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ESPOSITO, Roberto

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ESPOSITO, Roberto

Nota Dom Abr 22, 2012 9:40 pm
Roberto Esposito

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(wikipedia | dialnet)


Introducción

En Wikipedia se escribió:Nápoles, 1950. Filósofo italiano, especialista en filosofía moral y política.

Roberto Esposito es profesor de Historia de Filosofía Moral y Política en el Instituto Italiano de Ciencias Humanas de Florencia y de Nápoles, así como de la Facultad de Ciencias Políticas del Instituto Oriental de Nápoles, donde también es director del Departamento de Filosofía y Política. Co-editor de la revista Filosofia Politica desde su fundación en 1987, es uno de los miembros fundadores del Centro para la Investigación sobre el léxico político europeo, con sede en Bolonia.

Consultor editorial y científico de la revista MicroMega, dirige la serie de filosofía política "Teoria e Oggetti" de la editorial Liguori, la colección "Storia e Teoria Politica" de Ediciones Bibliopolis, de Nápoles, la serie "Comunità e Libertà" de la editorial Laterza y codirige la serie "Per la storia della filosofia politica" de la editorial FrancoAngeli, Milán. También se ocupa de la función de la filosofía como consultor para la editorial Einaudi de Turín. Por último, es miembro del comité científico internacional del Colegio Internacional de Filosofía de París. Sus libros han sido traducidos al francés, inglés, portugués, español y alemán.





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Re: ESPOSITO, Roberto

Nota Dom Abr 22, 2012 10:21 pm
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Re: ESPOSITO, Roberto

Nota Dom Abr 22, 2012 10:30 pm
fragmento sobre Esposito en: MARZOCCA, Ottavio. "Biopoder, biopolítica, política". Revista Trasversales, número 16, otoño 2009. Comunicación presentada en el Coloquio Internacional “Le politique vu avec Foucault”, Science Po, CIR, París, 7-8 enero 2005.

fuente: http://www.nodo50.org/trasversales/t16om.htm


Desde comienzos de los años 90, en Italia se ha desarrollado un intenso debate sobre la biopolítica, lo que parece interesante, ante todo, porque, aun asumiendo a Foucault como referencia principal, a menudo ha dado lugar a concepciones de la biopolítica y del biopoder que van mucho más allá del sentido que el filósofo francés había atribuido a estas nociones. Creo que los autores que más han contribuido a este debate son Giorgio Agamben, Antonio Negri y Roberto Esposito. Quiero analizar aquí los principales aspectos de sus posiciones [1].


[...]


3. Esposito: el biopoder homeopático

Las nociones en torno a las que Esposito lleva su reflexión sobre la biopolítica son las de inmunidad e inmunización. De esa manera resitúa la génesis del biopoder en la esfera de influencia del saber médico; parecería establecer así una relación de consonancia con el pensamiento de Foucault. Pero las cosas no son tan simples.

El problema principal de Esposito es la coexistencia, dentro del biopoder, de políticas que conservan y de políticas que destruyen la vida. Esposito reconoce que Foucault expuso lúcidamente la tendencia de la biopolítica a transformarse en tanatopolítica, pero también sostiene que el filósofo francés no identificó las causas de modo convincente. La prueba evidente de esta laguna emergería, en particular, en las incertidumbres que caracterizarían la tentativa “fucoldiana” de definir la relación entre biopoder y poder soberano: a veces, Foucault subrayaría la fractura profunda entre poder soberano y biopoder, para resaltar la atención positiva a la vida que caracteriza a este último; a veces, teorizaría una relación de complementariedad entra ambas formas de poder, para explicar el hecho de que la biopolítica se transforme en tanatopolítica por la restauración del poder de vida y de muerte que caracteriza la soberanía tradicional [R. Esposito, Bíos. Biopolitica e filosofia, Einaudi, Torino 2004, pp. 16-39] [4].

