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MORENO PESTAÑA, José Luis

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José Luis Moreno Pestaña

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Introducción

En Siglo XXI Editores se escribió:(Linares, 1970) ha sido profesor de Trabajo Social en la Universidad de Jaén y actualmente es profesor de Filosofía en la Universidad de Cádiz. Se ha especializado en sociología de la filosofía y de los intelectuales y en sociología del cuerpo y de la enfermedad mental. Ha escrito en revistas científicas y libros colectivos nacionales e internacionales. Entre sus publicaciones recientes cabe destacar la obra Convirtiéndose en Foucault. Sociogénesis de un filósofo (Barcelona, Montesinos, 2006).

En Traficantes de Sueños se escribió:Profesor de Filosofía en la Universidad de Cádiz, es doctor en Filosofía (Universidad de Granada) y titular de una Habilitation à diriger des recherches en Sociología (EHESS, París). Investiga y publica sobre epistemología de las ciencias sociales, sociología de la filosofía y sociología de la enfermedad mental. Entre sus obras cabe destacar Convirtiéndose en Foucault (Montesinos), Filosofía y sociología en Jesús Ibáñez (Siglo XXI) y Moral corporal, trastornos alimentarios y clase social (CIS).





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César Rendueles, en "La belleza como recurso humano", en El País, el 19 de octubre de 2016, escribió:

Uno de los hitos intelectuales de la posmodernidad fue el renovado interés de distintas disciplinas académicas por el modo en que el cuerpo humano está atravesado por procesos de construcción social. Sin embargo, desde esta perspectiva se ha tendido a tratar la corporalidad como si fuera una especie de texto maleable a través de los discursos, una superficie de inscripción semiótica. El resultado es que los cuerpos analizados en algunos estudios culturales resultan extrañamente espirituales, seres de luz con una relación remota con nuestra carne mortal. La cara oscura del capital erótico se aparta de ese paradigma. Estudia el modo en que vivimos hoy nuestra experiencia corporal e intervenimos sobre ella, y lo hace mediante un análisis anclado en las prácticas efectivas de distintos grupos sociales. El resultado es un libro cada vez menos frecuente: un ensayo de sociología académica que cumple todos los requisitos de la literatura científica y al mismo tiempo resulta accesible e interesante para un público amplio.

El concepto de “capital erótico” fue popularizado por la socióloga británica Catherine Hakim en una obra muy polémica. En ella, Hakim partía de la tesis de Pierre Bourdieu de que para entender la desigualdad hay que tomar en consideración no sólo los recursos económicos, sino también el capital social y cultural, y añadía una cuarta categoría, el capital erótico, relacionada con el atractivo físico. Desde su punto de vista, se trata de un tipo de recurso que depende del azar biológico y que, por tanto, las élites no pueden acaparar: una persona pobre, sin estudios ni contactos sociales puede disponer de un importante capital erótico. Sin embargo, según Hakim, en nuestra época tanto el patriarcado como cierto feminismo han estigmatizado la belleza femenina, impidiendo que las mujeres hagan valer esa forma de poder, muy en particular las mujeres de clase baja, que no disponen de otro recurso.

La cara oscura del capital erótico discute la teoría de Hakim analizando la belleza y el atractivo físico no como un dato biológico, sino como un campo cultural en disputa que los diferentes grupos sociales gestionan de distinta manera —en ocasiones con gran sufrimiento— en sus relaciones afectivas, culturales y, sobre todo, laborales. A través de una amplia serie de entrevistas y grupos de discusión, Moreno Pestaña saca a la luz la forma en la que mujeres trabajadoras con distintos niveles de cualificación desarrollan, cuidan y emplean su capital erótico. Estas estrategias no son, es cierto, puramente negativas, pero en muchas ocasiones tienen dimensiones dañinas y alie­nantes, como los trastornos alimentarios. También las políticas del cuerpo están profundamente marcadas por los conflictos sociolaborales contemporáneos.

