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GARCÍA RÚA, José Luis (1923-2017)

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...
José Luis García Rúa

Portada
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Introducción

En FAN-Asturies se escribió:(Gijón, 31 de agosto de 1923 – Granada, 6 de enero de 2017). Filósofo anarquista. Militante de la Confederación Nacional del Trabajo

Su padre, Emilio García García, fue un destacado militante de la CNT y del POUM, que asistió a congresos en representación del Sindicato de la Construcción de Gijón y escribió, ocasionalmente, proclamas y análisis políticos y sindicales, anteponiendo en sus manifestaciones el sindicato al partido.

García Rúa asistió, de los seis a los trece años, a la Escuela Neutra Graduada de Eleuterio Quintanilla. Comienza el bachiller en Gijón y en Olot. En las postrimerías de la Guerra Civil pasa a una colonia de viejos y jóvenes en Lorgues, Francia, permaneciendo, asimismo, en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer y en el de Barcarès. Regresa a España a finales de 1939 y se dedica, en Gijón, a trabajos eventuales muy diversos (construcción, mina La Camocha...). A partir de 1942 estudia por libre el bachillerato y los primeros cursos de la carrera de filosofía y letras en la Universidad de Oviedo. Entre 1945 y 1948 cursa estudios en la Universidad de Salamanca, donde se licencia en filología clásica, con premio extraordinario; se doctora -con la tesis "El sentido de la interioridad en Séneca"- en 1955. En dicha universidad, explica (1948-1957) primero Historia de la Antigüedad, y luego Filosofía Latina, como profesor adjunto de Antonio Tovar. Gana una beca para ampliación de estudios en la Stiftung Maximilianeum de Múnich, y la disfruta en el curso 1952-53.

En 1957 renuncia a la adjunta de Salamanca y en 1958 al lectorado de español de la Universidad de Maguncia, puesto que ocupaba desde 1955. De 1958 a 1971 reside en Gijón, dedicado a la enseñanza privada y entregado plenamente a la lucha de oposición clandestina al régimen franquista. En el curso 1962-63 es expulsado de la Universidad y de la Escuela de Comercio de Oviedo, en las que impartía clases. Socio fundador en 1961 de GESTO, crea con otros compañeros una escuela obrera en la calle Cura Sama, que es cerrada por la policía en 1965, año en el que también es clausurada GESTO Teatro de Cámara de Gijón, hasta que dos años después de intenso “papeleo”, se reabre como sociedad cultural. Su lucha de oposición la hizo sin militar en ninguna formación específica política o sindical, hasta que en 1969 es uno de los fundadores del grupo político CRAS (Comunas Revolucionarias de Acción Socialista) que mantendría su actividad hasta 1974, y del que partió en Asturias uno de los núcleos por él encabezado, para la refundación de la CNT. Otros núcleos militantes, tras la disolución de CRAS, impulsaron la creación en Asturias de la Organización de Izquierda Comunista y de Bandera Roja.

A finales de 1971 se había trasladado a Andalucía, comenzando a dar clases en la Universidad Laboral de Córdoba, de la que es expulsado. En 1972 es también expulsado del Instituto Séneca de la misma ciudad. En el curso 1972-73, comienza a dar clases de Historia de la Filosofía en el Colegio Universitario Santo Reino, de Jaén, hasta 1975, en que pasa a la Universidad de Granada. Desde 1976 y tras ganar un contencioso al Estado en la magistratura de Sevilla, es profesor adjunto titular en la mencionada universidad, donde explicó Historia de la Filosofía. Sin militar en ningún partido político, se declara anarquista y pertenece al CNT, en la que ocupó el cargo de secretario general de la región andaluza (1977-78), y en 1979 el de secretario de prensa, propaganda y cultura de la federación local de Granada. Milita desde entonces en la CNT-AIT granadina, con unas tesis radicalmente opuestas al reformismo en el anarcosindicalismo. Entre 1986 y 1990 fue Secretario General de la CNT, así como director del periódico CNT en dos periodos, de 1992 a 1995 y de 2001 a 2003. También desde 1997 a 2000 fue también Secretario General de la AIT.

En el año 1996 y en Gijón, un grupo de antiguos alumnos y amigos formaron el colectivo Aula Popular “José Luis García Rúa”, de cuyo manifiesto fundacional entresacamos lo siguiente: “(...) El magisterio de Rúa saco lo mejor que había en nosotros, propiciando unas posiciones personales de compromiso con los valores populares que la dictadura había querido enterrar, creando una cultura libertaria, colectiva, generosa. (...) Dado que los horrores de la historia, tan lejana del bobalicón progreso en que creen vivir los siervos del Estado y los adoradores del mercado, nos siguen condenando a un eclipse de la razón colectiva, a una nueva edad oscura, los iniciadores de este proyecto, una vez curados de infantiles ilusiones, hemos decidido constituimos en Aula Popular J. L. García Rúa, para que, inspirados en la labor de resistencia cultural del pasado, nos de motivos para mantener la esperanza de preservar territorios de cultura libre, popular y solidaria (...). Con orgullo, el Aula se declara insolvente y decidida a no poseer ningún bien y a invertir cuantos dineros tenga en actividades. En este sentido, estos Estatutos prohíben de manera formal cualquier acumulación patrimonial, debiendo revertir en actividades de mecenazgo cualquier dinero que el Aula reciba”.

El Aula Popular “José Luis García Rúa”, desde su puesta en marcha en 1996, organiza todos los años una semana cultural con diferentes temas como: El reparto del pasado; Cultura popular; Euzkadi: ¿y ahora qué?; Mayo del 68; Utopía y nuevo milenio; Globalización y resistencia; ¿Choque de culturas?; Asturias, siglo XXI; El consumo como fetiche; La deriva de los fundamentalismos; ¡Peligro trabajo!; ¿Qué crisis?, Planes públicos, intereses privados.

El propio José Luis García Rúa, Carlos Taibo, Javier Macua, Santiago Alba Rico, Agustín Velloso, Gregorio Morán, Antonio G. Santesmases, Eugenio del Río, Moncho Alpuente, Gabriel Albiac, Ángel Sala... fueron algunos de los muchos participantes en estas semanas, que siempre se complementó con algunas actividades escénicas, bien con grupos de teatro como La Máscara, La Otra Tierra, La Vereda Teatro o Txamuskina, o con cantantes asturianos como Jerónimo Granda, Carlos Rubiera, Julio Ramos, Toli Morilla y Esther Fonseca o del resto del Estado como El Cabrero, Javier Krahe, Pepín Tre, Mohamed El Akel y Amparanoia.





Bibliografía completa





Ensayo





Artículos





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- 15-M Valoración y crítica.
- Artículos para El País.
- El anarcosindicalismo en el decurso histórico.
- Evolución y vaivén en el pensamiento de Karl Marx.
- Las ideas socialistas en Feuerbach.
- Política y pedagogía.
- Reflexiones para la acción. Una lectura libertaria de la Transición.

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Recursos de apoyo

    Conferencia en el centenario de la CNT (Celebrada el viernes 17 de diciembre de 2010 en Puerto Real, como colofón a los actos organizados por el Sindicato de Oficios Varios de esta localidad)

fuente: http://www.portaloaca.com/historia/biog ... a-rua.html

publicado en cuatro entregas por La Nueva España: 9 de enero de 2011 / 10 de enero de 2011 / 11 de enero de 2011 / 12 de enero de 2011



Entrevista a José Luis García Rúa

«El capitalismo produce que 200 propietarios tengan tanto como 3.000 millones de personas»



J. Morán

La Nueva España // enero de 2011



Portada




Al entrar en el domicilio granadino de José Luis García Rúa se escucha la lengua griega. El veterano anarquista gijonés (31 de agosto de 1923), fundador en los años sesenta de la Academia Obrera de la calle Cura Sama, explica latín, griego y alemán a uno de sus nietos. «Se llama Héctor, un nombre clásico». Doctorado en 1955 por la Universidad de Salamanca en Filología Clásica -con la tesis «El sentido de la interioridad en Séneca»-, García Rúa será después profesor adjunto de Antonio Tovar y ampliará estudios en Múnich. Sin embargo, en 1958 renuncia «a la adjuntía de Salamanca» y al año siguiente «al lectorado en Maguncia, aplastado por la burocracia y el estilo posprusiano alemán». Regresa entonces a Gijón y encabeza la oposición antifranquista con la creación de la Sociedad Cultural Gesto o de la citada Academia de Cura Sama. Su actividad política provocará que lo expulsen de la Universidad de Oviedo, con lo que a partir de 1971, ya como militante de la CNT, iniciará un periplo personal de «perseguido político» por el que, «pese a no hacer proselitismo», es expulsado de varios centros educativos andaluces. Finalmente, será adjunto titular de Historia de la Filosofía en la Universidad de Granada, donde se jubila como profesor emérito en 2003.

Varios sucesos de su vida lo marcarán. Ante el cadáver de su padre -durante el cerco a Oviedo, al comienzo de la Guerra Civil-, un compañero anarquista de éste le dice a aquel chaval de 13 años: «No llores; cuando seas grande ya lo vengarás». «Aquello se me quedó grabado; yo no soy un hombre que ame la violencia y quizá la manera de vengarlo ha sido mi fidelidad a la causa obrera». Poco después, en el Orfanato Miliciano Alfredo Coto, en Gijón, recibirá una lección de entereza del anarquista gijonés Eleuterio Quintanilla. «Estábamos en un examen de francés y sonaron las sirenas de la aviación; cinco permanecimos en el aula y oímos aproximarse las explosiones y temblar los cristales, pero Quintanilla no se inmutó. Fue una gran enseñanza sobre la necesidad de dominarse en situaciones comprometidas, de no dejarse invadir por el miedo». Más tarde, huido ya a Francia con su familia, una traducción suya del francés revolucionó la colonia de jóvenes, mujeres y ancianos en la que estuvo recluido, en Lorgues, la Provenza. «Se pasaba hambre y el alcalde puso un anuncio en el que decía recibir tan sólo cinco francos diarios por cada persona, pero yo había leído en un periódico que el Gobierno de Negrín daba a Francia quince francos diarios por refugiado; traduje aquella noticia y la puse al lado de lo que había escrito el alcalde. No imaginé que cuatro palabras pudieran tener el efecto que causaron».

Años después, durante su estancia en Alemania, conocerá a Gisela Wiedermann, que será su esposa. «Decidimos unirnos y le dije que yo tenía tres condiciones: asentar mi vida afectiva, dedicarme a los otros y que cuando mi madre fuera mayor y no pudiera valerse vendría conmigo. En efecto, ella cumplió al pie de la letra aquel compromiso». Gisela Wiedermann falleció en agosto de 2010.

