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ZAFRA, Remedios

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ZAFRA, Remedios

Nota Mar Jul 06, 2021 1:49 pm


Introducción

En su página web se escribió:(Zuheros, Córdoba, 1973). Escritora y ensayista española. Científica Titular en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Ha sido profesora de arte, estudios de género y cultura digital en la Universidad de Sevilla, profesora tutora de antropología social en la Universidad Nacional de Educación a Distancia y profesora invitada en postgrados y seminarios sobre cultura, arte y tecnología. Orienta su trabajo reflexivo y de investigación al estudio crítico de la cultura contemporánea, el feminismo, la creación y las políticas de la identidad en las redes.

Su obra ensayística ha obtenido, entre otros, el Premio ANAGRAMA de Ensayo 2017 por El Entusiasmo, Premio Estado Critico al mejor ensayo publicado en 2017, Premio de las Letras El Público 2013, Premio Málaga de Ensayo 2013 por "(h)adas”, Premio de Ensayo Caja Madrid 2004 por "Netianas", Premio Nacional de Ensayo Carmen de Burgos 2000 por "Las cartas rotas"; Premio de Investigación de la Cátedra Leonor de Guzmán 2001 por "Habitar en (punto) net"; Mención de honor en el Premio Escritos sobre Arte 2009 y Premio de Comunicación de la Associació de Dones Periodistes de Catalunya 2010.

También su obra literaria, estrechamente relacionada con la ensayística y abiertamente comprometida con la igualdad y la crítica social, ha obtenido reconocimientos como el Premio Literario Internacional "Mujeres del Medio Rural y Pesquero" del Gobierno de España en 2006 por el libro "Lo mejor (no) es que te vayas". En 2005 logró el tercer Premio de Poesía Antonia Pérez Alegre y en 2014 su obra "Despacio" fue preseleccionada para partitipar en el Festival de Primera Novela de Chambéry (Francia).

En 2014 su trayectoria fue reconocida con el Premio Meridiana de Cultura del Instituto Andaluz de la Mujer.

Desde 2001 Remedios Zafra participa como conferenciante en diversos foros dedicados al pensamiento crítico y la cultura digital. De dicha actividad cabe destacar una las primeras conferencias sobre ciberfeminismo en España (Museo Reina Sofía de Madrid MNCARS, marzo de 2001) y otras significativas en congresos y seminarios sobre Internet, feminismo y cultura contemporánea como las publicadas en esta web. Entre las accesibles online: conferencia sobre "un cuarto propio conectado" en el Ciclo Mujeres, Libros y Feminismo de la Biblioteca Nacional de España en 2014, y conferencia "Cuerpo, deseo y (ciber)espacio" en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona en 2017.

Actualmente es asesora científica e investigadora del proyecto Videografías. La cultura entre las cámaras, proyecto de AECID en colaboración con la Academia de España en Roma, la Red de Centros Culturales de España en el exterior, y el CSIC (2020-2022).

Entre 2009 y 2015 ha dirigido X0y1 (Equisceroyuno), plataforma para la investigación y la práctica artística sobre identidad y cultura de redes, creada en colaboración con el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Ha sido Investigadora Principal del Proyecto I+D+I del plan nacional del Ministerio de Ciencia e Innovación “Género y ciberespacio desde el arte y la representación visual” (2009-2011), del I Seminario Internacional X0y1 sobre Arte e Industria Digital 2014 y del I Encuentro Internacional X0y1 sobre Género y Ciberespacio 2009, estos últimos con la colaboración del CAAC.

