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QUINTÁNS, Rebeca

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...

QUINTÁNS, Rebeca

Nota Jue Sep 13, 2007 11:14 pm
Rebeca Quintáns
Patricia Sverlo

Portada
(wikipedia | twitter)


Introducción

En Akal se escribió:Rebeca Quintans (Arzúa, A Coruña, 1964) es licenciada en filología por la Universidad de Santiago de Compostela y doctora en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Trabajó como reportera free-lancer para diversas publicaciones, tanto convencionales (Interviú, Tiempo, El Semanal, Tribuna, Artículo 20, Mía, A Nosa Terra, El Correo Gallego) como alternativas (Ardi Beltza, Kale Gorria, El Otro País, No a la Guerra, Diagonal).

Junto con Andrés Sánchez escribió Gran Hermano, el precio de la dignidad. Actualmente compagina su trabajo como profesora de Teatro, Lengua y Literatura en el IES Arcipreste de Hita de Entrevías, Madrid, con el de profesora asociada en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense.





Bibliografía compilada (fuente)





Ensayo



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Nota Mar Ene 15, 2008 11:45 am
Vamos a celebrar el 70 cumpleaños del Monarca:

En "[Libro] Un rey golpe a golpe. Biografia no autorizada de Juan Carlos de Borbón", en La Haine, el 15 de enero de 2008, se escribió:Para el 70 aniversario del rey Juan Carlos, desde La Haine no queremos desaprovechar la ocasión para rendirle un merecido homenaje en modo de difusión del siguiente libro que a buen seguro no dejará indiferente a nadie.

Un rey golpe a golpe es la biografía no autorizada de Juan Carlos de Borbón. El primer intento de aproximación crítica a la figura del monarca, actual rey de españa y el mayor tabú informativo del reino. En esta biografía no autorizada se le presenta como un personaje atraido por el poder desde muy joven, que ha basado su trayectoria vital en salvar todo escollo que se presente delante suyo, con el único objectivo de ser rey.

A lo largo de sus casi 400 páginas se va desgranando su vida regia de manera cronológicamente ordenada en sus 22 capítulos que no tienen desperdicio. Se desvela su implicación en el teatral golpe de estado del 23-F mediante su hombre de confianza General Armada, su más que probable intervención en el acta fundacional de los GAL, su relación con escándalos financieros como el caso TORRAS-KIO mediante su testaferro Prado y Colón de Carbajal, el tráfico de influencias constante con el empresariado balear, Ruiz Mateos o Mario Conde, la influencia de la casa real en los mass-media o el poder político gobernante, sus escándolos sexuales con Olghina de Robiland, Bárbara Rey o Marta Gayà entre otras. Se relatan las etapas en que ya de niño toma los primeros contactos con el poder de la España franquista y todas las tretas y conspiraciones familiares para la sucesión. Y como colofon el último capítulo 'El pudrider real' que advierte sobre el paradero futuro de este "simpático holgazán".

A continuación, un adelanto del mismo a través de un artículo de Amadeo Martínez Inglés, ni más ni menos que todo un Coronel del Ejército Español, publicado en la desaparecida revista Ardi Beltza en 2001.


Un rey golpe a golpe, 25 años después

Los golpes militares no se inician jamás a las seis de la tarde; las fuerzas que intervienen en un golpe militar nunca dan vivas al jefe del estado, contra el que atentan, en el curso de su ilegal operativo; los tanques que utilizan las Unidades rebeldes comprometidas en un golpe militar siempre llevan sus “santabárbaras” a tope de munición y sus tripulaciones armadas hasta los dientes; el primer objetivo en un golpe militar es siempre, siempre, el palacio o residencia oficial del jefe de Estado; los presuntos golpistas en una acción militar contra el Estado nunca, nunca, dejan al jefe del mismo libre en su palacio y con todas sus comunicaciones con el exterior abiertas para que pueda reaccionar cómodamente contra sus enemigos; los dirigentes de un golpe militar jamás llaman por teléfono al jefe del Estado contra el que teóricamente están actuando para tratar de explicarle sus movimientos futuros y, menos todavía, para obedecer sin rechistar sus órdenes; los primeros movimientos de carros de combate en un golpe militar se dan siempre en la capital de la nación y no en la de una provincia periférica situada a más de trescientos kilómetros de distancia; los tanques rebeldes nunca, salvo que Gila ordene lo contrario, respetan los semáforos y las reglas de circulación, todo lo contrario, intentan alcanzar cuanto antes sus objetivos (palacio real o presidencial, palacio de justicia, centrales telefónicas, de radio, de televisión, banco central etc., etc.) importándoles un comino los accidentes o bajas entre la población civil.