En el presente, José Luis García Rúa, fiel a su ideario anarquista, sigue dictando conferencias y escribiendo artículos. «El capitalismo produce que 200 propietarios tengan tanto como 3.000 millones de personas», asegura, al tiempo que reflexiona sobre la crisis del presente: «La voluntad del sector financiero internacional es eliminar la independencia de las pequeñas y medianas industrias y acabar con el sentido soberano de los estados; su intención es que el Estado del bienestar desaparezca, que disminuyan los salarios y las pensiones; y todo esto ya lo tenemos encima».

l Marcada por la violencia. «Mi padre, Emilio José García García, nació en Avilés, en 1894, de familia obrera. Su padre, mi abuelo José, había nacido de un ingeniero de los que vinieron a la construcción del ferrocarril en Asturias; era hijo natural, pero no reconocido. Era una gran persona y muy singular. Cuando yo era más joven siempre tuve la idea de escribir algo sobre mi abuelo, y sobre mi familia en general, porque la familia de mi padre estuvo muy marcada por la violencia. Mi padre murió de un disparo en el frente de Oviedo, al comienzo de la Guerra Civil. Mi tío Enrique, su hermano, se fue a Cuba. Era constructor. Un día se fue a bañar y no volvió; se supone que le comieron los tiburones. Otro hermano de mi padre tuvo un desengaño amoroso y a los veintitantos o treinta años se marchó de casa. Los últimos que le vieron le descubrieron viviendo debajo de un puente en Zaragoza, de vagabundo. Seguramente murió también debajo de un puente. Otro hermano, el más pequeño, Ángel, fue fusilado por Franco. Otro hermano más, Pepe, no falleció de muerte violenta, sino en su cama, pero también tuvo un desengaño amoroso y se recluyó. Cogía sus botellas de vino y se pegaba cabezadas contra la pared. Este tío mío era marinero y a él me refiero en mi libro sobre Gijón. Tenía una gran cicatriz que le recorría toda la cara. Siendo marinero, y en Gijón precisamente, en un chigre del muelle que se llamaba Las ballenas, estaba tomando un vaso y vino alguien por detrás. Probablemente por una venganza, le rajó la cara. Eran gentes de mucho temperamento, y él, que estaba en chancletas o descalzo, corrió detrás del otro y le echó al mar».

l Los «Pipiolos». «Mi abuelo José estaba casado con Leonor, una mujer muy religiosa, muy creyente, muy piadosa. Y muy trabajadora. Era pescadera y sacó adelante a la familia. Tuvo catorce hijos, pero le murieron muchos de ellos, salvo estos que acabo de decir. Lo que tenía mi abuela Leonor de paciente, de trabajadora, de cuidadora de la familia, no lo tenía mi abuelo. Era un hombre que cuando se cansaba de algo se marchaba de casa. De ahí seguramente lo aprendió su hijo. Se echaba al camino y estaba a lo mejor seis meses fuera, y cuando volvía con una gran barba, mi abuela lo cogía, lo metía en la cama, lo cuidaba, le daba sus calditos..., hasta que lo sacaba adelante. Mi abuelo fue trabajador del puerto de San Juan, en Avilés. A su familia la llamaban los "Pipiolos" y hay una anécdota curiosa. Existe una estatua de Pedro Menéndez de Avilés y mi abuelo, cuando se emborrachaba, se encaraba con ella y le decía: "Baja, porque yo soy un Pipiolo, pero te como el alma si no bajas". Cuando murió mi abuela Leonor, el hombre ya no tenía nada que hacer. Era muy alto y se colgó de una puerta, de una manera artesana, como él había vivido. Tenía un taller en su casa, en la plaza del Carbayo de Avilés. Cogió una lima grande, la metió entre la puerta y el marco y con su propio cinturón se ahorcó por un centímetro o centímetro y medio, porque los pies casi le tocaban en el suelo. Como se ve, la familia de mi padre está marcada por la violencia, el fatalismo, la tragedia...».

l Fundador del POUM. «Mi padre hizo la guerra de África y le dieron un hecho de armas por alguna acción heroica suya en aquella contienda. Aquel papel lo tenía en el bolsillo cuando murió. Recuerdo que estaba ensangrentado. Él era carpintero y recuerdo que yo iba a llevarle la comida cuando trabajaba en Somió o en otros lugares. Le llevaba la comida y observaba cómo trabajaba, tillando en los suelos de madera, o en otras tareas. Era un gran carpintero de obra y además, bombero. Le llamaban "Emilión el bomberu". Se ocupó de la cuestión obrera desde joven. Perteneció al PSOE y a la UGT, pero en la época de Primo de Rivera se salió ante la colaboración de los socialistas con la dictadura. Entró después en la CNT y murió en ese sindicato. Perteneció también a Izquierda Comunista, fundada por Andrés Nin, un cenetista que había ido a Rusia y se había identificado con la revolución cuando la CNT había renunciado ya a la revolución bolchevique. Nin regresó cuando Stalin dio el golpe y estableció la dictadura. Entonces forma un pequeño grupo que después se fusiona con Joaquín Maurín, que tenía otro pequeño grupo de obreros en Cataluña. Se fusionaron y fundaron el POUM, el Partido Obrero de Unificación Marxista, en 1935, un año antes de la guerra. Recuerdo todo eso porque mi padre fue prácticamente el fundador, junto a otros, del POUM en Asturias. No obstante, mi padre era fundamentalmente sindicalista. Siempre había dicho que primero el sindicato y después el partido, y en el sindicato nunca hizo proselitismo político. En la CNT se admite a militantes de otro partido, pero no pueden tener cargos de gestión de la organización. La gente de la CNT sabía que mi padre pertenecía a un partido político, y que tenía tendencias de partido, pero en el congreso de 1931 y en el congreso de Zaragoza de 1936 el Sindicato de la Construcción de Asturias les nombra a él y a Segundo Blanco delegados del sindicato. Era muy conocido y muy valorado, hasta el punto de que cuando le mataron en el frente de Oviedo le trajeron a Gijón, donde estaba el Sindicato de la Construcción, y allí le velaron y de allí partió una gran comitiva de coches hasta el cementerio».

l Un disparo en la Casa Negra. «Al comenzar la guerra, los sindicatos, sobre todo los sindicatos mineros y cenetistas, fueron a la defensa de Madrid. Partió una gran cantidad de autocares y mi padre iba de jefe de grupo en un autocar de las Juventudes Libertarias. En los años setenta alguien que había sido de las Juventudes Libertarias me envió el relato manuscrito de todo aquello. Se fueron camino de Madrid, pero al llegar a Benavente alguien les salió al paso y les dijo que dieran la vuelta porque Aranda se había sublevado. A la vuelta, mi padre se queda en el cerco de Oviedo, concretamente en el Naranco. Muere en el primer ataque a Oviedo, el 4 de octubre de 1936. La acción empezó a la seis de la mañana y a las once murió. Habían tomado bastante terreno, según me contaron los compañeros, y estaban haciendo un parapeto. Mi padre era alto y murió en la Casa Negra, que ya no es negra, pero siguen llamándola así. Era una zona muy empinada y más abajo había una posición de guardias civiles. A mi padre le mató una bala de guardia civil procedente de abajo; le entró por la parte inferior del cuello y le salió por la parte alta de la cabeza. Un compañero me dijo: "¿Quieres ver a tu padre?", y subí a verlo. Rompí a llorar. Yo tenía 13 años recién cumplidos y aquel compañero me puso la mano en el hombro y dijo: "No llores; cuando seas grande ya le vengarás". Y eso me quedó grabado, retenido. No soy un hombre que ame la violencia ni nada de eso y quizá la manera de vengarle ha sido la fidelidad a la causa obrera y las actividades que he realizado».

l Anarquismo y socialismo. «El anarquismo asturiano era más pragmático que el del resto de España, para bien y para mal. Quiero decir razonable o irrazonablemente. En primer lugar, hay que tener en cuenta que la UGT asturiana no era como el resto sino revolucionaria. Hombres como Amador Fernández, Belarmino Tomás, Ramón González Peña... prepararon la Revolución del 34, hecha fundamentalmente por UGT y CNT. Pero la CNT del resto de España se negó a secundar esa estrategia porque no tenía en la UGT la confianza que tenía la CNT de Asturias. En el congreso del Teatro de La Comedia, en 1919, Eleuterio Quintanilla o José María Martínez apoyaban una casi fusión con la UGT, era el momento de la unidad. Pero se opuso la mayoría catalana y del resto de España; los catalanes con el dicho aquel famoso de "¡Nosaltres sols!". He pensado mucho sobre esto, porque si el congreso de 1919 hubiera sido abierto y hubiera recibido el mensaje asturiano de unidad no se habría tardado mucho en volver a la separación unos años más tarde, durante la dictadura de Primo de Rivera, cuando el PSOE y la UGT son colaboradores y la CNT no se hubiera reconocido en ello. La Guerra Civil en Asturias fue muy ilustrativa de todo aquello. La CNT y la UGT llevaron muy bien la cosa al principio, aunque hubo tensiones. Avelino González Mallada fue alcalde de Gijón en 1936. Era cenetista y de la FAI, pero al año hubo ya tensiones y los socialistas hicieron por eliminarlo de la Alcaldía y poner a Alberto Martínez. A González Mallada yo lo conocía porque emigró conmigo y mi familia a Cataluña cuando los fascistas llegaron a Asturias. O sea, tensiones hubo, pero llevaderas».

l Liberación de presos. «Mi padre no vivió ya todo aquello, pero lo que yo conozco de él es un artículo que se titulaba: "¿Qué pretende Barriobero?". Éste era un abogado cenetista muy cualificado de Barcelona, que en las elecciones del 14 de febrero de 1936, cuando se instala el Frente Popular, pedía la abstención, como ya se había pedido en 1933. Mi padre escribió aquel artículo sobre Barriobero, una persona muy conocida (fusilado después por Franco) que dio aires de normalidad y de justicia en el campo catalán. Los historiadores están de acuerdo en que suavizó muchas tensiones y eliminó mucha violencia. Eso es lo que conozco de mi padre con respecto al anarquismo, y también otra historia que se añade a ésta y puede ser conjugable con ella. Cuando triunfó el Frente Popular en febrero de 1936 había 30.000 presos cuya excarcelación reclama la CNT. En su mayoría eran presos cenetistas y el sindicato iba a las prisiones a reclamar su salida. Esto daba lugar a episodios violentos. En Santander, por ejemplo, se produjo la muerte de un cenetista porque en el intento de asalto a las cárceles la fuerza pública disparó. Estuve en aquel entierro y hubo más de 20.000 personas. En Gijón hubo lo mismo: una marcha sobre la cárcel de El Coto. Avelino González Mallada, que fue maestro mío en la escuela de Eleuterio Quintanilla, en la calle de La Playa, incitaba a los manifestantes. Mi padre contó aquel suceso en casa, en el que tuvo un enfrentamiento con Mallada cuando le dijo que aquella no era la manera porque dentro de cuatro días los presos saldrían a la calle y no había que dar lugar a que matasen a nadie. Mi padre, que ya digo que era de familia muy temperamental, le soltó un sopapo a Avelino. Recuerdo esto porque Avelino, siendo yo alumno, un día me dio un pañuelo blanco y me dijo: "Dale esto a tu padre, que me lo prestó el otro día". Seguramente mi padre le había dado el pañuelo para limpiarse la sangre. Esto habla un poco de lo que podían ser fricciones o puntos de vista diferentes en la marcha del anarquismo».

