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CARRETERO, Nacho

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CARRETERO, Nacho

Nota Sab Ene 05, 2019 11:04 pm
Nacho Carretero

Portada
(wikipedia | dialnet | twitter)


Introducción

En la editorial Libros del K.O. se escribió:Nacho Carretero (A Coruña, 1981). Empezó en redacciones y después huyó para ser freelance. Ha publicado en todo medio escrito que se le ponía a tiro, desde Jot Down al XL Semanal pasando por Gatopardo o El Mundo. Escribió sobre el genocidio de Ruanda, sobre el ébola en África, sobre Siria, sobre su tía Chus y hasta sobre su amado Deportivo de La Coruña. Actualmente es reportero en El País. Contar la historia del narcotráfico gallego era un sueño periodístico enquistado en su cerebro desde que era un neno.





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Ensayo





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Re: CARRETERO, Nacho

Nota Sab Ene 05, 2019 11:04 pm
Sobre Fariña, el libro más difundido de Nacho Carretero...

Martín Cúneo, en "Los amos de Galicia: el narco y el PP", en Diagonal, el 12 de noviembre de 2015, escribió:

Algo pasaba con sus hijos, pero por entonces no sabían mucho más. Eran los 80 en las Rías Baixas y la fariña estaba por todos lados. “Al principio pensamos que eran cosas de adolescentes, pero pronto vimos que había mucho más detrás”, cuenta a Diagonal Carmen Avendaño, una de las madres que supo entender que los problemas de adicción de dos de sus hijos no los podría solucionar ella sola. Carmen, que venía del mundo asociativo, interpelaba a otras madres: “Olvidaos de vuestro caso concreto, de vuestro hijo, tenemos que pensar en la sociedad, por qué llega la droga, quién la trae”.

Hace 30 años, en 1985, las denominadas "madres contra la droga" crea­ban la Fundación Érguete, “levántate” en gallego. En la presentación, entregaron una lista de 33 bares de Vigo donde se traficaba con droga. Tirando del hilo, no tardaron en descubrir que las complicidades llegaban mucho más arriba: tres años después entregaban a los principales partidos gallegos de la época –Alianza Popular, Partido Socialista y Bloque Nacionalista Galego– una lista negra con los nombres de militantes y cargos de estos tres partidos vinculados con el narcotráfico. En la segunda mitad de los años 80, no sólo la política y la policía “miraban hacia otro lado”. Los grandes capos gallegos eran “invulnerables”. Se ha­bían convertido en los “reyes de Galicia”, explica a Diagonal el periodista Nacho Carretero, autor de Fariña (Libros del K.O., 2015), en el que explora la connivencia del narco con altos cargos del PP gallego.


Los reyes de Galicia

“El narcotráfico estuvo muy cerca de convertirse en un contrapoder, Galicia se podría haber convertido en Sicilia”, pero no se llegó tan lejos. Para el autor de esta introducción al narcotráfico gallego, el trabajo de los grupos de familiares contra el narco tuvo mucho que ver con esto. Su labor fue fundamental para dar a conocer el reciclaje de los contrabandistas en capos de la droga.

La Galicia de la posguerra y los primeros años de la Transición –especialmente las Rías Baixas y la Costa da Morte– era un campo abonado para el tráfico de todo tipo de mercancías, una zona fronteriza con Portugal abandonada por el Estado, con una “orografía ezquizofrénica”, imposible de vigilar, necesitada de todo tipo de productos y azotada en los años 80 por la reconversión de la pesca, que dejó a una parte de la flota gallega en tierra y a cientos de armadores endeudados.

“Cuando Galicia ya no necesitó elementos tan básicos como alimentos o medicinas se empezó a buscar lo rentable, y lo rentable era el tabaco”, cuenta Carretero. De este modo aparecieron estas primeras figuras, los llamados señores do fume, que siempre fueron “muy bien vistos porque generaban empleo para una juventud sin trabajo, traían riqueza y daban oportunidades que no daba el Estado”.

Así surgieron personajes como Celso Lorenzo, presidente del Celta de Vigo, o Vicente Otero ‘Terito’, amigo personal de Manuel Fraga, condecorado con la medalla de oro y brillantes de Alianza Popular (AP). También era el caso de José Ramón ‘Nené’ Barral, alcalde de Ribadumia por AP, o de Ma­nuel ­Díaz González, alias Ligero, alcalde de A Guarda, también de AP, que se ganó su apodo por lo rápido que cruzaba la frontera con Portugal.