Ha sido coordinadora de Adas. Laboratorio de experimentación y reflexión sobre género y tecnología en la Fundación Telefónica de Madrid (2016) y Her techno hobby. Her techno job, proyecto de innovación e investigación sobre género, imaginarios e ingeniería en colaboración con Deusto Institute of Technology, DeustoTech de Bilbao y Conexiones Improbables (2011-2012)

Ha sido asesora científica y relatora del grupo de trabajo "Arte, Ciencia y Tecnología" de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT, 2005-2006), grupo responsable del libro verde y del libro blanco sobre la intersección Arte-Ciencia-Tecnología en el Estado Español. Entre 2002 y 2005 colaboró como asesora en el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa del Ministerio de Educación (CNICE, MEC), coordinando la sección "Arte" de la revista Red Digital y la revista Mujer y cultura visual. Ha sido directora de comunicación de w3art ::servicios online para la comunidad artística::, directora de comunicación de la revista Acción Paralela, colaboradora de Aleph, Artszin, asesora de diversos proyectos académicos, políticos y sociales sobre género y cultura digital, así como miembro de redes universitarias y comités científicos de revistas sobre pensamiento crítico y cultura contemporánea. Entre 1993 y 1996, como delegada de estudiantes, formó parte activa de la Junta de Gobierno, del Claustro universitario y de diversas comisiones dependientes de los órganos de gobierno de la Universidad de Sevilla; en 1995 fue miembro del equipo de co-gestión del Servicio de Promoción Cultural de esta universidad.

Desde el año 1999 Zafra ha sido profesora invitada en varias universidades e instituciones dentro y fuera de España (México, Colombia, Chile, Argentina, Marruecos, USA, entre otros). En España ha sido responsable de programas y contenidos en estudios de postgrado y máster relacionados con estudios culturales y visuales, teorías del género, arte y tecnologí, entre ellos:"Teoría Feminista" en el Máster de Estudios de Género de la UDLL, "Políticas de la Mirada" y "Retórica de la Imagen" en el Máster en Teoría y Crítica de la Cultura de la Universidad Carlos III de Madrid; y

Durante casi una década (2003-2012) ha sido responsable del curso “Net.art y ciberfeminismo” en el Programa de Doctorado Artes Visuales y Educación de la Universidad de Sevilla, la Universidad de Granada y la Universidad de Barcelona. También en la Universidad deSevilla ha impartido docencia en la asignatura “Género y representación" en el Máster en Estudios de Género y en "Literatura Cibernética" del Máster en Escritura Creativa.

Vinculados con su trabajo docente en esta universidad ha dirigido dos proyectos de innovación sobre cultura visual y estudios de género, uno de los cuales recibió una Mención de Honor en los Premios Irene del Ministerio de Educación en 2006. Durante varios años ha formado parte del Programa de Doctorado en Comunicación de la Universidad de Sevilla, en la línea "Comunicación, Literatura, Ética y Estética".

Desde finales de los noventa ha dirigido y comisariado destacados proyectos culturales, como la exposición "Violencia sin Cuerpos" dentro del proyecto interdisciplinar "Cárcel de Amor" del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) (2005-2006). En 2003 comisarió una de las primeras exposiciones internacionales de net.art sobre ciberfeminismo, con el título Habitar en (punto)net (espai > f, Mataró, Barcelona, España). Ha sido directora del seminario “net.art (exergo)”, Mundos Digitales (A Coruña, 2004), del curso “Ser/Estar en Internet. Dinámicas del sujeto conectado” (UAM, 2009), y coordinadora de varios seminarios sobre arte y creatividad.

Ha sido miembro del Patronato de ETOPIA (Centro de Arte y Tecnología) de la Fundación Zaragoza Ciudad de Conocimiento.

Desde septiembre de 2018 es miembro del Patronato de la Real Academia de España en Roma.





Bibliografía compilada (fuente | fuente)





Ensayo





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Re: ZAFRA, Remedios

Nota Mar Jul 06, 2021 1:59 pm
Clara Felis, en entrevista con Remedios Zafra con el títulto «La mirada de clase hay que ponerla en el control del tiempo», en La Vanguardia, el 10 de mayo de 2021, escribió:El desasosiego puede ser un acto revolucionario y el primer paso para forjar una conciencia colectiva. La vocación punzante que reivindica el dolor íntimo y lo convierte en un asunto público desde la solidaridad, el feminismo, la autogestión del tiempo y el cuidado mutuo.

