mundo pudiera hacer su comedia, su editorial o su conferencia; y al derroche de ayudas que forma una censura sonriente. No creo que un solo partido español con posibilidad de gobernar renuncie a esta máquina.

Dieciséis años: una edad difícil. Como todas: yo no recuerdo año de mi vida en la que no hayan dicho que estoy atravesando una edad difícil. Y era verdad. Los dieciséis años son víctimas de la infantilización voluntaria histórica. Fue edad de casarse, de parir, de trabajar el campo y la ciudad. A medida que han aparecido otros factores, como el exceso de población, la disminución de la fuerza en el trabajo y la consiguiente aparición de la mujer, a los jóvenes se las ha ido echando para atrás: que no empiecen. Títulos imprescindibles para tener otros, y un master más allá, y un periodo de pruebas, y becas de mal sueldo, y medias jornadas. Y este coletazo final del franquismo les saca de su unidad en la calle, les mete religión arcaica en sus estudios, de planes innecesarios. El aprendizaje de oficio es una aventura. ¿Les va a dar el voto? Yo querría que sí. Mejor están que los aburridos, cansados, decepcionados que se arrastran a las urnas.

Nota Sab Ene 30, 2010 8:38 pm
El rojo



Eduardo Haro Tecglen

Fragmento de El Niño Republicano, Ed. Alfaguara, Madrid, 1996




Rehuyo la palabra “progresista”, como rehuyo la palabra “izquierda”: ha sido usurpada, invadida, devorada desde dentro. Utilizo, para definirme a mí, el término “rojo”. No lo hago por deslumbrar, y puedo explicarlo.

Hay una ideología constante que se puede hacer arrancar de Rousseau, por no ir más lejos (a lo que llamamos cristianismo), y que llega en su desarrollo hasta 1968 y sus recuperaciones de temas anteriores, y llegando después a Rudi Dutschke o a los profesores italianos encarcelados después (Negri). Luego, se apaga como intento de crear una forma política permitida, pero no se agota. Puedo llamar a eso ser rojo.

Si me refiero a términos españoles, encuentro válidos los del Frente Popular, las diversas organizaciones antifascistas y la guerra civil, de Azaña a Durruti o Montseny, y más allá de ellos. Es el término aplicado por el enemigo con intención peyorativa, y yo creo que debo asumirlo, incluso en lo que ellos pusieron de más horroroso. En este montón de componentes está, naturalmente, la suposición de la igualdad y la fraternidad (no me atrevo a escribir la palabra libertad, de tan profanada como está siendo), la redistribución de la riqueza, la evaluación del trabajo humano, la consideración a las clases oprimidas desde las que consideramos aquí como connacionales -las bolsas de pobreza- hasta nuestros desgraciados visitantes de las pateras o las bodegas de los barcos donde les asfixia el grano de la carga; o a las lejanas personas que vemos morir todos los días de abandono, hambre y enfermedad en unos horizontes que no son lejanos cuando tratamos de bombardearles o de bloquearles. Históricamente, abarco desde la revolución francesa, sin excluir el Terror, hasta los mayas de México en Chiapas.

No ignoro las contradicciones que hay, internas, en cada uno de los factores que aludo, incluso a las guerras a muerte entre lo que podríamos llamar sus sectas. No las ignoro: me complazco en ellas, porque tienen una multiplicación de riqueza. Cuando ellos crearon el Movimiento sabían ya que las contradicciones entre sus valores eran cómicas; la democracia que conocemos hoy en España es un “movimiento”. Creo que la aportación de una izquierda contemporánea a sus valores anteriores sería este darle ese sentido de la contradicción posible, y reírse de la que pueda haber entre Marx o Kropotkin, porque no tienen sentido en la realidad. Son divisiones artificiales creadas por la dificultad de las tomas de posesión y de las vías. Son divisiones el feminismo, las oposiciones entre clases de edad, las asociaciones que limitan a gremios, oficios o fragmentos de territorio la cuestión de la injusticia. La cuestión de oposiciones entre más o menos oprimidos no conduce más que a las acusaciones mutuas de opresores y a la ceguera de creer que unos somos los verdugos de otros: aunque lo seamos en la práctica, obligados por el contexto social y por el sentido de concurrencia entre nosotros que los poderes han dado a la organización social: siempre y en todos los países o zonas geográficas, y cada vez más porque el sentido de unidad mundial que se está dando a las agrupaciones sociales cada vez mayores va por ese camino erróneo.