“En realidad –explica Carretero–, en la época del contrabando ni siquiera era una connivencia, era una red tan tupida que era difícil distinguir quién era alcalde o quién era contrabandista. Ese entramado aprobado socialmente se heredó con el narcotráfico”.

La historia del capo Sito Miñanco es la del narcotráfico gallego. Al igual que otro de los grandes, Laurea­no Oubiña, había nacido en Cambados, en las Rías Baixas, en una familia humilde de pescadores. A principios de los 80 se introdujo en las redes de contrabando de tabaco, un negocio interrumpido en 1983 por un breve paso por la cárcel de Carabanchel, en Madrid, donde coincidió con uno de los miembros del cártel de Medellín, Jorge Luis Ochoa. “Se suele decir que el narcotráfico gallego nació en Carabanchel, pero ésta es una visión un tanto romántica”, dice este periodista. Para Carretero, esta alianza internacional surgió en realidad en Suiza, en los canales de lavado de dinero, y en Panamá, donde los cárteles colombianos tenían sus tapaderas.

“En España, el contrabando de tabaco y el tráfico de drogas tenían el mismo castigo, el mismo riesgo con un margen de beneficio mucho mayor. Y en cuanto ven que funciona se convierte en una puerta de entrada casi monopólica para la cocaína en Europa”, cuenta.

Las fotos de otro de los grandes capos, Marcial Dorado, de veraneo en 1995 con el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, revelan no sólo las estrechas relaciones entre política y narco, sino también la visión favorable que pervive del contrabando, dice Carretero: “Una de las explicaciones que dio Feijóo era que entonces Dorado sólo era contrabandista. Ah, bueno, entonces nada”.

El periodista Perfecto Conde narraba una escena en el parador de Cambados en la que el debate entre la nueva y vieja guardia sobre cuánto dinero debían aportar a la campaña de los populares terminó a tiros. Pero no bastaba con financiar a AP. También había que estar dentro. Era el caso de Pedro Vioque, “el narcotraficante más peligroso que ha conocido Galicia”, abogado de Miñanco y Oubiña, presidente de la cámara de comercio de Vilagarcía y miembro de AP. O el caso de José Alfredo Bea Gondar, alcalde de O Grove, que no pudo asumir su segundo mandato en 1991 porque estaba en Alcalá Meco condenado por narcotráfico.

Hasta tal punto llegaba el control de los clanes sobre el aparato judicial y policial gallego que una de las órdenes del juez Baltasar Garzón antes de lanzar en 1990 la operación Nécora, el primer gran golpe al narcotráfico, fue “ni una palabra a Galicia”, cuenta Carretero.

La mayor connivencia se dio con AP, pero no por una cuestión ideológica, sostiene Carmen Avendaño, sino porque eran los que gobernaban. “Cuando no se tienen escrúpulos y se tiene dinero, el dinero lo que busca es poder”, sentencia. Los contrabandistas –y luego los narcos– lo que buscaban era información, pero sobre todo “impunidad”, dice Carretero. “Los narcotraficantes hasta la operación Nécora campaban a sus anchas por Galicia. No es normal que Sito Miñanco fuera en un Chevrolet descapotable por las Rías Baixas o que Laureano Oubiña viviese en el pazo de Baión”, en referencia a la lujosa finca de 275 hectáreas.

“No hay un sólo partido en Galicia que no haya sido financiado por el narcotráfico”, le confesaba a Carretero un juez que prefirió mantener el anonimato. El mismo Laureano Oubi­ña recordaba a sus antiguos colegas: “Desde aquí les recuerdo a los políticos que soy el mismo que pagó sus campañas electorales”.


Favores y compromisos

Era la época dorada de los clanes. Sito Miñanco compró el club de fútbol de Cambados y en su intento de llevarlo a primera división pagaba a sus jugadores más que el Deportivo o el Celta, relata Carretero. “Miñanco tenía el perfil más de capo, tal como lo entendemos ahora, iba con sus camisas, con sus mujeres, con sus cadenas de oro”, cuenta. “Eran mini Pablo Escobares, presidían clubes de fútbol, financiaban las fiestas, pagaban a la Iglesia, eran más importantes que el alcalde, y en los desfiles de la Virgen del Carmen, el primer barco era el del narco, no el del alcalde, eran los amos”, cuenta.

