RebeldeMule

WALLRAFF, Günter

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...

WALLRAFF, Günter

Nota Sab Jul 07, 2012 7:51 pm
Günter Wallraff

Portada
(wikipedia | dialnet)


Introducción

En Wikipedia se escribió:Günter Wallraff (1 de octubre de 1942 en Burscheid, Alemania) nacido como Hans- Günter Wallraff es un periodista de investigación encubierta y escritor alemán. Es conocido por los reportajes encubiertos en diversas grandes empresas, el tabloide alemán Bild-Zeitung y distintas instituciones con el método de periodismo de investigación, donde narra las condiciones de trabajo u ocupación en la sociedad industrial alemana. Sus métodos radicales de investigación periodística han dado lugar a un verbo en alemán wallraffen (wallraffear), donde el reportero se transforma, creando una identidad ficticia, un sujeto que vivirá todas las experiencias relatadas posteriormente, que de otro modo son difíciles de investigar.





Bibliografía compilada (fuente)





Ensayo



[ Add all 2 links to your ed2k client ]

Re: WALLRAFF, Günter

Nota Dom Mar 31, 2013 8:12 pm
Víctor Núñez Jaime, en "Günter Wallraff, el periodista indeseable (I)", en El País, el 24 de marzo de 2013, escribió:Günter Wallraff colecciona piedras. En cada país que visita siempre busca alguna de forma o textura poco común. Y si son grandes, mejor. Las tiene en su casa del centro de Colonia, Alemania, donde también organiza encuentros culturales como presentaciones de libros o eventos musicales. “Las colecciono porque siento que con ellas puedo aprovechar la naturaleza. Me relajan y me recuerdan las diferentes culturas del mundo. Tengo de diferentes formas, tamaños y colores. A veces siento que me llevan a otro mundo”, cuenta con una sonrisa el periodista sin disfraz de por medio.

El propio Wallraff ha sido una piedra en el camino o en el zapato para muchos empresarios y políticos. Durante 40 años se ha encargado re revelar, previa infiltración, los abusos de poder, la xenofobia y las condiciones de explotación laboral de miles de obreros y empleados de Alemania.

Wallraff está armado de paciencia y amabilidad. No se desespera por tener que “hablar por bloques”, pues han de traducir sus palabras del alemán al español. Sus ojos miran con curiosidad. Con asombro. Son unos ojos azules detrás de unas gafas sin montura y casi sin reflejo. Su rostro es pequeño y surcado por varias arrugas. El bigote, entreverado de canas y “muy mexicano”, dice. Calva está casi toda la cabeza y medianas y coloradas las orejas. Alto, flaco, piel ceñida a los huesos. Gris la camisa y negros el pantalón y los zapatos. Sin disfraz, este alemán de 70 años tiene pinta de profesor universitario. Y eso ha sido para varias generaciones de periodistas en muchos rincones del mundo.

“No hay sociedad —dice Wallraff— donde no haya algo que descubrir. Aconsejo que se infiltren, por ejemplo, en un hospital psiquiátrico para ver las condiciones en las que están los pacientes. Infíltrense también en los grupos políticos y religiosos de derecha para ver cómo operan. Temas hay muchos. No bastarían diez vidas para descubrir todo lo que hay. Para no arriesgarse, pueden trabajar en grupos y publicar bajo un seudónimo. Al que trabaja solo es más fácil intimidarlo y hasta matarlo. Pero eliminar un grupo es más complicado”.

Cuenta el propio Günter Wallraff que hace poco revisó los diarios que escribió en su juventud y descubrió que a los 16 años esbozó su destino al plasmar en un cuaderno: “Yo soy mi propio constructor de máscaras. Me enmascaro para descubrirme a mi mismo”... Ahora sé que lo que hago es un “juego de roles” como en la psicología y la pedagogía. Y esto, está comprobado, ayuda a comprender más.”