Esos son algunos de los principios éticos que Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973) reclama despacio y con mejor letra en Frágiles. Cartas sobre la ansiedad y la esperanza en la nueva cultura (Anagrama, 2021), un ensayo epistolar donde la escritora da voz a esa mayoría silenciosa aquejada por la precariedad laboral y la autoexplotación que exige el actual modelo capitalista en el que vida y trabajo forman un todo.

Un juego de espejos y realidades aisladas que la autora abordará este martes en el Museo de Bellas Artes de Castelló dentro del ciclo ‘Intercanvis. Club de cultura’ organizado por el Institut Valencià de Cultura (IVC).

En esta pausa autoimpuesta de tres años (inicio de la primera conversación telefónica que le lleva a escribir el libro), la también científica titular del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas prosigue y extiende los temas generacionales de El entusiasmo (Premio Anagrama de Ensayo 2017 y Premio Estado Crítico al Mejor Ensayo 2017) hasta nuestros días.

Una búsqueda vital y sosegada sobre esa esperanza activa que ha quedado anulada por la expectativa del éxito, la segmentación del trabajo cultural, la vocación no reconocida y gratuita del creador independiente, la automatización y repetición de los procesos creativos y la hiperproductividad tecnológica (acumular y aparentar según marque el algoritmo). “Las sábanas”, como diría Zafra, de las que hay que desprenderse para ser autónomos y libres. Para pensarnos comúnmente desde la fragilidad igualitaria. Ahí se encuentra la emancipación humana.


Pregunta: ¿Cuántas voces anónimas surgidas de El Entusiasmo ha hecho suyas en Frágiles?

Respuesta: Me ocurrió algo muy singular porque vi que a mi correo llegaban muchos mensajes de personas que utilizaban el libro como vórtice y todas esas voces me interpelaron y me hicieron herida. Para mí fue algo desconcertante, pues mi herramienta es la escritura y no represento a nadie, aunque creí que más allá de responder a esos mensajes debía ayudar a que se vieran entre ellos.

Mi intención era favorecer una parada que permitiese identificar esa suma de individualidades, que a su vez hablaba de un colectivo. Es entonces cuando pasamos de la intimidad escondida a la intimidad compartida y la cosa se hace política. De ahí surgen las cartas.


P: En cierta manera no solo reivindica esa intimidad compartida, sino la pausa necesaria para asumirla.

R: El ejercicio de freno genera malestar, pero es el único que permite reflexionar sobre ello e iniciar un debate colectivo. Las cartas profundizan y dan espacio a esa intimidad hecha de contradicciones con un tiempo de autonarración donde el otro expone y conoce lo que le duele. En este caso es entre aquellos iguales que sufren los problemas derivados de la cultura contemporánea como la ansiedad, la hiperproductividad y esa sensación de no ser dueños del tiempo.


P: ¿La gestión del tiempo se ha convertido en una cuestión de clase?

R: Fíjate, creo que si hasta hace poco pensábamos que el acceso o no a la tecnología mostraba una desigualdad social, hoy no es tanto el acceso, sino la posibilidad de gestionar los tiempos frente a la tecnología. Así que la mirada de clase hay que ponerla en el control del tiempo para hablar de libertad, autonomía y emancipación.


P: Es decir, ¿cuántos menos recursos se tengan mayor es la dependencia tecnológica?

R: Si nos fijamos en quienes pasan más tiempo frente a las pantallas vemos que en las familias con menos recursos los niños dedican más horas a ellas. Y esto acontece en un momento en que los propios gurús de la tecnología llevan a sus hijos a escuelas donde no se permite acceso a la tecnología y la creatividad se incentiva a su margen.