El negocio del narcotráfico pervive en Galicia, aupado en los últimos años, dice Carretero, por los recortes en personal y medios en la lucha contra las redes de tráfico de drogas. Lo que ha cambiado es la percepción de la sociedad gallega. En esa tarea, para el autor de Fariña, los grupos de familiares fueron fundamentales. “Le echaron mucho valor, porque se enfrentaron a los narcos cara a cara en un momento en el que hacer eso era jugarse la vida. Esa sensación, esa rabia de ver que la vida de tu hijo está destrozada, y tu vecino sale en Mercedes, fue la que levantó a estas madres. Ellas no acabaron con el narcotráfico, pero fueron parte de un sector de la sociedad gallega que hizo reaccionar al Estado e hizo que por fin se hiciera algo, donde hasta entonces nadie había hecho nada”.

Carretero duda que Fraga pudiera ignorar la metamorfosis de los contrabandistas en narcotraficantes. “Tarde o temprano saldrán cosas muy gordas, hay jueces con información y, sobre todo, narcotraficantes con información que si un día tiran de la manta en Galicia se sabrán cosas espectaculares”, dice Carretero.

Pero la pregunta más importante sigue en el aire: hasta dónde llegaba la complicidad de los altos cargos del Partido Popular. Carmen Avendaño detalla su encuentro con Manuel Fraga, donde, según relata, el expresidente de la Xunta terminó llorando. “Era muy emotivo. Creo que todos lo vimos llorar en algún momento. Él se puso la mano en la frente y yo hablé, hablé, no sé cuánto tiempo estuve hablando, desde luego mucho, y miraba para él y yo pensaba: ‘Bueno, este señor se quedó dormido’. Pues cuando terminé levantó la cabeza y sí, le caían las lágrimas”. “¿De verdad está pasando todo esto?”, preguntó.

Al mismo tiempo perviven clanes gallegos “a la vieja usanza”, como Los Pasteleros o Los Burros, pero que “no son comparables a esos grandes grupos mafiosos”. Sin embargo, el negocio continúa, con íntimas relaciones con las autoridades. En 2012, era detenido el excomandante del puesto de la Guardia Civil de Corcubión José Álvarez-Otero Lorenzo, como presunto jefe de una red que pretendía desembarcar 3,2 toneladas de cocaína y que tenía controlada “a toda la Guardia Civil en la Costa da Morte”, una institución con un “desastroso currículum en cuanto a contrabando y narcotrafico”, señala Carretero. Y en 2013, fueron detenidos dos guardias civiles de Pontevedra, Diego Fontán y Javier Ló­pez, que vendían información a las bandas arousanas.

De hecho, es en los 90 y en los primeros años del siglo XXI cuando el negocio alcanza su mayores cotas. Según el testimonio de otro juez que prefiere no dar su nombre, entre 2001 y 2003 entraron por Galicia 150.000 kilos de cocaína, cerca del 85% del total consumido en Europa. Y a finales de los 90 y principios de siglo, con la caída de los capos históricos, se produce una nueva transformación: se abandonan las grandes organizaciones y los clanes se especializan en el transporte. “Ya en el siglo XXI cuando se convierten en narcotransportistas, se reducen a clanes más pequeños cuya función es más concreta. Los cárteles colombianos los subcontratan para meter la cocaína en tierra”.

A partir de la operación Nécora, poco a poco van cambiando de estilo, “se esconden, son discretos, intentan pasar desapercibidos, aunque el negocio sigue siendo el mismo”.


La red de intereses del primer PP

En 1984 se produjo la primera gran operación para acabar con el contrabando, liderada por el juez José Luis Seoane Spiegelberg y el gobernador de Pontevedra, Virginio Fuentes. Pero una filtración permitió a los principales capos huir a Portugal. Poco después, el entonces presidente de la Xunta, Gerardo Fernández Albor, se encontró con los capos exiliados en el país vecino. “No digo que fuese por esa reunión, pero poco tiempo después los contrabandistas volvieron a Galicia, les pusieron unas multas muy salvables y quedaron libres”. No hay pruebas de que sean hechos relacionados, insiste Nacho Carretero, pero poco después este juez fue trasladado a Santander y el gobernador a Albacete.


Re: CARRETERO, Nacho

Nota Sab Ene 05, 2019 11:05 pm
Sobre el secuestro judicial que popularizó el libro de Fariña...

En "Una jueza acuerda el secuestro cautelar del libro Fariña a petición de un exalcalde de O Grove", en El Diario.es, el 20 de febrero de 2018, se escribió:

Una jueza de Collado Villalba (Madrid) ha acordado el secuestro cautelar del libro Fariña, obra en la que el periodista Nacho Carretero profundiza en la historia del narcotráfico gallego.

La jueza Alejandra Pontana ha adoptado esta medida a petición del exalcalde de O Grove (Pontevedra) José Alfredo Bea Gondar, quien demandó en enero a Carretero y a la editorial Libros del KO por supuesta vulneración de su derecho al honor.

