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GRIMALDOS, Alfredo (1956-2020)

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...
Alfredo Grimaldos

Portada
(wikipedia | dialnet)


Introducción

En Wikipedia se escribió:Alfredo Grimaldos Feito (Madrid, 1956) es un periodista de investigación español. Es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. También es crítico de música flamenca. Entre 1982 y 1985, Grimaldos fue director de la revista de información flamenca Cabal. Fue también director y presentador de los programas de radio "La hora del duende" y "A compás". A partir de 1989, se convierte en el crítico de flamenco del periódico El Mundo.





Ensayo



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Nota Mar Jul 02, 2013 6:36 pm
Portada

Alfredo Grimaldos, como crítico de flamenco de El Mundo, publicó el pasado año Historia Social del Flamenco (ed. Península, 2010), y fue elegido como el "mejor libro del arte jondo" del año por sus pares. En el prólogo, de José Manuel Caballero Bonald, podemos leer:

Caballero Bonald escribió:El carácter social del flamenco es, sin duda, una de sus más ilustrativas claves históricas. Basta un simple escrutinio de urgencia en torno a su voluble pasado para apreciar la validez de ese juicio. En efecto, desde sus inciertos orígenes hasta sus más recientes modos de manifestarse, las fortunas y las adversidades artísticas del flamenco han dependido normalmente de la aventura vital de los intérpretes, de sus necesidades expresivas, pero sobre todo de su grado de integración en una determinada sociedad. Podría decirse que la evolución cíclica del flamenco -del cante, del baile, del toque- ha estado supeditada en todo momento a las condiciones ambientales en que fue desarrollándose.

Alfredo Grimaldos, uno de los más solventes estudiosos actuales del flamenco, ha sabido abordar con sobrada lucidez este significativo engranaje entre el cante y su escenario social. El autor se ha valido de dos esenciales instrumentos de trabajo: el de la experiencia personal y el de la indagación en unas fuentes que, no por intrincadas, dejan de facilitar un precioso acopio de interpretaciones. Grimaldos consigue de este modo una excelente información de primera mano y, a la vez, el análisis de unos hechos que la tradición oral ha ido salvando de la piqueta del tiempo. Resulta innegable que de esas pesquisas pueden deducirse, como es ahora el caso, unos abundantes materiales aclaratorios sobre un aspecto de la cuestión muy defectuosamente atendido hasta ahora.

El autor de esta Historia social del flamenco aproxima sagazmente al lector a una tesis consabida: la que corrobora que las andanzas históricas del flamenco a partir de sus primeras apariciones públicas -pongamos que a mediados del siglo xix- han estado condicionadas por sus correspondientes formas de integración en la sociedad. Nada más obvio, desde luego. De la aceptación o del despego hacia el flamenco por parte de esos sectores sociales en que fue produciéndose dependió en muy buena medida su apogeo o su declive. Del mismo modo -por ejemplo- que las exigencias escénicas derivadas de la incorporación del flamenco a los Cafés Cantantes y las varietés motivó una serie de nuevas conyunturas formales, su sometimiento a la espesa eventualidad de las «juergas de señoritos» y de tantas penosas nocturnidades influyó de algún modo en su decaimiento o su mixtificación.

A través de un complementario repertorio argumental, Alfredo Grimaldos articula efectivamente en este libro un agudo balance sociológico de las profusas contingencias del flamenco. Desde las grandezas y miserias profesionales de un cantaor arquetípico hasta el trasvase temático de la política -la invasión francesa, las agitaciones campesinas andaluzas, el ascendiente republicano, las luchas por la libertad- y desde los abigarrados vínculos con el bandolerismo hasta los pactos con la misma sociedad que lo maltrató, este texto supone un valioso compendio histórico del flamenco, un valioso registro social y una ya indispensable referencia bibliográfica en torno a estos temas. Celebro poder refrendarlo.

Re: GRIMALDOS, Alfredo

Nota Mié Jul 03, 2013 11:56 pm
[fuente]



ENSAYO | 'Historia social del flamenco'

"Con la voz ronca de tanto haber andado descalzo..."



