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HAMMETT, Dashiell (1894-1961)

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...
Dashiell Hammett

Portada
(wikipedia | dialnet)


Introducción

    [propia] Antifascista, ex-detective, novelista... Samuel Dashiell Hammett (27 de mayo de 1894 - 10 de enero de 1961) nació en el condado St. Mary en la costa oriental de Maryland. Dejó la escuela a la edad de 13 años y se empleó en varias profesiones antes de convertirse en agente de la Pinkerton National Detective Agency (Agencia Nacional de Detectives Pinkerton) en Baltimore. Se alistó como soldado en las dos guerras mundiales. Publica su primer cuento, El camino a casa, en diciembre de 1922, con el nombre falso de Peter Collision y su primera novela, Cosecha roja, en febrero de 1929.

    Con un ganado prestigio como novelista, en 1930 publica su famosísimo El halcón Maltés, que John Huston llevaría al cine diez años después. A pesar de su trabajo como novelista y adaptador de sus novales al cine, dicen que en el guión de El halcón Maltés consiguen incorporar a los diálogos de Sam Spade textos completos del libro, palabra por palabra. A pesar de su intenso trabajo, no cejó nunca en su faceta de antifascista. En 1937 se afilió al Partido Comunista y fue un activo militante de la solidaridad con la República española. Después de la segunda guerra mundial, Hammett se asoció con el New York Civil Rights Congress (Congreso de Derechos Civiles de Nueva York), una organización izquierdista considerada por algunos como comunista, cuestión peligrosa en los albores de la caza de brujas del macartismo.

    Hammett soportó la cárcel y la humillación de tener que declarar ante los famosos tribunales de la Doctrina Truman de contención del comunismo y del patético macartismo. Nunca delató a nadie ni proporcionó información sobre otras personas afiliadas al partido comunista. Su esposa y compañera, la magnífica escritora Lillian Hellman, denunció en su famoso Tiempo de canallas toda la miseria inundó Hollywood por aquella época de cobardes y delatores (que todavía dura).




Narrativa





Sobre D. Hammett (artículos)





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Nota Dom Sep 09, 2007 7:00 pm
Según alguien cuya opinión respeto mucho, Hammett es el único escritor respetable de novela detectivesca.

Nota Lun Sep 10, 2007 12:44 am
rubiera escribió:Según alguien cuya opinión respeto mucho, Hammett es el único escritor respetable de novela detectivesca.
Muchísmas gracias.


No sé cuáles serán los criterios de respetabilidad, pero creo que se puede decir sin lugar a dudas que Hammett es el padre del género de la novela negra y que los demás autores palidecen frente a él.

La mayor parte de su obra, no demasiado extensa, ha sido llevada repetidamente al cine. Podríamos hacer una filmografía. Yo me apunto a colaborar en su confección.

Nota Lun Sep 10, 2007 6:37 am
HerrK escribió:No sé cuáles serán los criterios de respetabilidad, pero creo que se puede decir sin lugar a dudas que Hammett es el padre del género de la novela negra y que los demás autores palidecen frente a él.


Los criterios más válidos están en la minibiografía del primer mensaje.
Había sido detective y me parece lógico que conociera la profesión, al contrario de toda la marea de autores de novela detectivesca vendelibros. Su actividad política, al contrario de muchos otros, es más que respetable lo cual indica que era un tipo honesto. Su literatura no se centra en la típica trama detectivesca sino que esta le sirve para describir una sociedad corrompida. En cuanto a calidad literaria como tal no soy el mejor para hacer comparaciones, pero pienso que lo anterior dicho la avala suficientemente.

Mi recomendación: léanse a Hammett y comparen con las Agata cristis y demás fauna de escritores de novelitas negras.

Nota Lun Sep 10, 2007 8:52 am
Dashiell Hammmet me parece, como escritor, bastante superficial. Se centra meramente en la acción, y la psicología de los personajes o la descricpión del entorno socio-político brillan por su ausencia. Con todo, son novelas que se prestan favorablemente a ser llevadas al cine o al cómic.

