Iván Bustillos, en entrevista a Moema Viezzer con el título "Para Domitila lo primero era la lucha de clases", para La Razón, el 12 de diciembre de 2018, escribió:La reciente edición de
Si me permiten hablar... Testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia, de Moema Viezzer (Biblioteca del Bicentenario de Bolivia, mayo de 2018) es la primera completa, según su autora, 41 años después de la primera versión, la mexicana de Siglo XXI Editores. Complicado cumplir el “sueño” de ambas,
Domitila y Moema, de que el texto “vuelva al pueblo de Bolivia”. Sin embargo —dice Viezzer—, este “clásico latinoamericano”, que ya lleva 70 ediciones y que fue traducido a 15 idiomas en el mundo, acaso todavía pueda ser leído con provecho de actualidad hoy en el país. Una breve provocación de esto en la presente entrevista: la actitud que tuvo doña Domitila frente al feminismo de su tiempo y ante el proceso de cambio dirigido por
Evo Morales; su constante saltaba a la vista, relata Viezzer: verlo todo, todo, desde su condición de
clase minera.
Iván Bustillos: Usted varias veces dijo que todavía se lee a Domitila, 41 años después, ¿por qué?
Moema Libera Viezzer: Pienso que el testimonio oral, cuando es bien trabajado, nunca es el de una sola persona, siempre refleja algo de donde vive. El trabajo que hice con Domitila fue en el contexto de la
Tribuna Internacional de la Mujer en México; lo que ella traía como elementos de reflexión eran asuntos que estaban en la conversación de las cinco mil participantes; de ese entonces el libro trajo cuestiones acerca de cómo se entrecruzan las luchas. Domitila lo analizaba todo a partir de su condición de clase, pero había muchas contradicciones que afectaban a las mujeres, de las que poco a poco ella comenzó a informarse para ir pensando, y darse cuenta por ella misma.
I.B.: Desde el principio, doña Domitila advierte que su relato no es solo un ‘problema personal’.
M.L.V.: Como dice
Eduardo Galeano, ‘Domitila trae la historia de una persona, pero trae más que eso: la historia de una clase, de un pueblo, a partir de un testimonio, que es diferente de un libro de historia más teórico’. Ese fue uno de los problemitas que yo tuve, porque yo me atuve a su testimonio; a pesar de hablar bastante, por ejemplo, sobre la guerrilla del
Che, de Teoponte, ella dice: ‘Yo hablo de lo que yo vi y viví’. Nunca tuvimos la idea de hacer ‘la’ historia de Bolivia; (sino) parte de la historia inmediata de Bolivia recordada a partir de la experiencia personal de una mujer que vivía en las minas.
I.B.: Un tema especial en aquel momento eran las luchas feministas. Doña Domitila para nada se refiere al feminismo, pero a la vez planteaba temas del feminismo.
M.L.V.: Esa era una contradicción que ella misma vivía. Por ejemplo, con respecto al trabajo doméstico de las mujeres, que servía mucho para sacar plusvalía, Domitila lo contó tal cual acontece, pero ella misma no tomaba esto como ‘una opresión de las mujeres de la clase trabajadora’; decía: ‘Es la explotación de la clase’, y se acabó. Pero siempre para ella quedaba la duda: ¿cómo a partir del feminismo tú juntas también a los hombres? Para nosotras estaba claro que si quieres cambiar la situación de la mujer, cambia también la manera de tratar al hombre, pero para ella eso no quedaba muy claro.
I.B.: Porque algún rato han debido hablar del machismo en las minas, entre los trabajadores…
M.L.V.: Sí, pero ella prefería no hablar de eso. Marcelo, mi marido, que conocía las minas, contaba que a veces estaba saliendo un minero de la mina, y el otro entrando le decía: ‘Buenos días, he pasado la noche con tu mujer’; eso en puro chiste, pero es una broma bien incómoda; es el lenguaje de los mineros. Pero yo creo que Domitila cambió bastantes cosas después de que fue tan bien acogida por las mujeres en Europa. Cuando la entrevisté en 2002, en
Cochabamba, se habían cumplido 25 años de que el libro fuera publicado; entonces, le sugerí, ‘por qué no actualizamos’, ya que ella vivía ahora en una situación bien diferente, se habían desnacionalizado las minas...
I.B.: ¿Otra Domitila?