En suma, Foucault no daría una verdadera explicación de la implicación recíproca que se instaura en el biopoder entre la vida y la muerte. Más bien tendaría a yuxtaponer dos tendencias opuestas y a describir simplemente la oscilación entra ambas, sin alcanzar las razones profundas de esta oscilación. Todo esto, según Esposito, nace del hecho de que Foucault piensa la biopolítica manteniendo las dos ideas de vida y de política en su “carácter absoluto”, “como originariamente distintas y solamente más tarde conectadas de manera extrínseca” [R. Esposito, Bíos, op. cit., pp. 38-39]; en el discurso de Foucault faltaría un “paradigma más dúctil”, un eslabón de unión entre soberanía y biopoder, útil para clarificar completamente la comunicación necesaria entre la muerte y la vida que se instauró en la política moderna [Ibid., p. XIII].

Según Esposito, este “eslabón” ausente puede ser reencontrado precisamente en el carácter esencialmente inmunitario de la política de la modernidad. Reconsiderando la historia de esta política como la historia de una inmunización continua de la sociedad, podemos lograr comprender por qué la política moderna se hizo biopolítica y por qué produce a la vez efectos positivos y negativos, de conservación y de destrucción. Esposito piensa que todo esto se explica, ante todo, si se considera que “la inmunización es precisamente una forma de protección negativa. Eso significa que si la inmunidad, necesaria para proteger nuestra vida, se lleva más allá de cierto umbral, acaba negando la vida” [R. Esposito, Biopolitica, immunità, comunità, op. cit., p. 126]. La protección inmunitaria corre siempre el riesgo de acelerar el mecanismo perverso de la enfermedad autoinmune: ésta, en efecto, representa “el umbral más allá del cual el aparato protector se rebela contra el cuerpo que debería proteger, llevándole a la explosión” [R. Esposito, Il nazismo e noi, op. cit., p. 170].

La obsesión del contagio condiciona profundamente la protección política de la sociedad moderna, primero en términos generalmente metafóricos, pero luego en términos más directamente biomédicos. Todo esto, según Esposito, encuentra referentes en el pensamiento de autores clásicos como Hobbes, Rousseau, Sieyès, o en las teorías de pensadores contemporáneos como Parsons o Luhmann [R. Esposito, Immunitas, op. cit., pp. 52-61 y 134 ss.; Id., Bíos, op. cit., pp. 41-46]. Es cierto que las sociedades de cualquier época siempre han procurado protegerse de factores que ponían en peligro la cohesión, pero, dice Esposito, solamente la sociedad moderna organiza sistemáticamente esta protección en términos inmunitarios y, por consiguiente, crea las condiciones para que la vida se convierta en el objeto concreto de la política y para que la negación de la vida sea posible de manera permanente [R. Esposito, Bíos, op. cit., pp. 52 ss.].

La fuerza hermenéutica del paradigma inmunitario a propósito de la modernidad, dice Esposito, se revela claramente si se analiza la relación entre individuo y sociedad. La sociedad moderna se reproduce como comunidad solamente por la exención, es decir, por la inmunización de los individuos que la componen respecto a la intensidad originaria del vínculo colectivo. La cohesión y la supervivencia de la sociedad son el resultado de la oposición funcional entre un modelo individualista y la organización de lo común que, sin embargo, se conserva precisamente en la medida en que es inmunizado ante el exceso insostenible de la relación comunitaria. En este sentido, la immunitas es la forma complementaria y al mismo tiempo negativa de la communitas [Ibid., pp. 47-49].

Sea como sea, lo que a Esposito interesa poner en evidencia es, sobre todo, el hecho de que en la política moderna la defensa y el fortalecimiento del cuerpo social pasan constantemente a través de la neutralización y el riesgo de destrucción de la vida. La política moderna no se limita a luchar contra los factores de peligro. Lleva a cabo esta lucha por medio de la inclusión inmunitaria de aquello que cree que puede contrariarla, pero, cumpliendo constantemente este esfuerzo, encierra la vida en “una especie de jaula”, somete el cuerpo social “a una condición que, al mismo tiempo, niega o reduce su potencia expansiva. Al igual que la práctica médica de la vacunación del cuerpo individual, también la inmunización del cuerpo político funciona introduciendo en su interior un fragmento de la misma sustancia patógena de la que quiere protegerlo y que, por tanto, bloquea y contradice su desarrollo natural” [Ibid., p. 42].