Antes de hacer periodismo, Wallraff fue bibliotecario, poeta y obrero. Se negó a enrolarse en las filas del ejército y lo tacharon de inútil. Por eso, para poder trabajar, tuvo que cambiar de identidad. En 1963 empezó en distintas empresas de Alemania Occidental. Al principio, no hacía más que continuar con su diario personal iniciado en la adolescencia. Luego se dio cuenta de que todas esas vivencias constituían reportajes testimoniales y decidió publicarlos. Así, fue alcohólico en una institución psiquiátrica, indigente, estudiante en busca de habitación y un obrero católico que retaba al clero al preguntarles: “¿La producción de napalm es compatible con la creencia cristiana?”.

En mayo de 1974, Wallraff viajó a Grecia como miembro del Comité de Solidaridad con los Presos Políticos. Un día repartió volantes de protesta contra el régimen militar griego y se encadenó a uno de los postes de luz de la Plaza Sintagma de Atenas. Cuando la policía se dio cuenta, lo golpearon, lo detuvieron, lo torturaron y lo sentenciaron a 14 meses de prisión. Pero lo liberaron tres meses después tras la caída de la Junta Militar.

En otra ocasión, se hizo pasar por un millonario alemán pro nazi. En Düsseldorf se reunió con el general António de Spínola, quien entonces era presidente provisional de Portugal como consecuencia de la Revolución de los Claveles, pero que pretendía perpetuarse en el poder. El portugués le contó al alemán que necesitaba armas para llevar a cabo un golpe de Estado. Wallraff lo publicó y los planes de Spínola se frustraron.

En 1977 dijo llamarse Hans Esser y pidió trabajo como reportero en Bild, el diario más vendido en Alemania a pesar (o quizá por ello) del sensacionalismo de sus notas. En la redacción de Hannover supo de los métodos fraudulentos, difamatorios, carentes de la más elemental ética periodística, que la publicación utilizaba para fabricar escándalos.

A mediados de los años ochenta Wallraff se puso unos lentes de contacto, peluca y bigote negros y se propuso hablar un alemán accidentado, tan rudimentario con el de los migrantes turcos recién llegados a su país, y se transformó en Alí. Su objetivo era contar por experiencia propia la serie de explotaciones y vejaciones a las que es sometida la mano de obra extranjera en Alemania. Durante dos años, trabajó en una refinería siderúrgica, en una compañía de la construcción, en un restaurante de McDonald's, en una central nuclear bajo condiciones infrahumanas y fue “conejillo de indias” de la industria farmacéutica al permitir que fueran probados en su organismo una serie de medicamentos experimentales.

El resultado fue el que es quizá su libro más famoso y más vendido: Cabeza de turco. Con esta investigación, Wallraff consiguió que la sociedad alemana presionara a sus políticos y a sus empresas para evitar las violaciones a los derechos humanos de los trabajadores migrantes. El tema lo retomó en 1993 cuando viajó a Tokio, Japón, haciéndose pasar por un migrante iraní en busca de trabajo. Tres años después se fue a Siria para documentar el modus operandi del terrorista Partido de Trabajadores de Kurdistán.

Sin embargo, no siempre ha podido concretar sus investigaciones. Cuando tenía planeado ir a Sudáfrica para vivir en un gueto negro, buscó una peluca de pelo rizado y la manera de pintarse la piel. Pero la liberación de Nelson Mandela y la caída del apartheid le impidieron hacerlo. Quiso hacerse pasar por un alemán de origen rumano que decidía volver a su país, pero la democracia volvió a Rumanía. Y en 1998 se encaminó hacia Rusia. Apenas se bajó del avión, lo deportaron. El gobierno se había enterado de sus planes: encontrar evidencias de violaciones a los derechos humanos en Chechenia.