Es poco creíble que beneficios humanos como puedan ser la abolición de fronteras, la unidad de monedas o los medios de producción, las técnicas en continuo desarrollo, hayan conducido a formulaciones como las de cerrar un grupo del cabo afroasiático que llamamos Europa a todos los demás menos afortunados; a contener a los pobres mediante su bombardeo, su invasión o su bloqueo de alimentos y medicinas; en formalizar entre nosotros el paro y la reducción de salarios bajo la falsa premisa de que así se creará más trabajo; la suposición de que las diferencias o las injusticias se podrán resolver entre dos o más partidos salidos de la misma tripa; la idea de que estamos representados por un parlamento mal elegido mediante unas leyes erróneas, o por unos partidos deformes; la sacralización de la palabra democracia en el sentido de que todo lo que no sea su forma actual es antidemocrático, como pasa con la palabra libertad. No tiene sentido seguir creyendo que esta Constitución hecha deprisa y con miedo pueda ser eterna.

Sin embargo, nos lo estamos creyendo, como fascinados. No tenemos independencia interna para saber qué es lo que aceptamos, por qué lo aceptamos y cuál es el grado de opresión y de fuerza que hay en esta aceptación nuestra; para saber que obedecemos porque tenemos que obedecer, pero no porque creamos en ello. Mucho más grotesco es que denominemos esta situación, o incluso las aspiraciones de desarrollo de la situación, como “izquierda”. Por eso rehuyo la palabra y suelo adoptar, aunque parezca estúpida, arcaica, inútil y lejana, la de rojo. La horda roja, la hidra roja, ¿recuerdan ustedes? Eso.

Nota Sab Ene 30, 2010 8:39 pm
fuente: http://www.eduardoharotecglen.net/blog/ ... el_ho.html


Empleado del hogar



Eduardo Haro Tecglen

El País // 28 de octubre de 1994




Hablo con Carlota Bustelo en una radio y con otras personas; una tertulia. (Cuidado: la palabra se ha venido abajo, revolcada en el polvo por los navajeros habituales: mejor decir charla, o coloquio. No confundir. En ésta (Marta Robles, “A vivir, que son dos días”, SER) hay respeto. Hasta a la frivolidad necesaria de la propuesta de Bustelo sobre el trabajo doméstico compartido. Depende de las clases sociales, de las dominicanas que se alquilen (caboverdianas, filipinas, peruanas: si no las mata un fascista canalla; si no van a parar bajo la lluvia, en descampado, a esperar al cabrito, que dicen en el argot); del campo o la ciudad, de qué hombre y qué mujer. O del placer y el displacer de ese trabajo. Se decía que el macho que se casaba disponía de criada, cocinera y sexo gratis. Salía mas barato el uso separado de servicios de esa índole, y se era mas libre. Lo que se buscaba, y lo que se comprometía, al emparejarse, era otra cosa. Quizá la sociedad creciente la ha hecho desaparecer. Y la nueva avaricia de la mujer.

Visto por mí el problema --macho viejo, desafiado ya por la manada de hembras y crías-- encuentro dos cambios serios, fuera de limpiar cristales y abrir una conserva; y graves. Uno: el trabajo de la mujer se ha digerido por la sociedad de libre mercado, que ha encarecido la vida de pareja; y ahora es obligatorio, por los cambios en la propiedad de vivienda, su distancia, su amueblamiento, sus colegios: sus créditos agotadores. Ha pasado de liberador --no depender del macho-- a alienante. Otro: cada vez está mas claro que es una división creada en una fuerza común, y la mujer y el hombre tienen la tarea conjunta de cambiar la sociedad de ricos y pobres. (Tarea de pobres, naturalmente: los ricos están bien así; a veces entregan uno, por un rato, a la cárcel: para fingir).

