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PERCIA, Marcelo

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PERCIA, Marcelo

Nota Dom Ago 29, 2021 11:55 am
Marcelo Percia


(wikipedia | dialnet | twitter)


Introducción

En Wikipedia se escribió:Psicólogo, ensayista, docente universitario, psicoanalista. Profesor regular de la facultad de psicología de la Universidad de Buenos Aires.​ Invitado en otras universidades nacionales y extranjeras. Investiga tratamientos de las psicosis fuera de los manicomios. Participó de la publicación Lo Grupal (1983-1993). Forma parte del comité de redacción de la revista Pensamiento de los Confines.​ Editor de la revista Adynata.





Bibliografía compilada (fuente)





Ensayo





Artículos



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Re: PERCIA, Marcelo

Nota Dom Ago 29, 2021 1:12 pm
Marcelo Percia, en una entrevista con el programa "La Mar en Coche" de la que transcribo y extracto lo que me interesa, publicada el 8 de mayo de 2019, escribió:1. La subjetividad como sujeción.

«Quizá subjetividad es un eufemismo de "sujeción". [...] Descarnadamente, es un poco así: vivimos en estados de sujeción. Y la pregunta es: ¿cómo vivimos en ese estado, qué podemos en ese estado? [...] Eso que pensamos como nuestros deseos, nuestros anhelos, nuestras vocaciones, son modos secretos de responder a imperativos del habla del capital. Una de las cosas que más me cuesta decir es que tal vez la vida consiste en elegir la forma de sujeción que menos daño nos haga. [...]

Una vez que piensas los estados de sujeción, empiezan a caer muchos enlaces automáticos. Uno es la idea de tener una vida, esa idea de que podemos decidir sobre la vida, que "tenemos" un cuerpo [en el sentido fuerte de propiedad]. Cuando te enfermas te das cuenta de que no lo "tienes", que el cuerpo acontece, con una rareza, con una dolencia, como un inconveniente. O cuando hacemos el amor: ese fluir de las caricias, de los contactos..., es muy difícil ahí saber de quién es el cuerpo, si planteas el problema de la propiedad; es un momento extraordinario cuando ocurre ese olvido de sí, de la ficción de sí, de las fronteras. [...] Como me parece que esta idea puede provocar cierto entusiasmo, también digo que puede ser un momento horroroso: ese sin fronteras es insoportable, porque es una sensibilidad plena que no es tanto que habite las intensidades de ese cuerpo, sino las intensidades que pasan por las corporeidades de la civilización. A veces el deseo aterra.

El deseo nunca se presenta como deseo simplificado; aparece asociado a la excitación, al impulso, al miedo, a la curiosidad. Va construyendo una constelación. El deseo es una especie de galaxia. Por momentos aterra, por momentos acaricia, por momentos demanda, por momentos empuja no se sabe dónde, por momentos es irrefrenable, por momentos da curiosidad, miedo... Permite aprender, permite conocer. Depende de cómo se conjugue. Encima, por si eso fuera poco, esa galaxia se conjuga con otras galaxias deseantes».


2. Qué significa "no es no". La imposibilidad del sentimiento unívoco.

«La teoría del consentimiento... Para discutir la cuestión de los abusos, las violencias de género... Si las relaciones son consentidas o no consentidas. ¡Pero eso también es un equívoco, y es peligroso! Porque lo que puede ser consentimiento en un momento, un sí, puede ser también en el mismo proceso un "no sé", un "me da miedo", "mejor no". Entonces, el consentimiento es provisorio, es efímero, y así es el #deseo. Por eso en cada momento hay que volver a interrogar, no dejar de interrogar nunca el curso del deseo.

[El "no es no"] Me parece equívoco porque es una simplificación del sentimiento hablar del deseo o del consentimiento. Los sentimientos son torbellinos, no vienen de uno en uno. No es que sientes que tienes ganas: sientes que tienes ganas, tienes curiosidad, tienes miedo, tienes sospecha, tienes confianza... Los sentimientos son un conjunto. Entonces, no se puede fotografiar un sentimiento. Y el consentimiento supone un sentimiento que quedó fijado: "tú me dijiste que sí, pero ahora no". Esto surgió al discutir en la facultad el "no es no". ¡Y el "sí" puede ser "no" también! No alcanza con esas afirmaciones».


