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SUBIRATS, Joan

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SUBIRATS, Joan

Nota Mar Jun 19, 2012 6:26 pm
Joan Subirats

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Introducción

En Wikipedia se escribió:Barcelona, 17 de mayo de 1951. Catedrático en Ciencia Política, especialista en temas de gobernanza, gestión pública y en el análisis de políticas públicas. También ha trabajado sobre temas de la exclusión social, problemas de innovación democrática y sociedad civil.

Es director del Instituto Universitario de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad Autónoma de Barcelona desde su creación en julio de 2009, donde es responsable del Programa de Doctorado en Políticas Públicas.

Colabora habitualmente en diversos medios de comunicación como los periódicos El País y Público y el programa de radio "La ventana" con Gemma Nierga.

En 1980 obtuvo el grado de Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Barcelona.





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Re: SUBIRATS, Joan

Nota Mar Jun 19, 2012 6:38 pm
Recursos de apoyo


Re: SUBIRATS, Joan

Nota Mar Jun 19, 2012 6:38 pm
fuentes: http://elpais.com/diario/2009/04/02/cat ... 50215.html y http://rebelion.org/noticia.php?id=83361



Otro PIB, otra realidad



Joan Subirats

El País // 2 de abril de 2009




Venimos de una larga dinámica histórica en la que la idea de crecimiento económico ha sido entendida como la palanca estricta e ineludible para lograr atender la mejora de las condiciones de vida. Nos hemos acostumbrado a relacionar el bienestar ciudadano con la riqueza global del país en el que se reside, riqueza que se mide a partir de la combinación de una serie de variables económicas que conforman el producto interior bruto (PIB). Así, de entre los datos considerados indispensables para acercarnos a un determinado país y junto a las clásicas variables de población y extensión, figura su PIB y su posición en el ranking internacional. Hace ya años que se comentan los equívocos de tal índice y su excesivo esquematismo para expresar valor social, con lo que tenemos el peligro de medir mal lo que pretendemos describir y de confundir esa medición con lo socialmente deseable. En este sentido, me sorprendió el lunes (El País, 30 de marzo) la noticia de que la Unión Europea (UE) está culminando la revisión de la contabilidad nacional, que tendrá como consecuencia la alteración de los parámetros de medición del PIB. La sorpresa proviene de que los cambios propuestos no apuntan a una medición más integral de la riqueza y del bienestar de cada país, sino que se pretende incluir actividades como la prostitución, el contrabando y el tráfico de drogas en el cálculo del PIB. La incorporación de esos apuntes de economía ilegal en el sistema europeo de cuentas implicará una subida del PIB de dos o tres puntos, lo cual no viene mal en época de restricciones, y sobre todo significará un aumento en la contribución de los países a las arcas de la UE. Quien no se espabila es porque no quiere.

Sabemos que definir un problema es medirlo; pero, dependendiendo de qué elementos escojamos para hacerlo, cambiaremos notablemente la manera de presentar ese problema y de valorar su significación. Medir algo es proponer una manera específica de contar lo que nos interesa conocer o explicar. Si escogemos variables estrictamente económicas (de economía legal o ilegal) para medir el bienestar, acabaremos dando sólo importancia a dimensiones económicas que presentaremos como trasunto de una realidad que es mucho más compleja. A principios de 2008, Sarkozy solicitó a los prestigiosos economistas Amartya Sen y Joseph Stiglitz que lideraran una comisión que estudiara formas alternativas al PIB para medir el bienestar de un país. Se espera que este mes la comisión presente conclusiones. No es la primera vez. El propio Sen fue el impulsor del índice de desarrollo humano (IDH), utilizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para medir la situación social de los países del mundo. Se han dado otros intentos vinculados a ideas como "la felicidad" (Bentham), pero el más conocido es el que propuso el monarca de Bután con su índice de felicidad nacional bruta. Seguramente su propuesta derivaba de que Bután ocupa posiciones muy bajas en el IDH y, en cambio, en el llamado índice de satisfacción con la vida sus habitantes están en zona de liderazgo mundial.