l Una vida santa. «Desde muy chiquillo comencé a ir a una escuela de las que en Asturias se llamaban "de cagantes y mexiantes", que no era una escuela, sino dos señoras que recibían a niños y los atendían durante el día. Llevábamos pizarras y escribíamos con ellas y pizarrines; lo guardábamos todo en una bolsa al terminar y lo dejábamos en el suelo. Un día, caminando hacia atrás, pisé una bolsa de aquellas y rompí la pizarra. Una de las señoras tenía unas manos curtidas, huesudas, y me dio un bofetón. Yo tenía 7 años y llegué a casa con la señal del bofetón en la cara. Mi padre lo vio y al día siguiente no volvimos a aquella escuela sino a la de Quintanilla, donde estuve hasta los 13 años. Éramos tres hermanos: mi hermana María del Pilar, mi hermano Emilio y yo, el último. Mi hermano se llamaba Emilio Floreal. Germinal, Floreal, Prairal... eran los nombres que los revolucionarios franceses habían puesto a los meses y era muy corriente entre los anarquistas utilizar esos nombres. Mi madre, Pilar, era hija de Manuela, una campesina que fue a vivir a Gijón. Allí se casó con Corsino Rúa, mi abuelo. Un pariente nuestro está investigando sobre este abuelo, que no era Corsino Rúa, sino Corsino Bernardo de la Rúa, de una familia seguramente venida de Galicia y con raíces aristocráticas. El Bernardo lo perdieron por un amanuense de Juzgado que confunde el Bernardo apellido con Bernardo nombre. Mi abuela, Manuela, a la que no llegué a conocer, debió de ser una mujer fabulosa, una campesina de raigambre y vendedora también de pescado. Lo recuerdo porque me contaba mi madre que madrugaban mucho para ir a recoger el pescado en la rula de Gijón y venderlo después. Esperaban sentadas encima de las cajas de pescado a que llegaran las lanchas y se vendiera en la rula. Entre tanto, a veces había lo que siempre hay en un pueblo marinero: riñas, peleas, puñetazos, navajazos... En fin, todo eso, y me contaba mi madre que ella, que era muy pequeña, se acurrucaba junto a su madre y ésta le decía: "No temas, fiína; hasta que no llegue la sangre a ti no temas". Esta pobre Manuela muere cuando mi madre tiene 11 años, en una epidemia de tifus que hubo en Gijón. Mi madre había nacido en 1899, así que aquello sucedió hacia 1910. Muere su madre y queda con un hermano de 1 año y otro de 5. Mi madre tuvo que tirar para adelante con toda la familia y nunca fue a la escuela. Apenas sabía leer y escribir y conservo como un tesoro cartas suyas que me escribía cuando yo estaba en Salamanca, con faltas de ortografía y sin saber coordinar las palabras. Eso poco que sabía leer y escribir se lo enseñó mi padre. Luego, cuando ya se jubiló, yo le enseñé un poco más aquí en Granada, pero a los pocos años tuvo problemas de visión y no pudo seguir. En fin, la vida de mi madre es una vida verdaderamente santa, una vida de dedicación completa a los demás. Mi padre era un luchador, un hombre que trabajaba mucho, que ganaba su pan honradamente y que quería mucho a los hijos, pero tenía también sus devaneos amorosos y mi madre sufrió todo eso bastante».

l Manifiesto para el 34. «Hay una historia que tiene su importancia biográfica para mí. Yo era un chiquillo durante la Revolución de Octubre de 1934. Mi padre estaba escribiendo un manifiesto en casa y llaman a la puerta. Abro y me encuentro con diez o doce guardias de asalto que desde el rellano y la escalera me apuntan con el fusil. Aviso a mi madre y al ver ella a los guardias se desmaya y cae al suelo, sin sentido. Entonces oigo la cadena del servicio porque seguramente mi padre había tirado el manifiesto. Después fue a la puerta y los guardias dicen que les acompañe. Mi padre les pide aguardar un poco y hace que mi madre recobre el sentido. Después se va con los guardias porque al parecer le había denunciado un coronel que vive enfrente. Pero no tenían nada contra él y un día después vuelve a casa. Al terminar la Revolución mi padre acogía en casa a revolucionarios huidos; recuerdo concretamente a dos socialistas y a un comunista. Vivieron clandestinamente en casa hasta que pudieron marchar a Bruselas. Recuerdo esto porque nosotros llegamos a hacer mucha amistad con un socialista de Oviedo, que estuvo en casa, Horacio Cabal, que trabajaba en la Fábrica de Armas con padre. Su mujer se llamaba Lucila y mi madre se quejaba a ella de esos devaneos de mi padre. Un día, estando yo presente, Lucila le preguntó delante de mi madre a su marido: "¿Qué te parece Horacio de esto de Emilio?". Y aquel socialista contestó: "Emilio es un gran compañero y eso no puedo juzgarlo". Mi madre llevó esa vida y cuando vivíamos en la calle Capua de Gijón, en una casa que tenía 30 metros cuadrados y en la que estábamos ocho personas, ella todavía se las arreglaba para alquilar huecos a los veraneantes. Yo no conozco a mi madre más que trabajando y trabajando, y preocupándose siempre por los demás. Vivió cerca de 100 años y estuvo conmigo en Granada desde que cumplió 75 años hasta el final».

l Francés y bombas. «En la Escuela Neutra Graduada de Eleuterio Quintanilla había tres grados. En el primero, por donde yo empecé, estaba Ninfa, que era hija suya. Luego pasé al segundo grado, que lo daban un profesor llamado Senén y Avelino González Mallada. No sé si Avelino llegó a ser masón, pero sí lo eran todos los demás, empezando por Eleuterio. La escuela era masónica y había una habitación donde tenían sus banderas y sus cosas. A Eleuterio le llamábamos "Terio" directamente. "Terio, mire lo que me está haciendo este niño". Quintanilla era chocolatero, no un profesional de la enseñanza, sino un autodidacta que, la verdad, tenía muchas facultades para la educación. Sabía llegar a los alumnos. Yo era muy trasto de niño y no me preocupaba por estudiar; no sé cómo pude aprender a leer y escribir. Algunas veces, Quintanilla me dejaba castigado por no saber la lección; después, en poco tiempo, la aprendía, se la recitaba y me marchaba. Pero lo que a mí me encantaba de Eleuterio era su voz. Todavía sé de memoria muchos versos que él recitaba a la clase. Le gustaba mucho la poesía y, sobre todo, los poemas aforísticos, de los que se saca una enseñanza. Nos recitaba con una voz dulce, melodiosa, y luego nos leía Corazón, de Edmundo de Amicis, o el Quijote. Y eso era lo que a mí me encantaba: aprender Geografía o Matemáticas estaba bien, pero a mí me embobaba escuchar a aquel hombre leyendo en voz alta. Y la mayor enseñanza que recibí de Eleuterio Quintanilla fue cuando después de morir mi padre me metieron en un orfanato miliciano, donde empecé a coger afición al estudio. Era el Orfanato Miliciano Alberto Coto, y estaba en el colegio de San Vicente. Allí estuve hasta que me marché emigrado a Cataluña e hicimos un curso rápido de primero de Bachillerato. Eleuterio era profesor de Francés. Recuerdo que un día nos estaba examinando. Ya estaba muy próxima la llegada de los fascistas a Gijón. Él estaba sentado en la mesa, mandaba salir la pizarra y preguntaba. En esto suenan las sirenas de la aviación y él dice: "El que quiera marchar, puede hacerlo". Había un refugio antiaéreo en la calle Fernández Vallín, donde está Correos, debajo del paseo de Begoña. Nos quedamos cinco en la clase y él siguió examinando con toda tranquilidad, sin inmutarse, como si no estuviera pasando nada. Sonaban las bombas y escuchábamos cómo se acercaban las explosiones. Los cristales temblaban; parecía que iban a romperse. Así estuvimos durante un rato. Después se fueron alejando las bombas y terminó la alerta. Aquello fue para mí una gran enseñanza: la necesidad de dominarse en situaciones comprometidas, de no dejarse invadir por el miedo. Al pensar muchas veces en ello vi que fue la mejor enseñanza que recibí de Eleuterio Quintanilla».

l Huida en el «Stanmore». «En septiembre de 1937 todos los compañeros decían que la caída de Gijón era inminente. Creo que entonces todavía se estaba luchando en el Mazuco, que fue la última resistencia. A primeros de septiembre salgo de Gijón con mi madre, mi hermana y mi hermano. Había una flota del Comité de No Intervención y embarcamos en Ribadesella en el "Stanmore", para llegar a La Palice, en Francia. Todos mis compañeros del Orfanato Miliciano habían sido llevados a Rusia, pero mi madre dijo: "Vosotros, conmigo". De La Palice fuimos a Cataluña, en tren, y nos asignan vivir cerca de Olot, pero como mi hermana y yo estudiábamos, mi madre maniobró para que nos dejaran en el mismo Olot como refugiados, pero viviendo de alquiler. A mi madre le había quedado una pensión por la muerte de mi padre. Los estudios en Olot fueron muy fructíferos para mí y allí tuve buenos profesores, como Enrique Olarán, que me enseñó muy bien francés. Lo pasamos mal porque había poca comida y yo me iba a los campos a coger (a robar un poco) cebollas o algo para llevar a casa. A finales de 1938, a mi hermana le dio una embolia y quedó paralizada de medio cuerpo. Cuando estaban llegando ya los fascistas, mi hermano y yo le dijimos a mi madre que ellas dos se quedaran, que las respetarían y podrían volver a Gijón, pero con nosotros podían tomar alguna represalia. Cruzamos andando la frontera, pero mi madre, después, no pudo con el miedo y también la cruzó en un vehículo de milicianos de los que huían».

