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EHRENBURG, Ilyá (1891-1967)

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Ilyá Ehrenburg

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Introducción

M. Ruiza, T. Fernández y E. Tamaro, en "Biografia de Ilyá Ehrenburg", en Biografías y Vidas, en 2004, escribió:(Kiev, 1891 - Moscú, 1967) Novelista, poeta y periodista ruso cuya obra tuvo diversas etapas: la prosa al servicio de la ideología o el acercamiento a corrientes vanguardistas. Hijo de un ingeniero, su familia, de origen judío, se trasladó a Moscú cuando él era todavía un adolescente al que la participación en actividades subversivas y, en particular, en los acontecimientos revolucionarios de 1905, había de acarrear una detención por la policía zarista en 1907 y su posterior exilio a París.

Allí, entre 1908 y 1917, se relacionó con los emigrados revolucionarios rusos y publicó sus primeros poemas, de tendencia simbolista; a partir de 1913 empezó a colaborar con varios periódicos rusos, y regresó a su país en 1917, tras el triunfo de la Revolución de Octubre, asumiendo abiertamente las ideas del comunismo. Participó directamente en la guerra civil en Ucrania, y en parte por ello, los sentimientos encontrados de fascinación y de rechazo que le inspiró el bolchevismo determinaron que marchara de nuevo a París en 1921 como corresponsal de la prensa soviética.

Publicó entonces la que habría de convertirse en la más célebre -y por él más estimada- de sus obras en prosa: Las extraordinarias aventuras de Julio Jurenito (1921), sátira filosófica y mordaz de la civilización europea. La crítica del mundo occidental con intención desmitificadora constituyó también el tema de Trece pipas (1923) y El trust D. E. y la historia de la decadencia de Europa (1923), mientras que, contemporáneamente, otras novelas como La vida y el peligro de Nicolás Kurbov (1923) o El amor de Juana Ney (1923) denunciaron los peligros que corría el libre desarrollo de la personalidad individual en una sociedad que el nuevo régimen soviético amenazaba con deshumanizar.

Las medidas económicas adoptadas por Lenin en 1921 (la Nueva Política Económica o NEP) para paliar los desajustes provocados por la "economía de guerra", que toleraron el mantenimiento transitorio de formas económicas de tipo capitalista, fueron consideradas por Ehrenburg como un triunfo de la ruindad y estrechez de miras de la pequeña burguesía; en El aprovechado (1925) y El callejón Protochni (1927) contrapuso esa victoria del espíritu mezquino a los grandes ideales revolucionarios del socialismo.

Regresó de nuevo a la Unión Soviética en 1924 y, durante unos años, participó en las actividades de los círculos literarios de Moscú. Comprometido en la lucha antifascista, vivió como periodista la Guerra de España (1936-1939) (Corresponsal en España, Aquello que ocurre al hombre y España, República de trabajadores) y la ocupación de París por las tropas alemanas (1940); esta última experiencia dio pie a su novela La caída de París (1942), galardonada con el Premio Stalin, en la que analizó las causas políticas y militares de la derrota francesa.

La actividad periodística de Ehrenburg durante la guerra germano-soviética le dio gran popularidad en la URSS; sus artículos de esa época fueron recogidos en tres volúmenes con el título de La guerra (1942-1944). Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, Ehrenburg adaptó su producción literaria a las exigencias del estalinismo, publicando La tempestad (1947) -que mereció un segundo premio Stalin- y La novena ola (1951).

Tras la muerte de Stalin, actuó en favor de la rehabilitación de los intelectuales condenados por el régimen soviético, publicando un ensayo, Sobre el trabajo del escritor (1953), y una novela, El deshielo (1954-1956), cuyo título pasó a ser emblemático del período 1953-1964. En sus seis volúmenes de memorias, Gentes, años, vida (1961-1965), Ehrenburg prosiguió su campaña en pro de rehabilitar en la Unión Soviética el arte occidental, desde el impresionismo y el cubismo hasta la poesía y el cine, así como las personalidades de los intelectuales y artistas que habían sido víctimas de las purgas estalinistas (I. Babel, O. Mandelstam, M. Tsvetaieva, M. Volochine, V. Meyerhold, etc.).

En 1963, con el fin del "deshielo", Ehrenburg fue objeto de la censura oficial, aunque siguió disfrutando de una posición relevante en los círculos literarios hasta su muerte. Otras obras del autor, dignas de mención, son Y sin embargo se mueve, Fábrica de sueños, El segundo día de la creación, La vida agitada de Lásik Roitswantz y La conspiración de los iguales.





Bibliografía compilada (fuente)





Ensayo





Narrativa





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Sobre La fábrica de sueños: Un libro especialmente interesante para entender el cine, su historia y el papel que jugó en la implantación de la ideología norteamericana. Aspectos todos ellos generalmente sumidos en el olvido.