Y, por último, es absolutamente improbable que en un golpe militar el presunto jefe de los golpistas lleve en el bolsillo de su uniforme una lista de su futuro gobierno (para hacerla pública si triunfa la asonada) formado curiosamente no por militares o civiles golpistas de su entorno sino por políticos pertenecientes a partidos del propio sistema contra el que se está actuando ilegalmente.

Visto todo lo anterior, que además es de elemental sentido común, resulta meridianamente obvio que aquí el famoso 23-F, del que ahora se acaba de cumplir su vigésimo aniversario, no tuvo nada que ver con una verdadera y tradicional intentona castrense; por mucho que se intente zanjar la cuestión apoyándose en el incuestionable veredicto de los micrófonos de la radio o las cámaras de televisión, en el carácter inestable y violento de Tejero o en las chapuzas y traiciones de sus dos teóricos dirigentes: los generales Armada y Milans del Bosch. Nada de eso es determinante. Además ni el antiguo preceptor del Rey y luego secretario de su Casa, el todavía vivo marqués de Santa Cruz de Rivadulla, ha sido nunca un tonto de capirote, un loco visionario, un irresponsable o un traidor (más bien todo lo contrario) ni el ex capitán general de Valencia (uno de los generales con más carisma dentro del ejército franquista) tuvo nunca sus neuronas profesionales al nivel de las de un pobre cabo furriel.

Si ambos montaron al alimón un complejo tinglado político-militar al margen de la Constitución (que fue en definitiva lo que salió a la luz el 23-F) para salvar la corona española (los dos eran fervientes monárquicos) fue pura y simplemente porque su señor, el rey Juan Carlos, perfectamente enterado tanto por ellos mismos como por los servicios de Inteligencia del estado (CESID) y la cúpula militar (JUJEM) del operativo golpista (éste si de verdad) que preparaban para principios de mayo los militares más radicales de la extrema derecha española, les pidió con urgencia la puesta en marcha de esa maniobra; que debería desactivar, cuanto antes y como fuese, ese peligro real y absoluto que amenazaba en primer lugar a su propia persona, y después a su corona, y, por último, al régimen de libertades instaurado trabajosamente en España a partir del 20 de noviembre de 1975.

La operación palaciega, consensuada con los principales partidos políticos y con vocación de pasar por “constitucional”, salió mal entre otras cosas porque su más alto valedor, el rey, víctima de un ataque de miedo insuperable al enterarse por sus ayudantes de la barrabasada de Tejero en el Congreso, se desmarcó inmediatamente de ella a través de un doloroso “coitus castrensis interruptus” que dejó a sus fieles edecanes de palacio y conseguidores reales, señores Armada y Milans, con el trasero al aire, con el plumero de sus uniformes de gala bien visibles y, en definitiva, perfectamente preparados psicológicamente para pasarse una larga temporada a la sombra en alguna lóbrega prisión militar. Aunque hay que reconocer, en honor a la verdad, que la chapuza borbónica resultó al final muy provechosa para el sistema democrático español y para desmontar de una vez el franquismo latente en los cuarteles.

