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IBÁÑEZ, Tomás

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IBÁÑEZ, Tomás

Nota Vie Jun 02, 2017 8:48 pm
Tomás Ibáñez

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(wikipedia | dialnet)


Introducción

En facebook se escribió:Tomás Ibáñez Gracia (Zaragoza, 1944). Nació en Zaragoza (España) en el año 1944. Vivió en Francia desde 1947 hasta 1973, donde estudió psicología y participó activamente en el movimiento libertario francés y en la lucha antifranquista (FIJL). Participante activo del Mayo del 68. Catedrático de psicología social en el Departament de Psicologia Social de la Universitat Autònoma de Barcelona, hasta su jubilación en el año 2007. Entre otras obras, es autor de Poder y Libertad (Barcelona: Hora, 1982), Municiones para disidentes: realidad, verdad, política (Barcelona: Gedisa, 2001), Contra la dominación. variaciones sobre la salvaje exigencia de libertad... entre Castoriadis, Foucault, Rorty y Serres (Barcelona: Gedisa, 2005) y Por qué A: fragmentos dispersos para un anarquismo sin dogmas (Rubí: Anthropos, 2006).





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Re: IBÁÑEZ, Tomás

Nota Vie Jun 02, 2017 11:53 pm
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Re: IBÁÑEZ, Tomás

Nota Sab Jun 03, 2017 12:24 am
fuente: http://www.eldiario.es/interferencias/a ... 34176.html


Entrevista con Tomás Ibáñez, militante histórico y teórico anarquista de referencia, sobre la actualidad del anarquismo

El anarquismo como catapulta: entrevista con Tomás Ibáñez





Amador Fernández-Savater

El Diario.es // 9 de mayo de 2014




"La memoria viva no nació para ancla. Tiene, más bien, vocación de catapulta”, dice Eduardo Galeano. No convierte el pasado en un modelo que exige repetición, ni nos aplasta bajo el peso de referencias en las que debemos reconocernos obligadamente, sino que más bien acompaña e inspira las búsquedas del presente.

La vida de Tomás Ibáñez está marcada por el anarquismo desde su infancia: hijo del exilio libertario en Francia, participó en los años 60 en los circuitos estudiantiles anarquistas cuando aún casi nadie en el campo del antagonismo se atrevía a cuestionar la hegemonía del Partido Comunista. En mayo del 68, integrado en el Movimiento 22 de Marzo junto a compañeros anarquistas como Daniel Cohn-Bendit o Jean-Pierre Duteuil, se sumerge en la cotidianeidad de los acontecimientos hasta que es detenido el 10 de junio y confinado en destierro por su condición de refugiado político.

En 1973 volvió a España y participó en los fracasados intentos de reconstrucción de la CNT. Ha sido catedrático de Psicología Social en el Departament de Psicologia Social de la Universitat Autònoma de Barcelona hasta su jubilación en el año 2007. Es autor de numerosos libros y textos sobre anarquismo, ciencias humanas y, en especial, psicología social.

Tomás Ibáñez trabaja desde hace años para que la historia de anarquismo sea memoria viva y no lengua muerta, catapulta y no ancla. Autor de referencia para las corrientes libertarias en España y el extranjero, ha enriquecido los planteamientos anarquistas básicos con las aportaciones del post-estructuralismo francés y, muy en concreto, de Michel Foucault (no sin escándalo de los "guardianes del templo" anarquista). Co-fundador de la revista Archipiélago, en la que trabajamos juntos durante varios años, acaba de publicar en la editorial Virus Anarquismo es movimiento, donde se explora la reactualización contemporánea de ideas y prácticas que algunos relegaron demasiado apresuradamente al museo de la Historia.


El virus anarquista

A. F-S.: Citas en el libro a Christian Ferrer: “el anarquismo no se enseña y tampoco se aprende por los libros, sino que se propaga por contagio, y el contagio las más de las veces es irreversible”. En tu caso ha sido así, es una historia de fidelidad que dura ya medio siglo. ¿Cuáles fueron tus primeros contactos-contagios con el anarquismo? Creo recordar que hay historias familiares de por medio, ¿es así?

T.I.: Sí, Amador, hay efectivamente historias familiares de por medio y eso explica que “los contactos” con el anarquismo fuesen muy precoces. En 1947 mi madre, activista de las juventudes libertarias de Zaragoza, pasó a Francia llevándome en brazos por una ruta pirenaica, y eso hizo que yo creciera en el cálido ambiente del exilio libertario. Era un ambiente por donde circulaba una multitud de nostálgicos, pero esperanzados, relatos de una lucha revolucionaria aún cercana, y donde la ayuda mutua nunca se hacía esperar. Obviamente, la sensibilidad de un niño no podía captar que ese ambiente también albergaba luchas fratricidas, rancios dogmatismos e inevitables miserias, con lo cual la huella que me dejó sólo podía ser positiva. Ese fue “el contacto”, sin embargo “el contagio” llegaría más tarde.


A. F-S.: ¿Cuándo, por dónde?

T.I.: Mi temprano activismo anarquista hubiera podido agotarse y extinguirse sin más, de no haber sido porque en el verano de 1963 arrastré mi saco de dormir hasta el campamento que organizaba cada año la FIJL (Federación Ibérica de Juventudes Libertarias). Fue una experiencia inolvidable que abrió de par en par las puertas, ya definitivamente, al virus del anarquismo. Autoorganización, vida en común, compañerismo, debates, sentimiento de vivir en otro planeta donde la igualdad y la libertad se habían hecho realidad, pero también rabia y lucha. Porque se daba la circunstancia de que la FIJL había emprendido recientemente un línea de hostigamiento frontal al franquismo y la ejecución a garrote vil de dos de sus militantes, Francisco Granados y Joaquín Delgado, que preparaban un atentado contra Franco, cayó en el campamento como una indignante y dolorosa noticia. Al recoger mi mochila y despedirme de mis compañeros, la idea de volver a la “normalidad” se me hizo insoportable, en el tren que me devolvía a casa miraba a los viajeros y me sentía como un absoluto extraño en un mundo que ya no era el mío.

Por supuesto, soporté esa “normalidad”, pero el sentimiento de que era intolerable nunca me abandonaría. Desde entonces estoy convencido de que lo que de verdad deja huella en las personas y las transforma en profundidad es su inmersión en un escenario de vida, de experiencias y de lucha que se construye en común y en unos espacios arrebatados a las reglas de la sociedad instituida.


La “A” dentro de un círculo: el origen desconocido de un símbolo

A. F-S.: Luego te moviste en los circuitos del anarquismo estudiantil previo a Mayo del 68, ¿qué recuerdos te vienen de aquella época?

T.I.: Lo que evoca en mí, como un primer flash, es la imagen de un inacabable desierto. Durante mi primer año de universidad, en 1962 cerca de Marsella, me movía en el potente sindicalismo estudiantil de aquellos años sin conseguir dar con ningún otro estudiante libertario. Al año siguiente me trasladé a la universidad de París donde, al inicio del curso, unos estudiantes trotskistas me informaron, entre risas, que conocían “al otro” estudiante anarquista de la Sorbona y que podían ponernos en contacto.