Luis Alemany | Madrid

El Mundo // 14 de septiembre de 2010



«Tengo la voz ronca de haber andado tanto tiempo descalzo», dice el cantaor Rancapino en las páginas de Historia social del flamenco, de Alfredo Grimaldos (editado por Península).

Y, en realidad, con eso, ya está todo dicho.

O no. Que ahí están las 300 páginas largas de Historia social del flamenco que es exactamente lo que su título indica: un relato de lo jondo contado desde la pobreza; un relato de la pobreza contado desde lo jondo.

"Los artistas flamencos han surgido, históricamente, de los estratos sociales más desfavorecidos económicamente. Esa es una realidad constatable", explica el autor, Alfredo Grimaldos, crítico de flamenco del diario El Mundo. "Los señoritos eran los que pagaban las fiestas en los colmaos y las ventas donde, de forma obligatoria, se buscaban la vida los flamencos. Ese esquema empezó a cambiar durante los años 60, con la proliferación de los festivales flamencos y de los tablaos, donde los profesionales percibían un salario o cobraban su caché, sin tener que estar sometidos a los caprichos del señorito de turno. A partir de los años 80 el cante salió de los reductos de 'cabales' y amplió enormemente su público. Paradójicamente, ahora hay una oferta artística menos variada".

Esa es una de las historias que se cuentan en el libro de Grimaldos: la de la aparición de un arte primario, salvaje, contestatario, rudo, emocionante a más no poder... y su paulatino aburguesamiento. Para bien y para mal.

"Desde hace más de un siglo hay visiones catastrofistas que auguran el final del flamenco", explica Grimaldos. "Ahora, por supuesto, hay muchos artistas y aficionados que consideran que el cante tradicional se extingue, y otros que sitúan el flamenco en el mejor momento de su historia. Todos tienen parte de razón. El arte jondo goza ahora de mayor consideración social que nunca y los profesionales han visto dignificado su trabajo, pero, al mismo tiempo, es indudable que cada vez hay menos cantaores. Y el cante es fundamental en esto".

"Si revisamos los carteles de las cumbres flamencas que se celebraban en Madrid a mediados de los 80", continúa Grimaldos, "es evidente que entonces había 20 figuras por cada una que hay ahora. Y cada uno con una personalidad muy distinta a la de los otros. Los reductos naturales de los que ha surgido históricamente el flamenco han ido desapareciendo. La globalización es así: ahora un joven flamenco se parece más a un artista de pop o de rock que a un cantaor clásico. Un chavalito de Jerez al que le suena un poco la voz quiere pegar el pelotazo a los 20 años y la carrera de flamenco es muy larga. Se fija más en Michael Jackson que en Manuel Torre".

Y el interés intelectual de la clase media (paya, universitaria, más o menos culta) por el flamenco... ¿Ha sido para bien?

"Durante las dos últimas décadas, el flamenco ha empezado, por fin, a disfrutar de su propio espacio en los medios de comunicación, como cualquier otra música de calidad", cuenta Grimaldos. "Eso le ha permitido llegar a nuevos públicos, mucho más amplios. Lógicamente, eso es bueno para los artistas, que han trabajado mucho más durante esta etapa y ha visto reconocido su talento en otros foros. Pero también durante estos años se ha producido una enorme confusión, con la aparición de eso que llaman el 'nuevo flamenco' o 'flamenquito' y que, en muchos casos, no es más que la usurpación sin escrúpulos de una denominación de origen que no le corresponde. Rancapino, en concreto, dice en las páginas de este libro que, ahora, los flamencos están mejor, pero el flamenco no. Hay que deslindar el cante de la pachanga. En esa tarea de llevar el flamenco a nuevos públicos destaco la labor de don Antonio Mairena y, después, a figuras como José Menese o Enrique Morente, pioneros del cante en la universidad y los colegios mayores. Durante los últimos años, quizás el artista que ha conseguido acercar más gente joven al mundo del arte jondo ha sido nuestro querido Chano Lobato".