l Cuatro líneas y una revuelta. «A mi hermano y a mí nos llevaron al departamento de Var, en La Provenza, a una colonia en un pueblo llamado Lorgues, que tenía un viejo monasterio abandonado donde instalaron a jóvenes, mujeres y viejos. Eso fue decisivo para mi vida. Como sabía bien el francés, hacía de intérprete y comía en la cocina, no del todo mal, pero los demás comían muy mal y había protestas. El alcalde, que era de las Cruces de Fuego, una organización de la derecha francesa, chovinista, puso un anuncio en el tablón diciendo que el Gobierno francés le daba nada más que cinco francos diarios por cada refugiado. Sin embargo, en el periódico L'Aube ("El Alba") yo había leído que el Gobierno de Negrín daba a Francia 15 francos diarios por refugiado. Traduje aquella noticia y junto al recorte del periódico la puse al lado de lo que había escrito el alcalde. No imaginé que cuatro palabras podían tener aquel efecto. Hubo una revolución, volaban los platos y la comida, y la revuelta duró hasta la noche. A la mañana siguiente, me asomo al patio y veo a dos gendarmes con el alcalde y a otros dos muy bien vestidos, con sombreros. Supuse que eran policías y en cuanto bajé el alcalde me señaló. Yo tenía 15 años. Me esposaron junto a otro compañero y a un aragonés muy alto, al que llamábamos "Pino viviente", y también junto a un extremeño que era manco y que como tenía que llevar su petate con la mano útil le esposaron por el tuco e iba casi colgado del aragonés. En el tren, uno de los policías entabló conversación conmigo y me preguntó qué había pasado. Se lo conté y me dijo: "Gagciá, Gagciá, je me rapellerai de toi", "me acordaré de ti"».

l El anarquista solidario. «Nos llevaron a Barcarés, a un campo de concentración de soldados españoles, en una playa inmensa, donde dormíamos en la arena. Físicamente se pasaba mal, pero, a cambio, en el barracón donde yo estaba, en el "Islote I", había gente calificadísima, muy inteligente, de todas las jaleas: socialistas, comunistas, republicanos, anarquistas. Allí se discutía a diario sobre el origen de la Guerra Civil, sobre su desarrollo, sobre por qué se perdió, y se hacía desde diversos puntos de vista. Aquello me dio muchísima luz y quizá fue allí donde empecé a tener alguna tendencia concreta. Había dos hermanos socialistas aragoneses que eran fabulosos hablando y razonado. Y había un anarquista al que Franco había fusilado en Gijón, en el Cerro Santa Catalina. El fusilamiento había sido con ametralladoras y luego tiraban los cuerpos al acantilado. Aquel anarquista tuvo la suerte (si la llamamos así) de que no le mataron los tiros ni el acantilado, porque cayó sobre en un montón de cadáveres. A las cinco de la mañana recobró el conocimiento, se tanteó y recordó lo que había pasado. Se fue por la orilla del mar hasta el barrio de La Arena, donde vivía. No iban a ir a buscarle, ya estaba borrado de la lista. Era de las Juventudes Libertarias y tenía 17 o 18 años. Pasó a Francia y después a Cataluña. Sus compañeros decían de él que había sido un jabato en el frente. Este chico participaba también en aquellos debates. No tenía el discurso de los aragoneses, pero decía cosas muy centradas, y una cosa que me entusiasmó de él fue que cuando en un barracón de aquellos se recibía un paquete de comida enviado por la familia cada uno lo llevaba a su rincón y se lo comía a escondidas, pero aquel chico lo ponía en el centro y de allí comíamos todos hasta que se acababa. Esto me llamaba mucho la atención. Los demás hablaban muy bien, pero quizás el instinto de conservación podía más en ellos; pero en éste no podía tanto el instinto de conservación, sino el sentido de solidaridad. Siempre he recordado a aquel chico anarquista».

l Tejados y baldosas. «Estuve en Barcarés hasta finales de 1939. Recibí una carta de mi madre, que ya estaba en Gijón, en la que me decía que mi hermana estaba muy enferma y que por atenderla no podía salir a trabajar y nos necesitaba a mi hermano y a mí. Yo estaba entusiasmado con seguir la vida de aquella gente del campo, que hablaba de una posible labor de resistencia y de echarse al monte. Pero los compañeros me dijeron que tenía que volver a Gijón a ayudar a mi madre. Regresé y trabajé de todas las formas imaginables, desde andar vendiendo botellas o recogiendo lo que fuera hasta almacenista de cosas estraperladas por otros. También trabajé en la construcción, en tejados, y en Oviedo fui ayudante de un obrero de Madrid que instaló en el edificio del Instituto Nacional de Previsión, junto al Campoamor, la primera calefacción por aire en Asturias. Acabé trabajando en una fábrica de baldosas, en un chamizo de la calle Marqués de San Esteban. Allí estuve con uno al que llamaban "El Cubano", campeón de Asturias de boxeo, y con Bericua, que después se dedicó a la construcción. Tenía 17 años y a veces probábamos a ver quién podía acarrear más marcos (hasta ocho o diez) con cuatro baldosas cada uno. Un día, uno de los propietarios de la fábrica me vio llevar los marcos de uno en uno. Entonces, él, que tenía una barriga muy grande, me dijo que le mirase y cogió con mucha fuerza tres de ellos. Yo pregunté: "¿Cuánto me paga usted?". "Lo que marca la ley". "Sí, pero la ley marca siete pesetas y un litro de aceite cuesta cien". "No tengo la culpa de eso, márchese". Y me echó. Llegué a casa muy encabronado y le dije a mi madre: "Voy a volver a estudiar y ningún hijo de puta más me va a explotar"».

l Los libros de Víctor Felgueroso. «Teníamos relación con una rama de los Felgueroso. Antonia León era amiga de mi madre desde antes de casarse con Gabino Felgueroso. Además, al comienzo de la guerra mi padre le había hecho algún favor a esta familia, para que los milicianos no se metieran con ellos. Y, sobre todo, durante la guerra les llevamos comida porque ellos tenían dificultades para adquirirla. Se la llevábamos por la calle Ezcurdia, cuando todavía no había caído el cuartel de Zapadores, en El Coto, y desde allí barrían con las ametralladoras y teníamos que ir por las cunetas, arrastrándonos. Los Felgueroso vivían un poco más allá de La Guía, hacia Somió. Después de hablar con mi madre de ponerme a estudiar, un día salía yo del "Patión", donde vivíamos en la calle Capua, y me encuentro a un muchacho apoyado en la pared. "Soy Víctor, el hijo de Antonia y Gabino: oigo en mi casa que quieres estudiar y yo te puedo prestar libros y te puedo buscar un profesor". Así fue como empecé a estudiar. Víctor Felgueroso León falleció hace año y pico, y hasta hace dos nos carteábamos por Navidad».

l Bachillerato y mina. «Intenté hacer el Bachillerato en una convocatoria, por el plan de 1934. Pedí el examen de los seis años y algunos profesores se rieron. Me examinaron con un taco inmenso de programas, asignatura por asignatura. Pero en Matemáticas tuve un pinchazo y además me dijeron que no podían aprobarme los seis años porque tenía que hacer el Bachillerato según el plan de 1938, de siete años, con casi cinco años de Latín, tres años de Griego, tres de Alemán? Estudié esas lenguas y en la convocatoria siguiente aprobé sexto, séptimo y el examen de estado. Mientras tanto, había trabajado unos ocho meses en Mina La Camocha, en el interior. Tuve un derrabe y vi cómo caían todos los marcos; pensé que me quedaba sepultado allí. Mientras estuve en La Camocha murieron ocho mineros y mi madre cogió miedo; seguramente habló con su amiga Antonia León, esposa de Gabino Felgueroso, para que buscara otro trabajo fuera de la mina. Entonces trabajé en Julián Fernández Guerra, un taller que había en el Fomentín, hasta que terminé el Bachillerato. Entonces di clases particulares».

l Séneca, San Pablo y Filón. «Estudié en Oviedo Filosofía y letras, sección de Filología Clásica. Hice por libre primero y segundo. Yo quería ser médico, pero la carrera de Medicina implicaba seguir las clases prácticas y yo tenía que seguir trabajando. En Historia tuve de profesor a Juan Uría, y fue con el que más aprendí. Durante el segundo año, concursé para una beca del Ayuntamiento de Gijón y la obtuve. Con esa beca, de 500 pesetas (de las que le daba 200 a mi madre), me fui a Salamanca y estudié hasta terminar la carrera de Filología. Había escogido Clásicas porque de lo más que se solicitaban entonces clases particulares era de Griego y Latín. Luego me alegré de haber estudiado Clásicas porque forman muy bien la cabeza y te dan la posibilidad de dirigirte después a donde quieras. Los cimientos fundamentales estaban en Clásicas. En Salamanca no sólo curse los tres años, sino que al acabar permanecí allí como profesor adjunto de Antonio Tovar, por oposición. Al terminar la licenciatura, y como yo era de una ciudad con puerto, pensé en hacer la tesis sobre el lenguaje de los puertos, pero para eso necesitaba pasar tiempo en Gijón y no podía. Había leído entonces a Séneca y me atrajo porque, como Tácito, es un creador de lenguaje. En Latín, Cicerón y César forman unos modelos con tanto prestigio que después todo el mundo escribe como ellos, pero Tácito y Séneca aportan nuevas formas de expresión. Además, yo era profesor de Historia Antigua y esto me llevó al estudio del Helenismo, en el que factor religioso empieza a ser importante. Una corriente de historiadores sostenía que la modernidad empezaba a partir de San Agustín de Hipona, pero leyendo a Séneca, junto con San Pablo y Filón el judío, observé rasgos de modernidad antes de San Agustín. Lo estudié y me afinqué en esa teoría y de ahí salió la tesis sobre "El sentido de la interioridad en Séneca"».

l Socialismo radical. «Además de Tovar, en Salamanca trato con Zamora Vicente, José María Ramos y Loscertales (historiador fabuloso), Lázaro Carreter, o Manuel Alvar, que después hizo escuela aquí, en Granada. También conocí a Alarcos, o a Gustavo Bueno, que era catedrático de instituto. El decano de mi facultad era muy reacio a la Filosofía. "A mí, los filósofos me convencen todos", decía. Estoy hasta 1955 en Salamanca, que me cansa. En realidad, mi forma de obra abiertamente chocaba con esquemas muy cerrados. Estaba influido por ideas comunistas y me atraía el socialismo radical, revolucionario. En las tertulias planteaba tomar decisiones radicales. También llevé una vida amorosa muy revuelta, tumultuosa, e igualmente estaba un poco cansado de ello. Total, que necesitaba respirar y esa fue la razón de mi salida de Salamanca. Choqué con el propio Tovar, y menos con Ramos y Loscertales, porque fue el hombre con el que más congenié y dialogué. Hablábamos abiertamente, pero cuando yo quería llevarle a unas consecuencias radicales, me decía: "No olvide, señor Rúa, que yo soy azul". Sin embargo, era muy unamuniano y esto le llevó a enfrentamientos con el falangismo. Tovar también los tuvo».