(He fregado muchos platos: he hecho camas, sigo ayudando a hacerlas; he llevado niños al colegio, no me he movido de las cabeceras de los ancianos de la familia; barrí pasillos lóbregos, voy al supermercado con otros hombres que llevan las listas que hacen sus nueras; y mientras he hecho siempre el otro trabajo, el de gacetillero; con el cual he dado, además, trabajo, ayuda, pensiones, a algunas mujeres).

fuente: http://www.eduardoharotecglen.net/blog/ ... lar_1.html


Frente Popular



Eduardo Haro Tecglen

El País // 21 de febrero de 2004




El 16 de febrero de 1936 ganó las elecciones el Frente Popular. El manifiesto reunía a estos partidos: Izquierda Republicana, Unión Republicana, Partido Socialista, Unión General de Trabajadores; Federación Nacional de Juventudes Socialistas, Partido Comunista, Partido Sindicalista, Partido Obrero de Unificación Marxista: firmaban Amos Salvador, Bernardo Giner de los Ríos, Juan Simeón Vidarte, Manuel Cordero, Francisco Largo Caballero, José Cazorla, Vicente Uribe, Ángel Pestaña, Juan Andrade (se recoge en http://www.ominae.net/historia/viewtopic.php?t=55).

Cada 16 de febrero recuerdo la fecha como mía, porque está en mi biografía. Tenía sin cumplir los doce años, y repartía las candidaturas que recogía en los partidos políticos del Frente, sin distinción. La calle no estaba fácil, ni para nosotros ni para los falangistas que repartían las suyas: muchos compañeros de instituto, y amigos. Dentro del odio, había fraternidades. Ganamos, se produjeron las amnistías y en el acto las represalias de los fascistas. Las últimas, el asesinato del republicano Teniente Castillo. Y la venganza de los oficiales de policía y Guardia Civil contra Calvo Sotelo. Duró el Frente Popular hasta el 16 de julio, en que se alzaron los fascistas.

Muchos creen que todavía están aquí. Yo también; cuando veo cómo se alza la extrema derecha parlamentaria contra las alianzas de izquierda y esgrimen como subversivo el acuerdo con el partido comunista o Ezquerra: no se han cambiado las cosas. Esta vez los socialistas prefieren pactos hacia la derecha. Han sufrido demasiado desde antes de aquella guerra, desde la revolución de Asturias de 1934, que encabezaron ellos y que les costó vidas, cárceles, exilios. Los de ahora ignoran que la derecha no soporta ni su nombre: debían darse cuenta y hacer algo.

(El teniente Castillo, de la Guardia de Asalto, se despedía de su mujer, que enseñaba desde el balcón al hijo recién nacido, cuando pasó el coche falangista que le asesinó. Era la calle de Augusto Figueroa, a la que pusieron su nombre, que claro, los fachas borraron. Sus compañeros y algunos de la Guardia Civil mataron en represalia a Calvo Sotelo. Sus avenidas, monumentos y nombres permanecen: el “protomártir”. Lo recuerdo sólo porque hace unos días, en El Mundo, mi compañero y amigo Martín Prieto lo contaba al revés: que Castillo mató a Calvo Sotelo y luego murió en el frente de la Sierra, donde le mandó Prieto. Un simple error).

Nota Sab Ene 30, 2010 8:40 pm
fuente: http://www.eduardoharotecglen.net/blog/ ... _de_l.html


La llegada de los bárbaros



Eduardo Haro Tecglen

El País // 26 de febrero de 2005




Las Naciones Unidas dicen que en 2050 seremos nueve mil millones (ahora, seis mil quinientos millones). Yo estaré un poco deteriorado, con mis 126 años, pero será mejor época para hacer columnitas. En este mundo de ricos, la vida tiende a prolongarse, mientras en los pobres tiende a acortarse, pero sus ciudadanos se multiplican. Recuerdo a Marx: llamaba “delincuente” a Malthus porque proponía tomar medidas para cortar la natalidad de los pobres -se refería muy concretamente a Irlanda-, y Marx creía que el aumento de los pobres era su arma real revolucionaria. Se está comprobando ya: las emigraciones masivas son una revolución sin sangre, pero implacable, y las guerras sobre el Tercer Mundo -por usar la vieja nomenclatura- tienden a contener a los hambrientos.