No parece fácil hallar un medidor de bienestar que sea al mismo tiempo suficientemente complejo y suficientemente sencillo como para que resulte competitivo con el actual estándar del PIB. Pero si la UE entiende que se puede medir la riqueza generada por el contrabando, la prostitución y las drogas ilegales, no veo por qué ha de resultar más complicado el evitar que, como sucede ahora, un lago sólo cuente como metros cúbicos y no incorpore valor ambiental, o que sea mucho mejor para el PIB que estemos cuanto más enfermos mejor, frente a índices de salud que apunten a niveles de bienestar individual y colectivo. Muchos economistas señalan que las bases de medición de otros ítems necesarios para enriquecer la medición de crecimiento son poco consistentes; pero es evidente que si escoges las bases de medición, escoges lo que te parece significativo y sesgas la realidad que vas a medir. Contar es incluir unas cosas y excluir otras. Y en esa segmentación de la realidad influyen valores y definiciones no exactamente objetivas del fenómeno que se ha de analizar. Decidir qué incluyes o no en los sistemas de medición de la riqueza o del crecimiento de un país es hacer política por otros medios. Si podemos medir la economía ilegal, ¿no podríamos hacer un esfuerzo y contabilizar el trabajo doméstico, el socialmente útil de voluntarios, de personas que producen bienestar sin contar en parte alguna? ¿En qué cuenta de resultados incorporamos el coste de que no existieran esas personas o entidades que se ocupan de los demás manteniéndose invisibles con relación a quien mide bienestar y riqueza? En nuestra realidad hegemonizada por una visión estrechamente economicista, lo que no se cuenta, no existe. Esperemos que Sen y Stiglitz consigan, con su legitimidad de buenos economistas, lo que otros no han logrado.

Re: SUBIRATS, Joan

Nota Jue Jun 21, 2012 12:28 am
fuentes: http://elpais.com/diario/2007/02/22/cat ... 50215.html y http://rebelion.org/noticia.php?id=47320



Pleno empleo, mínimo salario, crítico bienestar



Joan Subirats

El País // 22 de febrero de 2007




Los datos del último informe del Consejo de Trabajo Económico y Social de Cataluña (Ctescat) indican que la población autóctona está al borde de lo que se llama "pleno empleo técnico", con un índice de paro cercano al 6%, a pesar de un fuerte aumento de la población activa, especialmente mujeres. No indica el informe, ni era esa su intención, cuál es el porcentaje de la población activa en Cataluña que percibe sólo el llamado salario mínimo interprofesional (SMI). Lo que sí se sabe es que la cuantía de ese salario mínimo en España está muy lejos de la de una gran parte de los países de la UE y de otros países desarrollados como Canadá, EE UU o Australia. Concretamente, el salario mínimo español está ahora situado en 570 euros al mes (unos 20 euros al día, unos 8.000 al año), mientras que en Holanda y Francia supera los 1.200 euros al mes, Gran Bretaña y Bélgica pasan de 1.100, y en Irlanda (el país que está sólo un eslabón por encima de España en la clasificación de la Europa de los Quince) y en EE UU se superan los 1.000 euros mensuales. Sólo Portugal y Grecia acompañan a España en esa rezagada posición, aunque queda el consuelo de saber que estamos un poco mejor que en Polonia y Hungría, y mucho mejor que en Rusia, donde el salario mínimo apenas supera el medio euro por hora.

El presidente José Luis Rodríguez Zapatero lleva una notable racha de promesas suculentas, relacionadas casi siempre con 2010 o más allá. De acuerdo con sus previsiones, alcanzaremos a Alemania en renta per cápita, tendremos los aeropuertos más grandes del continente y muchas más cosas extraordinarias. No caeremos en la tentación de hablar de las estadísticas y de sus falacias. Pero no podemos menos que recordar que entre el señor Francisco González, presidente del BBVA, con un sueldo declarado cercano a 10 millones de euros anuales (a los que cabría añadir incentivos plurianuales), y los 40 euros diarios de los paquistaníes contratados por la empresa Saman Memona -a su vez subcontratada por Sacyr-Vallehermoso- que murieron hace unos días en las obras de la promoción Mediterráneo Residencial de Bac de Roda, de Barcelona, hay cierta distancia. ¿Comentario demagógico? Cierto. Pero es un comentario que, trazo grueso aparte, sirve para recordar que la renta de un país no indica ni cómo se reparte, ni quién se queda con la crema del sistema, ni quién lava los platos sucios del mismo.

