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CHIRBES, Rafael (1949-2015)

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...
Rafael Chirbes

Portada
(wikipedia | dialnet)


Introducción

En la Fundación Rafael Chirbes se escribió:Destellos de una vida

Rafael Chirbes nace en Tavernes de la Valldigna en verano de 1949 y muere, también en verano y muy cerca del lugar donde nació, en 2015. El conjunto de su obra narrativa y crítica recoge algunos fragmentos de la biografía del autor; fragmentos que se convierten, en no pocas ocasiones, en destellos de una vida que corre pareja a la Historia que le ha tocado transitar. De algunos de los episodios que marcaron su infancia y primera juventud (la temprana muerte de su padre, la aspereza del paso por la escuela franquista, la experiencia universitaria durante los últimos años de la dictadura) y ya su etapa adulta (la militancia política y el compromiso intelectual, las estancias en París y Fez) se nutre la particular visión del mundo que nos legan sus novelas y sus textos críticos.


Chirbes, gourmet

Tras ejercer de profesor de literatura española en Fez (Marruecos) a principios de los años ochenta, Rafael Chirbes inició su dilatada y reconocida carrera como crítico gastronómico. En 1984 nacía Sobremesa, una publicación pionera en España dedicada exclusivamente al vino y la gastronomía. En su origen, Sobremesa no se trataba de una revista gastronómica al uso; tanto su tono como su particular tratamiento de las cuestiones culinarias era de enorme originalidad en la época. Era en ese mismo momento, en la década de los ochenta, cuando se consolidaba en España la gran etapa del periodismo gastronómico que generó gourmets literarios de la talla de Manuel Vázquez Montalbán, Josep Pla o Álvaro Cunqueiro. En este contexto, Rafael Chirbes fue uno de los primeros directores de Sobremesa y, como tal, su labor crítica fue determinante en el proceso de consolidación de la llamada nueva cocina española.


Los viajes

Su trabajo en Sobremesa le permitió viajar por todo mundo para escribir, no solamente sobre gastronomía, sino también sobre la relación entre la comida y las ciudades. Fruto de esta etapa de su vida son los múltiples reportajes y críticas que el autor fue publicando a lo largo de más de dos décadas en diferentes medios escritos y que posteriormente la editorial Anagrama reunió en dos volúmenes, respectivamente titulados Mediterráneos (1997) y El viajero sedentario (2004). Sin embargo, más allá de la crítica específica (y realizada, generalmente, por encargo), el gusto por la gastronomía y el saber cosmopolita de Rafael Chirbes impregnan también todas y cada una de sus novelas. Gastronomía y cultura constituyen un binomio fundamental en la poética del autor.


El novelista perplejo

Las reflexiones acerca de la propia escritura son también una constante en los textos ensayísticos del autor. Algunas de las piezas de crítica literaria pueden encontrarse en los volúmenes El novelista perplejo (2002) y Por cuenta propia (2010). En cuanto a su producción narrativa, resulta significativo el hecho de que no sea hasta el año 2007 (tras ganar su primer Premio de la Crítica con Crematorio) cuando su obra empiece a leerse y a estudiarse en España con mayor intensidad y atención. La publicación de su primera novela, Mimoun (1988), no llega hasta finales de los años ochenta, cuando el autor tiene ya más de cuarenta años. Ya en la década de los noventa, publicó En la lucha final (1991), Los disparos del cazador (1992), La buena letra (1994) y La larga marcha (1996). Ciertamente, la naturaleza punzante y profundamente crítica de su escritura es inusual en el panorama de la narrativa de las décadas de los ochenta y los noventa, y no hizo de Rafael Chirbes una figura fácilmente digerible para el mercado editorial del primer periodo democrático. La incomodidad de las trayectorias vitales de sus personajes, la elección nada inocente de las tramas de sus relatos y la constante llamada de atención sobre el peso del pasado sobre el presente, hacen de sus textos narrativos un incómodo espejo en el que mirarse colectivamente. En estos primeros textos, el autor disecciona el presente desde el revés de las lecturas celebratorias del llamado milagro económico español. Al paradigma del éxito económico, tan característico del relato de la época, Rafael Chirbes contrapone el relato de un presente marcado por la especulación y el enriquecimiento voraz, a partir de las ruinas y la acumulación de derrotas que tan potente maquinaria va dejando en los márgenes de la Historia. No es casualidad, por tanto, que sea ya en los 2000, con La caída de Madrid (2000), Los viejos amigos (2003) primero y con Crematorio (2007) y En la orilla (2013) después, cuando asistamos a la culminación de la obra narrativa de Rafael Chirbes. Es precisamente en el escenario de la crisis y la post-crisis en España cuando Chirbes se convertirá en el autor de referencia y de lectura imprescindible.