Esto fue así, por mucho que durante veinte años a los españoles de a pie se les haya venido contando una historieta de buenos y malos, demócratas y fascistas, de militares y civiles, de vencedores y vencidos, de militares golpistas nostálgicos del anterior régimen (que los había y muchos pero que no llegaron a actuar afortunadamente ese emblemático día de febrero de 1981) bastante chapuceros y, sobre todo, de un señor con corona, valeroso e inteligente como pocos (aunque luego se ha sabido que su santa esposa lo pilló llorando a moco tendido en el dormitorio después de lo de Tejero), curiosamente vestido de general del ejército español como los presuntos cabecillas del evento que, con un breve (aunque tardío) mensaje televisado lograría salvar “in extremis” al Estado de una nueva dictadura militar. Desde luego, la desfachatez de los políticos, de los que gobiernan, de los poderes fácticos del sistema, de sus lacayos, de sus cipayos, de sus altavoces mediáticos, de su subordinados de toda su laya… no tiene límites; como tampoco los tiene la credulidad y la excesiva bondad de tantos confiados ciudadanos intoxicados sin rechistar por la propaganda oficial.

Pero con ser muy grave la actuación del Rey al margen de la constitución que acabo de señalar y que pudo degenerar en un enfrentamiento armado dentro del ejército e, incluso, en una guerra si los sectores más ultras de las FAS adelantan su terrible órdago de mayo al 23-F ante el alarmante vacío de poder que se vivió durante unas horas, lo que reviste de máxima gravedad el asunto es que el monarca se valió en esta ocasión de su condición de rey y, sobre todo, de su cargo de jefe supremo de las Fuerzas Armadas para intentar salvar su corona como fuera, recabando la ayuda de sus fieles, de sus militares de palacio, de los servicios secretos del Estado, de la cúpula militar… para luego abandonar a los más comprometidos, a los que se la habían jugado por su señor, a su suerte. Que, como todos sabemos resultó más bien negra ya que fueron condenados “manu militari” y sin que el Rey moviera un solo dedo para paliar sus exageradas condenas, a la friolera de treinta años de cárcel. Normal dirá alguien, el Rey es irresponsable, es inviolable constitucionalmente, no puede equivocarse como cualquier mortal. Y, digo yo, y si esta “chapuza tejerina” no hubiera terminado tan bien como terminó y aquello hubiera degenerado en un enfrentamiento armado con miles de muertos… ¡Tampoco el monarca hubiera podido ser juzgado por sus manejos palaciegos! ¡Menudo país y menuda Constitución!

Un esperpento tan peligroso como el 23-F (y lo dice una persona que lo ha estudiado a fondo durante diecisiete años) no puede volver a repetirse. Con un rey irresponsable o con el “sunsum corda” en la jefatura del Estado. Y sería muy conveniente, para dejar de una vez las responsabilidades históricas de todos al descubierto (esas sí que pueden pedirse al monarca ¿no?) pasados ya nada menos que veinte años de tan preocupante evento, que el Parlamento español como representación máxima del pueblo soberano, abriera una exhaustiva investigación sobre el mismo. Que depurara responsabilidades (históricas vuelvo a repetir, pero responsabilidades al fin y al cabo) en las altas instancias de la nación donde se gestó, se planificó, se intentó ejecutar y se abortó finalmente uno de los hechos más estrafalarios, ridículos y peligrosos de nuestra flamante monarquía franquista.

Re: QUINTÁNS, Rebeca

Nota Mar Ago 30, 2016 6:13 pm
En entrevista con Rebeca Quintans con el titular "El rey emérito fue un colaborador necesario del 23 F", en Revista Rambla, el 19 de junio de 2016, se escribió:Portada

La biografía no autorizada y más descarnada sobre el rey emérito, Juan Carlos I. La biografía sin silencios, está escrita por Rebeca Quintans y editada por AKAL.


Revista Rambla: ¿Quién es Patricia Sverlo?