P: Una tecnología que a su vez también ha acelerado las dinámicas laborales y los procesos creativos en esa cultura-red donde lo importante no es hacer o saber, sino producir constantemente y acumular contenidos, aunque no haya tiempo material para consumirlos.

R: La lógica propia de la cultura-red nos convierte a todos en productores y recolectores en un sistema que se apoya en audiencias y algoritmos. Las vidas se están transformando en una especie de vida-trabajo en las que allí donde hay tecnología, estamos trabajando. Esta cultura de la hiperproductividad, que es cultura de la apariencia, anima a un hacer y un acumular constante valorado en índices cuantitativos donde la creación es tan precaria como los trabajos que predominan. Ocurre en muchos de los trabajos creativos y académicos a los que hoy se puede optar, sostenidos en la multiplicación de tareas burocráticas de gestión y acreditación que se apropian de los tiempos para crear con sentido.


P: La autoexplotación asumida del individuo, que según apunta en el libro tiene una relación directa con el patriarcado…

R: El término autoexplotación es una seña de identidad comunitaria y un problema casi sistémico. En el trabajo cultural hay dificultades añadidas, como la tradición individualista del ámbito artístico o la pasión creativa que se antepone a los modos de trabajar. Es decir, la motivación entusiasta que nos hace esconder el malestar de estas formas de autoexplotación normalizadas.

Me parecía interesante hacer una lectura propositiva de esa autoexplotación laboral que nos caracteriza hoy en día con otras formas de subordinación, como la situación de las mujeres con el patriarcado. Este sistema las convirtió en mantenedoras de su propia subordinación y en agentes responsables de su limitación como sujetos. En Frágiles miro al feminismo como ejemplo de alianza sostenida en la sororidad y en hacer público lo que considerándose privado ha sido opresivo.


P: Otro de los asuntos que aborda en profundidad es esa apropiación lingüística que el modelo capitalista ha realizado con términos como “creatividad” o “felicidad”.

R: La creatividad está siendo instrumentalizada y dañada por las economías capitalistas. Para mí este término integrador está relacionado con la práctica artística, con la cultura y con la autonomía, pero hoy en día la creatividad es el apellido que se suma a todo lo que se quiera vender. El reclamo con el que se atrae a personas vocacionales, a menudo entusiastas, que dan valor a lo que hacen y que después se ven imposibilitadas para hacer algo creativo por los tiempos marcados.


P: ¿Qué papel juega la ética en esa cultura o educación del esfuerzo y en esa idea del éxito logrado a costa de los demás?

R: Es muy habitual que en la educación se alimenten las expectativas porque el modelo capitalista tiende al “hazte a ti mismo” y pasa por alto la importancia que tiene el suelo de garantías sociales sobre el que nos construimos. Cuando en la educación, la ética y la filosofía tienen un peso residual o se convierten en un contenido y no en un valor, construimos un mundo que se nos desmorona.

Tenemos modelos de idealización que inflan las expectativas en las pantallas con desajustes sociales que no favorecen el empleo, ni la igualdad para todos. Por eso en la educación que nos acompaña a lo largo de la vida y también en las empresas, instituciones e industrias digitales es crucial que se infiltre la ética. Para entender las cosas en términos colectivos, de responsabilidad social y de empatía poniéndonos en el lugar del otro.