Por otra parte, Hammet es infinitamente superior a Agatha Christie, pero ésto no tiene ningún mérito porque las novelas de la autora inglesa tienen uno de los niveles más bajos del género y, en general, de la literatura universal del siglo XX.

Mi favorito, de entre los escritores de género negro: David Goodis.

Nota Lun Sep 10, 2007 10:40 am
rubiera escribió:Mi recomendación: léanse a Hammett y comparen con las Agata cristis y demás fauna de escritores de novelitas negras.


Mi recomendación es prescindir completamente de Agatha Christie, por supuesto. Los que hay que leer para preguntarse si son respetables o no es a Chandler, Jim Thompson (sobre todo 1280 almas), Ross McDonald, James M. Cain, Cornell Woolrich, etc. entre los norteamericanos, a Ky, Huby y Breinesdorfer entre los alemanes, las policíacas de Boris Vian y de Borges, las primeras de Vázquez Montalbán, las policíacas chinas de Robert Van Gulik, y muchas otras que no me vienen a la cabeza en este momento.

Si estos no son respetables, va a haber muy pocos escritores respetables en el mundo. Tengo que aclarar que cuando me preguntaba por los criterios de respetabilidad no pretendía poner en duda la de Hammett sino cuestionar que se les negara alegremente a los demás.

Por otra parte, tengo que reconocer que yo leo en Hammett también la peripecia psíquica de sus personajes y la descripción del entorno sociopolítico, van implícitos en sus novelas. A mí, a veces, llegan a resultarme angustiantes. Quizá con otra forma de leer no se perciban y se echen en falta.

Nota Lun Sep 10, 2007 12:04 pm
Bueno, todas las recomendaciones de HerrK de la literatura norteamericana me parecen muy convenientes (las otras no las conozco).

Por otra pare, Agatha Christie no debería compararse con los autores citados por HerrK porque pertenece a un universo totalmente diferente. Escribía libros como podría haber escrito sudokus. Todos cortados por el mismo patrón: los mismos personajes superficiales, la misma moralidad de clase alta, la misma estructura argumental, etc. y con tantas y tanta páginas prescindibles. Obras que presentadas como cuentos cortos tendrían gracia pero estiradas artificialmente para convertirlas en novelas de 200 páginas les daba una impronta de producto vacío destinado al márketing de masas.

Dashiell Hammet me parece más un guionista de cómic -oficio al que se dedicó durante algún tiempo, si mal no recuerdo- que un auténtico novelista, aunque leyéndole uno nunca se aburre. Es directo y trepidante. Creo que "Cosecha roja" se lleva la palma en cuanto a número de asesinatos por página. En fin...

Nota Lun Sep 10, 2007 12:44 pm
Bueno, me parece que la palma se la lleva la misma sociedad yanki. Y por cierto, para nada he recomendado a Agata como se llame. No soy un experto en novela negra (ni en ningún otro género, creo que en nada) pero dudaría que toda esa pléyade de escritores que menciona Herrk hubieran valido un céntimo sin Hammett.

Aprovecho y me permito de paso recomendar algunos autores literarios norteamericanos, sin ningunas pretensiones de conocedor:

- Mark Twain
- Jack London
- Edgar Allan Poe
- John Steinbeck
- Tennessee Williams
- William Faulkner
- Erskine Caldwell
- Theodore Dreiser
- John dos Pasos
- Ernest Hemingway

La pléyade de uno en uno

Nota Lun Sep 10, 2007 5:01 pm
Cuando a uno no le gusta la novela negra está en su derecho de no leerla y no distinguir entre autores. Entonces una lista de 10 nombres de autores buenos le parecerá una pléyade. En ese caso, no debería opinar sobre su respetabilidad ni hacer historia ficción modelo "qué hubiera ocurrido si Hammett no llega a nacer".

En fin, volviendo a lo positivo, para deshacer esa sensación de pléyade nada mejor que conocer los autores de uno en uno.