En 2007, antes de que en 2008 se infiltrara en la fábrica de pan que surte a los supermercado de bajo precio Lidl para documentar la falta de medidas de seguridad para los empleados así como la violación de sus derechos laborales, Günter Wallraff quiso quitarse 20 años de encima con un nuevo look. Se puso una peluca rubia, cambió las gafas por unos lentes de contacto, se vistió con camisas a cuadros, pantalones vaqueros y tenis. El resultado pudo verse en la portada de la revista alemana ZEITmagazin. Con esta transformación, Wallraff investigó los métodos de trabajo con los que estafa telefónicamente el sector de los call-center. Ahí le pagaban 6 centavos de euro por cada mensaje a celular que atendiera los servicios eróticos vía SMS. Tenía que mandar 65 por hora, además de llamar y hostigar a potenciales compradores con todo tipo de servicios y productos.

Cuenta que un día que se dirigía a trabajar al call-center, un policía lo detuvo en medio de un control de rutina. Iba con el tiempo justo y se preocupó porque si llegaba tarde a trabajar lo echarían. Entonces le dijo con voz baja al policía:

—Colega, déjeme ir porque estoy trabajando de manera encubierta.

—OK, muéstreme su identificación para ver a qué corporación pertenece.

Wallraff tuvo que decir la verdad porque, de lo contrario, podían encerrarlo en la cárcel y su reportaje se iría al traste.

—Mire: en realidad soy Günter Wallraff y, ya sabe, me infiltro en las empresas para hacer mis investigaciones.

El policía miró con atención el rostro y la facha de su interlocutor. Después de unos instantes espetó:

—Usted no es Wallraff, a ese yo lo conozco.

El periodista se sorprendió pero también se sintió orgulloso de haberse transformado casi de manera perfecta. Tuvo que quitarse la peluca y un lente de contacto. Sólo así el policía se convenció.

—Muy bien, vaya a hacer su trabajo. Y escriba algo bueno sobre la policía.

Re: WALLRAFF, Günter

Nota Mar Mar 24, 2015 9:09 pm
Víctor Núñez Jaime, en "Günter Wallraff, el periodista indeseable (y II)", en El País, el 31 de marzo de 2013, escribió:El método de trabajo de Wallraff es el del camaleón. Ha desarrollado la capacidad de mimetizarse en el ambiente donde realiza su trabajo. Cuando siente la amenaza de ser descubierto, más le vale dominar el miedo y los nervios. Para él, apropiarse de otra identidad es la mejor forma de obtener información de ámbitos comúnmente inaccesibles para los periodistas. De esta manera, ha delineado una de las corrientes del periodismo de investigación: el periodismo encubierto. Y también ha agregado un nuevo vocablo al argot periodístico: wallraffear.

No obstante, la mayoría de los códigos deontológicos reprueban que el periodista no manifieste explícitamente a sus interlocutores su profesión y sus objetivos. “Obtener información mediante el engaño no es ético”. Pero Wallraff en su “Discurso de defensa”, incluido en El periodista indeseable, argumenta: “A fin de cuentas, el que vive y siente algo en su propia carne saca unas conclusiones mucho más rápidas y mucho más decisivas que si solamente ha escuchado o leído algunas informaciones a este respecto.”

—¿Cuál es su límite?

—Nunca entraría en la vida íntima de las personas. Siempre la he respetado. Eso es por ética. Siempre he hecho cosas riesgosas. Hay que calcular muy bien, planificar.

Después de los dos años en los que Günter Wallraff fue el turco Alí, el periodista regresó a su casa para encontrarse con su esposa y sus hijas. Pero su esposa le tenía una sorpresa: quería el divorcio. Le dijo que no soportaba sus ausencias y que si para él era más importante su trabajo, se quedara con su trabajo. Que ella (ironías del destino), había conocido un verdadero turco con el que quería casarse.