Rebeca Quintáns: Me crié como lector con las obras de Jules Verne y estoy acostumbrado a los juegos de palabras que el autor bretón incluía en sus novelas, por ello vi que en ese apellido de aires eslavos, en realidad se escondía un anagrama, el de la palabra “solver”, del latín solvĕre: “Resolver una dificultad o problema”. Para hablar del libro de Juan Carlos I. La biografía sin silencios antes tenemos que hablar de su precedente, “Un rey golpe a golpe”, escrito también por Rebeca Quintáns y firmado con el seudónimo de Patricia Sverlo. Fue publicado por la editorial vasca Ardi Belza (La oveja negra). La editorial y la revista del mismo nombre fueron cerradas por orden del juez Baltasar Garzón, y su director Pepe Rei, fue el objeto de un marcaje policial. Apología del terrorismo, calumnias, acusación de señalar objetivos a ETA, etc.… Pepe Rei pasó cinco meses en la cárcel. Luego los magistrados de la Audiencia Nacional lo pusieron en libertad por no considerar probado las imputaciones de Garzón que, por cierto, hace poco dijo: “Con la Ley Antiterrorista quizá se cometieron excesos”. No sería descabellado pensar que la persecución policial y judicial, y el posterior cierra de la editorial Ardi Belza y la ilegalización de la revista, fuera motivada por la publicación, en el año 2000, de Un rey golpe a golpe donde se hacía una dura crítica a la monarquía y se habla del papel del rey en el golpe del 23 F. Aquel libro se escribió casi en la clandestinidad y hoy, dieciséis años después, hablamos con Rebeca Quintans (Patricia Sverlo) sobre su nuevo libro.


R.R.: Desde que escribió Un rey golpe a golpe a este: ¿Hay hoy más libertad para criticar a Juan Carlos I?

R.Q.: No sé si hay más libertad. El tiempo lo demostrará. Lo que hay es menos miedo, y eso ya es un avance. La libertad se gana paso a paso. Si a pesar de la censura, el riesgo de querellas y el vacío informativo, cada vez más medios se atreven a ser críticos con la monarquía, eso es porque se han cansado de ser obedientes. Pero no todos lo han hecho. Hubo una especie de “boom” en los momentos previos a la abdicación, en los que incluso monárquicos confesos se lanzaron a publicar cosas que sabían desde hacía mucho tiempo y que nunca habían contado. Pero eso formó parte de una campaña para facilitar el traspaso de poderes, para forzar de alguna manera la abdicación y entronizar a Felipe, pretendiendo con eso salvar la monarquía. Arrojaron a Juan Carlos a los tiburones… temporalmente.


R.R.: ¿Y sobre Felipe VI?

R.Q.: Ahora que la monarquía ha recuperado parte de su prestigio, quien está más protegido, por supuesto, es Felipe VI, el nuevo jefe de Estado. Sobre Felipe no puede decirse absolutamente nada. Tiene un servicio de seguridad muy potente, que no intenta pasar desapercibido ni hacerse simpático a nadie. Han dejado que salgan a luz unos cuantos mamporrazos a periodistas que se acercaron demasiado, sin duda con ánimo disuasorio. Y a los grandes medios y editoriales los tienen absolutamente controlados. Consiguen que quede fuera de todo, que no se hable en absoluto de su relación con Urdangarin y el caso Nóos, o con el “compi-yogui” López Madrid; nadie comenta nada del aborto voluntario de Letizia Ortiz ni de lo que se ha publicado sobre cómo Felipe VI intervino para tapar el tema… En fin, se comienzan a acumular “silencios” en torno a su figura y sus acciones.


R.R.: En 2014, en el diario Público.es, decidió descubrir que usted era la autora que se escondía bajo el seudónimo de Patricia Sverlo. ¿Por qué lo hizo?

R.Q.: Me lo habían propuesto ya varias veces y estaba dispuesta a hacerlo, cuando concluyese la revisión del libro, ya como parte del lanzamiento. Pero entonces Juan Carlos abdicó casi por sorpresa. Si esa entrevista salió a la luz entonces, fue por la insistencia del periodista que me la hizo, Unai Aranzadi. Me convenció. No fue una iniciativa mía. Los periodistas, ya se sabe, siempre quieren contarlo todo, si les dejan…


R.R.: ¿Ha tenido problemas con este libro?

