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Panóptico (2001-2005)

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Panóptico (2001-2005)

Nota Mié May 30, 2012 5:23 pm
Panóptico
(España, 2001-2005)

Portada


Introducción

En el editorial, presentado por la redacción, en el número 1, se escribió:Tras un largo intervalo, seguramente más largo del deseado por todos/as, aquí se presenta el Panóptico, Nueva Época, que esperamos pueda continuar saliendo con una regularidad semestral. Consideramos que es oportuno e imprescindible explicar en esta presentación —pese a que muchos/as conocen ciertos pormenores a través de las comunicaciones que últimamente hemos mantenido— cuáles han sido los motivos que nos han animado a este re-lanzamiento, qué pretendemos con el mismo, qué contribuciones esperamos recibir de todos/as vosotros/as y, en fin, cómo se estructura este número de la nueva serie y tal vez los siguientes. Vamos, pues, por partes.

No es necesario, nos parece, insistir demasiado en que cada vez más la sociedad entera se ve envuelta en una dinámica caracterizada, entre otros aspectos, por un estrechamiento de nuestras libertades, por unas políticas sociales que desmerecen su propio calificativo, por una extensión de dispositivos de control, vigilancia y domesticación que hacen, en síntesis, que podamos hablar de la difusión de una auténtica “cultura punitiva”. Y si ello se observa en tantos niveles de la vida cotidiana (laboral, económico, político, cultural…), tal vez sea en el ámbito del sistema penal y de la política criminal del Estado, donde semejante “cultura” se revela en toda su intensidad. Y, como siempre, dentro de ese sistema, su última instancia de aplicación —la cárcel— va recibiendo cada vez más, y con una obscenidad patente, los perniciosos efectos y consecuencias de lo anteriormente mencionado. La cárcel del nuevo milenio se presenta ya, y entre otras facetas que de la misma podrían mencionarse, como la auténtica “pena corporal” que las últimas operaciones reformistas —al menos en la mayoría de países de Europa occidental— habían pretendido maquillar. El Estado español acaba de cumplir el vigésimo “aniversario” de su primera Ley Orgánica de la democracia, precisamente la Ley Penitenciaria (que lleva, nada menos, que el número 1 y data de 1979); Italia cumple veinticinco años de su primera Ley Penitenciaria (de 1975); otro tanto sucede en Alemania (Ley de 1976) y lo mismo podría decirse de otros países del entorno. Aquellas iniciativas de los años setenta, que representaron claras opciones reformistas y que se caracterizaron por una nota común —la de desatender los reclamos de los/as presos/as en aquellos años— han constituido un estrepitoso fracaso. Paradójicamente, desde una pretendida “democratización” de las cárceles nunca ha dejado de crecer el número de personas que sufren en ellas; sin embargo, ello no puede sorprender porque la cárcel nunca fue —ni podrá estructuralmente ser— una institución democrática. La cárcel, como siempre, pero hoy de un modo más acuciado si cabe, alberga a los sectores más desprotegidos de la sociedad, concentra elevadísimos porcentajes de inmigrantes y extranjeros (expulsados y/o excluidos de toda “lógica mercantil”), contiene ingentes masas de personas enfermas y recurre, para semejante tarea, a la sofisticación de unos regímenes penitenciarios de signo cada vez más represivo. Baste un dato revelador de todo ello: la prensa española informaba en julio de 2000 que —sólo en Cataluña— han muerto en sus cárceles durante la última década (1990-1999) alrededor de 1.000 personas presas. ¡Y eso que Cataluña es la única Comunidad del Estado español que ha asumido sus competencias penitenciarias y, por eso, siempre ha sido presentada como “modélica”!

Pues bien, mientras todo eso va sucediendo, conocemos que existen muchas formas de luchar contra semejante expansión: la resistencia de muchos presos/as que protagonizan muy diversas acciones (y sufren las consecuencias de las mismas), las movilizaciones de sus familiares (quienes cada vez más sufren una criminalización añadida), las tareas desarrolladas por los colectivos y asociaciones de defensa de los derechos de los/as presos/as (a través de campañas y estrategias de lucha y divulgación de índole a veces muy diversa), el trabajo de los/as abogados/as que defienden las garantías de las personas privadas de libertad, los análisis y las reflexiones críticas de estudiosos/as comprometidos/as con esta situación, etc. Todo ello, también, forma parte de “la historia” del sufrimiento legal, pero casi siempre se trata de una historia que padece una invisibilidad social, que es ocultada, que se pretende silenciar y que muchas veces es desconocida por otras personas sensibles a esta problemática que, por muy distintas razones, no se enteran, o se enteran de modo fragmentario, de lo acaecido en otra parte.

Ello propició que sintiéramos la necesidad de retomar la tarea de hacer una revista que reflejase tantos acontecimientos: volver a construir un espacio donde todos/as los/as que nos sentimos comprometidos/as en esta lucha podamos publicar nuestra visión de lo que sucede; en síntesis, entendíamos que era realmente una lástima que pasara el tiempo y no edificáramos un sitio adonde fuesen a parar tantos materiales que circulan de modo disperso para que todos/as podamos compartirlos. Porque, en definitiva, si bien es cierto que se ha construido aquella “cultura de la exclusión social”, también es verdad que frente a la misma debe oponerse otra “cultura de la resistencia” contra semejante expansión de lo punitivo.

Tras nuevas conversaciones al respecto con los/as amigos/as de Virus Editorial, fuimos evaluando entonces la posibilidad de volver a editar el Panóptico. Para ello, antes del verano de 2000 remitimos, vía correo electrónico, toda una serie de mensajes y cartas a los colectivos y compañeros/as de quienes teníamos datos actualizados, preguntándoles su parecer acerca de la idea, pidiéndoles que por favor respondieran y opinaran sobre la revista, sobre el mantenimiento de su nombre o no, sobre su posible compromiso para sostener la misma (con artículos de opinión, cartas, dibujos o lo que se les ocurriera). Afortunadamente, recibimos muchas respuestas y prácticamente todas —con alguna excepción— apoyaban la idea, muchos/as la estimaron imprescindible y otros/as se ofrecían a colaborar o incluso respondían ya enviando algún tipo de material. Fruto de ese intercambio, el cual transcurrió entre junio y octubre de 2000, fue que tomamos la decisión de ponernos a trabajar para preparar el primer número de esta “nueva época” que ahora presentamos y respecto a la cual esperamos vuestros comentarios, sugerencias, críticas y materiales para seguir haciéndola entre todos/as. [...]





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