En paralelo a ese relato socio-económico, el libro es un estudio político de la historia del flamenco, desde los tiempos de la Guerra de la Independencia contra los franceses, hasta nuestros días, con parada especial en los años de la Transición: "El compromiso explícitamente político de unos cuantos cantaores durante a Transición fue algo inusual, hasta entonces, en la historia del flamenco. En el cante siempre ha habido un poso de rebeldía y de denuncia de la represión y la persecución, y ahí tenemos infinidad de letras tradicionales que hablan de ello, pero hasta los años 70 no tuvo una expresión tan abiertamente política, con figuras como Menese, Gerena, Paco Moyano, el propio Morente y bastantes más. Después", continúa Grimaldos, "en el terreno político, el flamenco ha ido al compás del resto de la sociedad. Poco a poco se ha ido rebajando el compromiso, ante la gran 'estafa democrática' con la que culminó la venerada Transición: un rey puesto por Franco hace ya 35 años y un bipartidismo cada vez más corrupto".

"De todos modos, la rebeldía de los flamencos sale a relucir en determinados momentos. Por ejemplo, durante el homenaje a Fernanda de Utrera celebrado en el Auditorio Nacional, en 2003, en plena bronca social por la decisión de Aznar de involucrarnos en la invasión de Iraq, los artistas que participaron en el acto -y había muchas primeras figuras- salieron con pegatinas de 'Flamencos contra la guerra'".

Re: GRIMALDOS, Alfredo

Nota Jue Jul 04, 2013 1:06 am
La Voz de Tus Muertos, en entrevista con Alfredo Grimaldos con el titular «El flamenco vinculado a raíces sociales va desapareciendo», en Diagonal, nº 149, el 29 de abril de 2011, escribió:
    Alfredo Grimaldos es uno de los estudiosos con un posicionamiento más claro y crítico. Ha publicado una enjundiosa 'Historia Social del Flamenco', que falta hacía.


Alfredo Grimaldos es uno de esos periodistas en peligro de extinción, uno de los que asustan cuando amenazan con escribir y reciben querellas cuando escriben. También se dedica al flamenco, y su posicionamiento como estudioso es uno de los más claros y críticos. Sobre este campo ha publicado, además de diversos textos, un libro-disco sobre el cantaor jerezano Luis el de la Pica (El duende taciturno) y, recientemente, en la editorial Península, una enjundiosa Historia Social del Flamenco.


En el libro defiendes que el flamenco está ligado a una extracción social muy determinada.

Si coges el primer cancionero flamenco, el de "Demófilo", la cantidad de letras alusivas a la represión, la cárcel y la guardia civil son tremendas. El flamenco siempre ha sido una música con un gran poso de rebeldía; una música en la que se ha cantado a la marginación, a la discriminación racial; en definitiva, a la pobreza, pero sin una elaboración política grande; salvo, como digo en el libro, en los momentos de la República, en los que unos cuantos cantaores –payos, es importante la matización– cantan a Fermín Galán, a García Hernández y a los capitanes de Jaca, etc. Cantan a la República y se comprometen con ese proceso. Después, en los años duros de la posguerra, se vuelve a cantar a la pobreza y la marginación.

La gran transformación se produce con Pepe Menese y las letras de Francisco Moreno Galván, los dos de la Puebla de Cazalla y militantes del PCE.

Renuevan las coplas flamencas partiendo de las raíces populares. En los discos de Menese se habla abiertamente de los maquis, la guerrilla, los últimos fusilamientos de Franco, la muerte de Grimau y de Centeno, etc.


¿Qué queda de ese flamenco áspero y reivindicativo?

Progresivamente, el flamenco fue saliendo de sus círculos naturales y se fue convirtiendo en otra cosa en la medida en que la sociedad iba evolucionando, se globalizaba. No se puede analizar aisladamente el flamenco.

