Marcelo Percia, en una entrevista con el programa "La Mar en Coche" de la que transcribo y extracto lo que me interesa, publicada el 8 de mayo de 2019, escribió:1. La subjetividad como sujeción.«Quizá subjetividad es un eufemismo de "sujeción". [...] Descarnadamente, es un poco así: vivimos en estados de sujeción. Y la pregunta es: ¿cómo vivimos en ese estado, qué podemos en ese estado? [...] Eso que pensamos como nuestros deseos, nuestros anhelos, nuestras vocaciones, son modos secretos de responder a imperativos del habla del capital. Una de las cosas que más me cuesta decir es que tal vez la vida consiste en elegir la forma de sujeción que menos daño nos haga. [...]
Una vez que piensas los estados de sujeción, empiezan a caer muchos enlaces automáticos. Uno es la idea de tener una vida, esa idea de que podemos decidir sobre la vida, que "tenemos" un cuerpo [en el sentido fuerte de propiedad]. Cuando te enfermas te das cuenta de que no lo "tienes", que el cuerpo acontece, con una rareza, con una dolencia, como un inconveniente. O cuando hacemos el amor: ese fluir de las caricias, de los contactos..., es muy difícil ahí saber de quién es el cuerpo, si planteas el problema de la propiedad; es un momento extraordinario cuando ocurre ese olvido de sí, de la ficción de sí, de las fronteras. [...] Como me parece que esta idea puede provocar cierto entusiasmo, también digo que puede ser un momento horroroso: ese sin fronteras es insoportable, porque es una sensibilidad plena que no es tanto que habite las intensidades de ese cuerpo, sino las intensidades que pasan por las corporeidades de la civilización. A veces el deseo aterra.
El deseo nunca se presenta como deseo simplificado; aparece asociado a la excitación, al impulso, al miedo, a la curiosidad. Va construyendo una constelación. El deseo es una especie de galaxia. Por momentos aterra, por momentos acaricia, por momentos demanda, por momentos empuja no se sabe dónde, por momentos es irrefrenable, por momentos da curiosidad, miedo... Permite aprender, permite conocer. Depende de cómo se conjugue. Encima, por si eso fuera poco, esa galaxia se conjuga con otras galaxias deseantes».
2. Qué significa "no es no". La imposibilidad del sentimiento unívoco.«La teoría del consentimiento... Para discutir la cuestión de los abusos, las violencias de género... Si las relaciones son consentidas o no consentidas. ¡Pero eso también es un equívoco, y es peligroso! Porque lo que puede ser consentimiento en un momento, un sí, puede ser también en el mismo proceso un "no sé", un "me da miedo", "mejor no". Entonces, el consentimiento es provisorio, es efímero, y así es el #deseo. Por eso en cada momento hay que volver a interrogar, no dejar de interrogar nunca el curso del deseo.
[El "no es no"] Me parece equívoco porque es una simplificación del sentimiento hablar del deseo o del consentimiento. Los sentimientos son torbellinos, no vienen de uno en uno. No es que sientes que tienes ganas: sientes que tienes ganas, tienes curiosidad, tienes miedo, tienes sospecha, tienes confianza... Los sentimientos son un conjunto. Entonces, no se puede fotografiar un sentimiento. Y el consentimiento supone un sentimiento que quedó fijado: "tú me dijiste que sí, pero ahora no". Esto surgió al discutir en la facultad el "no es no". ¡Y el "sí" puede ser "no" también! No alcanza con esas afirmaciones».
3. Cómo hacemos para estar juntos. Para qué estar juntos. ¿Se puede reparar un daño?«Nunca se puede reducir claramente qué es lo que alguien está pensando. Ahí está en juego la idea de empatía. Es decir, ponerse en el lugar del otro, sentir lo que el otro siente... para mí es una reducción peligrosa también. Porque me cuentas algo y yo puedo sentir tristeza y te digo: "bueno, qué triste". Y que me respondas: "Sí, sí, es triste, pero más que triste a mí me da bronca". "Entonces... es bronca". "Sí, pero es una bronca de resentimiento". Porque puedes pensar que es bronca dirigida a otro, pero no, puede ser bronca, como dice el tango, "de haber sido tan gil". ¡Entonces es muy difícil! Es como navegar en un lugar lleno de constelaciones y de cambios. Y al rato te dice: "La verdad es que me cansé de escuchar decir que tengo bronca. Lo que yo siento es cansancio". Y termina siendo cansancio. Entonces la vieja creencia en la empatía se transformó en un viaje, en un viaje donde la precaución es siempre no concluir.