A partir de ahí, pensando que siendo dos ya éramos invencibles removimos cielo y tierra hasta encontrar a otro par de compañeros… Y así nació en 1963 una exigua coordinación de estudiantes anarquistas parisinos que tenía nombre de mujer, LEA, que creció poco a poco y que atraería, algún tiempo más tarde, a estudiantes de la recién creada universidad de Nanterre, como Daniel Cohn-Bendit o Jean-Pierre Duteuil, quienes contribuirían a la creación del Movimiento 22 de Marzo que encendió la mecha de Mayo del 68.


A. F-S.: ¿Y qué hay de esa historia que te sitúa en el origen del símbolo anarquista por excelencia, la “A” dentro de un círculo?

T.I.: Es bien cierta, y es una historia muy sencilla. Al llegar a París me hice el propósito de ayudar al acercamiento entre los diversos grupos y tendencias en las que se fragmentaba el menguado movimiento anarquista, lo que me llevó a lanzar iniciativas de coordinación en los sectores más jóvenes. Se me ocurrió entonces que una forma de propiciar una confluencia consistía en hallar un denominador común que, al no pertenecer en exclusiva a ninguna de las organizaciones, pudiera constituir un punto de coincidencia. Se trataba también de multiplicar la presencia percibida del movimiento anarquista por el simple hecho de la repetida aparición de ese denominador común en las expresiones públicas (pasquines, pintadas, etc.) de los diferentes colectivos anarquistas.

Propuse esa idea en uno de los grupos a los que pertenecía, insistiendo en que debía ser un símbolo que fuese fácil y rápido de dibujar, y que pudiese evocar el anarquismo de forma suficientemente directa. La propuesta fue aceptada, nos lanzamos a una lluvia de ideas y a altas horas de la noche convenimos que una “A” en un círculo podía ser un buen logo. Fue así como, en abril de 1964, salía a toda plana en el nº 48 de nuestro boletín Jeunes Libertaires, la primera “A” en un círculo. Le acompañaba un editorial donde explicaba el sentido de la propuesta y en el que se invitaba a todos los grupos anarquistas a apropiarse ese símbolo.

Pero ojo, en realidad sólo habíamos creado una imagen y formulado una propuesta, no habíamos creado un símbolo. La A en un círculo sólo se convertiría en un símbolo del anarquismo mediante la acción de miles y miles de manos que la pintaron en las calles del mundo, se trata pues de una creación colectiva multitudinaria de la que nadie tiene la paternidad.


Mayo del 68: tecnologías, liderazgos y logros

A. F-S.: Y de pronto Mayo del 68. Hablas de Mayo del 68 como un “regalo”. ¿Por qué un “regalo”? ¿Cuál fue el contenido del regalo?

T.I.: Un auténtico regalo es algo que te ofrecen para darte placer, sin obligación y sin pedir nada a cambio. Si no lo esperas, si es una sorpresa y si te colma de satisfacción, el regalo aún se crece más en su condición de “auténtico” regalo. Eso fue para mí Mayo del 68. En lo inmediato, el contenido del regalo fue la oportunidad de vivir durante varias semanas un verdadero sueño, de presenciar unas escenas que usualmente sólo alcanzamos a ver cuándo los sueños nos transportan lejos de las realidades cotidianas. Y también consistió en demostrar, fácticamente, que aquello que, increíblemente, estaba ocurriendo era posible puesto que, precisamente, estaba ocurriendo.

Con posterioridad, el regalo consistió en dejar un recuerdo que sigue trasladando aquel periodo al presente como si el tiempo no existiese, sin alterar la intensidad de las vivencias que allí acontecieron. Y también consistió en arraigar el convencimiento de que si aquello había ocurrido podía volver a ocurrir, con otros matices, en otros contextos, pero con las mismas características básicas.


A. F-S.: Me gustaría citar aquí la descripción de la vivencia de Mayo del 68 que hiciste en el número de Archipiélago que dedicamos a Mayo del 68: «(…) Estamos quizás en el momento álgido de Mayo, las vivencias fluyen de forma incontenible y las vuelco aquí de forma desordenada. Sentimiento de ser parte de una comunidad creada muy rápidamente pero atravesada por lazos muy intensos que, paradójicamente, parecen venir de antiguo, inserción en un "nosotros" formado por muchos desconocidos y sin embargo muy cercanos, muy cómplices, creación de nuevas relaciones sociales, nuevos amigos. Necesidad de estar siempre disponible, en cada instante, siempre en alerta, delante de un futuro inmediato que se va construyendo en el momento, sin predeterminaciones. Atrapados en un ritmo desenfrenado, vertiginoso, mezcla de exaltación y de agotamiento, impresión muy fuerte de estar haciendo historia, de ser protagonista, de estar teniendo efectos sobre la realidad, de estar constantemente confrontados a desarrollos imprevistos que superan a sus protagonistas, y, durante un tiempo, impresión de ir cada día a más, de acertar en las acciones emprendidas. Alegría y entusiasmo, un placer nacido de la propia acción en la que se esta inmerso. Deseo muy intenso de que aquello no acabara nunca. Impresión de que uno estaba haciendo colectivamente cosas que no se podían hacer y que eran impensables hasta ese momento. Impresión de estar desafiando lo establecido, el poder, lo intocable. Impresión de haber puesto la máquina "fuera de control", de haber lanzado un proceso de reacciones en cadena, imparable e imprevisible…». Un proceso de reacción en cadena, imparable e imprevisible, que detonaron los estudiantes pero que alcanzó enseguida al movimiento obrero, desembocando en pocos días en una huelga general masiva que paralizó durante un mes el país entero. La velocidad e intensidad de la comunicación entre distintos sujetos fue potentísima. Pero... ¿dónde estaba Twitter?

T.I.: Acontecimientos como los de Mayo del 68 se han producido en otros momentos de la historia, efervescencias populares que estallan de imprevisto y donde la gente “actúa por sí misma“ no han esperado al surgimiento de las nuevas tecnologías ni a la constitución de las redes sociales. Creo, eso sí, que en cada época esas efervescencias populares, a la vez destructivas y constructivas, han sabido apropiarse y utilizar las tecnologías existentes, la radio fue importante en Mayo del 68, y los talleres de serigrafía, entre otras cosas. Sin embargo, en todas esas situaciones de efervescencia creadora nada puede sustituir la copresencia física de las personas, los gestos, las voces, las miradas, las palabras, los roces.

También creo, como lo explico en mi libro, que las nuevas tecnologías y las redes sociales tienen unas características que fomentan el proceso de auto-organización de la gente en situaciones de efervescencia popular, pero no porque se usen con fines y resultados autorganizativos, sino simplemente porque propician confluencias masivas sin que exista una estructura previa, un plan preestablecido, una dirección que ordene y canalice las actividades.


A. F-S.: Mientras que el primer 15M se caracterizó por el anonimato (ningún “rostro” en particular se convirtió en el símbolo de la protesta), hoy se da, en torno a las figuras (tan distintas) de Ada Colau o Pablo Iglesias, un debate sobre la necesidad o pertinencia de los liderazgos. Te quería preguntar tu opinión sobre el particular y sobre el “liderazgo” de Daniel Cohn-Bendit en Mayo del 68, el líder paradójico de un movimiento que se caracterizaba por su rechazo de la delegación y la representación. ¿Qué aportaba el liderazgo de Cohn-Bendit y qué limitaba?

