Hacía cinco años que no pisaba su tierra.
La primera vez que acudió al pueblo fue hace quince años tras ser avisado por el cacique del pueblo de la muerte de mas de la mitad de las ovejas, cabras, vacas, gallinas y conejos. Allí visitó a todas las familia implicadas, las calmó y las pidió tranquilidad y serenidad. Al día siguiente, durante el desayuno en casa del cacique, le dio a este un plazo de cuarenta y ocho horas para que buscase la solución al problema que mayor beneficio le produjese y menor repercusión social ocasionase, ofreciendo un nuevo significado a la frase, "Crecerse ante las dificultades.” El cacique a su vez le dio al alcalde un plazo de veinticuatro horas y este a su vez un plazo de doce horas al Alguacil, siendo este último el que en apenas una hora dio su opinión al alcalde, y este en menos de seis horas al cacique, de modo que a la hora de la cena escuchó la solución ofrecida, aceptándola e indicándole que se comunicase mañana por la mañana en Asamblea al pueblo entero. Fue allí cuando se explicó que ante el terrible suceso, se estimaba que no quedaba mas remedio que hacer sacrificios ahora para mañana lograr lo que hasta hoy se tenía. Qué la única y mejor solución para ambas partes era que el Señorito aportase lo mas prontamente posible una cantidad de animales que igualase a la presentada hasta ayer, con ello no sería tanta grave la perdida en la venta de leche, lana, carne y huevos. Pero por otra parte y como ante los problemas no es buen momento para ser insolidario, tanto los campesinos como los mineros sufrirían una rebaja en su jornal o en sus beneficios similares a los ganaderos y pastores, pero siendo solo estos últimos los que asumirían todos los gastos de los nuevos animales hasta que estos generasen la misma prebenda que los perdidos. Por su parte el Señorito se encargaría de montar una guardia nocturna con el encargo de disparar al lobo sin avisar, de igual modo se encargaría de hacer mas seguros los establos, los rediles y los corrales. Sin discusión alguna se aceptó la decisión por el pueblo.
La segunda vez que sus ojos se fijaron en el pueblo fue hace diez años a causa del mensaje enviado por el antiguo alcalde y actual cacique, “Mas de un tercio de los mineros han perecido en una explosión en el interior de la mina.” Su primer acto nada mas llegar fue el de dar las condolencias respectivas a las distintas familias, así como una ayuda económica que “Aunque no restablece la perdida, la mitiga”. Fue el día del funeral, cuyos gastos corrieron a su cargo, cuando avisó al cacique de que al día siguiente debía de tener la solución para este problema. Este a su vez acudió como hace cinco años al antiguo alguacil que ahora era Alcalde, que para sorpresa del cacique, le comunicó de inmediato la medida que reportaría mayor renta y menor revuelta, la cual, de igual manera fue aceptada por el Señorito. “Son duros estos días y mas duros serán los siguientes, pero el mundo sigue girando y cuanto antes, se ha de regresar a la normalidad. Los lloros y los lamentos solo generan mas dolor y pesar. El Señorito desde su llegada no ha olvidado en ningún momento a las familias que han perdido un padre, un marido, un hijo o un hermano, y gracias a una piedad que solo hombres como él poseen ha sabido actuar de una manera generosa y cristiana. Y de igual modo debemos hacerlo nosotros, por ello y para impedir la entrada de manos ajenas en nuestra tierra, se ha decidido que los pastores, los ganaderos y los campesinos han de ayudar en la mina tras terminar su labor en al menos tres horas y de manera solidaria hasta que la población del pueblo se equiparé hasta la de hace unos días, por ello y para impedir que el sacrificio sea largo, se ha de obligar a que todo varón y hembra mayor de dieciséis años presente en un periodo no superior a cinco años al menos tres hijos”, estas palabras escuchadas en la Asamblea fueron asumidas sin protesta alguna por el pueblo.
La tercera vez que comió, bebió y fornicó en el pueblo fue a causa del incendio que se llevó tres quintas partes de la tierra cultivable. La solución fue obtenida con absoluta rapidez, ya que el nuevo Cacique, el antiguo alcalde, se la comunicó tras la protocolaria visita a los afectados, a los que a cambio de que trabajasen menos horas por el mismo jornal, les redujo, en mas de la mitad, el terreno propio otorgado al campesinado hace mas de veinte años para el cultivo particular. Esta decisión fue acatada por el pueblo con resignación.
En su actual llegada se olvidó de visitar a los damnificados, puesto que el mayor perjudicado en la terrible situación en la que se encontraba el pueblo era él. En el último año habían enfermado tres cuartas partes de los animales, habían muerto mas de la mitad de los trabajadores de la mina y la helada negra se había llevado dos terceras partes de la cosecha hace una semana. No quiso ver ni al actual cacique, ni al alcalde, ni al alguacil, tan solo recibió al Jefe Provincial, antiguo cacique del pueblo, “¿Qué podemos hacer?”, “Señorito, la situación es muy grave, y a ella hemos llegado porque hemos chupado de la teta hasta dejarla seca. Por ello debemos de hacernos la siguiente pregunta, ¿Es un problema de la vaca o de la leche? Opinó que la única solución que nos cabe es traer al pueblo a los pobres de un pueblo mas pobre por un jornal mayor que el de su pueblo pero menor que el que reciben los de este, obligándoles a que entreguen para su propiedad los animales que poseen y de igual manera aumentarles la renta por la construcción de una casa así como el precio de la leche y del pan. Y estimó que sería adecuado que no se dedicasen a una labor, sino que el campesino sea a su vez pequeño ganadero y que el sábado y el domingo trabaje en la mina. De este modo, enseñando a la gente del pueblo lo que los de fuera pueden hacer, asumirán para ellos las mismas condiciones. Por otra parte sería adecuado que se mostrase magnánimo y prestase dinero a los del pueblo para que superasen las diversas perdidas ocasionadas por la fatalidad y el ateísmo creciente”. Mas o menos así fue el discurso ofrecido en Asamblea al pueblo, que respondió con un silencio vacilante roto por una voz al fondo que sorprendió a todos, “¿Hasta cuándo?” La mirada de toda la Asamblea quedó fija en la voz del hermano del antiguo Alguacil, del antiguo Alcalde, del antiguo Cacique, del actual Jefe Provincial, era la palabra de un campesino que después de trabajar de sol a sol se iba a la mina y tras ello llegaba a su casa y tras dar de comer a las vacas y gallinas comía junto a su mujer pastora y sus cinco hijos un mendrugo de pan, un huevo y un vaso de leche, era la pregunta o la advertencia o la duda hecha sonido del conocido como “el tonto”, habiendo adquirido dicho mote mas que por sus quehaceres por los de su hermano, el único del pueblo que había llegado a abandonarlo para ser mas y vaya más, ni mas ni menos que Jefe Provincial y mano derecha del Señorito. Fue este último el que de manera suave preguntó con una cálida mirada, tras saber que el responsable de la interrupción era el hermano de su amigo, “¿Qué ha dicho usted?”, pero desde el fondo no se escuchó una respuesta sino mas bien un despertar, “¿Hasta cuánto? Porque bien sabemos que no van a parar. Y aunque nos digan y nos digamos que mala hierba nunca muere, bien sabemos por la experiencia adquirida, que lo único que se puede hacer para combatir la mala hierba es cortar de raíz. Por ello pregunto, ¿A qué esperamos?”