Ah, pero se mantienen más jóvenes. La vida media del español (hombre y mujer) se aproxima a los ochenta y la del africano se queda en la mitad: cuarenta. Ese Tercer Mundo se llama ahora “países que no están en condiciones de suministrar una alimentación y un albergue suficiente a sus poblaciones”. Los demagogos insistimos en decir “países pobres”, y es que a veces basta con tener un lenguaje claro y rehuir los eufemismos y la corrección política para que le llamen a uno demagogo (¡si no fuera más que eso!). Puede no ser así. Los cálculos de los demógrafos están hechos con cálculos de informaciones y tendencias solamente en este aspecto de muerte y procreación, de sanidad y alimentación, pero no sabemos cómo puede intervenir la propia ecología humana. No hay que olvidar que el hombre evoluciona y se desarrolla fuera de su propio cuerpo, y que bombas, misiles y átomos son él mismo y su futuro.

El esfuerzo al que damos el nombre de Bush intenta ahora detener urgentemente las producciones de armas atómicas, como fue la disculpa para lo de Iraq y Afganistán, pero sus advertencias a Rusia como hizo ayer con Putin en Bratislava, y la del día antes a los europeos de que mantengan el bloqueo de armas a China, hacen ver cuál es su dirección. Pero, insisto, lo imprevisible consiste precisamente en que no se sabe. El siglo XX fue totalmente imprevisible con sus dos guerras y sus descolonizaciones, que no fueron resolutivas. Los bárbaros, a veces, son imparables. Roma no sucumbió a ellos, pero se hundió con la penetración del pacifismo cristiano. Y le corrompió a él simultáneamente.

Nota Sab Ene 30, 2010 8:41 pm
fuente: http://www.eduardoharotecglen.net/blog/ ... apara.html


Libertad, ¿para qué?



Eduardo Haro Tecglen

El País // 26 de noviembre de 1994




No hay libertad: es la queja de moda del prefranquismo aznariano. Sobre todo, dicen los miserables, no hay libertad de expresión. Uno de radio, Herrero, creo que Luis, pregunta a los mineros del Bierzo que han venido a Madrid qué sevicias han sufrido de la policía: muchas, dicen. Estoy seguro. El que pregunta insiste en si hubiera sido mejor con Franco: “mucho”, dicen. No saben siquiera estos obreros cómo subvertirse y contra quiénes. La pregunta de si con Franco se vivía, se escribía, se cantaba o amaba mejor está en la moda de sucios debates. Fomentan la canallada del olvido. La respuesta es “No”.

¿Libertad, para qué?, preguntaba Lenin: me parecía odiosa la pregunta, pero ya la comprendo. Jamás he vivido en libertad, pero ésta es una cuestión que se sobrepone al régimen político; pienso que bajo el nazismo alguien puede ser libre; y bajo lo más similar al libertarismo que haya habido en el mundo --las comunas anarquistas de Aragón en la guerra civil: les mataron, luego, a todos-- alguna o algunas personas se habrán sentido aherrojadas. Es el tejido social, familiar, económico: hay nazismo de hogar, fascismo de empresa, opresión de dinero, explotación sexual (pienso en la del hombre por la mujer; a veces hay casos contrarios); hay un destrozo de la libertad en los colegios; y los niños, educandos, son sometidos continuos. Hay padres víctimas de sus hijos. Hay capataces, jefezuelos. La sociedad está mal entretejida: no hemos creado vínculos solidarios y relaciones de necesidad, sino una escala de poderes. La jerarquía. Darwiniana: quien tiene la fuerza, manda. La fuerza intangible: hay quien explota la ética, la deontología, la conciencia, la bondad del otro.

Los que dicen que con Franco había más libertad de prensa se quejan si uno les llama nazis. Los mejores de entre ellos dicen que no son nazis, sino fascistas. Todos, que son demócratas.


(Error jurídico: indemnizar al Alcázar, periódico que trató de derribar la democracia, que denunciaba personas, levantaba calumnias, pedía el alzamiento. La publicidad oficial debe distribuirse entre todos los periódicos por igual: habrá que cambiar esa ley. Ningún patrono ha de anunciar donde no quiere: el estado es un patrono. El peor capitalista).