Como aquí lo que prima y nos gusta a todos es el cine, me he permitido hacer una ficha de la película Corrupción (Coup de torchon) de Bertrand Tavernier, basada en la novela 1280 almas de Jim Thompson --uno de los integrantes de la pléyade--. Está en: cine/tema3548.html

El Signo de los Cuatro

Nota Mar Sep 11, 2007 11:36 am
Una aportación: el magnífico estudio del profesor granadino Manolo Valle, El Signo de los Cuatro (Ed. Comares, Granada, 2006), compuesto por cuatro volúmenes, en el que aborda, desde la teoría de la producción ideológica, un análisis literario-de clase de la obra de Dashiell Hammet, Agatha Christie, Raymond Chandler y Conan Doyle.

"Manuel Valle [...] es autor de un ensayo enciclopédico sobre novela policial, lectura que me tiene encandilado desde hace semanas y que consta de cuatro enjundiosos volúmenes: 'La ciencia como ficción sentimental' (Conan Doyle); 'Historias sin historia de la naturaleza humana' (Ágatha Christie); 'El tewd y la seda' (Dashiell Hammet); y 'Alma, corazón y vida' (Raymond Chandler). [...] Que un ensayista procedente del mundo académico emplee la ingente, colosal cantidad de tiempo, documentación, esfuerzo, erudición, análisis y amena exposición sobre tema tan popular, ya merece de por sí la atención de los lectores. El género, desde la 'pulp fiction' americana al costumbrismo anglosajón que se expresa elocuente en novelas-enigma, siempre se ha considerado como menudencia literaria, en todo caso punto y aparte entre obras 'serias' que aportaría entretenimiento y evasión al lector culto. Sin embargo, ningún escritor de nuestra época ha eludido la seducción de la novela policial como expresión rotunda de que la literatura o es conocimiento y emoción o no es nada. Consciente y ambicioso, como debe ser, en torno a este fenómeno de masas que subyuga a los autores más exquisitos, Manuel Valle traza un campo de acción vastísimo y prometedor, un minucioso recorrido por los cuatro autores (y sus respectivos personajes), que sin duda pueden considerarse señeros en esta especialidad de la novela contemporánea. Ese es otro de los grandes aciertos, o por decirlo mejor, contundentes méritos de la magna obra; y lo de 'magna' es literal, hablamos de unas 1500 páginas de itinerario por la apasionante geografía de la literatura criminal. Por último, es obligatorio admitir el gozoso estupor ante el hecho de que una obra de este calado y entidad, con visos de 'definitiva' y de sentar magisterio sobre el tema para futuras generaciones, haya sido concebida, escrita y publicada en nuestra ciudad".

Fuente: Pascual, J. V. "El Signo de los Cuatro" en Ideal Digital.



Y una crítica de mayor profundidad sobre la obra citada:

"Pero debemos advertir desde el principio que este ensayo no es un estudio más al uso, sino un análisis de profundo calado que no se remite únicamente a las lecturas del género más o menos tópicas (el cientifismo de Holmes junto con sus manías personales, el caráter ridículo de Poirot o la condición de solterona de Marple, o el tópico del detective norteamericano marcado por el bourbon, la gabardina y el sombrero, junto al viejo y algo renqueante utilitario o el apartamento en un barrio no demasiado recomendable) sino que plantea su argumentación a partir de una premisa común a todos los personajes: su autonomía personal. Efectivamente, el ensayo de Manuel Valle va mostrando de manera minuciosa y detallada los perfiles de la autonomía personal de cada uno de los héroes del género, pero no se detiene ahí, sino que partiendo de esa autonomía personal realiza un análisis de la individualidad del sujeto en las sociedades burguesas y en los límites y condicionamientos que producen la subjetividad en el capitalismo: en el caso del detective londinense Holmes se trata de la autonomía científica que encubre en el fondo la autonomía de las clases aristocráticas respecto del poder del estado a partir de un curioso entrelazamiento de la teoría del contrato social lockeano con la polémica entre el iusnaturalismo y el positivismo jurídico; en el caso de Agatha Christie la autonomía de Poirot o Marple es mostrada como una extensión de la autonomía del Leviatán hobbesiano que sutura las contradicciones que provoca la guerra civil por la propiedad; en el caso de Hammett, la autonomía es, paradójicamente, uno de los requisitos para la explotación del detective, al que Valle percibe como un ejemplo paradigmático de las contradicciones del trabajo intelectual en el capitalismo desarrollado; en el caso de Chandler, Valle muestra la autonomía de Philip Marlowe convertida directamente en soledad.