M. Palmero, en "El poder oculto del capital erótico en el trabajo o por qué te obligan a estar delgado", en El Confidencial, el 17 de noviembre de 2016, escribió:

El aspecto físico cada día tiene más importancia en el entorno laboral. José Luis Moreno Pestaña, profesor de Filosofía en la Universidad de Cádiz, pone de relieve este aspecto en su libro La cara oscura del capital erótico: capitalización del cuerpo y trastornos alimentarios (Ed. Akal). En el ensayo, el autor estudia la relevancia que ha cobrado la delgadez de las personas desde el siglo XIX, y como esta se ha convertido en moneda de cambio en entornos profesionales, llegando incluso a generar trastornos alimentarios en personas con determinados trabajos de cara al público.

El capital erótico es del valor de los recursos corporales presentes en la actividad cotidiana (o de cómo ser atractivo físicamente puede granjear ciertos beneficios). "Se trata de un capital que depende en buena media del azar biológico, desafía las jerarquías sociales y pueden poseerlo personas con escasísimos recursos económicos, sociales y culturales. Además, es un tipo de capital que permite el acceso al resto de capitales (económicos, culturales y sociales) y, unido a cada uno de ellos, los potencia y se potencia", apunta el autor en el texto.

El capital erótico consta de seis elementos: la belleza física, el atractivo sexual, la capacidad para atraer a los demás con nuestro comportamiento por medio del don de gentes, la vitalidad (y el tono corporal y la buena forma física), la inversión en ropa y abalorios, y la habilidad sexual propiamente dicha.

Dependiendo de las culturas, de los contextos laborales, el capital erótico desempeña un papel mayor o menor aunque en conjunto potencia el resto de capitales. En nuestras sociedades, resulta central en todos aquellos espacios donde se funden la vida pública y privada, y donde el cuerpo se convierte en el centro de la interacción profesional. Es el caso de las camareras, vendedores de ropa, profesoras o artistas. "Muchas mujeres (y muchos hombres) progresan tanto por sus recursos eróticos como por sus competencias técnicas".

La creciente importancia de este capital erótico (y estético) en determinados sectores del mercado laboral se ha impuesto a la cualificación o la experiencia de los individuos. Actualmente, no es tan importante cómo nos vestimos o cómo nos arreglamos, sino la estilización de los cuerpos. No obstante, la importancia de la delgadez no es igual en todos los trabajos. "Hay muchos en los que se exige la apariencia física y otros en los que no, y hay otros en los que puede un bajo IMC puede jugar un papel real pero no implícito", nos cuenta.

"Hay una creciente exigencia de belleza física de acuerdo a un nivel corporal. No obstante, cuanto más definido sea el trabajo, menos importante será la apariencia física como un aspecto a considerar a la hora de contratar. El cuerpo se convierte en un recurso dentro de un mercado, pero es muy plural, donde hay diferentes valores y formas de considerar el valor del cuerpo", añade.


La delgadez, clave en el entorno profesional​

Aunque la delgadez actúe como un factor determinante a la hora de contratar en diferentes trabajos, no es factor que lleve implícito el éxito social, amoroso ni laboral de forma determinante, pues "dependerá de la clase y entorno social del que sea esa persona". Así, vemos que por mucho que alguien de clase obrera cultive su imagen "no podrá transformarla en capital estético o erótico, es decir, como moneda de cambio para conseguir otros beneficios". De hecho, detalla Moreno, la persecución de la delgadez puede incluso desembocar en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA).

Desarrollar o no esta patología dependerá de la fluctuación de diferentes factores externos, "independientemente de los factores genéticos o familiares del individuo". El autor explica que una persona que no esté predispuesta a sufrir esta enfermedad mental podría desarrollarla si es expuesta a un determinado trabajo. "Hay formas de organización del trabajo que producen TCA, y pueden ser considerados dentro de las enfermedades profesionales". Un buen ejemplo sería el caso de las dependientas, periodistas, profesionales del mundo artístico o camareras. Utilizamos el femenino porque estos casos son más habituales en ellas que en ellos.