Nota Sab Ene 30, 2010 8:41 pm
fuente: http://www.eduardoharotecglen.net/blog/ ... istas.html


Los comunistas



Eduardo Haro Tecglen

El País // 17 de septiembre de 2003




Sugiere Antonio San José a Esperanza Aguirre (Cara a cara, CNN+) que explique cómo la palabra comunista está tan desprestigiada en España. Parecían perplejos. Me gustaría explicarles que llevan años y años arrojando sobre ellos todos los insultos, amenazas y acusaciones de los que son capaces: y lo son mucho. El partido socialista tuvo una raya que no se debía pasar: la colaboración con los comunistas. Los comunistas llevan cuarenta años asesinados y apresados por Franco, con o sin tribunales, y acusados y asesinados en masa por el ‘mundo occidental’, o ‘mundo libre’, y, a pesar de todo, siguieron adelante y siguieron fusilados. Sus jefes les traicionaron. Mentalidades curiosas: se jugaron la vida, algunos la perdían, y un día traicionaron a sus militantes. Se echó encima de ellos el crimen de Stalin, que mató, sobre todo, comunistas. Los que ignoraron los crímenes de Franco, su abuelo, y los de Hitler, su tío carnal, se cebaron en ese pueblo tenaz. Desde los periódicos, las radios, las tribunas y este tipo de emisiones, los antiguos comunistas insultaron a sus camaradas perdidos. Vaciaron el contenido del comunismo, desde Marx hasta Stalin, como si todo fuera lo mismo. Y los que saben que Marx y Engels y los demás no inauguraron gobiernos más o menos asesinos, sino una manera de pensar, se callan. Callan sobre sí mismos, aunque hablen continuamente de sí mismos con eufemismos y heroicidades.

Se llena la fiesta clásica del partido en la Casa de Campo de Madrid: hay jóvenes, hasta muy jóvenes, pero sus jefes se quejan de que no se les puede organizar; y anuncian la fiesta por su atractiva gastronomía. Aznar y sus monagos están acusando a los socialistas ya burlados, robados, cornudos de la política, de pactar con los comunistas. Acusan a los socialistas de ser de izquierdas. Después de lanzar el desprestigio sobre quienes lucharon en el antifascismo, utilizan ese desprestigio creado para asustar a los socialistas, que ya se asustan solos. Les desafían a que formen coalición electoral, y un solo programa. ¡Claro que no! Supongo que los socialistas buscan, como ya hicieron en otros sitios, acuerdos que no les delaten; y espero que los comunistas no asuman este socialismo que renegó de Marx, aunque les veo hacer otra vez pinzas con el PP. Lo que espero es que, juntos, recuerden sus pasados mortales y derroten otra vez lo de siempre. Yo no soy comunista: pero cuando oigo denunciar al comunismo, pienso: ‘He aquí un fascista’.

Nota Sab Ene 30, 2010 8:42 pm
fuente: http://www.eduardoharotecglen.net/blog/ ... ses_1.html


Lucha de clases



Eduardo Haro Tecglen

El País // 29 de julio de 2005




La “alianza de civilizaciones” que propaga Zapatero es interesante aunque imposible. Lo que ocurre no es una guerra de civilizaciones, sino un aspecto de la lucha de clases. Nada nuevo, si respetamos a Marx (no hay ninguna razón para negarle el talento), que decía que la historia del mundo es la historia de la guerra de clases. El propio presidente lo subrayaba en el mismo curso de sus palabras: el grupo mundial de personas asoladas y desoladas por el hambre, la mortalidad infantil, la explotación, la exposición máxima a los fenómenos naturales, tratan de recuperar lo que un día fue suyo, y algunos lo que jamás ha sido de ellos. No, dice el melifluo Rajoy. Dice que no porque es un hombre que dice no. Pero tiene un ejemplo que arrojar a su adversario: ETA no está en esa parte del mundo, el País Vasco es una zona privilegiada del mundo y, sin embargo, sale de allí un terrorismo. Estábamos solos él y yo en el saloncillo de mi casa, Rajoy y yo, y no sé qué palabrota lancé a su materia irradiada. Fea, sin duda. Los dogmáticos se precipitan siempre en la sima de la tontería cuando eligen su dogma antes que la verdad. El dogma que emitió en los peores días su dios, que le creó a su imagen y semejanza, es el de que todos los terrorismos son iguales; ergo, si el vasco no brota del hambre, ningún terrorismo sale del hambre, sino de otros motivos: los de la inspiración del Eje del Mal, según el hermano mayor de este inútil rito. Corea negocia sobre sus posibles bombas atómicas: y su hambre, y ofrece desatomizarse si se le ayuda con alimentos y otros bienes que necesita uno de los países con más problemas del mundo. Bush, buen americano de bandera grande en la solapa -todos aumentan el tamaño de sus banderotas; para aumentar el concepto de patria; dios, patria y rey era uno de los lemas de la Cruzada criminal española; incluso el rey se muestra mucho más grande en la figura de su sucesor-, tiene bien inscrito en su memoria el fracaso anterior en Corea.