3. Cómo hacemos para estar juntos. Para qué estar juntos. ¿Se puede reparar un daño?

«Nunca se puede reducir claramente qué es lo que alguien está pensando. Ahí está en juego la idea de empatía. Es decir, ponerse en el lugar del otro, sentir lo que el otro siente... para mí es una reducción peligrosa también. Porque me cuentas algo y yo puedo sentir tristeza y te digo: "bueno, qué triste". Y que me respondas: "Sí, sí, es triste, pero más que triste a mí me da bronca". "Entonces... es bronca". "Sí, pero es una bronca de resentimiento". Porque puedes pensar que es bronca dirigida a otro, pero no, puede ser bronca, como dice el tango, "de haber sido tan gil". ¡Entonces es muy difícil! Es como navegar en un lugar lleno de constelaciones y de cambios. Y al rato te dice: "La verdad es que me cansé de escuchar decir que tengo bronca. Lo que yo siento es cansancio". Y termina siendo cansancio. Entonces la vieja creencia en la empatía se transformó en un viaje, en un viaje donde la precaución es siempre no concluir.

Para pensarlo, evitaría entrar con la idea de estar juntos. No sé si nos conviene, porque la idea de estar juntos ya plantea una cercanía, una forma de unidad, una forma de pacto, contrato, fidelidad, lealtad, permanencia... Ya con todo eso me cuesta entrar a la idea de cómo estar juntos. Me abruma. Nos conviene pensar momentos de proximidad que no desalojan la distancia. Proximidad y distancia a la vez. Conservar ese movimiento. Ocurre así: eso que llamamos estar juntos hace imaginar un grupo que se reúne con cierta permanencia. Se imagina un espacio donde hay mucha gente junta, aunque sea virtual; están conectadas, comunicadas. Y esa idea me parece que se agotó para pensar; llegas a lugares muy estereotipados, muy automáticos.

En cambio, la idea de la proximidad y la distancia me gusta. Los grupos de convivencia son donde yo aprendo esas rarezas del estar juntos. Hago un seminario de Roland Barthes que se llama "Cómo vivir juntos" (muy recomendable ese texto, hace un pasaje por toda la literatura del estar juntos), y en esos espacios del estar juntos encuentras momentos de solidaridad y momentos de traición. Tres muchachos viven juntos. Uno tiene dinero. Los otros dos, no. Entonces uno de los otros dos piensa: "este ni sabe lo que tiene, porque no sabe usar el dinero, lo gasta; se lo sacamos, que nosotros sabemos y culpamos a los asaltos que hay en el barrio". Abusan de él, le hacen daño, le mienten, lo engañan, lo confunden, le dicen: "por ahí te lo gastaste, lo perdiste". Es una crueldad. Alguien que tenía ese dinero en su mochila; que tener dinero, en este mundo, es una forma de afirmarse, del estar vivo. Estar juntos puede ser un espacio de la crueldad. Pero en esa misma constelación, ocurrió que, en otro momento, este muchacho no volvió a la casa (el que fue objeto del robo) y salieron a buscarlo. Porque se preocuparon. Y fueron a los hospitales. Y avisaron en grupos de whatsapp a otros compañeros de otras casas para ver si estaba en alguna de esas casas. Hubo un movimiento solidario, de cercanía, de preocupación.

El mismo espacio que puede dañar y puede tener una actitud de crueldad, en otro momento, ante la posibilidad de que lo estuviera pasando mal, tuvieron esta reacción que yo llamaría de cuidado. Entonces, fíjate, en ese estar juntos hay momentos de proximidad, solidarios, de cuidado, y momentos de crueldad. Esta tensión me parece que es la insoportable: pensar que en un espacio puede haber cuidado y crueldad al mismo tiempo, daño y amor al mismo tiempo.

Me pregunto cómo se pensará en el futuro esto. Porque va a haber un porvenir donde se van a abrir configuraciones del vivir que no son las que nosotros conocemos. Tenemos que pensar eso. No digo que tengamos fe o creamos en eso. No hablo de la esperanza, hablo de tener la sospecha de que puedan haber otras configuraciones. ¿Cómo se instalará la ley de que está mal dañar? No sé. Por ejemplo, en este equipo se plantea eso: está mal dañar. ¿Y el que daña, qué? ¿Se le echa de la casa? ¿Se le manda al hospital de nuevo? ¿Qué penalidad, qué sanción hay? ¿No se le habla por una semana, como hacían las comunidades que estudiaba Lévi-Strauss, que, al que cometía un mal, la comunidad no le dirigía nunca más la palabra o la mirada, desaparecía socialmente? ¿Qué se hace? ¿Se trabaja en la reparación? ¿Qué es la reparación? ¿Cómo se puede reparar el daño? No sé. Es lo que nos preguntamos. Un sentimiento alojador del dolor es una cosa extraordinaria. Una palabra alojadora del dolor... Pero eso no es la confesión. La confesión es una palabra. No sé cómo pensar estas cosas.

Pero ese es el estar juntos. Un movimiento de cercanías que a veces se hacen mal. Esto es lo que nos preocupa. Porque, si no, no estaríamos hablando de esto. Si el estar cerca siempre fuese benéfico, placentero, alegre, festivo... Las fiestas: se está bailando, se está bebiendo, se está hablando, se está acariciando y, de pronto, alguien mira mal y...».