El trabajo es determinante a la hora de sufrir un TCA: "Una persona que hace una dieta estricta y ejercicio, y tiene dinero para corregir su cuerpo, no tendría por qué caer en esta enfermedad, pero si no se tiene tiempo ni dinero es muy posible que caiga dentro de un círculo vicioso que conduzca a un trastorno".

El autor realiza un estudio cualitativo sobre trabajadoras, cualificadas y de oficios obreros, que ayuda a tener un mapa contemporáneo de cómo se conecta el capital erótico (capital ligado al cuerpo) con los trastornos alimentarios. Moreno Pestaña presenta en el libro casos concretos de chicas que han sufrido cierta presión por estar delgadas y que eso, en ocasiones, ha desembocado en una enfermedad. Recogemos algunos testimonios:

E39: mide 1,78m y pesa 70 kilos. Trabaja en un supermercado presentando productos (desde champán a queso, modo azafata). Esto es lo que cuenta: "El trabajo consistía en promocionar un producto. Ya empiezan porque tienes que ponerte faldita, los tacones, ir pintada: trabajo de jarrón. Te dicen que tienes que convencer del producto y abordar a la gente por los pasillos... Pero lo que quieren es una niña mona y que sobre todo se acerquen los tíos y que prueben las galletas, el pan, los zumos, o lo que toque. No te lo dicen así (de claro), pero tú no eres tonta y te das cuenta. Pero tú vas a trabajar y te dicen: píntate el doble de lo que vienes pintada ahora mismo, ponte una falda por encima de la rodilla, ponte tacones. Lo primero, la imagen".

E7 tiene 25 años, ha trabajado como camarera y tiene una titulación superior de Bellas Artes con la que prepara oposiciones mientras prepara su tesis doctoral: "Mi madre siempre ha tenido muchos problemas y conflicto con su cuerpo (...), siempre ha estado con dietas, desde que yo tengo uso de razón (...) La primera vez que yo tomé conciencia de restringir alimentos fue a los 11 años de edad. Me lo dijo mi amiga. Yo siempre la veía muy delgadita porque ella era rubia, con ojos claros, monísima".

"Las chicas en Bellas Artes eran niñas delgadas, bastante hippies o punks y demás, pero sí, bastante delgaditas. Yo me sentía superfea, poco interesante. Vamos, minucia, que yo no destacaba y ellas sí. Eran chicas sin pecho ni cintura, con el culo escurrido, cualquier cosa les quedaba bien. Con el pelo largo, liso (...) Cuando ahora voy a la psicóloga, esta me dice que hay otras cinco chicas como yo, todas de Bellas Artes. Como que en esta carrera o en esta profesión es un problema bastante habitual. No sé por qué es así, supongo que es un trabajo que te exige mucho de ti. No es algo que tú hagas mecánico (...) Creo que casi todos los oficios que se exponen al público o que están valorados por la gente de fuera te hacen tener una exigencia en ti misma muy grande, fuera de lo normal, ¿no?, o sea, que traspasa ahí los límites normales. Como que tienes que ser la mejor (...) yo al menos quería serlo".

E38, procedente de una familia de clase trabajadora no pudo acceder a trabajar a una tienda por estar gorda; ahora trabaja como limpiadora: "Para entrar en una tienda tienes que ser delgada. Yo siempre he estado gordita y me acuerdo que una época se pusieron de moda los pantalones de cuadros. Entonces fui (con mi madre) a una de estas tiendas muy pija (...), y le dije al chico que vendía que quería ver unos pantalones de cuadros. Entonces, el chico me miró de arriba a abajo y me dijo 'Bueno, están ahí, no sé si habrá algo para ti', y ya está, no me enseñó nada. Tendría 17 años (...) (Pero cuando) entras en Mango a comprar ropa estás entrando en el mismo juego porque son tallas muy pequeñas, porque es ropa superinfantil (...)".