Según Esposito, el nazismo representa la culminación de la aplicación de esta lógica. Con el nazismo el carácter biopolítico y la matriz inmunitaria de la política moderna se manifiestan sin ninguna mediación. Representa el momento en el cual el umbral de biologización directa de la política es atravesado definitivamente. Sólo el nazismo sobrepasa completamente el uso generalmente metafórico de la referencia a la vida: “cae cada diafragma [mediación] entre política y biología cada diafragma cae” y “los hombres políticos asumen los procesos biológicos como criterio de sus acciones” [Ibid., p. 118]. El haber franqueado completa y explícitamente estos límites es, según Esposito, lo que caracteriza la singularidad absoluta del nazismo en relación a cualquier otro sistema político moderno.

La cuestión de la singularidad del nazismo es otro tema en el que Esposito se diferencia críticamente de Foucault. Este último, aun siendo extremadamente consciente de la radicalidad incomparable del biopoder nazi, corre el riesgo de hacer de la biopolítica un elemento de continuidad esencial entre el nazismo y la historia precedente [Ibid., p. 116]. En ese sentido interpreta Esposito la tesis de Foucault según la cual “el nazismo, al fin y al cabo, no es más que el desarrollo paroxístico de los nuevos mecanismos de poder instaurados a partir del siglo XVIII” [M. Foucault, Il faut defendre la société, op. cit., lección 17 marzo 1976, ed. it., p. 224].

Reconocemos lo bien fundado de esta crítica. Pero también la tesis de Esposito según la cual el nazismo sobrepasa completamente el uso metafórico del lenguaje biomédico e inmunológico presenta aspectos problemáticos. No hay ninguna duda de que, como dice Esposito, “la lucha a muerte organizada y difundida por la propaganda del régimen es la que opone el cuerpo y la sangre originariamente sana de la nación alemana a los gérmenes invasores penetrados en su interior con el fin de minar su unidad y su misma vida” [R. Esposito, Il nazismo e noi, op. cit., p. 171]. Desde este punto de vista, es indiscutible que el nazismo perseguía un fin inmunitario, pero perseguía este fin precisamente por la propaganda y, por tanto, sobre todo de manera metafórica. Ciertamente, esto no significa que el nazismo no hubiese cumplido totalmente su pasaje a la biologización completa de la política. Por el contrario, el uso de la terminología inmunológica era sobre todo publicitario y metafórico, pues no correspondía a la lógica concretamente eugenésica que dominaba la biopolítica nazi.

El mismo Esposito observa que los ideólogos del Reich utilizaron un “repertorio epidemiológico” y “bacteriológico” para representar a los judíos como “bacilos”, “bacterias”, “parásitos”, “virus”, “microbios” [R. Esposito, Bíos, op. cit., p. 122]. Observa, además, que “esta representación estaba en contraste evidente con la teoría mendeliana del carácter genético -y por tanto no contagioso- de la determinación racial” [R. Esposito, Il nazismo e noi, op. cit., p. 172]. Pero todo esto no sólo muestra que los nazis confundían de manera instrumental las enfermedades contagiosas y las enfermedades hereditarias [R. Esposito, Bíos, op. cit., p. 129]. Significa, sobre todo, que si el nazismo ejercía completamente su biopoder se debía a que había ido más allá de la simple inmunización y se había instalado en el terreno de la manipulación de la vida. De esa manera, el nazismo podría haber mostrado también, indirectamente, los límites del paradigma inmunitario respecto al funcionamiento y el análisis de las formas avanzadas del biopoder, en vez de haber demostrado su completa validez.

Esposito también afronta la exigencia de una biopolítica libertadora y afirmativa, pero la considera más como un problema inevitable que como una posibilidad inmediatamente realizable. De todas formas, localiza algunas de sus condiciones, sobre todo en el pensamiento de Canguilhem. Este autor, según Esposito, ha deconstruido radicalmente la norma entendida como criterio “simultáneamente descriptivo y prescriptivo del comportamiento humano”, reconduciéndola “al significado de puro modo de ser de lo viviente. En tal caso no sólo la salud, sino también la enfermedad, constituyen una norma que no se sobrepone a la vida, sino que expresa una de sus situaciones específicas” [Ibid., p. 208].