Haber trabajado en condiciones infrahumanas también le dejó secuelas serias en su salud. Durante un tiempo su columna vertebral dañada lo postró en una silla de ruedas porque le era casi imposible caminar. Gracias a una operación pudo recuperarse y últimamente es capaz de correr varios kilómetros. “Quisiera resistir tanto como los tarahumaras de México. He leído que corren demasiado”, comenta.

Otro de los obstáculos que Wallraff ha tenido que enfrentar en su carrera han sido los procesos judiciales en su contra. El primero fue en 1969 por “usurpación de funciones”. Antes de que lo absolvieran, se defendió: “El método que he elegido era muy poco ilegal en relación a los subterfugios y las maniobras ilegales que de este modo he revelado.” Lo demandó también el consorcio Springer, dueño del periódico Bild, cuando publicó Primera Plana. El hombre que fue Hans Esser en Bild, con el fin de que prohibieran el libro. Algunas de las empresas en las que trabajó como Alí también lo llevaron a los tribunales. En 2003, lo acusaron de ser un espía al servicio de la Stasi durante la Guerra Fría. Pero nadie pudo demostrarlo. “Al contrario, yo fui víctima de la Stasi: me espiaron sistemáticamente”, sostiene. Si no fuera por las excelentes ventas de sus libros, Wallraff no habría podido superar todos estos juicios.

A principios de los años noventa, Günter Wallraff refugió en su casa de Colonia, Alemania, a uno de los hombres más buscados del mundo: el escritor indo-británico Salman Rushdie, autor de Los versos satánicos, a quien, en 1989, Jomeini, el dirigente religioso de Irán, le emitió una fatua por considerar que era una obra contra el Islam. Durante días enteros, rodeados por los agentes de Scotland Yard, intentaban hacer a un lado el miedo para charlar, tomar una cerveza o jugar ping-pong. En 1994, Wallraff recolectó firmas para boicotear a Lufthansa, aerolínea que se negaba a transportar a Salman Rushdie “por cuestiones de seguridad”. Ante la presión, la empresa terminó por ceder.

—¿Cuál es su consejo para los jóvenes que se inician en el periodismo?

—Que aprendan otra profesión paralela. No basta con las nociones periodísticas. Busquen un tema para capacitarse. Lo de hoy es la especialización. Deben mantener contacto con los más vulnerables y marginales. Hay muchos periodistas que no se acercan a ellos. Conózcanlos. Salgan a la calle.

—Hace años dijo que se disfrazaba porque en Alemania la libertad de información era muy limitada. Hoy sigue cambiando de identidad. ¿La situación sigue igual en Alemania?

—En Alemania hay una buena libertad y pluralidad. Pero lo que ha aumentado es la propaganda en los medios masivos. Más propaganda y menos periodismo. Tiene que ver con la situación de los migrantes y su la integración, la educación y la pobreza en Alemania. Hoy hay poca gente con muchos recursos y un gran sector de la población que está más pobre. Una buena parte de la famosa clase media alemana corre el riesgo de caer en la pobreza.

—En Alemania y en la Unión Europea en general, cada vez se endurecen más las medidas contra los migrantes...

—Ocurre lo siguiente: Alemania tiene un problema demográfico porque tenemos una población mayoritariamente vieja. A largo plazo, estas políticas contra los migrantes van a ser contraproducentes porque necesitamos gente. No podemos cerrarnos. Necesitamos políticas de integración. Si la sociedad no se renueva, está condenada a la muerte.

Wallraff sólo sabe decir dos cosas en español: gracias y hasta luego. Y después de mirar el reloj se impacienta por pronunciarlas.


Volver a Biblioteca

Antes de empezar, un par de cosas:

Puedes usar las redes sociales para enterarte de las novedades o ayudarnos a difundir lo que encuentres.
Si ahora no te apetece, puedes hacerlo cuando quieras con los botones de arriba.

Facebook Twitter
Telegram YouTube

Sí, usamos cookies. Puedes ver para qué las usamos y cómo quitarlas o simplemente puedes aceptarlo.