Una determinada forma de flamenco, que es la que a mí me gusta, se está acabando. Ya no salen cantaores de ese corte, la sociedad es otra; el patio de vecinos donde vivía la Piriñaca y nació el Terremoto, el tabanco donde cantaba el Sordera, eso ya no existe. Ahora hay cantaores globales, como Miguel Poveda, que ha aprendido a cantar escuchando discos y que lo canta todo bien, a un nivel profesional, pero sin sabor ni pellizco: las alegrías no saben a Cádiz, las bulerías no saben a Jerez... El flamenco vinculado a las raíces sociales va desapareciendo, como desaparece el lince ibérico o los bolcheviques.


¿Queda algún reducto?

El último es Jerez, pero incluso los jovencitos que salen de Jerez y dan cuatro voces medio bien dadas ya no quieren ser Mairena, quieren ser Michael Jackson, es decir: ganar dinero con 20 años; y eso se gana en el mundo del pop y del rock, donde el público es poco exigente.

En Jerez sigue saliendo gente, como el Mijita, que canta bien, pero, como decía Gila: “¿comparado con quién?”. Si comparas esta generacion del Mijita con la del Capullo, el Torta, Fernando el de la Morena..., y si comparas a su vez esa con la anterior: Terremoto, el Sordera..., verás que va todo en declive.


Antes había gente que cantaba y bailaba de maravilla y que podían pasar a primera fila en cualquier momento.

En los carteles de las cumbres flamencas de los ‘80 había cien artistas, y cada uno con su singularidad. Ves lo que hay ahora y te das cuenta de que esto es un embudo, que cada vez hay menos y que lo que quedan son artistas globalizados tipo Poveda. Es lo que hay. Rancapino ya no va a salir ninguno. Eso se ha acabado.


¿No tenías esperanzas en Fernando Terremoto hijo?

Bien, pero comparado con Terremoto padre... El hijo era buen cantaor, pero Terremoto padre era otra dimensión.


Como Vicente Soto Sordera respecto a su padre Manuel, ¿no?

Pero Vicente Soto, por conocimiento, por vivencia, porque tiene un compás de la hostia, porque ha cantado para baile..., es uno de los grandes actuales, es el enlace con la vieja generación.

Como Enrique de Melchor (en la guitarra) o José Mercé. Mercé puede hacer pamplinas, pero cuando se sube a un escematanario la cosa va por derecho, y si hay que cantar por seguiriyas y partirse los riñones, a ver quién se mide con Mercé.

Recuerdo que una vez, después de entrevistarle sobre un disco suyo, ya en el bar, le pregunté si cuando grabó el disco "Bandera de Andalucía", con letras de Caballero Bonald, él, un gitanito de Jerez con 20 años, sabía lo que estaba cantando, si sabía de esas cosas autonomistas, o era como esa gitana que durante la Guerra Civil, cuando bombardeaban Madrid los fascistas, decía “¡ay madre mía la que han liao aquí los payos!”. Y me respondió: “Sí que lo sabía; estuve trabajando cuatro años con Gades. Lo primero que hizo Gades fue explicarnos un poco el tinglado y de allí, nos llevó al cine a ver "Morir en Madrid" de Frédéric Rossif...

No quiero que haya ninguna guerra, pero si hubiera alguna sabría cuál es mi bando”.


El flamenco espectacular ha existido desde los años ‘50 (los de la ópera flamenca), pero siempre quedaba algo al margen. ¿Se ha perdido?

Lo que había entonces era mucha gente no profesional que cantaba, bailaba y tocaba la guitarra de miedo pero que quizá luego tenía miedo escénico o trabajaba a gusto en otra cosa. El último ejemplo de esto es Luis el Zambo. El Zambo se hace profesional con 50 años.

Era pescadero, pero como vio que el trabajo iba decayendo y que faltaban cantaores como él, dio el salto. Es uno de los grandes cantaores que hay ahora, su eco es una cosa fuera de serie. Antes era habitual encontrar cantaores semiprofesionales.

Había un caldo de cultivo en los barrios (en las familias) de gente que cantaba y bailaba de maravilla y que podían pasar a primera fila en cualquier momento. Ahora no hay ya. Siquiera se reúnen.