Vinicio Inveterado, en "La fábrica de sueños, de Ilya Ehrenburg (Rescatado de Deriva)", en La Virtud del Narrador, el 27 de agosto de 2012, escribió:Se publica bajo este título un pequeño grupo de textos del soviético Ilya Ehrenburg que analizan desde una perspectiva mordaz los inicios de lo que a la postre se ha evidenciado como una de las industrias más fructíferas del siglo XX: el cine. La redacción del libro data de principios de los años 30, y, aunque ha llovido bastante desde entonces, Ilya Ehrenburg supo ver más allá de las apariencias y hacernos ver el doble y, en más de una ocasión, perverso carácter del llamado “séptimo arte” en el mundo capitalista occidental: si, por un lado, se trata de un negocio y, por tanto, inserto en los procesos de la producción y las finanzas, por otro, constituye un medio de difusión y manipulación ideológica de primer orden. Por eso, el título es toda una tesis que el texto sólo viene a corroborar mediante la descripción sui generis de la génesis y primeros desarrollos de la industria del cine occidental. El libro ha envejecido admirablemente bien, pues, aunque, como propagandista soviético, Ehrenburg no podía evitar situar su análisis desde la perspectiva de la lucha de clases y del materialismo dialéctico, el hecho de que el universo capitalista que retrata haya sobrevivido a la Guerra Fría hace del texto un documento enormemente actual. Incluso otros aspectos que pueden considerarse desfasados, como son los que conciernen a la técnica y a la tecnología cinematográficas, sus apreciaciones siguen siendo válidas sin más que trasladar, por ejemplo, lo dicho a propósito de la fabricación y distribución de las bobinas de celuloide a nuestro contexto de creciente implantación digital y evolución vertiginosa de los soportes mediáticos.

Los fenómenos sobre los que Ehrenburg pone la lupa son los mismos que nos aquejan hoy día, pues van guiados por los mismos fines: dominio y globalización económica, explotación, imposición de monopolios de facto que multipliquen las ganancias..., y control espiritual. En efecto, la problemática economicista, que es la parte más “marxista” y quizá más discutible en algunos momentos, con resultar de una ácida y reveladora lucidez, no constituye el aspecto más valioso de la obra. Lo que da que pensar verdaderamente es la sugerencia inquietante y certera de que el cine ha venido a ser “el verdadero opio del pueblo”. Al menos del pueblo de los siglos XX y XXI... Claro que Ilya Eherenburg se cuida sólo de hablar de lo que ocurre en los países capitalistas occidentales de su época, porque en esta faceta, en el de la propaganda, la manipulación y la difusión ideológicas, la Unión Soviética de Stalin en los años 30 tenía mucho que decir, como bien hizo patente Orwell en su terrible utopía. Pero, chitón, que eso es otra historia que en buena medida podemos considerar acotada y preparada para la voracidad académica.

Ilya Ehrenburg da cuenta con gracia y muy mala intención de cómo el cine norteamericano de su momento se convirtió rápidamente en garante ideológico y en vehículo con el que exportar el “happy American way of life”, y lograr así, no sólo mantener las conciencias a salvo de veleidades revolucionarias y una ampliación potencial de los mercados a través de la penetración de otras culturas con las costumbres norteamericanas, sino una corriente de simpatía y de posibles aliados para la superpotencia ya consagrada tras la Primera Guerra Mundial. Que esto ha cambiado poco e incluso se ha exacerbado, es evidente sin más que consultar las carteleras de los cines de cualquier lugar del mundo. Ehrenburg nos habla de ya lejanos magnates que han quedado petrificados en nombres de conocidas compañías (en el mejor de los casos), Zuckor, Goldwin, los hermanos Warner..., pero lo que narra a propósito de éstos es palabra viva, por ejemplo, respecto a nuestra algo más cercana “factoría Disney” y a su creador. Factoría eficientísima especializada en inculcar desde la infancia una serie de valores rancios y reaccionarios muy favorables al mantenimiento del status quo de este mundo que ha pasado de la vigilancia de la Guerra Fría a ser oficialmente ya desde hace más de una década unipolar, desalmadamente neoliberal y globalizado. Y en este viaje victorioso, el cine comercial occidental, fundamentalmente norteamericano y vinculado a las grandes finanzas, ha sido un muy buen y digno acompañante.

Por supuesto que el cine también sirve y ha servido a otras ideologías y a la diversidad cultural, gracias al cielo, incluso con loables fines de sacarnos de nuestras casillas, de despabilarnos, de ponernos delante de la dolorosa realidad, pero este tipo de producción que cuestiona los procesos del poder y de más de una inadvertida opresión sigue siendo minoritaria. La fábrica de sueños, un siglo después de despertar, sigue funcionando de maravilla en pos del conformismo, la uniformidad cultural y la salud de los negocios a escala planetaria y, bien que nuestras conciencias no alcancen el estado continuo de adocenamiento que era la peor pesadilla predicha por Orwell, ¿no sienta peligrosamente bien de cuando en cuando absorber una de esas historias edulcoradas con final consumista y feliz, o repleta de acción justiciera y de impepinable y digna venganza? Rescatemos, pues, a Ilya Ehrenburg y su prosa irónica y viperina de la polvorienta estantería de los libros engañosamente caducos del tiempo de los grandes bloques ideológicos, y dejemos que nos abra un necesario punto de reflexión sobre la naturaleza y los peligros de nuestro universo audiovisual, que ya no está constituido en exclusiva por el cine, sino también por la televisión y el fenómeno video-internet: formas renovadas de suministrarnos la ración de opio diaria. Si su libro no gustó en su día a capitalistas y a comunistas, ¿qué mas pedir como muestra de su indudable valor crítico?


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