T.I.: Los liderazgos siempre son tanto más peligrosos cuantos más carismáticos, y es innegable que todo el sistema actual concurre para instituir y potenciar liderazgos. En la sociedad del espectáculo los rostros venden, y también tranquilizan cuando sustituyen al anonimato de las efervescencias colectivas. Ciertamente, los liderazgos ayudan a visualizar los movimientos y a ampliar su presencia mediática pero el precio a pagar es altísimo. ¿Cuántos líderes aceptan volver al anonimato antes de que se agoten sus posibilidades de seguir siendo líder? Ada Colau constituye sin duda una grata excepción.

El liderazgo en movimientos basados en la democracia directa constituye una aberración. Daniel Cohn-Bendit tuvo, indiscutiblemente, un papel de líder, pero era un líder atípico, no pretendía “representar” al Movimiento del 22 de Marzo que, además, no tenía cargos ni ningún portavoz oficial permanente y que decidió auto disolverse al cabo de unos meses. Dany también era atípico porque participaba políticamente de la idea de que no debía haber líderes, lo que le situaba en una difícil posición qué chirriaba con sus convicciones y con las de sus compañeros. Su papel de líder suscitaba críticas internas y se tomaban medidas para cuestionar ese liderazgo, como por ejemplo convocar ruedas de prensa utilizando su nombre para que acudieran los medios, pero donde era otro compañero el que intervenía finalmente, explicando que Cohn-Bendit era un nombre colectivo (“todos somos Cohn-Bendit”) bajo el cual podía hablar cualquier miembro del 22 de Marzo.


A. F-S.: En algún sitio dices que no tiene mucho sentido hablar de Mayo del 68 en términos de “éxito” o “fracaso”, ¿por qué?

T.I.: No se puede hablar de éxito o de fracaso porque esos términos sólo se aplican a acciones intencionadas y Mayo del 68 no fue un proyecto, ni se fraguó para alcanzar unos objetivos, fue un ”acontecimiento“ en todo el sentido de la palabra. Ahora bien, los acontecimientos suele tener efectos y producir cosas. Mayo del 68 fue un acontecimiento de cierta magnitud, objetivable en términos cuantitativos de participación popular o de duración, etc. Sin embargo, sus efectos, al igual que ese batir de alas de una mariposa en Australia que provoca una tormenta en Europa, fueron infinitamente superiores a su magnitud y aún se manifiestan al cabo de medio siglo. Sencillamente, Mayo del 68 cambió la cultura política, practicas incluidas, de la disidencia, por una parte, y muchos de los supuestos culturales de la sociedad por otra parte. En efecto, las actuales prácticas del antagonismo social popular enlazan en buena medida con las que alentó Mayo del 68 y el efecto que tuvo sobre los cambios culturales respecto de la identidad sexual, por ejemplo, son innegables.


Actualidad del anarquismo: transformar la sociedad sin tomar el poder

A. F-S.: ¿Qué puede aportar el anarquismo a los movimientos actuales?

T.I.: Una de las claves más interesantes que puede aportar a mi juicio es la relevancia de “lo prefigurativo” frente a la escisión entre medios y fines típica de la política clásica. Es un principio básico del anarquismo: no sacrificar ni supeditar los valores que se defienden en el presente a unas promesas que, por definición, siempre apuntan al futuro. En cualquier caso, ese futuro que se anhela debe estar “ya presente” en los pasos que se dan para construirlo, lo “prefigurativo” no significa otra cosa que esa necesaria presencia.

El anarquismo siempre ha propuesto una “revolución en el presente” que remite a la desconfianza hacia cualquier discurso que base su fuerza persuasiva en las promesas que ofrece y a la prevención hacia cualquier práctica que sólo se oriente a preparar el futuro. Su ética está atravesada de cabo a rabo por la exigencia de reducir al máximo la distancia entre lo que se dice y lo que se hace, o entre lo que se quiere ser y lo que se es.


A. F-S.: Otra clave sería sustituir la idea de “toma del poder” por la de "transformación de la sociedad”. ¿Te parecen dos términos dicotómicos, vasos comunicantes?

T.I.: Una vieja idea anarquista dice que nunca se toma el poder, que el poder siempre te toma a ti tan pronto como crees haberlo tomado. Agustín García Calvo lo sintetizaba muy bien cuando declaraba que “el enemigo está inscrito en la forma misma de sus armas”, tomar sus armas es transformarse ya en el enemigo. Una de las lecciones básicas del anarquismo pasa por asentar la convicción de que quizás no haya camino, pero que, en cualquier caso, el camino del poder nunca puede ser el camino.

La idea de transformar la sociedad sin tomar el poder, que goza hoy de cierta popularidad, siempre ha inspirado al anarquismo y, claro, le ha puesto en la delicada situación de tener que conciliar el sensato posibilismo que exige mejorar lo mejorable o, también impedir lo peor, y el indispensable radicalismo que apunta hacia la incongruencia de comprometerse con aquello mismo que se cuestiona. La solución más satisfactoria siempre ha sido de tipo “indexical”, es decir, hacer una valoración en función de cada contexto particular, o, dicho de otra forma, no “escindir” radicalmente los valores de las situaciones en las que intervienen, lo que no significa, por supuesto, “supeditarlos” a las situaciones, cosa que nos haría vulnerables a la seducción ejercida por “los atajos del poder”.


A. F-S.: Para terminar, Tomás, ¿no crees que muchas veces el anarquismo (como movimiento organizado, como ideología o como identidad) es el principal enemigo de las ideas/prácticas anarquistas?

T.I.: Yo no diría que “el principal enemigo”, hay muchos otros y mucho más letales, empezando por la represión, pero sí que el hecho que el anarquismo constituya unas organizaciones que reproducen inevitablemente las características, más o menos acentuadas según los casos, de todas las organizaciones (estructuras, luchas y apetencias de poder, tendencia a convertir la organización en un fin en sí mismo, patriotismo de organización, etc.), el hecho de que el discurso anarquista se petrifique en ideología y que el peso de la historia construya una identidad anarquista enquistada en un patrón fijo e inamovible, no sólo limita la proliferación del anarquismo encerrándolo en un gueto, sino que representa, además, cierto cuestionamiento de sus propias premisas.

Por eso es necesario actuar constantemente para que el anarquismo sea movimiento, para que sus aguas se mantengan siempre turbulentas y para que no se aparte nunca de una sensibilidad crítica dirigida, incluso, hacia sí mismo. Si de una cosa estoy seguro, y puede que sea la única, es que no hay anarquismo más genuino que aquel que está dispuesto a poner constantemente en peligro sus propios fundamentos volviendo hacia sí mismo la más irreverente de las miradas críticas.





- Esta entrevista en catalán
- "Notas para una política no estadocéntrica"

Re: IBÁÑEZ, Tomás

Nota Sab Jun 03, 2017 12:44 pm
fuente: http://www.lamarea.com/2014/06/29/tomas-ibanez



Entrevista a Tomás Ibáñez

“Nunca se toma el poder, sino que es el poder quien nos toma”



Brais Benítez

La Marea // 29 de junio de 2014




Tomás Ibáñez (Zaragoza, 1944) vive con los ideales libertarios como guía. Hijo del exilio en Francia, comenzó su andadura política en los grupos juveniles anarquistas franceses y de jóvenes exiliados españoles. Desde principios de los sesenta hasta inicios de los ochenta, volcó sus energías en la construcción de organizaciones libertarias, la lucha antifranquista y la reconstrucción de la CNT en 1976.