Re: ZAFRA, Remedios

Nota Mar Jul 06, 2021 2:16 pm
Azahara Palomeque, en entrevista con Remedios Zafra con el título "Remedios Zafra: «Mi malestar es parte de mi conciencia y lo necesito para la esperanza», en La Marea, el 21 de junio de 2021, escribió:Remedios Zafra (1973) es una de las pensadoras y escritoras más fascinantes del panorama intelectual hispanohablante. Natural de Zuheros, Córdoba, un pueblo que cuenta con poco más de 600 habitantes, me recibe con una sonrisa por Skype dispuesta a que hablemos largo y tendido, sin prisas, desde nuestros cuartos propios conectados: ella en Madrid, yo en Philadelphia. Zafra trabaja como investigadora para el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) después de haber sido muchos años profesora titular de la Universidad de Sevilla. En la admiración que sentimos sus lectoras cabe una fructífera trayectoria de la que han surgido novelas, poesía y ensayo, un género que la catapultó al estrellato internacional cuando ganó el Premio Anagrama en 2017 por su obra El entusiasmo. En el libro se abordan de manera incisiva las condiciones laborales precarias que afectan a los trabajadores de profesiones creativas. Fue tal el revuelo que causó que ahora responde en un nuevo trabajo titulado Frágiles, recién publicado también por Anagrama. Nos sumergimos en sus páginas.


Pregunta: Comencemos por el título, con el que pone el cuerpo en el centro. ¿Somos frágiles? ¿Quiénes?

Respuesta: Los frágiles están arropados (…). Quien tenga paciencia y amor por la lectura para llegar a la mitad del libro se dará cuenta de eso. El título lo elegí cuando la escritura estaba bastante avanzada. Como sabes, este ensayo nace de una periodista real que me interpeló por el daño que le había causado El entusiasmo y me preguntó que dónde quedaba la esperanza. En un primer momento se iba a llamar 500 sábanas o La ansiedad de los leves, porque quería hacer hincapié en esa concatenación de tareas livianas que llenan los trabajos contemporáneos y que, en su reiteración, me recordaba a la forma en que Simone Weil en La condición obrera habla de otros trabajos repetitivos. Yo quería trabajar en esa línea, pero pasó que el cuerpo habló: en los últimos años he tenido un gran deterioro visual y auditivo, me afilié a la ONCE

Mi visión depende de un único ojo y en él la retina es muy delgadita. Sentir una dependencia de una cosa tan frágil es algo que te cambia la percepción de todo. Para mí ese proceso de toma de conciencia de tener un cuerpo frágil vino con el descubrimiento de que necesitaba a los otros, de que la fragilidad es costura comunitaria. Esa idea es fundamental porque, en un contexto sumamente individualista y competitivo, para intentar afrontar de manera conjunta las soluciones siempre partía de la alianza, la solidaridad… y justamente con la fragilidad entendí que era un punto de inflexión que necesitábamos. Yo la descubrí en el cuerpo propio, pero también en amigas que se quedaron embarazadas y tuvieron que frenar esa rutina hipnótica de las vidas-trabajo. Y, claro, luego vino la pandemia, que nos hizo frágiles a todos.


P: El libro muestra, en efecto, una necesidad de volcarse en el otro, de comunicarse y establecer lazos de solidaridad. De ahí, me imagino, haber elegido la forma de carta, de hablarle a esa “amiga”. Como en todo género epistolar, se establece aquí también una intimidad que pasa por contar historias personales y, sin embargo, hay cierta distancia en el uso del usted. ¿Por qué este género y este libro ahora?

R: Todo nace con El entusiasmo, que me supuso un zarandeo emocional. Cuando pensaba que iba a encontrar a un grupo reducido de personas con las que sintonizar, porque acoto el tema al ámbito creativo, de pronto descubro que el problema va más allá y que muchas personas del periodismo y otros ámbitos se ven interpeladas, que realmente esa precariedad es algo muy normalizado en quienes estudian, tienen expectativas y, de repente, se ven trabajando gratis o por capital simbólico para una institución a la que le viene muy bien mantener esos ritmos de frenéticos de producción. Ahí comienza la necesidad de seguir reflexionando y escribir Frágiles, que nace como una única carta, pero no podía ser solo una, porque en los años posteriores a El entusiasmo aparecieron muchas personas, ¡apareciste tú!


P: Y yo lo leí casi de una sentada, en un vuelo de ocho horas. Justo estaba escribiendo mi poemario Currículum y leerte fue verme reflejada en un espejo, porque muchas veces se interpreta que tener un currículum abultado te protege de la precariedad, pero no es así, no somos tan diferentes de los trabajadores llamados no cualificados.