R.Q.: Problemas, no. Silencio informativo, sí. A los medios “convencionales” (por llamarlos de alguna manera), el libro no les interesa nada en absoluto. Pero, bueno, acaba de salir. Habrá que ver. No creo que vayan a meter a Ramón Akal en la cárcel ni a cerrar su editorial por colaborar con “alka-eta”; y yo estoy muy segura de que no hay nada querellable en el libro. No creo que pase nada, más allá de continuar con su campaña de hacer como que el libro no existe.


R.R.: ¿Hay centros comerciales que se hayan negado a distribuir el libro como pasó con el otro?

R.Q.: Esto te lo podría contestar mejor la editorial Akal. Pero, hasta donde yo sé, el libro se está distribuyendo sin problemas. Está en todas partes. Otra cosa es que no esté visible. Hay que pedirlo en el mostrador, porque en muchas “grandes” librerías no está expuesto, pero lo tienen.


R.R.: ¿Aún hay personas o instituciones en España blindadas por los grandes grupos de comunicación?

R.Q.: Claro que sí. Y no sólo la monarquía, por supuesto. Los más poderosos, en el mundo de la empresa y las finanzas, tienen un sistema infalible para controlar todo lo que se publica sobre ellos: controlar económicamente el medio (en el accionariado o mediante inversiones en publicidad), para que sean la voz de su amo. Yo recuerdo que, en una ocasión, me compraron en un semanario del Grupo Zeta un reportaje sobre los métodos de producción de la Zara de Amancio Ortega; luego me llamaron para decirme que Zara les había contratado cuatro páginas de publicidad y que el reportaje no saldría. Me ofrecieron pagármelo de todos modos, para dejarlo en un cajón. Pero no acepté y me lo llevé a otra revista con mucha menos tirada, que sí lo publicó.


R.R.: ¿Ya se ha dicho todo sobre los negocios del rey Juan Carlos I?

R.Q.: No, para nada. Lo que sabemos son cosas sueltas. Para saber más tendría que haber una investigación judicial en toda regla, y colaboración internacional en ello.


R.R.: ¿El rey emérito colaboró en la intentona golpista del 23 F?

R.Q.: Está claro que sí. Eso es lo que se desprende de los testimonios con los que contamos y con la investigación judicial que se hizo en su día. Fue un colaborador absolutamente necesario: participó de una manera activa y muy directa. No se trata de ninguna teoría conspirativa. Cualquier persona medianamente informada llega por sí misma a esa conclusión a partir de lo que sabemos con certeza. La versión del “salvador de la patria” ya no se la cree nadie. En la nueva narración oficialista ya se admite ahora que el rey tuvo conversaciones con los golpistas, que sabía algo, que miembros del CESID estaban involucrados… Pero siguen insistiendo en la idea de que Juan Carlos no estaba al tanto de los detalles y de que hizo lo posible para pararlo cuando se desencadenó, en un relato lleno de incongruencias que no cuela. Una estrategia parecida a la de la defensa de la infanta Cristina: era un tonto-listo, que sabía sólo lo justo para salir bien librado.


R.R.: ¿Qué clase de persona es Juan Carlos I, según usted?

R.Q.: No lo conozco personalmente. Nunca me ha concedido una entrevista. Pero sí he hablado con personas que lo han tratado bastante de cerca, y el retrato que me ofrecen no es muy positivo. Tiene mal carácter y un sentido del humor rancio, con chistes y expresiones machistas bastante frecuentes. Intelectualmente poco brillante, sin gusto por la cultura ni el arte en ninguna de sus manifestaciones. Interesado y con un sentido pragmático muy personal a la hora de tomar decisiones. Poco fiable en la amistad y en el amor. Arrogante y clasista en su trato con la gente que trabaja para él y, en general, cómodo en su papel de máxima autoridad del Estado por cuestión de cuna y por no sé qué grandes servicios a la patria. En fin, todo lo que resumo aquí, está ejemplificado en el libro con casos y anécdotas de su vida que completan el perfil.