E29, vendedora en una tienda de moda desde hace 31 años: "Una cosa es que por gusto creas que determinada ropa no te favorece y otra es que decidas ponerte prendas de adulta porque en la tienda no tienen moda de tu talla. Eso conlleva muchos problemas. Mi sobrina pequeña me dice 'es que estoy muy gorda, no puedo comer', y se está obsesionando sin comer porque es una niña grande, no está ni gorda. Pero, ¿cómo le explicas eso a un niño?".

E7, de clase media y con estudios universitarios. Tuvo anorexia de los 11 a los 23 años: "En el trabajo de camarera, al menos en el que estaba yo, el físico no jugaba ningún papel. Aunque más de una vez me han dicho cosas y me han cogido el culo. Me han dicho 'Qué buena estás', 'qué culo tienes'. Y yo decirles: '¡Caballero, por Dios!'. Lo del culo fue en una comida de empresa que hubo, que era un salón y estaban ya a gusto todos y ¡plas!, me dieron en el culo. Me voy a callar porque si no la liamos".


El capital erótico en la política

La reconstrucción histórica que hace Moreno Pestaña en su libro permite ver que los cuerpos no se valoraron siempre igual, pero que hay una corriente que comenzó en el siglo XIX y que sigue vigente en nuestros días. Es el caso del capital erótico en la política. Sin saber de qué partido es un político, solo con su apariencia podemos identificar a la perfección si es de derechas o de izquierdas, del Partido Popular o de Podemos. También vemos que los líderes relativamente nuevos (Pedro Sánchez, Albert Rivera, Pablo Iglesias y Alberto Garzón) son delgados y guardan cierto decoro con su aspecto físico. ¿Acaso un grupo político da más importancia a este capital que otro? ¿Por qué los conservadores suelen ir impolutos y los liberales más desaliñados? ¿Y por qué todos son ahora delgados y los veteranos no lo son y nunca lo han sido?

El autor lo tiene claro: "La vestimenta no es crucial, ya que actualmente las élites (sociales o políticas) van muy desaliñadas. La clave reside en la delgadez, que se ha convertido en un símbolo. Hay muchas élites que hacen del estilo transgresivo su norma, así pues la vestimenta depende del trabajo. Lo que es una constante es el fetiche de la delgadez, que es considerada como sinónimo de salud, belleza física y responsabilidad con uno mismo. Es el factor que juega como moneda de signo fundamental de belleza".

En el campo de la política "desde hace ya más de 200 años que la exigencia de la delgadez es muy potente, y se ha intensificado con los medios de comunicación y el marketing. Hay una especie de colonización de la exigencia estética sobre los aspectos políticos", nos cuenta Moreno Pestaña, que cree la delgadez impera en los políticos debido a la "importante conexión constante entre políticos y periodistas". Para comprender la transformación del mundo político, detalla el autor, hay que entender la de la prensa, donde las exigencias estéticas cada vez son mayores.


Delgadez como signo de clase social alta

El libro recoge numerosos datos que demuestran que en las clases sociales más altas, el IMC de las mujeres es más bajo que en las clases populares. ¿Por qué sucede esto? "Desde el s.XIX se produce una unificación de estilos, sobre todo en clases altas y culturales, en las que delgadez se convierte en una nueva forma de distinción de la élite. Aunque hay que ser prudente con los porcentajes, veo que hay una tendencia por la cual los grupos de personas jóvenes y con mejores recursos son mas delgadas". Se trata de una "imposición del entorno, la imposición no implícita de la delgadez como exigencia social".

Moreno Pestaña incide en la importancia de la imposición de un modelo estético como símbolo de lucha contra la dictadura de la delgadez en ámbitos sociales y laborales. "En el campo de la salud hay que discutir muchas afirmaciones que son falsas pero que se dan por buenas, como la que relaciona la delgadez con salud y el sobrepeso con la enfermedad; también hay que luchar contra el ideal de belleza; y en el campo político hay que hacer ver que no es mejor invertir mucho trabajo en el cuerpo que en otras áreas que potencien cualidades individuales".


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