Si la «autonomía» o la «libertad» son los ejes fundamentales con que la ideología burguesa produce la individualidad personal del sujeto (una autonomía o libertad que no son en el fondo más que el trasunto ideológico de las relaciones sociales burguesas, algo que Valle anota siguiendo los planteamientos teóricos de Juan Carlos Rodríguez), la «soledad» es la otra cara de esta moneda. De nuevo el análisis que ofrece este ensayo sobre el problema de la «soledad» resulta hasta cierto punto novedoso y en gran medida de interés para comprender los problemas de la identidad personal en nuestras sociedades (incluso más aún que en el momento histórico en que los relatos de misterio fueron escritos). Pues no se trata, en opinión del autor, de que la «soledad» sea una elección del sujeto (algo que la ideología burguesa ha ido escenificando de un modo u otro desde sus inicios: desde la vida retirada de Fray Luis de León a las diversas caras de la marginalidad de los malditos o los dandys del XIX, pasando por los diversos tipos de torres de marfil o apartamientos más o menos pequeñoburgueses) ni tampoco una característica únicamente emocional o sentimental, sino que la soledad es un efecto objetivo del sistema en la sociedad capitalista. Atrapado por la contradicción entre la apetencia de propiedad y la consideración de los otros como competidores, el mundo hobbessiano (que Valle percibe en la obra de Agatha Christie y Dashiell Hammett) convierte a todos en individuos solitarios incapaces de enhebrar sus intereses y sus emociones. El caso de los personajes de Chandler es aún más lacerante: si las relaciones sociales capitalistas (lo que Chandler llama «la vida del dinero») han capilarizado completamente la vida de los hombres, la soledad aparece como un «no-lugar dentro del sistema» para aquellos que, como Philip Marlowe, se niegan a insertarse en el engranaje del sistema.

La lectura de los autores fundamentales del género de misterio le sirve al autor de El signo de los cuatro para reflexionar sobre cuestiones de rigurosa actualidad (la producción del individualismo en el capitalismo posfordista) presentando al detective ante el espejo de algún texto clásico del marxismo. Si Marx y Engels habían podido escribir en el Manifiesto comunista (1848) que «todo lo que es sólido se desvanece en el aire» para aludir al trabajo de destrucción que la sociedad burguesa había practicado sobre las instituciones feudales consideradas como eternas e indestructibles, la figura del detective privado solitario es un ejemplo perfecto de cómo el desarrollo del capitalismo no se detiene y disuelve las propias instituciones que él mismo ha creado hasta llegar (al menos hasta hoy, aunque sólo sea tendencialmente) al que tal vez sea su verdadero «aparato ideológico»: el individuo solitario conectado vitalmente al sistema (desde su vinculación como cliente hasta su constitución ideológica como agente, voluntario o involuntario, de las empresas que lo producen y lo estructuran), que vive su pasión por la propiedad como un instinto natural pero que entiende las relaciones con los otros como un conflicto permanente de todos contra todos, un individuo que hace suyo vitalmente el sistema, invisibilizando las redes de explotación que lo estructuran (al sistema y al individuo). Por ello, la soledad de los héroes del género de misterio se convierte, en opinión del autor, no sólo en «el signo de los cuatro», sino en el signo de todos nosotros".


Fuente: "El Signo de los Cuatro", en Laberinto, nº 23, primer cuatrimestre 2007, pág. 75.