l Triple compromiso. «Por medio de Zamora Vicente consigo un lectorado en Alemania, en Maguncia. Había estado previamente con una beca en el Maximinialeum de Múnich, un colegio de estudiantes excepcionales, donde preparé la tesis. En Alemania yo aprendí a valorar al pueblo raso alemán, su autodisciplina, su profundidad, pero en otros aspectos rechacé la Alemania burocrática y un poco posprusiana que seguía existiendo. Con eso sí tuve serios choques que me llevaron a marchar de Alemania. Había conocido a Gisela Wiedermann y cuando decidí unirme a ella definitivamente le dije que yo le ofrecía tres condiciones: que yo me casaba sobre todo por normalizar y centrar mi vida amorosa; segundo, que me casaba también para dedicarme a los otros; y tercero, que cuando mi madre fuera mayor y no pudiera valerse, viviría conmigo". Ella me dijo que no había problema y en efecto, lo cumplió al pie de la letra hasta el final de sus días».

l Ilustración y banquetas. «Llegué a Gijón en 1958, dispuesto a hacer una vida completamente diferente de la que había venido haciendo hasta entonces. Había renunciado a todo: a la adjuntía de Salamanca, al lectorado en Alemania, y vine con una mano atrás y otra delante. Doy clases particulares, aunque había un cura en el Instituto que me quitaba todos los alumnos porque yo enseñaba Latín con la pronunciación clásica (decía [Kikero] y [Kaesar]). "Eso lo hacen Tovar y cuatro ateos", afirmaba aquel cura. Empiezo a ir al Ateneo Jovellanos e intervengo en los coloquios de las conferencias. Quizás es entonces cuando la gente repara en mí. Allí había un grupo de teatro, "La Máscara", en el que estaba Laureano Mántaras. Empecé a relacionarme con ellos y después les propuse crear una escuela obrera amparada en mi título universitario. La idea surge de mi impulso enseñante y de que estaba convencido de que la clase obrera carecía de medios auténticos de ilustración, ya que la enseñanza oficial estaba muy condicionada. La idea no causó mucho entusiasmo: no veían cómo se podía realizar aquello materialmente, no había dinero. Empezamos a pedir muebles viejos a las familias, los deshacíamos y construimos mesas muy artesanalmente. La escuela de la calle Cura Sama se estrenó sin banquetas. La condición para pertenecer a la escuela era que se supiera leer y escribir, y que se tuviera una edad prudente (de diez años por lo menos), y que se llevara una banqueta».

l Interés policial. «Yo tenía una idea particular de la pedagogía y enseñábamos de todo: Latín, Historia, Gramática?, pero siempre con vistas a la vida cotidiana y práctica, y, sobre todo, mediante diálogo. No había distancia entre el alumno y el profesor, y éste dialogaba constantemente con él, admitiendo que le corrigiera su propia enseñanza. A los alumnos, aunque hubieran llegado sabiendo leer y escribir malamente, se les veía incorporar la enseñanza a su propia vida. Junto a esto, no podía haber una enseñanza completa si no remitía a la propia sociedad. Para eso los sábados organizábamos conferencias a las que conseguí traer gente muy calificada. Fuimos pasando de un tinte puramente cultural progresista a una actitud claramente política. La enseñanza de materias que no eran propiamente políticas estaba encaminada a producir otra mentalidad, otra manera de ver las cosas. Era hacer una casi antipedagogía. El anticulturalismo no se diferencia mucho de lo que hacíamos nosotros trasmitiendo cultura. Es decir, el dar a conocer textos científicos, literarios o políticos se hacía siempre desde la crítica y desde la propuesta de la opción contraria. Una posición nunca es fuerte si no se sabe frente a qué va, y cuáles son sus debilidades o en qué es fuerte y puede superar al contrario. Si esto se le da a la clase obrera, sabrá como clase mantener una posición político-social más clara. Así fue cómo la Policía enseguida se interesó».

l Vigilancia permanente. «Tuve cierta suerte porque frente a policías que había en la Comisaría de la calle Cabrales, muy dura, muy cabrona, muy criminal, había otros que no se mojaban tanto. Un tal Morán, creo recordar? Cuando me llamaron por primera vez, a los pocos mese de haber comenzado, me amenazaron para que lo dejara. Recuerdo que en uno de esos interrogatorios, con todos a mi alrededor, uno de ellos trató de insinuar con el gesto una violencia más inmediata. "Tiene usted que dejar esas cosas". "No puedo". "¿Por qué?". "Porque es lo único bueno que he hecho en mi vida". Entonces, ese Morán y otros dijeron: "Cuidado con lo que hacemos porque dice que es lo único bueno que ha hecho en su vida". Había una vigilancia permanente y cada poco me llamaban por teléfono: "Venga usted acá», para tratar de esto, o lo otro, o lo de más allá". Fui sorteando los interrogatorios, pero cuando intervino Oviedo, con el comisario Claudio Ramos, la cosa ya fue mucho más dura».

l CNT clandestina. «Cuando intervino el comisario Ramos la cosa fue más dura, y yo ya estaba políticamente más lanzado. No he pertenecido a ningún partido, pero he trabajado en plataformas con comunistas, socialistas, republicanos? Los cenetistas fueron los últimos que entraron. Aparte de que yo tenía una tradición familiar, y aparte de mi historia del campo de concentración en Francia, yo no tuve contacto con la CNT clandestina a lo largo de ese tiempo. Un día apareció en mi casa un hombre, Aquilino Moral, de Duro Felguera, y me dijo que había sido compañero de mi padre y con él había fundado el POUM en Asturias. Me habló de mi padre y de cómo estaba en aquel momento la CNT en La Felguera. Al marchar, me dijo: "¡Salud, compañero!". El saludo y levantar el puño era nuevo para mí. Seguí manteniendo la relación con él y me di cuenta de que era un verdadero militante, un hombre que se había entregado por entero a la causa y que además no se casaba con nadie. Por él empecé a tener contactos con la CNT clandestina, y ésta se fue acercando más a lo que era el grupo de la Academia de Cura Sama».

l Pordiosero social. «La actitud de Ramos era cada vez más dura, más cabrona. Un día, en Oviedo, se sentó al lado mío en un café. "Hola, ¿qué tal?", me dijo. "No sé quién es usted", y fue como si le hubiera insultado. Se levantó y gritó: "¡Acompáñeme!". Me llevaron al "cuartón" de la Comisaría, al lado del Reconquista, y me tuvieron allí el día entero. Ramos me dijo: "No vuelva usted más por Oviedo"; pero en el año 1965 coincidió que era el centenario de Séneca y los estudiantes me pidieron que diera una conferencia en la Universidad. Yo tenía entonces una audiencia tremenda. Después, Ramos fue a Gijón: "Le dije a usted que no volviera a Oviedo, por lo tanto, le voy a cerrar la academia", y la cerró por las buenas. Años después, durante el estado de excepción de 1970, cuando ya estaba en funcionamiento CRAS (Comuna Revolucionaria de Acción Socialista), me llevan a Comisaría y está Ramos presente. Los interrogatorios fueron duros. Ramos no llegó a pegarme nunca; lo más que hizo fue ponerme el puño en la cara, sin atreverse a descargar, con lo que yo sentía los pelos de sus nudillos. Y me dijo: "Es usted un pordiosero social". Me dio mucho que pensar y me dije: "Coño, tiene razón este hombre"».

l Tirar panfletos. «CRAS comienza por mis experiencias políticas. Hacia 1965 viene a verme un cura obrero de Mieres, creo recordar que Nicanor López Brugos, con cuyo hermano, alumno mío, yo tenía mucha relación. Me dijo que había 5.000 mineros en huelga y yo le di mi opinión: "La huelga es el arma fundamental de la clase obrera y hay que mirarse bien antes de hacerla, para que no caiga en desprestigio, pero una vez lanzada hay que llevarla al triunfo". "Entonces -dijo él-hay que tirar papel", escribir panfletos clandestinos. Escribí el panfleto, y la CNT estaba de acuerdo, pero no podía firmar con los comunistas, y los socialistas tampoco. Fui a los comunistas y les dije: "Tiradlo vosotros, pero no con el nombre de PC, sino de Oposición Obrera". Pasaron los días y la huelga se fue a la mierda; por alguien del PC me enteré de que no habían tirado el panfleto porque no les convenía la huelga, porque el proletariado asturiano estaba demasiado avanzado para la situación en la que estaba el partido, y ellos pretendían que el PC estuviera a la cabeza. Entonces rompí de hecho con el PC. Nos encontrábamos en los sitios comunes, pero había siempre fricciones. En esta situación estaba hasta que me di cuenta de que sin una estructura propia trabajabas para otros como el PC. Esa estructura fue CRAS, que nace en 1969, con una estrategia completamente distinta de la de los partidos, de abajo hacia arriba. A los tres meses CRAS decidió entrar en pleno en CNT, hasta que dos años más tarde grupos que había dentro que eran marxistas quisieron que CRAS se declarara organización marxista y, claro, la mayoría no estábamos por ello. Valorábamos el marxismo, pero veíamos sus errores. Desde entonces decidimos trabajar sólo como CNT».

l Ruptura de la clandestinidad. «Simultáneamente con la Academia de Cura Sama habíamos creado el grupo Gesto. Siempre tuve no sólo afición al teatro, sino confianza en su fuerza. El grupo «La Máscara» tenía problemas para elegir obras en el Ateneo Jovellanos, había muchos roces, y le ofrecimos un espacio escénico. Gesto también organizaba conferencias públicas sobre teatro o temas sociales, en las que podía camuflarse un poco la cuestión política. Nuestra intención en la forma antifranquista de proceder era un poco la ruptura de la clandestinidad, es decir, se mantiene la clandestinidad en los términos en que era obligatorio, pero fuera de eso se actuaba públicamente. Nos reuníamos en el café Manacor, o en el San Miguel o el Costa Verde, y tratábamos asuntos políticos. Para nosotros era fundamental el abrirse a la gente no politizada, no indoctrinada, pero que sentía la realidad. Recuerdo que cuando me metieron preso durante el estado de excepción apareció Gijón lleno de pintadas: "Rúa preso". Eso movía a la gente y lo tuvo en cuenta la Policía, porque impactaba en algo que ellos creían tener perfectamente dominado y aletargado».