R: No solo eso, sino que hay un dolor añadido, el que da la expectativa. Lo que se pide no es éxito y triunfo, lo que se pide es una vida vivible en ese trabajo para el que te has formado. Cuando esa expectativa sigue creciendo y no se cumple, la frustración es mucho mayor. Y cuando mi buzón de correo se llenó de muchísimas voces, descubrí que esos mensajes tenían alma, y para mí el mensaje con alma es la carta. ¿Sabes? Eran mensajes largos en los que las personas me contaban sus experiencias, esto tiene que ver con el “usted” que mencionas. El libro lo articulé a partir de cartas pero con cierta distancia, porque creo que no hay mayor verdad que la que se cuenta a un desconocido. Yo a mi madre nunca le cuento la verdad, porque sé que le duele. Sin embargo, hay personas con las que tenemos sintonía pero apenas conocemos y ese “usted” nos permite desvestirnos de la impostura. Luego, ese “amiga” genérico también permite una pluralidad, es una persona que habla conmigo pero también son personas que hablan entre ellas porque, cuando la gente lea esas cartas y se identifique, pasará como con El entusiasmo: de pronto, el libro se convierte en espejo.


P: Habla de dos fenómenos. Por una parte, la homogeneización del tiempo, que se produce cuando el trabajo lo inunda todo, no distinguimos el día de la noche porque siempre estamos produciendo, y es un tiempo que está a la espera de que algo mejore, que vive en un “futuro postergado”. Por otra parte, la homogeneización del espacio: se ha perdido la distinción entre vida pública, vida privada y vida íntima. Espacio-tiempo son las coordenadas de la historia. ¿Qué nos está pasando?

R: Recuerdo una idea que responde a tu apreciación. Simone Weil dice que, llegados a un punto de intensidad, la rebeldía se convierte en sumisión. En este contexto capitalista marcado por la cultura-red hay una inmersión que se va produciendo casi sin darnos cuenta: tenemos trabajo y, como la tecnología viene con nosotros, si estamos en la cama respondemos a los e-mails. La tecnología está pensada para favorecer la adicción y que encadenemos una actividad con otra, esa intensidad va aumentando y no genera rebeldía sino sumisión, nos dejamos llevar por esa corriente de trabajo que además es líquido, nunca termina.

Esa homogeneización de espacio y tiempo nos hace sentir en la rutina de un no parar, pero también nos protege, porque ocurre cada vez más en habitaciones conectadas. La pandemia ha dado un empujón a ese experimento de productividad donde estamos refugiados en el espacio propio, pero la tecnología es capaz de mantener el control. Aquí hay dos cuestiones clave: la crisis de la ciudadanía y la crisis de la intimidad en esos escenarios de las vidas-trabajo. La tecnología nos permite optimizar tiempos y espacios y abandonar esos lugares terroríficos donde había que fichar, etc. Sin embargo, creo que es fácil seguir la inercia de la conexión que nos robotiza y aquí cabe posicionarse y actuar. La tecnología tiende a extraer la presentación de la intimidad como característica de nuestra producción, hay una fuerza exterior que incentiva eso pero, cuando esa fuerza no es externa sino interior, a mí me parece que ahí hay potencia.


P: Como cuando habla del feminismo.

R: Exacto. Así como hay una posibilidad de instrumentalización, hay una posibilidad de apropiación, y el feminismo es un buen ejemplo, porque en él la ciudadanía y la alianza política sí han sido posibles. La proyección de la intimidad ha sido un vehículo político, donde las mujeres que han sufrido de repente lo verbalizan y se descubren en el espejo de otras que lo han compartido.


P: Me ha llamado la atención el uso del término “autoexplotación”, que viene del filósofo Byung-Chul Han. Rechaza el término pero no puede dejar de usarlo. Explíquenos esa tensión.