Manuel Fernández-Cuesta, en "Dashiell Hammett en Wall Street", en El Diario.es, el 25 de mayo de 2013, escribió:

“Me han contado que tanto el alcalde como el gobernador son de su propiedad: así que harán lo que usted les diga.”

Dashiell Hammett, Cosecha roja (1929)




El 10 de enero de 1961 moría, Hospital Lennox Hill, Nueva York, Samuel Dashiell Hammett, el escritor que, como dijo Raymond Chandler “restituyó el crimen a su lugar natural: la calle”. El expediente del FBI, veinticinco años bajo vigilancia, sospechoso de actividades antiamericanas según la Comisión McCarthy, es decir, comunista, tenía 278 páginas. Uno de los guionistas mejor pagados de Hollywood al final de los años 30, el creador de personajes como Sam Spade y Nick y Nora Charles, acabó endeudado, perseguido por la justicia y el alcohol, devorado por un cáncer de pulmón. La lectura de Hammett, a la luz del estado de corrupción permanente, es más que un reconocimiento literario: es una manera directa, seca y salvaje, hard-boiled, de entender qué está ocurriendo -mientras una banda de gangsters dispara sobre la nuca del Estado de bienestar- detrás de las cortinas, en el aterciopelado reservado de un restaurante, allí donde gestos y palabras se convierten en testaferros, paraísos fiscales, recalificaciones, ingeniería financiera, sobornos: política y economía.

Alejado de la novela policíaca (o de crímenes) convencional, ajeno a los salones de caoba, las copas de jerez y el primoroso arte de la deducción, la obra de Hammett, arqueólogo del incierto presente, patea la calle, se sumerge y bucea en ella, rastrea bares sin luz, callejones, hasta comprender lo oculto, aquello que no se debe saber, aquello de lo que no se puede hablar. Su silencio ético le llevará a la cárcel, seis meses, en 1951, al negarse a colaborar con unos interrogatorios abusivos, carentes de legitimidad. Figurar en “la lista negra” era una moderna y definitiva condena al ostracismo. Ser acusado, en el país de la libertad, de algo parecido a “desafección al régimen”, suponía exclusión social, laboral. Hammett ya no escribía.

Su última obra larga, El hombre delgado (1934), más allá de clasificaciones académicas y géneros narrativos, desvela lo arbitrario de la autoridad al tiempo que rompe, para siempre, los cristales del orden social. Todo tenemos -frente a la irrefrenable destrucción de lo social- algo de huidizos agentes de La Continental. Del mismo modo que el propio autor conservó siempre, sombrero, gomina, bigote y tabaco sin filtro, ese aire entre cínico y descreído de detective, en Baltimore, de la Agencia Pinkerton.

Resulta paradójico que Hammett, escritor cercano a la mirada realista de Faulkner, Steinbeck o Hemingway, miembro del Partido Comunista de EEUU y del Congreso de Derechos Civiles de Nueva York, antifascista en la década de los treinta, activista político desde que abandonó la escritura (quizá pensó que no podía decir más), fuera voluntario -no existe contradicción- en las dos guerras mundiales del siglo XX. Violentamente moral, ajeno a la idea del interés y el beneficio, su Sam Spade, interpretado por Humphrey Bogart en El halcón maltés (John Huston, 1941), contiene -por ejemplo- todos los matices psicológicos del que se sabe condenado, de antemano, por diferente.

En sus novelas y relatos, los diálogos rasgan el aire y la tensión narrativa golpea al lector; el ritmo, entre el sincopado ragtime y el lacónico jazz de Chicago, hace casi imposible respirar y las metáforas, afiladas garras, desvelan una acidez que brota de un estómago inundado de ginebra. Radical en su prosa, Hammett huye de la justicia poética que acompaña la derrota, pese al halo de prestigio, incomprensible, que conlleva. Veterano combatiente, su cuerpo reposa en el Cementerio Nacional de Arlington (Virginia), un cementerio militar pegado al Pentágono y escoltado por el río Potomac, junto al Memorial de Iwo Jima, la Tumba al soldado desconocido y los hermanos Kennedy. El destino parece una petaca de whisky olvidada en una gabardina: inútil.