El exalcalde -que aparece citado en el libro por supuestos vínculos con el narcotráfico gallego- ha logrado como medida cautelar el secuestro del libro y que se prohíba la impresión y comercialización de nuevos ejemplares.

"Nos hemos enterado hoy. Estamos sorprendidos. No entedemos nada. Todavía hay una vista posterior, así que preferimos no decir nada. Estamos confusos y sentimos una indefensión total. Vamos a esperar a ver qué ocurre en los próximos días", señalan fuentes de la editorial Libros del K.O. a eldiario.es.

Por su parte, Carretero ha reaccionado en la mañana de este miércoles. Ha expresado en Twitter que le parece "desproporcionado" secuestrar Fariña "por plasmar unos hechos probados judicialmente en 3 líneas del libro". "Quien demanda está en su derecho y es una medida cautelar, así que ojalá se resuelva pronto", ha deseado, además de dar las gracias por el "contundente" apoyo que ha recibido desde que se conociera la noticia y que se ha visto reflejado en redes sociales.

Por contra, la jueza ha desestimado su pretensión de frenar la emisión de la serie de televisión producida sobre esta obra. En este caso, sostiene que la fecha de emisión de la serie es incierta, así como el guión de la misma, por lo que sería desproporcionado paralizar su emisión.

Pero en el caso del libro, cree que la medida está amparada en la eficacia de la tutela judicial, pues si finalmente la sentencia fuera favorable al demandante, se habría seguido produciendo el daño moral sobre el mismo.

Para la jueza, el contenido del libro y las supuestas imprecisiones denunciadas por el exalcalde otorgan base suficiente para, sin prejuzgar el fondo del asunto, atender a su petición.

La jueza, por último, determina que el demandante debe depositar una caución de 10.000 euros para responder de los posibles daños y perjuicios que la medida cautelar suponga para el patrimonio del demandado.


Re: CARRETERO, Nacho

Nota Sab Ene 05, 2019 11:05 pm
Montero Glez, en "Fariña", en El Diario.es, el 23 de junio de 2018, escribió:

El periodista Jimmy Breslin, en una reunión de trabajo del Herald Tribune, propuso volar por los aires el edificio de The New Yorker, periódico de la competencia. Era la propuesta más provocativa que se podía esperar de uno de los integrantes de "la banda que escribía torcido", un grupo de periodistas que fueron capaces de elaborar una nueva forma de crónica, sirviéndose de recursos propios de la ficción para alterar sus relatos hasta hacerlos más realistas.

Tom Wolfe sería el encargado de dinamitar el The New Yorker. Se vistió con uno de sus trajes blancos para colarse en la fiesta que daban en el hotel St Regis. Era el año 1965 y el llamado Nuevo Periodismo no tardaría en convertirse en un género literario. Wolfe, Breslin, Thompson, Talese, Herr, Didion, Capote, Mailer, todos ellos conseguirán, con sus extensos relatos del presente americano, una nueva manera de describir el mundo a tiempo real. En nuestro país llegarían las primeras traducciones de la mano del editor Jorge Herralde; eran los primeros años 70 y para hacernos una idea, aquí lo más vanguardista que se llevaba entonces era el periodismo del Sindicato Vertical que se hacía en el vespertino diario Pueblo. Lo del Nuevo Periodismo quedaba muy lejos.

Fue con la llegada del nuevo siglo y con la fundación del diario Público y su consiguiente fragmentación en distintos periódicos digitales, cuando empezarían a destacar algunas de las mejores plumas del periodismo actual. Pero todavía faltaba algo más y ese “algo más” llegaría con la revista Jot Down y sus extensos reportajes en los que la prosa de Nacho Carretero lucía por su agilidad; herencia de aquella banda que escribía torcido.

Su reportaje en forma de libro titulado Fariña es una crónica escrita al límite con recursos virgueros de la ficción pero sin perder de vista nunca la realidad. Una historia que empezó con el estraperlo de Marlboro de batea y que llevó a los señores do fumo a enriquecerse con el tabaco para, después, dar el salto al jachís y de ahí a la cocaína. La fariña, la raya blanca que separa al rico del pobre y que tantas familias gallegas cruzarían, es denunciada con nombres y apellidos en un libro que sería secuestrado por los jueces.

Pero como nada es eterno, hace unos días el fiscal decidió levantar el veto a Fariña poniendo fin al asunto. Una medida que, en este caso, hace saltar por los aires un sistema judicial que enjaula la libertad de expresión.


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