El salario mínimo, como su nombre indica, fija el techo de lo considerado razonable para vivir a cuenta de un trabajo. El PSOE prometió al acceder al gobierno en 2004, que la cuantía de ese salario debería ser de 600 euros a final de legislatura. Esa cuantía se fija a partir del incremento de los precios (IPC), la productividad media nacional, el incremento de la participación del trabajo en la renta nacional y la coyuntura económica general. Si presumimos de octava potencia mundial, no se entiende que mantengamos uno de los salarios mínimos más bajos de la UE, a no ser que entendamos que es esa precisamente la base esencial de nuestro crecimiento: sol, ladrillo y sueldos de supervivencia. Lo cierto es que las cosas no han ido bien en los últimos años. Si en 1981 el salario mínimo representaba el 45,6% del salario medio, en los momentos actuales apenas alcanza el 35%. Y seguimos estando muy lejos de lo que fija la Carta Social de Derechos de la Unión Europea, que establece que el SMI deberá equivaler al 60% del salario medio neto de cada Estado europeo. En estos momentos España tiene su SMI en el 47% de ese promedio europeo.

Además, conviene recordar lo que figura en el informe del Ctescat mencionado y que aparece siempre en la Encuesta Anual de Estructura Salarial del Instituto Nacional de Estadística; es decir, que entre las personas que reciben el SMI en España (más de cuatro millones según algunas cifras), las personas peor pagadas y que sufren más el desempleo son las mujeres, los jóvenes y, sobre todo, los inmigrantes. En Cataluña, el paro declarado de los inmigrantes es el doble que el de los autóctonos. El salario de las mujeres está cerca del 20% por debajo del de los hombres, y casi siempre los contratos temporales (ampliamente mayoritarios entre los jóvenes) están peor pagados que los indefinidos. Pero los liberales dicen que la culpa es precisamente del salario mínimo. Sin salario mínimo los empleadores tendrían más incentivos para contratar. Leo en un texto de FAES (la fundación que preside José María Aznar): "El puercoespín es un animal indefenso excepto por sus púas, el ciervo es vulnerable excepto por su velocidad. En la economía también hay personas relativamente débiles. Los discapacitados, los jóvenes, las minorías, los que no tienen preparación, todos ellos son agentes económicos débiles. Pero al igual que les ocurre a los seres en el mundo animal, (ellos) tienen una ventaja sobre los demás: la capacidad de trabajar por sueldos más bajos. Cuando el Gobierno les arrebata esa posibilidad fijando sueldos mínimos obligatorios, es como si se le arrancaran las púas al puercoespín. El resultado es el desempleo". Una predicción que contrasta con los datos mencionados a escala europea.

No quisiera concluir estos comentarios sin mencionar algo aún más patético en esta fugaz panorámica sobre la fragilidad de nuestro aparente bienestar económico. En 2004 se creó el llamado indicador público de renta de efectos múltiples (IPREM). Este indicador sirve como referencia en España para calcular el umbral de ingresos a muchos efectos (ayudas para vivienda, becas, subsidios por desempleo...). Dicho de otra manera, si tu renta está por encima del IPREM, quedas fuera de muchas prestaciones sociales. Hasta el 1 de julio de 2004 se usaba el SMI, pero a partir de entonces se desvinculan uno y otro indicador. A partir de 2005, el crecimiento anual del IPREM ha sido menor que el del SMI. Ha ido creciendo por debajo del IPC (otro indicador polémico, ahora en fase de revisión). En estos momentos el IPREM no llega a 500 euros. Por cierto, ni se les ocurra preguntarse qué pasa con estos indicadores cuando se miran sus efectos en distintas partes de España con costes de vida muy distintos. No se lo aconsejo. Les embargaría la tristeza.


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