R.R.: Si todos los españoles somos iguales ante la ley… ¿Por qué se mantiene la ley de injurias a la Corona y la persona del monarca es inviolable y no está sujeta a responsabilidad?

R.Q.: Son contradicciones constitucionales, que no sólo se han mantenido sino que se han ampliado ahora por decreto ley a otros miembros de la familia real, acompañando el aforamiento exprés del rey saliente. Es absurdo. No se pueden explicar. Que lo intenten los que lo defienden. Pero parece que no lo ven necesario. Felipe VI se permitió el lujo de citar a Cervantes en su discurso de coronación: “No es un hombre más que otro, si no hace más que otro…”. Y no le pareció que, en su boca, sonaba a tontería. A mí, que me lo expliquen ellos.


R.R.: Cuando se habla del origen franquista de la reinstauración borbónica, si nos dice que el pueblo la votó en la Constitución de 1978, pero la Carta Magna se encontró con un hecho consumado y de obligado cumplimiento. ¿Qué piensa de esto?

R.Q.: Así fue. El rey ya había sido coronado. Hasta habían nombrado heredero y Príncipe de Asturias al pequeño Felipe. Luego, un grupo de políticos pactó, a espaldas de sus bases, con la corona y los poderes fácticos del tardofranquismo, un modelo de constitución, que fue lo que se propuso en referéndum como un plato de lentejas: o la tomas o la dejas. O eso, o vuelta al franquismo.


R.R.: ¿Cuestionar la monarquía es cuestionar la Transición?

R.Q.: Cuestionar la monarquía es de sentido común. Es una institución medieval antidemocrática, incompatible con una sociedad que defienda principios de equidad y justicia social. Decir que sólo tiene un valor simbólico, si lo que simboliza es la desigualdad y el privilegio, no arregla el problema. Hay que cuestionarla siempre. En el caso del reinado de Juan Carlos I, en particular, con más razón, porque ha intervenido y condicionado la manera en la que se ha producido el cambio desde el modelo institucional de la dictadura franquista al sistema de monarquía parlamentaria. Así que sí, cuestionar su figura conlleva necesariamente poner en cuestión la Transición. Pero actualmente están aflorando más motivos para revisar ese periodo de nuestra historia, a la vista de lo que tenemos hoy.


R.R.: ¿Cuál es la anécdota más divertida sobre la Casa Real que recuerda del libro?

R.Q.: Hay varias. Tengo que reconocer que me reí bastante escribiendo el libro. En una ocasión, por ejemplo, en los años ochenta, el rey tuvo un accidente esquiando. Tenía muchos en aquella época (también se había chocado contra una puerta de cristal en Zarzuela). Pero lo que pareció preocupar a sus asesores fue que se había caído solo. Aquello lo dejaba quedar mal, como un torpón… Así que se inventaron que se había chocado con alguien en la pista, dejando las culpas al otro, claro. Eso fue lo que le contaron a la prensa. Y no es que la prensa se pusiera a “investigar” quién era aquel individuo que se había chocado con su majestad y le había dejado el brazo en cabestrillo; es que en algunas revistas apareció un aluvión de presuntos culpables para vender la exclusiva… y al final, claro, todo se supo. Pero es cierto que hay todo un equipo de funcionarios dedicado en cuerpo y alma a ocuparse de este tipo de detalles, a controlar y manipular la información, para que en la prensa se vaya construyendo la imagen ideal, la diseñada por los especialistas, aunque no tenga nada que ver con la realidad.


R.R.: ¿Y lo más duro y oscuro?