l Levantar la casa. «No podía dar clases en el instituto o la Universidad. Me habían echado de la Universidad de Oviedo en 1963. Era profesor auxiliar y duré un mes. Alarcos era el decano, y protesta y fuerza al rector a darle explicaciones de mi expulsión. Entonces el rector le pasa mi informe policial, que decía: "José Luis García Rúa, hijo de Emilio García, destacado dirigente de la CNT muerto en el frente de Oviedo siendo miliciano rojo. Pretende ser profesor, pero es un hombre de conducta dudosa". En la Escuela de Comercio explicaba Alemán y en abril o mayo también me expulsaron. En 1971 una catedrática de Francés del Instituto de El Coto, Marilines, me dice que hay la posibilidad de que vaya como profesor a la Universidad Laboral de Córdoba. Llamo y les digo: "Miren ustedes, que yo soy un perseguido político". "¿Usted va a influir en los alumnos?". "Como profesor nunca hago proselitismo político". "Si es así, no tendrá problema". "Pero mire usted, que voy a levantar la casa". En efecto, levanto la casa en Gijón y me voy con mi mujer y mis tres hijos, Emilio José, Francisco y Héctor. Duré un mes en Córdoba, hasta que el Gobernador Civil dice: "Rúa, fuera". Ese gobernador civil había sido jefe de la Central Nacional Sindicalista en Gijón cuando las huelgas y me conocía. Me veo con Castilla del Pino y otros, y doy clases particulares para poder seguir viviendo. Estaba a punto de volver a Asturias cuando un compañero muy generoso y muy bueno, Pedro Cerezo Galán, hoy catedrático jubilado de Filosofía de Granada y entonces jefe de estudios del Colegio Universitario de Jaén, me dice: "Si quieres, yo te hago un contrato de dos años y no te pueden tocar". Así fue, pero al hacer el siguiente contrato el Gobernador dice que no se firmaba. Entonces los alumnos y profesores se pusieron en huelga indefinida y la Diputación le dice al Gobernador que me permita trabajar sin contrato. Después Pedro Cerezo me trajo a Granada. Entre tanto, se había creado un cuerpo de profesores adjuntos, y yo lo era por oposición en Salamanca, pero me decían que tenía servicios insuficientes. Lo llevé de Juzgado en Juzgado, y ahí quedó el caso paralizado, pero al morir Franco algunos jueces empezaron a portarse de otra manera y me concedieron la plaza. Fui profesor adjunto de Filosofía hasta 1988. Me jubilaron a los 65 años con 65.000 pesetas; había estado 14 años fuera de la Universidad y mis servicios eran insuficientes. Pero me hicieron profesor emérito y lo fui hasta 2003, durante 15 años, cuando el máximo eran dos. Estoy muy agradecido a Granada por todo. Fui secretario general de CNT del 1986 a 1990, y director en dos ocasiones del periódico de CNT».

l El precio. «Fue muy duro el fallecimiento de mi esposa, Gisela, el pasado agosto. No sé, pero parece que una fuerza interior no me permite quedarme quieto, ni metido en mí mismo, porque pienso, sobre todo, en los demás. Fue lo que le dije a ella un día: "Me caso para dedicarme a los demás". Eso significa ahora mismo pensar en esta crisis y actuar coherentemente, resistiendo lo que se pueda. Me arrepiento de muchas cosas de mi vida personal, pero de mi vida en relación con lo social, de eso, no me arrepiento de nada. Tuve que vivir mucho fuera de mi familia, que ha sido casi trashumante. Mi mujer e hijos lo soportaron todo y, en fin, de alguna manera creo que es el precio que tuve que pagar por una dedicación, y lo hice con la esperanza de que sirviera de algo».

Fran Andújar, en "El vivo legado de José Luis García Rúa", en Ser histórico, el 9 de septiembre de 2017, escribió:El pasado 6 de enero de 2017 falleció, en Granada, José Luis García Rúa, a la edad de 93 años. Estaba ya cansado y quería morir, y finalmente murió, con total serenidad y entereza. De su vida se han escrito ya varios artículos y hasta un libro, Un sendero de lucha, de Leonardo Borque(1), centrado en su paso por la lucha antifranquista en Asturias. El propósito de este texto no es tanto presentar sus datos biográficos o personales, sino exponer, resumidamente(2), su obra y pensamiento, su perfil y significado social, que era lo que más interesaba al propio Rúa, no muy amigo de periodistas que hacían demasiadas preguntas personales, cuyo cometido no era muy bien comprendido por el veterano anarquista, más preocupado en lo que pasaba a su alrededor y por el mundo, de lo que se podría sacar, en literatura algo rosa, sobre su vida.

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Con un gran sentido del deber y del esfuerzo, la coherencia en el pensamiento y en la vida de Rúa era un elemento fundamental. El anarquismo de Rua era un anarquismo en continua profundización y con ello, radicalización. Ante un mundo cada vez más autoritario y capitalista, solo se opone un anarquismo más opositor. Más adaptado solo supondría ceder terreno en la lucha social contra el estatismo y el liberalismo. Era necesario intentar, en la medida de lo posible, tener cada vez más una mayor coherencia posible, siendo comprensivos, en una especie de pedagogía de la vida y de un anarquismo nunca definitivo, pero clarividente en su rechazo contra toda forma de autoritarismo y por donde debían ir los esfuerzos. Esta descripción nos da siempre una imagen de García Rúa como alguien grave, duro, fuerte y lejano. Pero en realidad, todo era mucho más natural: tenía un perfil bondadoso, entrañable y humilde que sorprendería a alguien que solo lo ha conocido por lo que se ha escrito o dicho sobre él.

De él hay hasta numerosas leyendas y habladurías, que le dibujan normalmente como alguien que desafiaba los límites de su edad así como de su supuesto perfil teórico, cosas que realmente desafiaba, pero a veces llegan unos relatos que, confundidos con el entusiasmo y las “transmisiones libres” de la gente, puede que no todo sea correcto o tal como se cuenta. Sería muy oportuno reunirse mucha gente que le conoció y vivieron esos hechos, e intentar discernir qué fue cierto y qué fue inventado, o simplemente no correctamente relatado. De esas leyendas, hay mucho de cierto, uno que escribe lo ha visto personalmente, pero no vamos a profundizar en ellas. Solo comentar que son un vestigio de algo que era fundamental en José Luis: la importancia de materializar las ideas que uno profesaba, la continua auto-superación, desafío de los límites, continuo autoaprendizaje vital y reflexivo. Todo ello conllevaba irremediablemente a la inspiración, y es normal que se haya convertido a García Rúa en una especie de referente, de maestro, cuando él solo quería ser tu compañero. Alguien, que al más nuevo de la asamblea, cuando le notaba intimidado por su fuerte presencia, le decía: “En CNT el que lleva un día afiliado, el más nuevo y el más joven, es tan compañero como los demás, incluidos los más mayores y veteranos.” Palabras que además de José Luis, lo ha dicho más de un “viejo de la CNT”, cargado de luchas a sus espaldas, que notan esa admiración-intimidación en los jóvenes que llegan, esos jóvenes que son la alegría y esperanza de la CNT y del anarquismo, y que deben desprenderse de ese sentimiento para desarrollar todo su potencial, que tan bueno puede ser en el movimiento libertario.

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La insistencia entre acción y pensamiento, la ética en la vida cotidiana, y la preocupación por lo que pasaba en la calle y los tajos, hizo que José Luis no fuese muy amigo de escribir. En general escribió poco, y lo que escribió fue, en la mayoría de los casos, por deber o peticiones de otros. Hay algunos escritos, muy pocos, que lo hizo de corazón, como Aquellos hombres, aquellas mujeres(3), donde quiso recordar a todos esos humildes militantes de la CNT que conoció entre los años sesenta y ochenta, casi todos ellos desconocidos, pero con una lucha que no se puede encontrar en ningún libro de historia ni biografía. No tanto porque saliesen con una pistola en mano y eliminasen a cien enemigos, sino más bien porque asumían las ideas en su vida cotidiana de tal forma que desarrollaba unas peculiaridades únicas. En tal sentido, solía recordar con profunda admiración a quien fue su maestro cuando niño, e incluso durante la Guerra Civil, donde mostró una entereza e integridad que marcó vitalmente a José Luis hasta el último día de su vida: hablamos de Eleuterio Quintanilla(4). Algo que inspiró muchísimo a José Luis, que consideraba sus vidas mejor enseñanza que lo que veía en la Universidad, donde, como muchos sabemos llegó a ser catedrático de Filosofía.

José Luis tampoco fue amigo de las biografías. Más que nada, porque existía una tendencia a interesarse por los aspectos privados, que consideraba irrelevantes, innecesarios y hasta perjudical, porque desviaban la atención a lo que debería ser importante. En realidad, José Luis no se negaba a hablar de su vida y de sí mismo, siempre y cuando fuese por algún interés social, público o práctico. Era un rechazo a las revistas del corazón, al sensacionalismo y al amarillismo, y una afirmación de todo aquello que podría servir a todos y a las Ideas.