Autor de numerosos ensayos sobre disidencia, anarquismo y lucha contra la dominación, recientemente ha publicado Anarquismo es movimiento (Virus, 2014), en el que repasa la vigencia de los ideales y postulados anarquistas en la actualidad. Ibáñez analiza el resurgimiento del anarquismo en el siglo XXI, y cómo este ha impregnado las luchas de los movimientos sociales, desde el 15M a la expansión de los centros sociales autogestionados, las cooperativas de consumo y las redes de economía alternativa. Alerta de los peligros que deben afrontar estos movimientos en el paso a la lucha por la vía electoral que algunos de estos ya preparan.


LM: “Los cantos de sirena que anunciaban amaneceres radiantes se han extinguido”, afirma en el libro. ¿Ya no es posible esperar la liberación, la ‘anarquía’ como estado de las cosas, que postulaba el anarquismo?

BB: Esos cantos de sirena situaban en un futuro más o menos lejano la recompensa que recibirían las luchas emancipadoras, y esa recompensa era tan fabulosa que servía para evaluar las luchas en función de cuanto nos acercaban a la ansiada meta. Lo que ya no es posible es mantener ese tipo de discurso de claro raigambre religioso, hoy hemos aprendido que el valor de las luchas no depende de las promesas que encierran sino que radica en su propio acontecer, en sus características substantivas, y en lo que permiten crear en el presente. La extinción de esos cantos oblitera la fascinación por la tierra prometida y la supeditación del trayecto a su desenlace, pero nada nos dice acerca de la posibilidad o no de alcanzar algún día una sociedad de tipo anarquista. Con independencia de que esto ocurra o no, la anarquía no radica en el futuro sino en el presente, en cada lucha, en cada logro, que reflejen sus preceptos. Con la extinción de los cantos de sirena también se derrumba la creencia en el brusco advenimiento de una sociedad que camine hacia la anarquía sobre las ruinas aun humeantes del actual sistema, el gran y fulgurante estallido revolucionario que aportaría la definitiva liberación es tan solo un mito, como también es un mito una sociedad libre de conflictos, de tensiones y de luchas. No hay ningún amanecer radiante al final del camino, simplemente porque el camino no tiene final, cada amanecer deberá ser luchado día a día, una y otra vez. Ahora bien, esto no significa que no sea preciso cultivar la utopía, pero sabiendo que sólo representa una guía para actuar en el presente y no la prefiguración de la meta que se alcanzará algún día.


LM: Sostiene que “el anarquismo resurge en el siglo XXI, se reinventa”. ¿Qué características deja atrás y cuáles aparecen?

BB: En la medida en que el anarquismo se fragua en el seno de las luchas contra la dominación es lógico que cambie cuando estas se modifican para seguir haciendo frente a la emergencia de los nuevos dispositivos de poder. Es decir, aquello a lo que se enfrenta el anarquismo cambia y eso le hace cambiar. Lo que el anarquismo contemporáneo deja atrás es, entre otras cosas, un conjunto de ideas influenciadas por la Modernidad, tales como la fe inquebrantable en el progreso, el encumbramiento acrítico de la Razón, una concepción demasiado simplificadora del poder, unas prácticas acordes con lo que fue la centralidad del trabajo, y también deja atrás un imaginario revolucionario construido en torno a la gran insurrección del proletariado. Se configura un anarquismo más táctico que estratégico, más presentista que utópico, donde lo que importa es la subversión puntual, local, limitada, pero radical, de los dispositivos de dominación, y la creación aquí y ahora de prácticas y de espacios que anclan la revolución en el presente, transformando radicalmente las subjetividades de quienes las desarrollan. Lo que también caracteriza al anarquismo contemporáneo es un menor encapsulamiento en sí mismo, una mayor apertura a construir conjuntamente con otras tradiciones no específicamente anarquistas una serie de proyectos y de luchas comunes.


LM: Señala que el anarquismo “es una cosa del hoy, aquí y ahora”. ¿En qué se concreta actualmente en nuestros barrios?

BB: El anarquismo se ha involucrado en el intento de construir una realidad vecinal hecha de realizaciones concretas, como son las cooperativas de consumo, de producción, de educación, los CSOA, las librerías, las redes de economía alternativa. No hay que olvidar que la progresiva destrucción de la vida vecinal ha sido uno de los factores que han restado fuerza al anarquismo en la medida en que es precisamente en los barrios donde se pueden tejer relaciones transversales que cuestionan distintos dispositivos de dominación, y no sólo los que se sitúan en el ámbito laboral.


LM: También hace referencia a los “guardianes del templo”, que pretenden un “anarquismo embalsamado”, como una amenaza para la pervivencia del anarquismo. ¿Quiénes son los ‘guardianes del templo’? ¿Qué anarquismo pretenden preservar contra la fuerza de los cambios?

BB: Digo en el libro que estuve guerreando durante un tiempo contra los “guardianes del templo” y, en efecto, durante los años de mi militancia anarquista más intensa, es decir desde principios de los años sesenta hasta los ochenta, estos constituían un serio problema en el seno de los movimientos libertarios de Francia, de Italia, o de España, por citar tan solo los que mejor conozco. Su voluntad de preservar la pureza del anarquismo heredado, de evitar cualquier contaminación por ideas o por prácticas surgidas fuera de sus fronteras, su fe, casi religiosa, en la incuestionable superioridad del anarquismo, y su dedicación a la tarea de velar por la inmutabilidad de su esencia, les encerraban en un dogmatismo y en un sectarismo impropios de cualquier sensibilidad mínimamente anarquista. Las expulsiones, las descalificaciones, las escisiones, no eran, por aquel entonces, nada infrecuentes. Hoy la propia fuerza de los cambios ha vaciado de energía las proclividades sectarias y los “guardianes del templo” ya no representan ningún problema, aunque no está de más permanecer atentas a eventuales rebrotes de actitudes fundamentalistas.


LM: ¿Qué puede aportar el anarquismo a los movimientos sociales en la actualidad?

BB: Mucho. El anarquismo puede hacerles beneficiar de la larga experiencia que ha acumulado con relación a unos modos de funcionamiento que estos movimientos están reinventando actualmente, pero que él viene practicando desde hace mucho tiempo: modos de debatir, de decidir, de actuar basados en la democracia directa, en la horizontalidad, en el respeto de las minorías, en la no delegación permanente, en la acción directa, etc. También puede fortalecerles en el recelo que ya manifiestan hacia el ejercicio del poder, o en su desconfianza hacia la figura política de la “representación”. Vale la pena recordar en este punto la manera en la que Michel Foucault denunciaba “la indignidad de hablar en el nombre de los demás”. En la medida en que la memoria histórica de innumerables luchas surgidas “desde abajo” ha sedimentado en el seno del anarquismo, y en la medida en que las experiencias y los saberes históricos ayudan a entender mejor el presente, es obvio que el anarquismo puede ser de gran utilidad para los movimientos emergentes. Por fin, el anarquismo también puede revelarse útil poniendo de manifiesto, de forma crítica, los errores que se han cometido bajo los pliegues de su propia bandera.