Frente a la inicial tradición detectivesca (Poe, Conan Doyle, Chesterton, entre otros), trufada de elegancia discursiva, enigmas y agradable lectura, Hammett observará la realidad y los conflictos humanos desde otro sitio. Su punto de vista será ético, político, una mirada desgarrada y alternativa, descriptiva del desorden, que debería ser leída hoy como necesario contrapunto al erotismo light que nos invade, al culto a la extrema sensibilidad del “ego mutante” y a la banalidad que preside nuestra existencia. Los personajes serán esbozados con pinceladas descriptivas y diálogos que callan más de lo que expresan. Las escenas, encadenadas, se resolverán en dos frases o en una conversación entrecortada por un disparo.

Todo en Hammett está teñido de incredulidad e ironía. Tanto en las tramas y argumentos como en la resolución (o no resolución) de los hechos, Hammett muestra con claridad -Robespierre y Marx al fondo- que las condiciones materiales determinan el lugar desde el que se mira, cómo se piensa y qué se dice: el lugar de la libertad. La podredumbre moral de la sociedad (y sus consecuencias) será el tema de su (nuestro) tiempo. Hammett describirá, brochazos de verdad, la miseria que se pretende ocultar: el espacio del capitalismo.

Es fácil acceder a sus libros. Existen varias ediciones, muchas, con excelentes traducciones. He transportado dos volúmenes por varios países. Manejo, en este momento, la edición de Debate, Novelas y Relatos, Madrid, 1994, con notas introductorias de C. Bértolo, al que he usurpado, al límite del plagio, algunas de las ideas aquí expuestas. El halcón maltés, La llave de cristal, La maldición de los Dain o sus cuentos recogidos en Un hombre llamado Spade, Muerte y Cía o Ciudad de pesadilla, por citar solo algunos textos, arrojan un esperpéntico destello de neón sobre el sentido de las relaciones sociales y el submundo que acompaña las diferentes formas de explotación. Pese a que algunas palabras hayan perdido su sentido originario, pese a que el paso del tiempo haya alterado el contenido de los diccionarios hasta hacerlos irreconocibles, quede fijada aquí la siguiente afirmación: Hammett es un escritor materialista. Materialista y dialéctico. Un autor imprescindible para comprender el presente.

Comprometido (otro término desacreditado por el neoliberalismo) con la realidad y el tiempo que le tocó vivir, afín a los republicanos españoles durante la Guerra de España, Hammett, sentado ante la llamada Comisión McCarthy, preguntado sobre las actividades del Congreso de Derechos Civiles, sostuvo una posición parecida a la denominada “estrategia de ruptura”, teorizada años después, en la Argelia colonial, por el abogado Jacques Vergès. Como dijo ante las humillantes e ilegítimas preguntas, responder “suponía reconocer en primera instancia que el Estado tenía derecho a formular semejantes preguntas”. Esta responsabilidad moral, la determinación de su razón cívica, le costó, ya se ha dicho, la cárcel.

Considerada género menor, despreciada -durante muchos años- por la crítica, la novela negra, una variante ágil y directa del realismo social, se alza hoy, igual que lo hizo en los años 30, como la mejor manera, quizá la menos afectada, de contar los dobleces de la realidad. Políticos corruptos, el mercado -grandes corporaciones transnacionales- que determina, con decisiones tomadas en secretos consejos de administración, la vida y destino de millones de personas, los medios de comunicación, transmisores del pensamiento dominante, comprados a golpe de anuncio y subvenciones o jueces presionados por instancias jerárquicas superiores serían, en la actualidad, perfectos personajes. Las tramas posibles son conocidas, en Wall Street y en cualquier rincón del mundo.

Detective de lo real, Dashiell Hammett (1894-1961) mostró, como pocos, las vísceras del sistema. Leer sus obras, frente al oscurantismo del presente eterno, no es una mera cuestión literaria. Es una forma más de resistencia y combate.


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