Re: PERCIA, Marcelo

Nota Dom Ago 29, 2021 1:44 pm
En entrevista con Marcelo Percia, con el título «No es lo mismo decir encierro que refugio y repliegue», en Diario Z, se escribió:Marcelo Percia (Buenos Aires, 1954), es ensayista, psicoanalista y docente en la cátedra de Teoría y Técnica de Grupos en la Facultad de Psicología (UBA). Desde los comienzos de la cuarentena, Percia difunde sus reflexiones sobre esta situación inédita que atraviesan el mundo. La incertidumbre, el miedo, la angustia, la esperanza, la relación Estado-mercado, el sentido común y la normalidad, son algunos de los conceptos que repasa en esta entrevista con Diario Z.


Diario Z: ¿Qué fue lo que más lo movilizó desde que estalló la crisis por el coronavirus?

Marcelo Percia: Una de las cosas más conmovedoras desde el punto de vista de la civilización es que la muerte no pueda ser acompañada. Siempre morimos en soledad, pero la entrada a la muerte deseamos que sea acompañada, con un abrazo, una mirada, con alguien que te sostenga la mano en esos últimos momentos. Una cosa que está pasando con este virus es que la muerte no es acompañada. Lo mismo con el duelo. Es una de las cosas más dolorosas, uno de los mayores horrores. Y después tenemos la vida sin el abrazo, sin la compañía, que nos pone a la vista una proposición que no teníamos presente: una vida así no tiene sentido de ser vivida. Estas dos cosas son las que más impactan. En el común vivir, el problema de la muerte y la cercanía son cuestiones cruciales, aunque no se hable de ellas. En estas circunstancias se ha precipitado todo. En la historia de la literatura castellana, una de las expresiones que más queremos, que presenta esa resistencia a la soledad de la muerte, está en los sonetos de Quevedo: “Polvo serán, mas polvo enamorado”. No conozco otro verso con tanta potencia: nos volveremos polvo o ceniza, pero la idea de polvo enamorado es la última hazaña ante la muerte. La muerte, en este contexto, impide esa hazaña.


Diario Z: ¿Cuáles son los efectos inmediatos en la psicología colectiva?

Marcelo Percia: La circunstancia actual es un gran lente de aumento, las emocionalidades de la vida en común se agrandan. La pregunta que me hacés es la pregunta de la incertidumbre. No tenemos una respuesta cierta, ni sabemos cuándo termina esto. No la tienen los sanitaristas, ni nadie. Eso es la incertidumbre. Y ante la incertidumbre apenas alcanza lo que se llama esperanza. La esperanza es lo único que se puede ofrecer, la esperanza sabe que espera. La pregunta es ¿qué espera la esperanza? Hay muchas esperanzas que esperan volver a lo que llamaban normalidad. Hay una discusión sobre esto. Asistimos a un momento extraordinario en el que globalmente se está discutiendo qué significa volver a la normalidad. La primera afectividad que se aumenta en cuarentena, entonces, es la incertidumbre. Equivocadamente se quiere hablar de que estamos frente a un enemigo invisible, y esto plantea una idea de defensa muy difícil: ¿cómo nos defendemos de algo que es invisible? Las paranoias necesitan identificar al enemigo. ¿Toco o no toco? ¿Dónde está la carga viral? Y la depresión es adscribir a algo perdido. Acá está más en juego la incertidumbre que la depresión. No sabemos si vamos a perder o no, no conocemos la magnitud del cambio. La incertidumbre es lo más cercano que conocemos a la angustia. Hablan una misma lengua que es intraducible. Cuando estás angustiado te cuesta describir qué te está pasando, no es ansiedad, no es tristeza. Estamos ante una situación intraducible. Y no necesariamente hay que pensarlo de manera negativa. Simplemente sucede que ante lo intraducible entramos en perplejidad porque ésta es una sociedad que todo el tiempo traduce todo, da certidumbre, ofrece formas de seguridad. En este contexto no hay seguridad, no hay certidumbre que valga. El intraducible abre una franja que no teníamos esperada: se abre la franja de lo posible. Todo puede ser posible, para bien o para mal.


Diario Z: ¿La esperanza es que se abran posibilidades para estar mejor?

Marcelo Percia: No, la esperanza sólo espera el bien. Y sabe lo que espera. La esperanza proyecta en el porvenir aquello que quisiera que ocurra. En cambio, en la incertidumbre hablamos de una espera que no sabe qué va a venir. Y como no se sabe lo que va a venir, se abre lo posible. Pocas veces en la vida y en la historia se ha presentado la posibilidad de imaginar lo inimaginable, de pensar lo posible, de estar en la espera de un porvenir que todavía no está cerrado. Si la civilización aprovecha este momento, sería extraordinario.