A raíz de su muerte se ha escrito bastante sobre él. En general, hablando de esa biografía suya, y afortunadamente, la importante, lo que él solía comentar cuando se daba el caso: todas aquellas partes que han tenido una influencia sobre él y cuyo conocimiento puede contribuir a los procesos sociales y pueda ser de algún interés colectivo. Es recurrente escuchar en estas versiones que nació en Gijón el 31 de agosto de 1923, hijo de Emilio García, carpintero, y voluntario de bombero (por entonces, no era una profesión), y Pilar Rúa, que llevaba una tienda que, en sus momentos, se usará como punto logístico en apoyo a las huelgas mineras de Asturias. Los distintos informes de la policía que se hicieron sobre José Luis no suelen coincidir en la fecha de nacimiento(5), así como de otros datos personales, sin que afectara el objeto de sus investigaciones ni la propia actividad de Rúa. Quizás por ello Rúa entendió rápidamente que esas cosas son secundarias y hasta obstáculos para lo realmente importante. En estas biografías también se relata su formación académica en la Universidad de Oviedo y la de Salamanca, conociendo a Agustín García Calvo (amistad que durará hasta el fin de sus días), Rafael y Chicho Sánchez Ferlosio, Aranguren[/b], Gustavo Bueno, etc. Alli colaborará en la revista poética estudiantil Los Trabajos y los Días (en referencia a una obra clásica de Hesíodo). Aprovechará una beca para ser lector en la Universidad de Maguncia. En Alemania Occidental es testigo del control y represión que ejercen las autoridades, y que no es algo que solo ocurría en la Alemania Oriental, eso le hace reflexionar y es cuando va leyendo la obra de Marx, Rosa Luxemburg, Pannekoek y otros teóricos marxistas. Cuando vuelve a España, no es comunista pero tampoco es hostil a ellos, hasta tal punto que algún militante de Madrid le ofrece formar parte de la dirección del PCE, que obviamente Rúa no acepta, porque ni es militante, ni se siente comunista. En Gijón lo que promueve son iniciativas autónomas, y en las biografías se destaca la creación de una escuela obrera y gratuita en la calle Cura Sama en Gijón, donde también se realizaban conferencias, que atrajo el interés de la policía. El proyecto cultural de GESTO, en torno al teatro, que fue también punto de encuentro del antifranquismo asturiano. Y la creación de un proyecto político, una especie de plataforma antifranquista con numerosas peculiariadaes, de la CRAS, las Comunas Revolucionarias de Acción Socialista, muy inspirada por el consejismo, la autonomía obrera y el anarcosindicalismo. La CRAS nació bajo la hostilidad de un Partido Comunista que quería absorberlo todo y hacer que todo fuera como ellos quisieran, por lo que fue pronto las tensiones entre CRAS y el PCE. Con el tiempo, la CRAS se irá posicionando políticamente y tomará partido hacia la CNT. Por estas fechas José Luis expulsado de varias universidades donde ejercía la docencia, abandona Asturias, visitando entonces Córdoba y Jaén, donde también es expulsado, pero acaba en Granada, en su universidad, por el entusiasmo y apoyo de varios profesores, entre ellos, y destacando, Pedro Cerezo. Allí conoce al cenetista Carlos Soriano, ferroviario, muy importante en la organización confederal granadina de esos años. Para Rúa fue una de las personas clave en su vida. Dentro de la CNT, García Rúa destaca por su gran formación y cultura, participando en la reorganización confederal, y aprovechando sus enormes dotes oratorias, participará, tras la muerte de Franco, en numerosos mítines por España organizado por la CNT(6), en compañía de personas como Federica Montseny o Juan Gómez Casas, dos militantes que serán referentes fundamentales en José Luis, como lo fue Soriano. Hasta tal punto que en el entierro de Montseny es José Luis quien, en representación de CNT, da el discurso fúnebre por Federica.

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Para José Luis, Montseny fue alguien muy importante en la CNT, especialmente porque entendía que fue la principal protagonista en mantener a la organización fiel al anarquismo y alejar a los grupos politizantes y progubernamentales -del exilio y del interior- que querían llevar a la CNT hacia nuevos caminos de participación en el gobierno republicano en el exilio, o incluso con el franquismo (lo que fue el cincopuntismo). Con sus errores y aciertos, la esencia de la labor de Federica fue, para José Luis, mantener el anarquismo en la CNT, y él siempre quiso seguir esa trayectoria. Es por ello que, cuando se acerca el V Congreso de la CNT, en 1979, se opone a quienes proponen las elecciones sindicales como mal menor y con una supuesta táctica de “vaciarlas desde dentro”. En 1983 aparece otro sector parecido, más importante numéricamente, pero también se queda en minoría, pero queda claro que sus impulsores tienen el apoyo del PSOE: así por ejemplo, Bondía, que antes rechazaba las elecciones sindicales, las apoya repentinamente, y acabará en un importante cargo en el Quinto Centenario de la masacre de América, impulsado por el PSOE en 1992 desde el gobierno. Junto a los montajes policiales del Estado (donde el Scala solo fue uno de ellos), la escisión empujó al fracaso el intento de echar atrás la imposición del nuevo modelo sindical de elecciones sindicales, y ese modelo deja atrás y margina a todos los proyectos sindicales genuinos que dan voz a los propios trabajadores y permiten realizar una lucha eficaz, y no simples pactos de despachos, en lo que queda reducido el nuevo sindicalismo, incluido el de los mencionados escindidos, que crearán, con el tiempo, la CGT.

A partir de ahí, Rúa asume diferentes cargos dentro de la CNT, su periódico y la AIT, impulsa la creación de la Fundación Anselmo Lorenzo junto a Gómez Casas, siendo su hijo, Emilio José García Wiedemann, el primer presidente, y procura llevar a la CNT a la práctica del anarcosindicalismo como ejemplo de la lucha que tiene que seguir la clase trabajadora, frente a la continua claudicación sindical que se vive desde 1980. Pero la socialdemocracia y el estado social que se vive hace que los trabajadores busquen adaptarse en el nuevo sistema sindical de servicio jurídico y de competencia de favores, al individualismo y consumismo, y la apuesta libertaria queda en un segundo plano. Pero José Luis, y la CNT, sabe que esa situación no puede perdurar, y que debe seguir su propia labor libertaria y sindical, para mostrar dónde están las posibilidades emancipadoras y transformadoras.

Durante todos esos años, se han vivido magníficas experiencias, quedando totalmente enamorado José Luis de la impresionante lucha de los trabajadores de Astilleros, donde él acudió personalmente a Puerto Real. Allí trazó amistades eternas, de las más sentidas por José Luis. Pero también se encontrará con quienes, desesperanzados en unos casos, en otros con peores y más inconfesables intenciones, quieren una CNT más “adaptada a los nuevos tiempos”, léase más adaptada a la ideología dominante y la mentalidad generalizada en la sociedad de consumo. Es lo que, desde varias vertientes, se denomina como “reformismo”, y lo que José Luis denominó como “euroanarquismo”(7) (en comparación con el eurocomunismo y la omni-socialdemocracia) y que en general pretenden una adaptación mayor a las instituciones y a la mentalidad de la gente, cortando o limitando el contenido revolucionario, fresco y nuevo de la CNT, de la AIT(8) y del anarquismo, que pretende destruir esas instituciones y que la gente cambie de esa mentalidad consumista, competitiva, autoritaria, machista, egoísta y convenida, hacia una mentalidad solidaria, libertaria, justa y basada en el esfuerzo y la libertad. Esa es la trayectoria vital de José Luis, a grandes rasgos.

De su pensamiento, vamos a exponer lo escrito, si bien, como ya hemos dicho, José Luis no era amigo de escribir(9), pues se preocupaba más bien en la acción, preocupándole el pensamiento solo en cuanto su correspondencia a las posibilidades de interactuar con la realidad.

Sus primeros textos importantes se publicaron en revistas académicas: De los matices del interés existencial romano hasta el siglo I de Cristo(10), Los matices de la interiorización en la historia helénica(11), Sobre animus/anima (a propósito de un texto de Séneca)(12)… Más otros textos en obras colectivas: ¿Senequismo español?(13), escritos que irán derivando en su tesis doctoral, El sentido de la interioridad en Séneca(14), y ya en un articulo posterior, de los años 90, y a modo de reflexión y epílogo, uno que se tituló Grecia y Roma en la configuración de la cultura europea, en la revista Euroliceo nº 3, 1991, pp. 73-77. La mayor parte de estas investigaciones buscaban mostrar ciertos vestigios de “modernidad”, y con ello, de la conciencia individual que existía en el mundo antiguo, pues el ambiente académico de la filosofía del siglo XX consideraba que el individualismo, como tal, es un fenómeno reciente, de la historia contemporánea, que se fue construyendo con el cristianismo y su idea de la salvación del alma individual frente a un mundo perdido, pecador y corrupto. No se negaba que en la Antigüedad se entendiera lo que era el individuo, sino que por entonces no se comprendía la diferenciación entre lo colectivo y lo individual, y la toma de conciencia propia frente al resto del mundo. Con los estoicos, José Luis procuró mostrar unos precedentes muy claros, la “interioridad”, que adelantó al cristianismo al respecto.

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Sin embargo, en su tesis doctoral, ya mencionada, sobre Séneca, lo que muestra es la conciencia, y cómo esta asume el deber. García Rúa estudió también el pensamiento de Epicuro, que en un principio puede parecer muy opuesto al estoicismo de Séneca, y publica El Sentido de la Naturaleza en Epicuro(15), donde habla sobre todo de vida, ética y libertad. Pero existe una compatibilidad y es lo que fue definiendo la base del pensamiento de José Luis: en un mundo donde la libertad es negada, y ésta es necesaria para el verdadero desarrollo de la vida, es el deber y la toma de conciencia lo que facilita el camino para tomar esa misma libertad y el protagonismo en tu propia vida. Cierto también es la fuerte insistencia en la ética tanto en Séneca como en Epicuro(16). Quizás sin darse cuenta, Rúa ya estaba expresando el pensamiento libertario de acción directa, coherencia ética y emancipación, y es que sus años de juventud y el ser hijo de quien era, sin duda influyó enormememente, sin desmerecer los méritos propios de García Rúa para llegar a esos planteamientos.

Sin salir de los clásicos de la Antigüedad, García Rúa redactó un pequeño texto(17) sobre el Critón de Platón, famosa obra del filósofo griego en torno a la figura de su maestro, Sócrates, poco antes de morir por orden de las autoridades de Atenas, que le han sentenciado a muerte. Aunque le dan facilidades para “escapar”, tanto por sus amigos que le quieren ayudar, como por sus enemigos que le quieren desacreditar denunciando su huida, Sócrates acepta su sentencia y se dispone a cumplirla envenenándose. En este clásico de la Antigüedad, lo que muestra Platón con el ejemplo de su maestro es la importancia de la aceptación de la autoridad, por injustas que parezcan sus decisiones y sentencias. Siendo un texto académico, José Luis no se posiciona expresamente. Pero en su lectura nos da la impresión que las bases filosóficas del autoritarismo no ha sido específicamente tratadas por los teóricos del anarquismo.

Otro pensador que resultó muy interesante e importante para García Rúa fue Ludwig Feuerbach. Además de realizar algunas de las traducciones al castellano más importantes de este filósofo y preparar unas introducciones para ediciones de editoriales como Alianza(18), escribió un extraordinario artículo titulado Las ideas socialistas en Feuerbach(19). Se contextualiza la Alemania del siglo XIX que produce esa serie de pensadores repartidos entre el hegelianismo, su rebelión denominada la “izquierda hegeliana”, el nacionalismo con personalidades como Fichte, y ese incipiente socialismo (“utópico”) con nombres tan desconocidos como brillantes en casos como el de Weitling. Un panorama que desembocará en el socialismo de la segunda mitad del siglo XIX, con la figura de Marx siempre presente. Feuerbach, sin ser un militante, se sentía socialista y apoyaba el “comunismo” (tal como se entendía por entonces) y ayudó a desarrollar la teoría socialista en aspectos tan importantes como el materialismo, el papel del individuo y la conciencia junto al resto del mundo, etc.

Tradujo también Los caminos de la interpretación (Anthropos, 1991) de Paul Ricoeur; Leer a Platón de Thomas Schlezák (Alianza, 1997); y A ti te llamo, joven de Kropotkin (CNT-AIT Granada, 2010).