LM: ¿Y qué prácticas actuales de los movimientos sociales pueden inscribirse en los preceptos del anarquismo?

BB: La horizontalidad, el modo de conducir los debates, de elaborar las propuestas y de tomar las decisiones, el acento puesto sobre el carácter “prefigurativo” que debe impregnar los contenidos y las formas de las luchas, es decir, la insistencia sobre la necesidad de que las prácticas que se desarrollan no contradigan los fines que se persiguen. También cabe mencionar la práctica de la acción directa y el escepticismo frente a las mediaciones, la crítica de la delegación y de la representación, o el rechazo del centralismo y del vanguardismo, sin olvidar la aversión hacia cualquier forma de dominación, etc.


LM: ¿Hubo anarquismo en la eclosión del 15M?

BB: Lo hubo, por supuesto. Suscribo plenamente las palabras de Rafael Cid cuando se refiere a él como a una “inesperada primavera libertaria”. A partir del momento en que el único sujeto político legítimo fue la propia gente que estaba presente en las plazas y que estaba implicada en la lucha, al margen de cualquier instancia exterior a ella misma, ya estábamos de lleno en el corazón de los preceptos anarquistas. Si añadimos que el recelo hacia la representación se manifestaba con una fuerza impresionante, aun resaltan más nitidamente los rasgos libertarios que lo caracterizaban. Desde mi propia concepción del anarquismo, el hecho mismo de que no se aceptasen manifestaciones identitarias, aunque fuesen anarquistas, refuerza el carácter anarquista del 15M. Saber si hay anarquismo, hoy, en el 15M es algo que se me escapa por no haber seguido con la suficiente atención su evolución más reciente, pero intuyo que su carácter heterogéneo y polimorfo habrá sabido preservar enclaves de anarquismo.


LM: ¿Lo sucedido en Can Vies (en el barrio de Sants de Barcelona), en la que sus ocupantes, con los vecinos, han seguido trabajando al margen de lo que pudiera pretender el ayuntamiento (por ejemplo reconstruyendo el centro) refleja la pervivencia de las ideas anarquistas?

BB: Más que la pervivencia de las ideas anarquistas, lo que refleja lo sucedido en Sants es el entronque, o la sintonía, entre algunas de las características del anarquismo por una parte, y el tipo de prácticas que se desarrollaron, y que se siguen desarrollando, en el conflicto de Can Vies, por otra. Sintonía también con la sensibilidad que manifiestan amplios sectores de los colectivos que protagonizan la actual insumisión de carácter social y político. Las asambleas abiertas, la negativa a negociar lo que se considera innegociable, el rechazo de cualquier pacto que implique participar en el sistema y someterse a su lógica, la fusión de lo existencial y de lo político, es decir la no separación entre la forma de vivir y de ser, por una parte, y las prácticas políticas por otra, la acción directa manifestada incluso en la decisión de no dejar en manos ajenas la reconstrucción del edificio, todo esto establece fuertes resonancias entre el anarquismo y lo sucedido en Can Vies. La pervivencia, o incluso, la actual pujanza del anarquismo barcelonés en el seno de algunos colectivos jóvenes se manifestó en los enfrentamientos nutridos, en parte, por las columnas que confluyeron hacia Sants desde diversos barrios.


LM: En un pasaje del libro afirma que “luchar contra el Estado consiste también en cambiar las cosas ‘abajo’, en las prácticas locales”. En los últimos años han surgido diversas experiencias autogestionadas y movimientos sociales que, como la PAH, han ejercido de contrapoder al Estado. Si estas optan por la vía electoral, ¿corren peligro de perder su fuerza emancipadora?

BB: Desde mi punto de vista ese peligro es evidente. La integración en el sistema, asumiendo algunas de sus prácticas y adquiriendo parcelas de poder, con el loable propósito de combatirlo y de transformarlo desde dentro, desactiva más pronto que tarde la fuerza de cualquier política emancipadora. No es que, como reza el consabido tópico, “el poder corrompe…”, sino que “para llegar al poder ya hay que estar corrompido”, es imposible de otra forma porque no hay camino hacia el poder que no implique prácticas más o menos torticeras, así como múltiples dejaciones y compromisos de mayor o menor calado. Por eso soy tan ferviente defensor del ejercicio del “contrapoder” como virulento crítico del “poder popular”. El hecho de reivindicar y de trabajar para consolidar este último conduce casi siempre a dar finalmente el salto hacia la vía electoral, y, claro, cabe preguntarse ¿qué pasa entonces con el clamor de que “no nos representan”, o con el legítimo grito de “que se vayan todos”?


LM: En línea con lo anterior, si movimientos sociales y grupos con prácticas horizontales, asamblearias y autogestionarias, llegan al ‘poder’, toman las instituciones, ¿pueden llegar a perder estas características?

BB: No es que puedan llegar a perderlas, es que las perderán sí o sí, inevitablemente. Nunca se “toma” el poder sino que es el poder quien “nos toma”, porque como bien decía Agustín García Calvo, “el enemigo está inscrito en la forma misma de sus armas”, usarlas es reconocer su victoria y adoptar su rostro. No es preciso haber estudiado mucha psicología ni mucha sociología para saber que la inmersión en un determinado contexto y el hecho de asumir sus prácticas incide sobre la forma de ser y de pensar de cualquiera que se preste a ello. Para poder auto justificar la propia conducta es preciso poner en consonancia las ideas asumidas hasta entonces como propias con las practicas efectivamente realizadas, ignorando la indesligable simbiosis entre ideas y prácticas propugnada por el anarquismo, y olvidando aquella famosa pintada en los muros del Paris de 1968 que decía: “Actúa como piensas o acabaras pensando como actúas” . Un movimiento como el que mencionas en tu pregunta no intentaría nunca dar el salto hacia la conquista del poder si estuviese animado por la profunda convicción de que nunca ningún ejercicio de poder conseguirá engendrar un espacio de libertad.

Re: IBÁÑEZ, Tomás

Nota Sab Jun 03, 2017 1:48 pm
fuente: https://www.diagonalperiodico.net/saber ... banez.html



Entrevista a Tomás Ibáñez

"La toma del poder es el espejismo que desvirtúa y esteriliza las políticas radicales"




Julián Vadillo

Diagonal // 26 de octubre de 2014




Siempre parece lo contrario, pero las ideas anarquistas mantienen el atractivo y se sitúan en el centro del debate. Aunque muchos lo quieran dar muerto, el anarquismo ya sea como ideología o como pauta de comportamiento está presente en muchos espacios.

Sobre la importancia que juega y puede jugar el anarquismo en al actualidad que nos rodea nos habla Tomás Ibañez en su nuevo libro, Anarquismo es movimiento. Este zaragozano nacido en 1944 tiene una amplia trayectoria militante en el movimiento libertario. Participante desde el periodo de la clandestinidad en la lucha libertaria, es autor de numerosos textos sobre la actualidad del anarquismo y es integrante de los equipos de redacción de revistas como Libre Pensamiento o Réfractions dedicadas al pensamiento libertario



D: ¿Qué pretendes aportar con la obra al pensamiento anarquista?