La memoria incómoda

La memoria del pasado y su estrecho vínculo con el presente y la preocupación acerca del territorio son dos de las claves temáticas que singularizan la obra del autor valenciano y hacen de él una pieza fundamental en la producción literaria contemporánea. La práctica totalidad de la producción narrativa de Rafael Chirbes puede ser leída como una memoria literaria de la derrota; como una poética de las ruinas de la historia en el sentido que le daba Walter Benjamin. En el marco de esta poética, los relatos sobre la Guerra Civil, la posguerra y la Transición, primero, y la llegada de la democracia, con los años de bonanza económica primero y la crisis después, se llegarán a fundir entre sí para ofrecer la memoria incómoda de las últimas ocho décadas de la historia de España.


Territorio, crematorio: relato de un paisaje en ruinas

Chirbes sobrevuela, sucesivamente, los paisajes de la costa de Levante y va construyendo, en novelas como La buena letra, Crematorio o En la orilla, un relato acerca de los precedentes históricos de la especulación inmobiliaria y sus perniciosos efectos sobre el territorio y sus gentes. En la profunda transformación de los paisajes que habitan o transitan los personajes creados por el autor, se condensan muchas de las preocupaciones centrales en el universo ético de su obra. Chirbes se sirve, de este modo, del territorio para simbolizar el proceso histórico de transformación de una sociedad cegada por un enriquecimiento apresurado y una modernidad sobrevenida, que únicamente parece despertar de su letargo cuando la precariedad desdibuja el espejismo del esplendor económico. Para entonces, la imagen del territorio ha sido drásticamente modificada, y el paisaje que la memoria del autor conserva se ha convertido en la imagen de un territorio saqueado por la fiebre de la construcción.

En enero de 2016 era publicada póstumamente la última novela de Rafael Chirbes, París-Austerlitz. Se trataba de un texto en el que el autor había estado trabajando durante más de veinte años de forma intermitente y que dejó acabada y lista para la imprenta pocos meses antes de su muerte. Con la publicación de esta última novela de carácter evocador y (como tantos pasajes de sus textos) hasta cierto punto autobiográfico, Rafael Chirbes cerraba el círculo que había abierto casi treinta años antes con Mimoun, y nos legaba el último de esos destellos de una vida.





Bibliografía compilada (fuente)





Narrativa





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Re: CHIRBES, Rafael

Nota Sab Oct 24, 2020 2:05 pm
Pablo Elorduy, en "La memoria incómoda de Rafael Chirbes", en Diagonal, el 5 de septiembre de 2015, escribió:Entre las muchas cosas en las que no creía Rafael Chirbes estaban las entrevistas. Tal vez por eso no concedió muchas. “Lo que pueda pensar o creer está en las novelas que escribo”, dijo Chirbes en una de las que publicó Ángel Ferrero en Sin Permiso. El autor valenciano escapaba con premeditación de las encerronas, aunque sus diálogos contradicen esa negativa inicial a dar su opinión o, más bien, a mostrar las bases de su pensamiento, ese mismo que conformaba el caldo gordo de sus novelas.

Afortunadamente, Chirbes no se dejó llevar tampoco por una corriente predominante en el pesimismo de escritores y escritoras, aquella tendencia a emitir un diagnóstico más o menos impecable en el que sin embargo se ve una y otra vez la imposibilidad, la incapacidad o la conveniente amnesia a la hora de poner nombres y apellidos a quienes consideran responsables de la gravedad de ese diagnóstico. Así, aunque –o quizá porque– Chirbes no fue un columnista regular al estilo de otros escritores contemporáneos, su artículo de análisis político más conocido “Zapatero: a la mesa con los caníbales” supuso una pequeña sacudida cuando se publicó en España, pocos días después del 12 de mayo de 2010, fecha del primer paquete de recortes impulsado por el PSOE en su faceta de “gestor de la austeridad”.

El mazazo de Chirbes llegó cuando apenas se había asimilado lo que pasó en aquella comparecencia de dos minutos. Aquel día, escribió, Zapatero “apartaba de un manotazo a los caníbales del liberalismo, y se sentaba él a la mesa para comerse a los débiles con un apetito más que notable”. Aquel día de 2010 se desmoronaba la coartada de la socialdemocracia y entrábamos en un ciclo en el que volvía a aflorar la más cruda guerra entre clases.