R.Q.: Cierto sentido del humor ayuda a no ahogarse entre tanta información oscura. Y eso que lo más sórdido y duro que me han contado, no lo he publicado. Las fuentes eran dignas de toda mi confianza, pero no pude contrastarlo con datos, con otros testimonios… Aunque lo que más suele impactar es lo referente a sus actividades económicas y sus aventuras sexuales, a mí lo que más me escandaliza es que el único principio por el que parece haberse regido siempre es su propio beneficio, lo desagradecido que se ha mostrado incluso con sus benefactores. Cuando alguien dejó de resultarle útil, lo arrinconó y abandonó a su suerte sin contemplaciones. Empezando por su padre y acabando por su hija y su yerno. Esa es la cara más oscura de Juan Carlos, a mi parecer.


R.R.: ¿Qué le parece los movimientos memorialistas republicanos y la Querella Argentina contra el genocidio franquista?

R.Q.: Me parecen bien. Absolutamente necesarios. Tengo amigos bastante involucrados en estos movimientos y me mantienen medianamente al día. Yo me considero una activista también, aunque siempre me oiréis quejarme de que no tengo tiempo para nada. Me gustaría poder participar en más cosas, pero no puedo. De todos modos, como en todo no se puede estar, reconozco que me mueve más el activismo por la Tercera.


R.R.: ¿Cree que alguna vez se podrá hacer un referéndum sobre Monarquía o República?

R.Q.: Creo que hemos perdido una oportunidad histórica en el traspaso de la corona de Juan Carlos a Felipe; que no se puso toda la carne en el asador para provocar, cuando menos, un debate social serio sobre la cuestión. Ahora parece que la nueva coalición de izquierdas no está por la labor de tratar el tema tampoco. Así que, en un futuro próximo, parece que no. Pero no creo que los españoles puedan aguantar otra crisis de escándalos y corrupción en torno a la corona sin decir basta.


R.R.: ¿Para cuándo el libro sobre Felipe VI?

R.Q.: Tengo muchos proyectos en la cabeza y muy poco tiempo para llevarlos a cabo. Felipe VI es un temazo. Todo un reto. Pero no es algo que se pueda hacer de un día para otro.


R.R.: Usted ha dejado el periodismo activo por la enseñanza. ¿Le ha decepcionado la profesión?

R.Q.: Me acabó resultando demasiado frustrante el no poder publicar temas por razones en absoluto periodísticas, el depender del criterio de directores o redactores jefe mediocres pero bien enseñados para seguir la voz de su amo… En muchos sentidos, me pilló justo la peor época del periodismo español, el declive después de una etapa de aperturismo y aventuras empresariales periodísticas de todo tipo. A lo largo de los noventa se podía trabajar cada vez menos, cerraban publicaciones constantemente, en las que quedaban había regulaciones de empleo para librarse de los más veteranos, también mucho más control de todo lo que se publicaba… Que conste que no lo dejé nunca, lo que sucedió fue que la enseñanza me “absorbió”.


R.R.: ¿Ha muerto el periodismo de investigación?

R.Q.: Ni mucho menos. Se está reinventando, con nuevas herramientas para llegar a la información. Hay buenos periodistas de investigación, con ganas, y que saben dónde y qué buscar. Lo que faltan son medios para hacerlo y buenas plataformas de difusión, independientes de intereses privados, capaces de encontrar nuevos métodos de financiación. Desde luego es un periodismo muy diferente, pero que puede dar mucho de sí. Yo soy muy optimista en este sentido.

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Rebeca Quintans (Arzúa, A Coruña, 1964) es licenciada en Filología por la Universidad de Santiago de Compostela y doctora en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Trabajó como reportera freelancer para diversas publicaciones, tanto convencionales (Interviú, Tiempo, El Semanal, Tribuna, Artículo 20, Mía, A Nosa Terra, El Correo Gallego…) como alternativas (Ardi Beltza, Kale Gorria, El Otro País, No a la Guerra, Diagonal…). Actualmente compagina su trabajo como profesora de Teatro, Lengua y Literatura en un instituto público de Educación Secundaria del barrio de Entrevías de Madrid, con el de profesora asociada en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense.


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