Podemos observar aquí que, cuando Canguilhem sostiene que “la norma de un organismo humano es su coincidencia consigo mismo”, piensa que así denuncia y conjura exactamente el riesgo de que la norma se transforme en “coincidencia con el cálculo de un genetista eugenista” [G. Canguilhem, “Nouvelles réflexions concernant le normal et le pathologique (1963-1966)”, en Le normal et le pathologique, PUF, Paris 1966, ed. it., p. 222].

Esto también parece mostrar que la biopolítica es sobre todo un terreno de enfrentamiento con un biopoder que en nuestra época no deja de renovarse, más que con los medios de inmunología, con los medios de la genética.

[...]





Notas al pie de página

    [1] Además de los textos de estos autores que citaré a continuación, entre las contribuciones a este debate se encuentran: G. Agamben, Forma-di-vita, AA.VV., Politica, Cronopio, Napoli 1993, pp. 105-114; G. Dal Lago, Normalità dello stato di eccezione, “Aut aut”, 1996, n. 271-272, pp. 87-92; la reseña de L. Ferrari Bravo del libro de G. Agamben, Homo sacer, “Futuro anteriore”, 1996, n. 1, pp. 167-172; V. Marchetti, "La biopolitica e i sogni della ragion di stato", A. Mariani (éd.), Attraversare Foucault, Edizioni Unicopli, Milano 1997, pp. 163-173; S. Vigna, "Al bando. Riflessioni su Homo sacer di Giorgio Agamben", A. Dal Lago (éd.), Lo straniero e il nemico, Costa & Nolan, Genova 1998, pp. 152-169; G. Agamben, La guerra e il dominio, “Aut aut”, 1999, n. 293-294, pp. 22-23; G. Dal Lago, Senza luogo, “Aut aut”, 2000, n. 298, pp. 5-12; M. Bascetta, "Verso un’economia politica del vivente", U. Fadini, A. Negri, C. T. Wolfe, Desiderio del mostro, Manifestolibri, Roma 2001, pp. 149-162; A. Negri, Il mostro politico. Nuda vita e potenza, ibid., pp. 179-210; L. Cedroni, P. Chiantera-Stutte (éd.), Questioni di biopolitica, Bulzoni, Roma 2003; A. Cutro, Sovranità e vita in Michel Foucault, “La società degli individui”, 2003, n. 17, pp. 67-80; P. Perticari (éd.), Biopolitica minore, Manifestolibri, Roma 2003; L. Bazzicalupo, R. Esposito (éd.), Politica della vita. Sovranità, biopotere, diritti, Laterza, Roma-Bari 2003; A. Cutro, Michel Foucault. Tecnica e vita, Bibliopolis, Napoli 2004; S. Delucia, Biopotere, biopolitica, bioetica, “Millepiani”, 2004, n. 27, pp. 99-116.

    [...]

    [4] El autor se refiere sobre todo a las tesis que Foucault expone en Il faut defendre la société, Seuil-Gallimard, Paris 1997, y en La volonté de savoir, Gallimard, Paris 1976. Sobre el paradigma inmunitario ver R. Esposito, Immunitas. Protezione e negazione della vita, Einaudi, Torino 2002; Id., “Biopolitica, immunità, comunità”, L. Bazzicalupo, R. Esposito, Politiche della vita, op. cit., pp. 123-133; Id., “Il nazismo e noi”, MicroMega, 2003, n. 5, pp. 165-174. Respecto a la relación entre soberanía y bipoder en Foucault, ver Terrel, “Les figures de la souveraineté” en F. le Blanc y J. Terrel (bajo la dirección de), Foucault au Collège de France: un itinéraire, Presse universitaires de Bordeaux, Bordeaux 2003, pp. 101-129.


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