Diario Z: La incertidumbre no es algo no nuevo para el ser humano, la novedad es que es una incertidumbre global.

Marcelo Percia: El hecho de que sea planetaria… no ha ocurrido nunca algo así. Nosotros conocemos la palabra “incertidumbre” y la usamos cotidianamente, pero son incertidumbres provisorias para las que el sistema tiene preparadas un montón de respuestas. Hoy las empresas de seguros… ¿qué seguro pueden venderte en estas circunstancias? Lo que yo llamo “hablas del capital” también están en perplejidad, no tienen respuesta. Las respuestas se las han dejado a los sanitaristas.


Diario Z: ¿Qué herramientas tenemos para afrontar este momento de incertidumbre? ¿Dónde encontramos el consuelo?

Marcelo Percia: Tal vez buscar un consuelo no nos conviene. Tampoco nos conviene quedar infectados del temor en caer en la incertidumbre. Tampoco nos convienen algunos discursos del miedo, del tremendismo. No nos conviene el consuelo porque siempre reconforta, inclinado a la aceptación de lo que pasa. No nos conviene tomar a mal el caer en la incertidumbre, porque se abre una posibilidad y este mundo necesitaba pasar por esto porque parecía todo definido. Y no nos convienen las versiones del miedo, con su gramática del pánico, porque están inclinadas a vivir la angustia como algo negativo.


Diario Z: Esa es la lógica mediática.

Marcelo Percia: Claro. La lógica mediática y del habla del capital no pueden pensar en la angustia. Confunden la angustia con depresión y pánico, la tratan de medicar. Pero la angustia no se puede medicar. Es un momento para reafirmar el derecho a la angustia, pero no como algo negativo. Los noticieros confunden sensibilidad con tremendismo, que es una forma de negación de la angustia. Porque la angustia incuba rabia, un común dolor. Y esa rabia se vuelve peligrosa para el sistema, incluso en el estado de confinamiento. Yo creo que tenemos que discutir el lenguaje con el que definimos lo que nos está pasando, no temer a la incertidumbre, a la perplejidad, despejar a la angustia del miedo y liberarla, resistir al tremendismo, inventar formas de cercanía. Y discutir las palabras que usa el sanitarismo, entrar en el debate. Se ha discutido mucho la gramática bélica que se usa para el momento. No es lo mismo decir encierro que refugio, reclusión y repliegue, y sobre todo no es lo mismo decir Estado protector y Estado que cuida a Estado represor. Hay bordes.


Diario Z: Usted propone discutir la interpretación de lo que está sucediendo.

Marcelo Percia: Ciertos sectores han usado la palabra Comunismo para asustar, pero acertaron en otro sentido. Lo que vive la Argentina y el resto del mundo, lo que está tensionando las relaciones planetarias es la relación Estado-Mercado, como nunca antes en los últimos 50 o 60 años. En este momento, queda claro que es preferible confiar en el Estado y no en el mercado. Esto era inimaginable hace seis meses. Es preferible confiar en una autoridad pública, responsable, que en los poderes crueles del mercado, que además son suicidas. La lucha por el mercado de los barbijos, de las vacunas, todo eso es suicida. Esto no pasa por una valoración del Estado, sino por la puesta en cuestión de lo que se llama mercado, los poderes privados. Pero recordemos que la preferencia es una condición débil de la elección. Uno opta por la preferencia cuando puede elegir entre alternativas dadas y cuando no hay tiempo. Por eso digo que acertaron con la palabra Comunismo, donde aparece cristalizado la idea de lo común. Tenemos que rescatar la idea de lo común porque hoy está enlazada con esa expresión terrible: el sentido común, el sentido de las mayorías normalizadas. El sentido común busca el consuelo del “ya vamos a volver a la normalidad”.


Diario Z: ¿Qué sería esa normalidad?

Marcelo Percia: Es lo que el capital instaló como afectividad de las mayorías, es unificante, es para todos igual. La normalidad es lo más parecido a una fosa común. El sentido común es horroroso. Por eso hay que recuperar la idea de lo común, del común cuidar, del común proteger, del común sentir, del común escuchar, esa resonancia de lo común es lo que les hace temer algo que creían sepultado. Es la idea de un común vivir, algo que alguna vez se llamó comunismo.


Diario Z: Pensando en el día después, ¿se abre la posibilidad de discutir esto?

Marcelo Percia: A mí me gustaría. Unos meses atrás era impensable hablar de esto. Puede ser que gane el sentido común y que se imponga esa normalidad, que todo se siga viendo como antes. Pero también puede pasar que durante este apagón de la normalidad hayamos visto cosas que no vamos a olvidar. Que no podamos olvidar que hay una destrucción del hábitat que no puede seguir, que no olvidemos que los sistema inmunológicos no son individuales, que necesitamos un equilibrio de todos los ecosistemas.


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