No era la primera vez en la que el escritor valenciano arremetía, con una agresividad digna de tal causa, contra el PSOE. “Nunca me he creído la socialdemocracia española, vi cómo se construyó en los 70 y lo que han hecho. Si tú miras todas las reformas reaccionarias que se han hecho en España en los últimos treinta años, todas las ha hecho el PSOE porque el PP no se hubiera atrevido: desde los cómputos de jubilación hasta los contratos temporales”, explicaba en esa entrevista con Ferrero. Tampoco velarán a Chirbes los actuales sindicatos mayoritarios, contra quienes cargó en el citado artículo y en otra entrevista con Blanca Berasategui en El Cultural: “Yo no firmo ya manifiestos ni acudo a manifestaciones. ¿Cómo me voy a creer a estas alturas a Cándido Méndez? ¿Y al otro, a su pareja?”.


Memoria, historia y futuro

La derrota en diferido que supuso la transición política y el coste de la misma sobre dos generaciones, además de material para sus novelas, fue un pensamiento recurrente en sus entrevistas. En varias ocasiones recuperó otra de las frases que han construido la democracia que tenemos, aquel “España es el país donde uno se puede hacer rico más rápidamente”, que dijo el socialista Carlos Solchaga, ministro de Industria durante la reconversión de los años 80 y posteriormente de Economía durante las privatizaciones del felipismo. Paul Ingendaay en otra entrevista le recoge unas declaraciones que lindan con el desencanto: “Ganamos la democracia (…) pero la política quedó eliminada. No hay ninguna implicación real de la gente en las decisiones significativas”.

Desde la tradición marxista, Chirbes expuso su idea de que la Guerra Civil abrió un periodo de acumulación primitiva, un crimen originario que el “retablo de las maravillas de la transición” no quiso destapar. En una entrevista a Mundo Obrero se refería así al pacto que cerró en falso en torno al año 80 el conflicto abierto por el fin físico de Franco y el postergado fin del régimen franquista: “Descubrir que el país entero se había levantado sobre una monstruosa ilegalidad, volver el juego del ajedrez al inicio de la partida que se interrumpió el 18 de julio del 36. ¿Qué institución del Estado, qué fortuna, qué empresa podía soportar eso que tú llamas ‘llegar hasta el final’?, ¿no se había levantado todo esto sobre purgas, requisas, usurpaciones? ¿quién podía exhibir una legitimidad de origen?”

Frente a una memoria que sirve de apósito para diferenciar dos tonos de color en un único paisaje económico y social, la memoria de Chirbes se extendía para plantear si desde el 36 hasta el fin de sus días hubo realmente transformaciones en las instituciones, en los centros de trabajo, en los hogares, en la tierra, en las orillas.

“Todos somos ahora muy modernos pero aquí siguen funcionando los mismos esquemas, los viejos tópicos franquistas”, dijo en El Cultural. Bajo esa capa pringosa, la crisis abrió la habitación cerrada a finales de los 70: “La miseria devuelve la lucha de clases al primer plano. Queda a la vista que alguien se lleva la presa y nos deja con la barriga vacía”.

En sus novelas se presentaron los puntos de vista de cuatro generaciones: la de quienes hicieron la guerra, quienes hicieron la posguerra, quienes vivieron el comienzo de la segunda restauración borbónica y la generación a la que Chirbes renunció conscientemente a juzgar, la que se atisba en el personaje de Miriam, de su novela más conocida, Crematorio. “No sé lo que ocurrirá, no soy profeta, sólo sé que lo que venga ya no vendrá para nosotros, para nuestra generación. Surgirá de otros y para otros”.

Re: CHIRBES, Rafael

Nota Sab Oct 24, 2020 2:25 pm
Emma Quesada, en "Chirbes y las heridas que la historia dejó en España", en Diagonal, el 29 de agosto de 2015, escribió:Rafael Chirbes nos dejó de forma repentina el 15 de agosto. Tras su muerte deja inédito un último pedazo de su obra: París-Austerlitz, una novela corta que llegará a las librerías en enero del próximo año. Chirbes publicó esencialmente obras de ficción como La buena letra (1992) o La larga marcha (1996), pero son sus obras más recientes las que le sitúan en la palestra de los mejores narradores contemporáneos: Crematorio (2007) y En la orilla (2013), además de diseccionar con rigor los acontecimientos de nuestra historia más reciente, fueron nombradas las mejores obras de ficción por el jurado del Premio Nacional de la Crítica. Quedarán en la memoria muchas de las huellas que dejan los libros del escritor en nuestra narrativa: la capacidad de radiografiar una época y una sociedad, la complejidad moral y humana de sus personajes, una prosa acelerada y quejumbrosa o una Misent (aunque inventada) tan reconocible que se ha convertido en real.