La historia del mundo es la de la acumulación de bienes de unos, que terminan formando sola clase, y su pérdida por otros. La guerra actual es una defensa para recuperar lo perdido. Tiene la forma clásica del terrorismo como lucha del pobre contra quien defiende su acumulación de bienes con armas de destrucción. Es el estilo de guerrear lo que llamamos terrorismo; no es ideología, inspiración, igualdad.

La despedida que le escribió un servidor a sus 22 años.


Liberto Duarte, en "Eduardo Haro Tecglen", en Rebelión, el 19 de octubre de 2005, escribió:Ha muerto Eduardo Haro Tecglen. Yo le admiraba.

Tras la muerte del camarada Vázquez Montalbán, el último articulista de combate que quedaba en El País era él. Así se lo dije en una conferencia en Córdoba: "Montalbán y tú sois un oasis en el desierto de la desinformación...", se sonrojó y contestó: "Hombre, también hay gente de altura, está Millás...", "No, no, ese es sólo un cínico, hay que tener corazón". Él me regaló a cambio una firma en su libro Ser de izquierdas: "Luis, tú ya eres de izquierdas; no tienes nada que aprender de este libro". Categoría de hombre del Pueblo: humilde, leal. Leal como aquel pueblo de Madrid en el que Haro, siendo niño, el niño republicano, vendía en las calles los periódicos del Frente Popular. Porque era republicano del 36, no del 31. Creo que allí miró siempre, hasta el día de su muerte, a ese pueblo leal, a ese Frente del Pueblo, que trajo en su programa los proyectos de reforma (modesta y aún pendiente) para el campo, la educación y la salud públicas, el ejército, la participación política y la seguridad laboral... Y que resistió tres años, y cuarenta, y ya parece que no resiste nada.

Sobre su autopercepción política, rehuía los términos "progresista" e "izquierda", que consideraba desprestigiados, manipulados: él era "rojo". "La horda roja, la hidra roja, ¿recuerdan ustedes? Eso" (en El niño republicano). Sin ser comunista ni especialmente revolucionario, fue compañero de viaje de los comunistas, una acusación clásica de los fascismos norteamericano y español (macartismo y franquismo, respectivamente) que a él le henchía de orgullo. En una ocasión escribió: "Yo no soy comunista: pero cuando oigo denunciar al comunismo, pienso: 'He aquí un fascista'" ("Los comunistas", en El País, 17/IX/03). Y con análoga lucidez, dijo recientemente del agazapado PCE en Izquierda Unida: "[El Partido Comunista] se desnaturalizó al ganar la legalización por una transición derechista, una constitución monárquica, unos pactos sociales adversos, los de la Moncloa: mejor quedarse en la oposición total e incluso en la clandestinidad" ("Partido Comunista de España", en Cadena Ser, 17/VI/04).

Escribía en El País, que precisaba de periodistas de la izquierda para llenar el cupo ideológico y legitimarse así ante sus lectores de la mediocre progresía nacional (progre-dumbre). Pero sin que se notara demasiado: estaba relegado a las penúltimas páginas, a los márgenes de la sección de radiotelevisión. De la misma forma que El Roto habita en los suplementos regionales. El señor Polanco, amigo de paramilitares y mafias, tiene envidia intelectual de los grandes, pero los necesita. Al menos una generación se ha educado políticamente en las páginas de su periódico, y en sus ramificaciones radiofónicas y panfletarias. De esa generación, si algo se ha salvado del desastre, se lo debemos, entre pocos, al compañero Eduardo. Conozco a muchos jóvenes que murieron antes de nacer, que mueren un poco todos los días. Haro, a sus ochenta y pico años, recién nacía todos los días, y de paso daba luz a alguna buena idea.


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