R: Me interesa el término “autoexplotación” y lo utilizo para ver el matiz en el que me quiero diferenciar. Es un término válido que nos sirve para poner un foco en el sujeto que trabaja, pero es también el punto de entrada a una clara analogía entre capitalismo y patriarcado. Veo que hay similitudes cuando observamos cómo el patriarcado se ha caracterizado por sostener su poder en aquellas a las que subordinaba. La base del patriarcado es convertir a las mujeres en agentes responsables de su propia subordinación, y aquí puede haber también un poder que interesa al capitalismo al poner el acento en una responsabilidad que cae exclusivamente en el sujeto. El capitalismo tiende a incentivar el “tú puedes”, pero también el “tú eres responsable”, así que flagélate y húndete. Esto, en tanto que paraliza y resigna, no me es válido. Tenemos que ser conscientes de la fragilidad para ver que es compartida y, por tanto, construir una responsabilidad también compartida.


P: Esto aparece de manera tangencial en el libro, pero creo que es crucial. Habla de sujetos formados por una educación pública que permite sueños de mejora, pero después esos sujetos se topan con el mercado, sus expectativas no se cumplen y esto puede llevarlos a odiar la educación. ¿Qué papel debería tener la educación en nuestras sociedades? Ahora que hasta Google está creando sus propios títulos…

R: Me duele mucho esa pregunta, porque hemos creído fuertemente en la educación pública, pero también nos ha hecho daño. En mi caso prevalece una sensación de gratitud porque en mi pueblo nuestros padres no eran solo pobres, sino también personas iletradas, y yo tenía tantísima fe en que la escuela sería ese instrumento democratizador que nos igualaría y nos permitiría romper con los linajes e imaginar lo que queríamos ser. Esa posibilidad de ser otra cosa a mí sí me la han proporcionado la educación y las bibliotecas públicas. Ahora bien, se sigue repitiendo el mensaje de que la educación es la única clave. Si problematizamos esto, no está habiendo un abordaje entre la relación educación-mundo laboral, educación y vida, y no se puede crear la expectativa de que la educación es la única vía, porque además en el contexto español se ha creado la idea de que, si vas a la universidad, tendrás un buen trabajo, denostando la Formación Profesional o de otro tipo. Esto requiere de una respuesta y una madurez social que trate a las personas como seres inteligentes para así abordar una situación donde los estudios no garantizan un trabajo. Cuando escribía esa parte del libro estaba pensando en Adolf Hitler, quien, antes de convertirse en lo que sabemos, fue un estudiante frustrado de Bellas Artes. En esas vocaciones frustradas se genera un rechazo a aquello que no te ha proporcionado lo que esperabas.

Por otra parte, me parece terrorífico que podamos contribuir a una línea alimentada por la industria digital y el capitalismo que consiste en infravalorar la educación pública y poner en su lugar el “deja que te eduquemos nosotros”. La tecnología no va a educarnos solo porque tengamos acceso a ella, el acceso no es conocimiento. Hay una cuestión que me interesa mucho y es cómo la tecnología nos permite acceder a la información pero se invisibiliza como lente: es la trampa del ‘edúcate tú mismo’. No es verdad, es un educarte a través de determinadas plataformas que invisibilizan algoritmos, de lógicas que homogeneizan y que condicionan determinados valores sobre los que se sustenta ese espacio público-privado con apariencia de público que, además, está sostenido por empresas con intereses económicos, frente a la educación pública. La educación pública está en crisis, y ese momento de crisis requiere atenderlo y protegerlo.


P: David Graeber habla de “trabajos de mierda”, que son aquellos burocratizados que nos roban el alma. Los trabajos vocacionales bloquean esa deshumanización pero, en la precariedad que los inunda, dice usted que el placer se aplaza. ¿Se puede gozar con el trabajo? Mucha gente pensaría: tenemos un 40% de paro juvenil, ¿hay hueco para exigir no solo la creación de empleo, sino además que nos aporten un sentido vital?