T.I.: Mi propósito no ha sido el de enriquecer el pensamiento anarquista con aportaciones y formulaciones innovadoras. No lo ha sido porque estoy convencido que es a partir de las prácticas de lucha contra los actuales dispositivos de dominación como se puede generar ese tipo de propuestas, y, hoy estoy demasiado alejado de la cotidianidad de las luchas para poder contribuir a la construcción colectiva de nuevas aportaciones. Mi única pretensión pasa por ofrecer una visión de la situación actual del anarquismo que ayude a reflexionar tanto sobre el porqué de esa situación, como sobre las propias características del anarquismo.

Ahora bien, el libro no tiene una finalidad puramente expositiva y reflexiva, sino que busca producir efectos prácticos impulsando determinas formas de entender el anarquismo y de fortalecer su incidencia social. Si, como lo pretendo, el anarquismo se encuentra en la imposibilidad de no ser cambiante, es obvio que no hay que obstaculizar su renovación, y si es cierto que se fragua en las luchas contra la dominación entonces también es obvio que hay que impulsar su presencia en los diversos escenarios de esas luchas, aunque desborden los contornos del movimiento anarquista instituido. En este sentido, mi libro quiere ser una herramienta que sirva para acrecentar la apertura y la combatividad del anarquismo contemporáneo.


D: Neoanarquismo y postanarquismo son dos términos que desarrollas en el libro. Palabras y principios que se enmarcan en la cultura de la postmodernidad. Aunque hay debates al respecto sobre la propia postmodernidad ¿qué aporta ésta al anarquismo?

T.I.: El término postmodernidad se ha ganado a pulso, todo hay que decirlo, tan pésima fama que necesitaríamos bastante tiempo para explorar sus diversos significados, algunos de los cuales, también hay que decirlo, son muy interesantes. Pero en aras a la brevedad te diría que, con relación al anarquismo, la posmodernidad aporta, simultáneamente, elementos positivos y negativos, tanto si la consideramos en su vertiente discursiva, o ideológica, como si la entendemos en tanto que una nueva época que se está perfilando. Época y discurso están, por supuesto, íntimamente relacionados, por no decir que son dos aspectos de una misma realidad.

El discurso posmoderno le aporta valiosos elementos para cuestionar un conjunto de creencias acríticamente heredadas de la Ilustración, pero, al mismo tiempo, le sitúa en la difícil tesitura de tener que diagnosticar y contrarrestar las implicaciones liberticidas de esa nueva ideología.
Considerándola ahora no como discurso sino como una nueva época y un nuevo modelo de sociedad que se encuentra en gestación, me parece que, por una parte, dificulta los planteamientos anarquistas porque diseña instrumentalizaciones de la libertad que dificultan su ejercicio, pero, por otra parte, abre al anarquismo nuevos escenarios de lucha donde intervenir y donde forjar nuevas armas para contrarrestar sus dispositivos de poder. Es más, el anarquismo puede utilizar para sus luchas algunas de los instrumentos propios de esa nueva época.

En tanto que la postmodernidad es la nueva cara que va tomando la dominación, el anarquismo no puede sino enfrentarse a ella, pero en tanto que la postmodernidad desmantela las bases legitimadoras de la anterior cara de la dominación, el anarquismo no puede renunciar a apropiarse los resultados de ese trabajo de demolición.


D: ¿Hay diferencias entre el anarquismo clásico, protagonista de importantes luchas por la emancipación social, y el anarquismo actual? ¿Qué le debe el segundo al primero?

T.I.: Por supuesto, hay diferencias y semejanzas, aunque sin duda son muchas más las semejanzas que las diferencias. Ahora bien, el anarquismo solo tiene relevancia si está firmemente anclado en las condiciones sociales propias de cada momento histórico, de cada presente, por así decirlo, y si está profundamente involucrado en la conflictividad social vigente. No cabe duda que el contexto social actual ya no es el mismo que el contexto donde hundía sus raíces el anarquismo clásico, y también es obvio que la conflictividad social ha cambiado en algunos de sus aspectos. Por lo tanto mal andaría el anarquismo actual si fuese idéntico al anarquismo clásico, por la sencilla razón que no conseguiría entroncar con la realidad social del momento presente.

Como ejemplo de las diferencias que median entre ambas expresiones anarquistas basta con pensar en las características que revestía la Revolución en el antiguo imaginario anarquista y a las que presenta en el imaginario actual. La Revolución ya no es un evento situado en un futuro más o menos lejano, que nos espera al final del camino recorrido por las luchas, sino que está firmemente anclada en el presente y se vive como una dimensión que es constitutiva de la propia acción subversiva.

Como es lógico, si los dispositivos de dominación van cambiando, también cambian las formas de lucha, y como son estas las que definen el anarquismo en cada momento, es obvio que mantener la actualidad del anarquismo implica necesariamente su constante renovación.

Eso no implica discontinuidad entre las prácticas anarquistas de ayer y las de hoy. El anarquismo actual se nutre, sin fetichismos, del legado de experiencias de lucha y de construcción de realidades alternativas acumulado por el anarquismo de antaño.


D: Resurgimiento y renovación son dos palabras muy utilizadas en tu libro. Sin embargo, en principio, son dos cosas distintas. ¿A cuál de las dos palabras se ajustaría más el anarquismo actualmente?

T.I.: Tienes razón, son dos cosas distintas, sin embargo lo que argumento en el libro es que, tratándose de anarquismo, esa distinción se difumina y esas dos cosas están íntimamente entrelazadas. No hay que olvidar que, como dicen los clásicos del anarquismo, este se caracteriza por unir indisolublemente “la idea” y “la acción”, la teoría y la práctica, la idea nace en un contexto de acción y revierte sobre la acción. Esto significa que, como todas las prácticas están incardinadas en un contexto sociohistórico, estas van cambiando con los inevitables cambios de ese contexto y eso hace que la idea también se renueve.

Si el anarquismo resurge eso implica que se incrementa su presencia en las prácticas antagonistas y que, consecuentemente con lo que acabo de decir, esa mayor presencia conlleva un mayor efecto transformador del anarquismo. Obviamente los tempos del resurgimiento y de la renovación no son milimétricamente sincrónicos, eso hace que, a mi entender, hoy en día la renovación esté a la zaga del resurgimiento.


D: ¿Qué hay de anarquismo en los nuevos movimientos sociales?

T.I.: Sin duda alguna, encontramos en esos movimientos un modo de funcionamiento que evoca muy directamente los principios organizativos del anarquismo. Me refiero a la horizontalidad, al asamblearismo, al estricto control de la delegación cuando esta no se puede evitar, etc.

Ahora bien, todo esto se sitúa sobre un plano puramente formal, y parece más difícil discernir una relación con el anarquismo en el plano de los contenidos. Ciertamente, el anarquismo no se reduce a un modo de funcionamiento de los colectivos, y podemos imaginar hoy unos movimientos totalmente reformistas, simplemente ciudadanistas, o incluso reaccionarios, que adopten formas de organización horizontales, y modos de funcionamiento próximos a los que caracterizan al anarquismo.