Relatos subterráneos

La narrativa de Rafael Chirbes se situó desde el primer momento en un realismo despojado del ruido de una literatura enfrascada en sí misma que sacralizaba una forma, una metáfora o un giro lingüístico. Mostrar las experiencias de una realidad compleja y múltiple se interpuso siempre en primera instancia en sus ficciones. Sus novelas respiran la necesidad incontenible del autor por comprender el mundo en el que vivimos, explotando los orificios del tiempo, ya fuera a través de las marismas que anticipan el acontecimiento como a través de sus ruinas. En La caída de Madrid, Chirbes sitúa a sus personajes en los últimos días del franquismo para ofrecernos las estructuras sobre las cuales se van a construir los años venideros. En la orilla, en cambio, muestra a los supervivientes de una crisis económica y social que ha arrasado modos de vida, relaciones interpersonales y, en definitiva, ha originado la caída libre de todo un mundo. Pero desde un procedimiento u otro, sus novelas tuvieron una intencionalidad clara: escuchar el hilo subterráneo de aquello que leemos en periódicos o escuchamos en la radio para recomponer los relatos paralelos ocultos en la historia oficial.

Chirbes ejecuta una suerte de narrativa arqueológica, escarbando en el pasado e introduciéndose en las grietas para identificar los canales que lo comunican con nuestro presente. Deconstruye la realidad en trozos múltiples y diversos para enlazarlos de nuevo en una representación compleja y a menudo confusa –con afirmaciones que abren la puerta a la duda, con expresiones contradictorias– pero que respira, en definitiva, verdad. Al fin y al cabo, nuestra memoria colectiva más reciente, que es la que relató Chirbes en su obra, no es llana y sin fisuras: el narrador escribió nuestra historia invisible sin complejos ni dogmatismos, y lo hizo sobre todo a través de las voces de los protagonistas de sus novelas.


Angustia e individuo

Por una parte, sus personajes son voces individuales memorables; existencias llenas de angustia y desesperación sobre las cuales el autor no establece distinciones sociales ni económicas (en lo humano) que categoricen el dolor. En la literatura de Chirbes, pese a mostrar personajes antagónicos que identificamos como modelos determinados de clase, no hay víctimas ni verdugos claramente delimitados, sólo una angustia que lo arrolla todo y a todos. Una desesperación que se vuelca en pasajes con una puntuación totalmente libre, con cruces de oraciones con pensamientos desordenados, con torrentes de palabras que forman párrafos largos, sumiendo al lector en la asfixia misma que escupe el personaje.

Sea cual sea su adscripción en la pirámide económica, y sea cual sea su dolor particular, las voces que representan sus personajes conforman el relato colectivo de una época. Sus pensamientos, sus necesidades y sus preocupaciones dibujan el imaginario compartido de estos años del capitalismo tardío. También las localizaciones de sus novelas, que son, en realidad, otras voces más que gimen lastimosas, describen el alma que se encuentra detrás de los primeros años de la Transición, de la corrupción urbanística, de la especulación en el litoral español o del nacimiento y el estallido de las burbujas.

Probablemente por este motivo, los historiadores del futuro acudirán a los libros de Rafael Chirbes para dilucidar la geografía humana, ésa que no viene impresa en datos o en fechas, de estos últimos cuarenta años de democracia.

Siempre se tildó a las novelas de Rafael Chirbes de oscuras y pesimistas. El mismo autor, de hecho, reconocía que algunas de sus obras, como Crematorio, le ocasionaban sentimientos encontrados por la falta de esperanza que irradiaban. Pero Chirbes se defendía argumentando que él no era “cura”, ni “político” y que sus libros no pretendían consolar al lector sino despertarle contradicciones y malestar. Y, en parte, lo conseguía y lo consigue.

En la negritud de los ambientes y los personajes de sus novelas, la palabra de Chirbes enciende también, irremediablemente, una claridad deslumbradora. Sus lectores saben bien que la luz de su prosa está, precisamente, en su existencia.


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