R: Comienzo por el final: cuántas veces hemos escuchado eso de “¿cómo podemos permitirnos…?” o “¿cómo podéis quejaros si tenéis trabajo y sois unos privilegiados?”. Es un mecanismo de neutralización y de estabilidad social, porque no buscas rebelarte frente a algo que te inquieta si crees que es un lujo. Es una suerte de la-que-está-peor: esa que forma parte del 40% de paro, de todos los porcentajes de miseria y de desastre, y que es necesario que el sistema nos ponga cerca para recordarnos que “oye, no estamos tan mal”. Hay dos características de los trabajadores creativos que tienen que ver con, primero, una práctica que da sentido a momentos vitales y, segundo, con una dificultad por las limitaciones que imponen tareas burocráticas, pequeñas, que llenan nuestros días. Esa saturación limita la potencia de la vocación y, además, contribuye a la desarticulación política que impide aliarnos para mejorar las cosas.

Esa mejoría puede ser vista como un exceso, pero creo que el poder de los trabajos intelectuales y creativos está en hacer de altavoz de aquellos cuya voz no ha llegado al espacio público. Tú y yo tenemos esa responsabilidad de ayudar, de amplificar la voz de quienes están oprimidos, por eso cuando hablamos de riesgo de neutralización de los trabajadores intelectuales no solo nos atañe a nosotros, sino a todo lo que tiene que ver con la denuncia de la desigualdad social.

Me preguntas también por el placer… Es una fortuna haber descubierto algo que, germinado, se convierte en vocación; algunos tenemos la suerte de que algo nos ha punzado, y eso se convierte en un punto de entrada a lo que nos da sentido. Además, cuando ese placer acontece, creas algo que no solo te vale a ti, sino que, de repente, cuando te leo me quedo sin palabras, llegas a lo inefable, transmites una serie de sensaciones que son necesarias para la humanidad y en esos trances se mueve la práctica artística. Ese placer ocurre en el proceso y, frente a eso, pongo un riesgo: hacer que los procesos sean sustituidos por la necesidad de terminar, por las entregas. Ese valor que da la concentración, la profundidad, la honestidad de lo que se hace, es lo que ponemos en riesgo con la saturación, el exceso, y es el que quiero resaltar y recuperar.


P: Ya para terminar… Hay una palabra clave en su libro y es “malestar”. Dice: “Mi malestar es parte de mi conciencia y lo necesito para la esperanza”. ¿Cómo pueden ir juntos?

R: Siempre me ha interesado el clásico de Freud [El malestar en la cultura]. Una de sus tesis es cómo podemos sufrir con el progreso, cuando la vida que tenemos nos ofrece más posibilidades que hace cien años. Freud afirma que hay necesidades que vamos supliendo conforme la humanidad utiliza los avances a su favor, pero hay otras que no logramos controlar: las psíquicas. ¿Cómo controlar la posibilidad de hacer mil cosas, de estar saturados?

Esa idea me interesaba, también porque no considero el malestar como un impedimento que lleva a la frustración, sino como esa incomodidad necesaria para ver las cosas de otra manera. Recuerdo cuando yo era pequeña y mi padre nos llevó a mí y a mi hermana al Galerías Preciados de Córdoba, y de repente… ¡un mendigo! En mi pueblo no había mendigos. Yo no lo vi, pero vi la cara de mi hermana, que tuvo esa revelación. Es ese el malestar de la conciencia que reivindico cuando hablo de esperanza y de futuro, cuando cito a Sara Ahmed, a Virginia Woolf o Eva Illouz. Nada que cambia un mundo viene de estar tranquilos, por lo tanto ese malestar es necesario. Es un malestar que comienza en una persona pero que se contagia, y en ese contagio se fragua lo político.


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