Sin embargo, en algunos de los nuevos movimientos sociales también existen ciertas semejanzas con el anarquismo que van más allá de los aspectos puramente formales, y que atañen a los contenidos. Solo mencionaré unos pocos como, por ejemplo, el recurso a la acción directa, el compromiso con políticas prefigurativas, es decir, con formas de intervención política cuyos procedimientos y planteamientos conlleven los fines que pretenden alcanzar, hipersensibilidad frente a las manifestaciones del poder, suspicacia y rechazo hacia todas las formas de dirigismo y de autoritarismo, denuncia de las discriminaciones y de las desigualdades, etc.


D: A lo largo de libro, en muchas ocasiones, haces referencia a Mayo del 68. Allí también se empezó a hablar de “nueva izquierda” y de un resurgir del anarquismo. Sin embargo hubo cosas que no cuajaron. ¿Crees que en el momento actual, que parece de cambio, el anarquismo tiene mucho que decir?

T.I.: Por supuesto. Hoy el anarquismo tiene mucho que decir porque el continuo desarrollo y la creciente sofisticación de los dispositivos de poder que proliferan por todos los ámbitos del tejido social y se insinúan en los intersticios más diminutos de la vida cotidiana, no solo sitúan la lucha contra el poder en un primer plano sino que legitiman el discurso anarquista que siempre le concedió una importancia privilegiada.

También tiene mucho que decir porque la voluntad de imprimir mayor efectividad a los movimientos sociales de base y asamblearios que van surgiendo más o menos espontáneamente por doquier, encarrila esos movimientos hacia unos derroteros que amenazan con desvirtuar su potencial subversivo. Ahí están Podemos o Guanyem como posibles ejemplos. Frente a esas derivas, la experiencia histórica acumulada por las luchas anarquistas articula un discurso, que no se debería desoír, contra las tentaciones parlamentaristas y contra la participación en los engranajes del poder político. La toma del poder es el espejismo que desvirtúa y esteriliza las políticas radicales.


D: La palabra anarquismo muchas veces ha sido mal utilizada. Por ejemplo. En EEUU existe el término “libertariano” o el “Libertarian Party”, que hablan de una desaparición del Estado o un Estado mínimo pero en términos económicos son ultraliberales. Son lo que se denominan “anarco-capitalistas”, que no deja de ser una contradicción in terminis. ¿Cómo afecta esto al anarquismo que siempre ha tenido una base transformadora hacia el socialismo?

T.I.: Esto afecta, seguramente, a determinados sectores del capitalismo que pugnan por desarrollar planteamientos económicos y políticos ultra liberales, pero no afecta en lo más mínimo al anarquismo.

No lo afecta por la sencilla razón que se trata de orientaciones inconmensurables, pertenecientes a universos políticos totalmente ajenos el uno al otro y sin ningún punto de contacto. Por supuesto, nadie puede impedir que las palabras sean secuestradas para servir a propósitos estrambóticos, pero sí se puede denunciar el carácter estrambótico de esas apropiaciones indebidas y mostrar su inanidad.

Eso es bastante fácil cuando se trata del acoplamiento del término “anarco” a una serie de otros términos, que son a veces antitéticos, tal y como anarco-capitalismo, anarco-fascismo, u otros del mismo tipo, sin embargo la presencia de referencias a conceptos que son nucleares para el anarquismo, tales como anti-estatismo, o exigencia de libertad, parece complicar las cosas, pero eso no es así porque si los significantes son idénticos los significados nada tiene en común. Así, por ejemplo, el concepto anarquista de la libertad vincula de forma inseparable la libertad y la igualdad (libertad entre iguales) lo cual hace de la libertad un concepto incompatible con cualquier forma de capitalismo.


D: En España el movimiento libertario fue uno de los más dinámicos de la historia. Sus organismos y militantes no solo articularon movimientos sindicales y políticos sino que crearon una forma de vida distinta. La llamada “cultura libertaria”. En este momento de agitación social. ¿Ves posibilidades de crecimiento de un movimiento libertario similar al de los años 30? ¿En qué puntos consideras que se encuentra el anarcosindicalismo en la actualidad?

T.I.: En un contexto político y social notablemente distinto resulta difícil imaginar cómo sería un movimiento libertario similar al de los años 30, ahora bien, estoy convencido que el movimiento libertario puede acercarse a las cuotas de influencia que conoció en aquellos años (salvo que la evolución de la sociedad hacia sistemas de dominación cada vez más sofisticados e invasivos, consiga eliminarlo del todo).

Ahora bien, es obvio que su fuerza ya no se concentrara en una clase trabajadora cuyas características distan mucho de las que la definían en los años treinta. En su forma clásica el anarcosindicalismo tiene en el contexto social actual un techo relativamente bajo que, sin ser despreciable, no le augura el lugar hegemónico que ocupo en los años treinta. Por mucho que pueda crecer al calor de la “crisis”, mi sentimiento es que no progresara mucho más arriba del punto en el que se sitúa en el momento actual.

Esto no significa que no sea útil contribuir a su desarrollo, pero atempera las expectativas de éxito que se puedan albergar. Ahora bien, el anarcosindicalismo está pugnando actualmente por renovar sus planteamientos en la línea de expandirse fuera del mundo del trabajo estrictamente definido, y de lograr una “hibridación” con los movimientos sociales. Si consigue progresar en esa vía puede alcanzar nuevas cuotas de desarrollo y deparar desagradables sorpresas a las instituciones que mantienen el orden establecido.

Re: IBÁÑEZ, Tomás

Nota Sab Jun 03, 2017 2:53 pm
fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=209896



El activista y teórico anarquista Tomás Ibáñez participa en el 30 aniversario del Ateneo Libertario Al Margen (Valencia)

“La manera de vivir se ha de convertir en práctica política



Enric Llopis

Rebelión // 11 de marzo de 2016




Nunca se toma el poder, sino que el poder es el que le toma a uno, según afirmó en una entrevista publicada por el periódico La Marea. La anarquía no radica en el futuro, ni tampoco en el pasado (en los grandes personajes de 1936), sino en el presente. Éstas son dos de las ideas que vertebran el pensamiento del militante y teórico anarquista, Tomás Ibáñez (Zaragoza, 1944), con las que introduce su conferencia en los actos que conmemoran el 30 aniversario del Ateneo Libertario Al Margen de Valencia. ¿Qué puede apuntarse sobre “el anarquismo que viene”? A responder esta cuestión ha dedicado unas palabras quien fue catedrático de Psicología Social de la Universitat Autónoma de Barcelona hasta el año 2007, activista en el mayo del 68 francés y en los intentos de reconstrucción de la CNT.

Del anarquismo que viene puede afirmarse que será inevitablemente distinto del heredado, y también del hoy vigente. Por un lado el anarquismo implica una formidable exigencia de libertad, pero también de pensamiento crítico y lucha política contra la dominación en todos los ámbitos. “Es en el seno de estas luchas donde se fragua el anarquismo”, resalta Tomás Ibáñez. Los dispositivos de dominación evolucionan a lo largo del tiempo, pero también las prácticas antagonistas, de manera que el anarquismo se va modificando. “Si cambia la Idea, cambia asimismo la acción, pues se trata de ejes indisolubles”, señala el autor de los libros Anarquismo es movimiento, Contra la dominación o Municiones para disidentes, entre otros.