Para pensarlo, evitaría entrar con la idea de estar juntos. No sé si nos conviene, porque la idea de estar juntos ya plantea una cercanía, una forma de unidad, una forma de pacto, contrato, fidelidad, lealtad, permanencia... Ya con todo eso me cuesta entrar a la idea de cómo estar juntos. Me abruma. Nos conviene pensar momentos de proximidad que no desalojan la distancia. Proximidad y distancia a la vez. Conservar ese movimiento. Ocurre así: eso que llamamos estar juntos hace imaginar un grupo que se reúne con cierta permanencia. Se imagina un espacio donde hay mucha gente junta, aunque sea virtual; están conectadas, comunicadas. Y esa idea me parece que se agotó para pensar; llegas a lugares muy estereotipados, muy automáticos.
En cambio, la idea de la proximidad y la distancia me gusta. Los grupos de convivencia son donde yo aprendo esas rarezas del estar juntos. Hago un seminario de
Roland Barthes que se llama "Cómo vivir juntos" (muy recomendable ese texto, hace un pasaje por toda la literatura del estar juntos), y en esos espacios del estar juntos encuentras momentos de solidaridad y momentos de traición. Tres muchachos viven juntos. Uno tiene dinero. Los otros dos, no. Entonces uno de los otros dos piensa: "este ni sabe lo que tiene, porque no sabe usar el dinero, lo gasta; se lo sacamos, que nosotros sabemos y culpamos a los asaltos que hay en el barrio". Abusan de él, le hacen daño, le mienten, lo engañan, lo confunden, le dicen: "por ahí te lo gastaste, lo perdiste". Es una crueldad. Alguien que tenía ese dinero en su mochila; que tener dinero, en este mundo, es una forma de afirmarse, del estar vivo. Estar juntos puede ser un espacio de la crueldad. Pero en esa misma constelación, ocurrió que, en otro momento, este muchacho no volvió a la casa (el que fue objeto del robo) y salieron a buscarlo. Porque se preocuparon. Y fueron a los hospitales. Y avisaron en grupos de whatsapp a otros compañeros de otras casas para ver si estaba en alguna de esas casas. Hubo un movimiento solidario, de cercanía, de preocupación.
El mismo espacio que puede dañar y puede tener una actitud de crueldad, en otro momento, ante la posibilidad de que lo estuviera pasando mal, tuvieron esta reacción que yo llamaría de cuidado. Entonces, fíjate, en ese estar juntos hay momentos de proximidad, solidarios, de cuidado, y momentos de crueldad. Esta tensión me parece que es la insoportable: pensar que en un espacio puede haber cuidado y crueldad al mismo tiempo, daño y amor al mismo tiempo.
Me pregunto cómo se pensará en el futuro esto. Porque va a haber un porvenir donde se van a abrir configuraciones del vivir que no son las que nosotros conocemos. Tenemos que pensar eso. No digo que tengamos fe o creamos en eso. No hablo de la esperanza, hablo de tener la sospecha de que puedan haber otras configuraciones. ¿Cómo se instalará la ley de que está mal dañar? No sé. Por ejemplo, en este equipo se plantea eso: está mal dañar. ¿Y el que daña, qué? ¿Se le echa de la casa? ¿Se le manda al hospital de nuevo? ¿Qué penalidad, qué sanción hay? ¿No se le habla por una semana, como hacían las comunidades que estudiaba
Lévi-Strauss, que, al que cometía un mal, la comunidad no le dirigía nunca más la palabra o la mirada, desaparecía socialmente? ¿Qué se hace? ¿Se trabaja en la reparación? ¿Qué es la reparación? ¿Cómo se puede reparar el daño? No sé. Es lo que nos preguntamos. Un sentimiento alojador del dolor es una cosa extraordinaria. Una palabra alojadora del dolor... Pero eso no es la confesión. La confesión es una palabra. No sé cómo pensar estas cosas.
Pero ese es el estar juntos. Un movimiento de cercanías que a veces se hacen mal. Esto es lo que nos preocupa. Porque, si no, no estaríamos hablando de esto. Si el estar cerca siempre fuese benéfico, placentero, alegre, festivo... Las fiestas: se está bailando, se está bebiendo, se está hablando, se está acariciando y, de pronto, alguien mira mal y...».