M.L.V.: La encontré bastante preocupada por el país, la forma como había sido hecha la desnacionalización, y con miedo de que ganara otra vez alguien que estuviera al lado de los yanquis. En 2010 yo la vi otra vez y ya estaba el presidente Evo Morales, y ella dijo: ‘Nunca se puede calcular cómo será todo el gobierno, pero ya han cambiado muchas cosas’, sobre todo en el área de la salud. Y tenía mucho más respeto al movimiento de mujeres, al movimiento feminista, pero siempre con ese temor de salir de la lucha del pueblo. Yo intentaba a veces hablar con ella, pero ella insistía en que hace falta la lucha del pueblo, sobre todo por lo que fue la diferencia de ustedes: tener en la presidencia a un indio; para Domitila esto fue todo un descubrimiento, lo que significaba que los trabajadores, la clase obrera minera se juntase con las
organizaciones campesinas, fue algo bastante novedoso para ella, sobre todo después de que vivió en Cochabamba, y daba bastantes elogios respecto de todo lo que había sido ese movimiento de las organizaciones campesinas y el valor que esto tenía para el país.
I.B.: Todo un gobierno de movimientos sociales indígenas.
M.L.V.: Con Domitila, horas y horas sentadas hablando de
Túpac Katari, y ella tenía mucho miedo: cómo conjugar la relación de clase con esta relación con las etnias; la misma cosa de las relaciones entre hombre y mujer. Ella decía: ‘Pero si gana un
aymara, ¿también vamos a tener ejército aymara, policía aymara?, ¿será que van a pensar en nosotros?’. Siempre tenía esta preocupación, que la lucha de clases no se destruyera, porque ella veía que allí sí había algo para que el pueblo alguna vez pueda decir que está en el poder.
I.B.: En confianza, ¿qué le decía de Evo Morales?
M.L.V.: Al principio, está en el libro también. Ella dice: ‘Hasta Evo también me ha invitado que esté’, y luego: ‘Pero yo no estoy en eso en este momento’.
I.B.: Dice que un premio Nobel de Literatura incluyó el
Si me permiten entre sus libros de cabecera...
M.L.V.: Sí, era un premio Nobel de Literatura; él escribió un libro que dijo que era su libro de cabecera; y allí agarró mucho de los grandes autores como
Albert Camus,
García Márquez, otros de idioma alemán, y agarró 40 páginas de
Si me permiten hablar...I.B.: También hay un uso peculiar: un proyecto de estudio del feminismo en Latinoamérica apunta a que la primera lectura sea
Si me permiten hablar...M.L.V.: Sí, es de una doctora, profesora de la
universidad de Río Grande, en Brasil. Ella me dijo: ‘Hay que ver qué pasó para la búsqueda de un feminismo latinoamericano’, y afirmaba que ‘una de mis referencias es
Si me permiten hablar...’.
I.B.: Un sueño de doña Domitila era que la obra volviera a la gente. Allá en Europa se cuenta que los trabajadores la leen...
M.L.V.: Sí, nuestro sueño. Nuestra intención en primer lugar era que (la obra de Domitila) volviera a Bolivia; los primeros 80 libros que con algunos bolivianos exiliados compramos y mandamos a Bolivia fueron retenidos en el aeropuerto; otros amigos en Lima lo obsequiaron a gente de Naciones Unidas, a grupos que apoyaban. Cuando yo vine para ver el libro con Domitila, ella todavía no lo había leído; y siempre quedó eso, y no lo logramos; por eso, cuando recibí esta invitación de que el libro se publicara me alegró muchísimo; siempre yo pedí, ya tenía el aval de la editorial de México para una ‘edición especial’ para Bolivia; por eso me alegró esta edición; y ahí el
CIS (Centro de Investigaciones Sociales) hizo un trabajo inmenso.
I.B.: Está bien completa la edición.
M.L.V.: Está completa, incluye la entrevista en Cochabamba. Para mí, esta es la primera edición de la versión completa.
I.B.: ¿La última vez que vio a Domitila?
M.L.V.: En 2010 la visité en su casa, en la calle Derechos Humanos, en el barrio Waira K’asa. Ella estaba bastante enferma; me contó de un tratamiento, que le fue peor y que después ella había estado en otro hospital, donde la habían tratado médicos cubanos.
Moema Viezzer. La transcripción a máquina de escribir (una Olivetti) de las grabaciones del texto del 77 llegaron a 1.800 páginas. Se avanzaba por temas, construyendo capítulos, aplicando el método de
Paulo Freire, refiere Viezzer: construyendo el relato y deteniéndose de tanto en tanto para el análisis.