¿No queda una escena flamenca compartida? ¿Una vivencia común entre sus intérpretes?

Cuento en el libro que en los ‘70 se gastaban el dinero conforme lo ganaban en comerse un pollo, beberse una botella de vino y escucharse cantar uno a otro. Ahora no. Mercé mismo te dice que él se pasa el día en su casa viendo el fútbol, sale en su coche, actúa, vuelve y no se relaciona con otros flamencos.

Y no es el único. No hay ese mutuo enriquecimiento. Si ya lo traes de familia puesto, no te lo puede quitar nadie, pero los nuevos... Fijaos en la diferencia: Mercé sale de una familia de gitanos, escuchó cantar en su bautizo y todos los días de su vida, su tío es el Sordera, su tatarabuelo es Paco la luz... ¿Cómo va a a cantar ése igual y con el mismo soniquete que el que nace en Alpedrete y empieza a cantar escuchando discos? Se puede hacer otro flamenco, musical y profesionalmente de calidad, pero ese flamenco con saborcito y pellizco; ése ya...

Re: GRIMALDOS, Alfredo

Nota Vie Jul 05, 2013 2:56 pm
Esta idea de que el flamenco como se concibió ya no existe más, la tenemos también aquí:

Valentín Berrocal Ruiz, en "Otra historia del flamenco: Epitafio", en Laberinto, el 11 de octubre de 2010, escribió:Dios ha muerto. Nosotros, los capitalistas, lo hemos matado. No lo parece porque una estrella muerta sigue presente mucho tiempo en su luz, que es a la vez ella y no lo es. El flamenco, como dios, ya sólo existe como luz. Que se apague es cuestión de tiempo. Aunque siga habiendo sotanas, taconeos, beatos y cantaores. El advenimiento de su hijo, que muchos reconocen en Camarón, es el último recurso que le queda a un dios moribundo: el cristo crucificado. José, en la cruz del artista profesional que disfruta del capitalismo y que es un gitanito de San Fernando que cantaba como hay que cantar.

Por la casa de los Monge pasaban Antonio Mairena, Caracol y otros grandes cantaores. La muerte de su padre cuando era pequeño le hizo empezar a ganarse los cuartos con el cante desde los siete años. El flamenco huele demasiado ya a púlpito y sacristía y muy poco a catacumba. Como dice Morente, "el flamenco es un arte de profesionales". Eso es reconocerlo abiertamente: el flamenco-como-dios ya murió, ¡larga muerte al flamenco-como-mercancía!

La muerte de Dios en Nietzsche es la muerte de la ciudad-estado, como verdadera religión, la muerte de una democracia que establecía exclusiones y las expresaba de manera literal. Detrás de la añoranza de la ciudad antigua lo que hay es la, para muchos antipática, reivindicación de la fuerza y de la expresión sin dobleces del dominio que Nietzsche defiende. A una burguesía que nos iguala de boquilla, Nietzsche se le rebela simplemente por mentirosa, por ir contra la vida, por oscurecer la verdad de la lucha y de la dominación. Al nihilismo le lleva la imposibilidad de la vuelta a la ciudad-estado, debido a fuerzas bastante más poderosas que una transmutación de los valores. Este camino al nihilismo ha sido compartido con las diversas tendencias anarquistas pequeño-burguesas, siendo difícil señalar el partenaire más romántico.

Si existe alguna fuerza social que pueda cumplir los requisitos de Nietzsche ésa es el proletariado: es la única fuerza que establecería las exclusiones necesarias para que haya, si no un Dios, una religión. Una fuerza social que, además, entiende y expresa el proyecto político de su dominación respecto a los explotadores con el nombre de dictadura. Que Nietzsche ignorara el carácter de clase de la lucha y de la dominación política, y no de meros grupos o sujetos, es algo difícil de creer. Romanticismo y nihilismo. ¡Cómo no ser nihilistas con el flamenco si pasó de Dios a Patrimonio! ¡Cómo no ser romántico viendo la luz de una estrella que ya no la dará nunca más!


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