Uno de los retos del anarquismo es “reinventarse”, y para ello los activistas tendrían que movilizar su creatividad. Estos cambios dependerán del contexto social en el que se desenvuelva el anarquismo, ineluctablemente inserto en un cambio de época que ya se apunta. “La destrucción del capitalismo es irrenunciable para el ideal libertario, ya que éste se define por la lucha contra la dominación”, afirma Ibáñez. Pero el sistema capitalista que se avizora no es como el del pasado, por lo que se requieren nuevas formas de lucha. “Frente a quienes anuncian desde hace mucho tiempo un gran colapso, el capitalismo ha demostrado una gran capacidad de regeneración”, matiza Tomás Ibáñez. Esta nueva modalidad de capitalismo obtiene unos grandes beneficios de los flujos financieros y de información, es más, la producción de valor ya no se obtiene exclusivamente del trabajo. Todas las actividades de la vida cotidiana se han convertido en fuente de beneficio, y de lo que trata el Capital es de producir subjetividades que se adapten a su lógica. Producir la forma de ser, sentir y relacionarse de las personas. “Hasta la libertad –para consumir, para buscar empleo- se convierte hoy en una forma de sometimiento”.

El capitalismo no sólo representa en la actualidad un sistema económico específico, sino una forma de vida que tiende a ser hegemónica. Además, en la actual fase de la globalización capitalista no hay “afuera” ni “exterioridad”, “se ha colonizado todo el planeta así como sus alrededores”. En cuanto al sistema político, Tomás Ibáñez se remite al libro A nuestros amigos, texto del colectivo Comité Invisible publicado por Pepitas de Calabaza en 2015. El poder político, convertido en teatro y escenario de comedia, se ha desplazado desde los parlamentos hasta las grandes infraestructuras de la economía capitalista. “Es ésta nueva modalidad de capitalismo donde se está construyendo el anarquismo que viene”, concluye Tomás Ibáñez. A esta primera gran mutación se agrega otra no menos considerable, la protagonizada por la informática, que opera a un ritmo de vértigo, mucho mayor que el de la construcción de resistencias.

El actual capitalismo, con sus flujos financieros y de información, no asumiría su forma actual sin la informática. Se trata de un sistema económico caracterizado por una fabulosa densificación y rapidez de las interconexiones, casi siempre en tiempo real. Son los sistemas informáticos los que han dado un impulso enorme a la ingeniería genética y a la creciente sofisticación del armamento, con sus drones y misiles autoguiados, pero son también los mecanismos que están permitiendo “un totalitarismo de nuevo cuño”, subraya el teórico y activista en el acto celebrado en el Colegio Mayor Rector Peset Aleixandre de la Universitat de València. La informática abre posibilidades a la acumulación ilimitada de datos, los análisis sistemáticos del ADN o la autoexposición de la vida cotidiana a través de las redes sociales. “Incluso nuestras no acciones pueden ser archivadas para siempre por el estado y las grandes empresas privadas”. De este análisis infiere Tomás Ibáñez una reflexión demoledora: “El principal peligro totalitario no procede del auge de la extrema derecha (que también), sino de los nuevos dispositivos vinculados a la informática que atrapan nuestras vidas”. En ese contexto, “hay que buscar las grietas que hacen posibles las prácticas de libertad”.

El autor de Anarquía es movimiento señala una tercera gran mutación, de carácter ideológico. “Hemos iniciado la salida de la modernidad, que en Occidente se definía por el discurso de la Ilustración”. Este basamento teórico hoy se resquebraja: periclitan los relatos de la razón triunfante y del Progreso como credos contemporáneos. “Pero el nuevo discurso se nos presenta todavía incipiente y confuso como para que podamos atisbar sus nuevos rasgos”, expone Tomás Ibáñez.

Caracterizado el presente, descritas las tres “mutaciones”, las raíces del anarquismo que viene han de rastrearse necesariamente en el movimiento libertario actual. Tras un largo periodo de escasa presencia internacional, el conferenciante pone el foco en el anarquismo juvenil, al que en algunos textos ha denominado “neoanarquismo” para distinguirlo de los “clásicos” de la Idea. Resalta que en todo el mundo operan colectivos juveniles, heterogéneos, fragmentados, volcados en temáticas muy diversas, que se adhieren a todas las movilizaciones que se enfrentan al capitalismo. A las posibilidades que ofrece la nueva realidad “líquida”, estos colectivos se adaptan constituyendo redes autónomas que se tejen y autoorganizan según la coyuntura. Después de estos apuntes, Tomás Ibáñez lanza una advertencia: “La tentación de romper esta fluidez, este movimiento reticular y viral, conduciría seguramente al anarquismo hacia un nuevo eclipse”.

Una de las singularidades de estos grupos de jóvenes es que viven inmersos en los valores que el cambio social tendría que promover: relaciones no sexistas y antipatriarcales (incluso en el lenguaje), lógicas no mercantiles y, principalmente, el desarrollo de prácticas, hechos, que rompan con la mera discursividad. “Lo fundamental es el hacer, de manera conjunta”. Así, las fiestas, conciertos, comidas veganas, movilizaciones en los barrios y manifestaciones contundentes forman parte de la acción política. “Se trata de que el modo de vida se convierta en praxis política, y también de ayudar a un cambio en la subjetividad de las personas: la des-subjetivación resulta esencial para escapar al control del capitalismo”, concluye Tomás Ibáñez.

Preguntado por una posible relajación en el movimiento popular, la relación entre la calle y las instituciones y las derivas actuales del 15-M, señala el autor de Contra la dominación: “No me preocupa que determinadas personas que han estado en el 15-M defiendan un asalto a la Institución, si ésa es su perspectiva, ahora bien, lo que me fastidia es que esto se vea como una proyección natural del movimiento, cuando más bien se trata de una traición”. Al igual que organizar un partido político para tratar de ingresar en el Parlamento: “Eso no es anarquismo”. “Podemos tampoco es el 15-M, es otra cosa”. Tomás Ibáñez levanta la mirada y compara estos procesos con lo que sucede en países como México, Uruguay, Australia, Grecia o Turquía. “Allí no ocurre nada de todo esto, de hecho, continúan los grupos anarquistas; en Grecia no se han planteado en momento alguno entrar en Syriza o promover una alternativa electoral; estas mezclas libertarias con el asalto a las instituciones y el 15-M son muy particulares del estado español”.

Ibáñez rechaza los dogmatismos, se considera “muy ecléctico”. En Cataluña se está configurando el Procés Embat, en el ámbito estatal se ha impulsado Apoyo Mutuo, “adelante con cada una de estas iniciativas”, señala el autor de Anarquía es movimiento, quien valora estos intentos de organización pero también iniciativas como la okupación y autogestión de una sucursal bancaria en el barrio de Santa Eulalia, en Hospitalet de Llobregat. Señala que el problema estribaría en “hacer fetichismo de la organización y pensar que con ella se resolverían muchas de las dificultades”. En otros términos, no se trata de forjar una gran organización que reúna los múltiples colectivos libertarios, con la excusa de que estos son “fragmentarios”. “También en las grandes organizaciones hay un riesgo de guetización”, concluye Tomás Ibáñez en el 30 aniversario del Ateneo Libertario Al Margen.


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