Como vemos, estos textos de filosofía académica tiene siempre un reflejo social o moral, que tiene mucho que ver con la aplicación de la vida cotidiana de todas las personas. Es natural que escribiese un texto donde habla de la relación entre este conocimiento académico y el conjunto de la población: Filosofía y Sociedad, publicado en el libro de homenaje a María Josefa Canellada “Sin Fronteras” (1994), editado por la Universidad Complutense. Todo esto le llevará a pensar cómo los sistemas políticos que emanan de determinados principios filosóficos afectan en la vida de las personas, y notará claramente el aspecto formal de las democracias parlamentarias occidentales, alejadas de un verdadero modelo de libertad y autonomía(20).

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A partir de su militancia en CNT, va redactando numerosos artículos de actualidad y análisis social, que se van publicando normalmente en el periódico CNT, El País o Archipiélago. La recopilación de casi todos ellos se publicará posteriormente bajo el título de Reflexiones para la acción, cuya primera parte se presenta como un análisis del proceso conocido como la Transición que se desarrolla políticamente en España, dando paso de la dictadura franquista al sistema parlamentario burgués y capitalista de carácter tecnócrata. Aunque de muy variados temas y situaciones, se entrevé un claro fondo teórico e ideológico que da cohesión a toda la obra, y es la presentación de un proceso político que pretende controlar a la población para que pueda desarrollarse sin obstáculo la apertura económica capitalista que viene desde Europa, y que se traduce por los principios de mediación, profesionalización y consumismo, que debe inyectarse en lo más hondo de las mentes del conjunto de la sociedad. A ello opone José Luis los principios de Acción Directa, asamblearismo y activismo, para que las personas tomen la iniciativa y dirijan sus propias vidas, siendo partícipes de las decisiones que le afectan. En el primer tomo, que abarca los años 80 principalmente, se expone la lucha de los Astilleros, la de los campesinos de Pedrera y el corazón de Andalucía, el conflicto de RENFE, Iberia o en el Ayuntamiento de Córdoba, etc. Hay un seguimiento del proceso de la escisión que sufre la CNT y que vive en primera línea Rúa, donde profundiza el impacto sobre los trabajadores el modelo sindical que ofrece el Estado por medio de las elecciones sindicales, las subvenciones y la representatividad por medio de los comités de empresa, elementos que rechaza José Luis, así como la CNT clásica, de plano. Analiza asimismo el hundimiento de la Unión Soviética, intentado dar explicación a sus causas. Sin embargo, la otra parte central del libro, junto a la Transición en sí, abarca el triunfo del PSOE, su corrupción interna bajo el Poder, y cómo impone en España el modelo de la socialdemocracia como herramienta del capitalismo para domesticar a la clase obrera y rendirlar a sus intereses. El segundo tomo de las Reflexiones para la acción abarca fundamentalmente los años 90, cuando se desarrolla en España el triunfo del capitalismo y el progresismo burgués, mientras levanta cabeza el liberalismo capitalista y el partido de la derecha española, aprovechando el aburguesamiento de la clase obrera y su pasividad política por simple comodidad consumista, actitud que le costará muy caro porque dará lugar al aplastamiento contínuo de sus derechos desde el gobierno. Esta situación da facilidades a quienes quieren domesticar el anarcosindicalismo y asumir un nuevo modelo más adaptado a la ideología hegemónica en la sociedad, y es así como se consolida lo que es la CGT, que se va manifestando internacionalmente, y el surgimiento de organizaciones reformistas y posibilistas, mientras que la larga lista de las revolucionarias que existían a la muerte de Franco van desapareciendo. Sin embargo, el potencial de los trabajadores sigue estando ahí, y las posibilidades de cambiar la situación radicalmente son una preocupación constante entre los poderes fácticos. No deja de lado el análisis de la macropolítica, entrando en temas como la guerra de Bosnia. El tercer tomo(21) abarca la década del 2000 y el proceso omnipresente de la globalización, que solo una organización internacional revolucionaria la puede hacer frente, para que ésta no cumpla su objetivo de dominar y homogeneizar el mundo bajo el mercado capitalista. Ve a Latinoamérica como una de las más firmes esperanzas para salir de la próxima crisis capitalista que se avecina (y que finalmente llegó), escribe unos párrafos dedicados a Carlo Giuliani, habla de la Memoria Histórica, la corrupción como preocupación política de la actualidad, y el recorrido de la correlación de las fuerzas políticas en España, que transmite en los tomos anteriores. Reproduce finalmente sus artículos en La Protesta que se edita desde Granada, así como en otras publicaciones, abarcando muy diversos temas.

Pero si las Reflexiones son la exposición documental de lo que se redactaba en cada presente, José Luis redactó un relato contínuo y coherente de lo que fue la Transición hasta nuestros días (por 2013), que se publicó en el libro Siempre volviendo a empezar(22), cuya otra parte, la del exilio durante el franquismo, redactó Floreal Samitier.

Hay un cuarto y último tomo de las Reflexiones para la Acción(23), que uno duda si el título es el más adecuado, pues si bien es una recopilación de distintos textos militantes o culturales de José Luis, el perfil es ya muy distinto: ya no son artículos, sino trabajos más extensos, algunos de ellos trabajos académicos, borradores de clases en la universidad, entrevistas largas y en general unos textos más profundos, que no necesitan mucha contextualización de su presente, porque habla de cuestiones que abarcan procesos muy extensos. De tal modo analiza el pensamiento de su amigo Agustín García Calvo, del que se pregunta si es el Nietzsche español (en referencia a su vitalismo filosófico y sus análisis culturales donde la duda en un tono nihilista asoma siempre la cabeza); el desarrollo -más bien negativo- del joven Marx hacia el posterior y definitivo marxismo; la pedagogía libre; el 15-M; el papel de los medios de comunicación como nuevo Poder hegemónico… Y así con muchos temas. Presenta una última entrevista, que define como una especie de “testamento político”, pues José Luis ya se sentía débil. Es muy probablemente el texto más interesante de José Luis García Rúa.

Entre sus escritos, especialmente en las Reflexiones, podemos ver el interés de García Rúa en la Historia. Aunque estudió Filosofía, gastó mucho de su tiempo en el estudio histórico. Seguramente la filosofía le interesaba por el estudio de la razón y de las posibilidades que ésta presenta, mientras que le interesó la historia por presentar los hechos, es decir, experiencias, que en un filósofo de la acción es algo primordial, ya que muestra cómo son los resultados independientemente de los aciertos o errores de los análisis previos que se dieron, en las limitaciones que tiene cada ser humano. Pero, para dar uso de la Historia para los acontecimientos del presente o del futuro, ésta debe ser igualmente analizada por la razón. Es por ello que ambas facetas se entremezclan alimentándose mutuamente.

Finalmente José Luis tuvo interés en la poesía. No en vano fue un gran admirador de Antonio Machado(24), al igual que su hijo Emilio José García Wiedemann (y en general el conjunto de su familia), del que extrajo no solo su grandeza literaria, sino sus reflexiones y enseñanzas, que eran muchas. Bajo el título de Mis Ciudades (En la marea del Siglo), publicó la dedicada a Gijón(25) y a Salamanca(26). Parece que no llegó a publicar ninguna más, aunque se esperaba que aparecieran. Un autor ha estudiado la poesía de José Luis extrayendo su sentido y profundidad(27).

José Luis ya sintió haber cumplido con todo lo que podía ofrecer al mundo, y por eso se fue sereno y satisfecho. No obstante su muerte, es su pensamiento y las consecuencias de su acción lo que perdura y vive aún. Era lo que quería decir y ofrecer en las entrevistas que se le realizaba, y no sus datos personales, que ciertamente morirían en un momento dado. La figura de García Rúa perdura en esa contribución que se hace, a su entender, por la lucha y búsqueda de la liberación del ser humano. Sirva este pequeño texto como homenaje de quienes aprendimos de él en todos los órdenes de la vida, y se comprenda mejor por aquellos que no han tenido acceso a sus obras ni al trato personal con él.

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1 - Leonardo Borque: [i]Un sendero de lucha. J. L. García Rúa en la Academia de Cura Sama, GESTO y CRAS. Ed. Llibros del Pexe, 2002.
2 - Está en proyecto un trabajo semejante a este, pero de mayor extensión, con más detalles sobre su pensamiento y argumentos.
3 - José Luis García Rúa: "Aquellos hombres, aquellas mujeres". En Retratos de la resistencia: Carlos Soriano, un anarquista en la posguerra española. Ed. La Isleta del Moro, 2005, pp. 15-37.
4 - José Luis ha dejado varios escritos y, sobre todo, entrevistas donde habla de este gran maestro libertario (grande en todos los sentidos, por cierto). Pero quizás resulte muy interesante una reciente publicación (2016) del Aula Popular García Rúa: "Memoria de Eleuterio Quintanilla", escrito con Chema Castiello y Yolanda Díaz.
5 - En realidad, y como aclaración por si hubiera curiosidad, nació efectivamente el 31 de agosto. El 15 de Septiembre fue el día en que se registró.
6 - El primero de ellos fue en Gijón, cercano a unas fiestas. Del primero que tenemos fecha exacta es en La Felguera, el día 26 de Agosto de 1976.
7 - José Luis García Rúa: Reflexiones para la acción IV. Ed. Centre d'Estudis Llibertaris Federica Montseny, 2003, p. 450.
8 - De ahí su importante y famoso escrito: "La Internaconal Paralela". En CNT nº 267, mayo 2001, p. 3.
9 - José Luis García Rúa: Reflexiones para la acción I. Ed. Fundación Anselmo Lorenzo, 1997, p. 11.
10 - José Luis García Rúa: "De los matices del interés existencial romano hasta el siglo I de Cristo". En Boletín Informativo del Seminario de Derecho Político. Ed. Universidad de Salamanca, 1956, pp. 281-313.
11 - José Luis García Rúa: "Los matices de la interiorización en la historia helénica". En Revista de Filosofía. Ed. CSIC, 1956, pp. 49-71.
12 - José Luis García Rúa: "Sobre animus/anima (a propósito de un texto de Séneca)". En Emérita, XXIV, 1956, pp. 150-158.
13 - En Homenaje a Alonso Zamora Vicente. Ed. Castalia, tomo III, 1991, pp. 25-29.
14 - José Luis García Rúa: El sentido de la interioridad en Séneca. Ed. Universidad de Granada, 1976.
15 - José Luis García Rúa: El sentido de la naturaleza en Epicuro. Ed. Comares, 1996.
16 - Otro texto de José Luis, en la revista Archipiélago nº 34-35, 1998, pp. 135-143: "Algunos rasgos del discurso ético de Epicuro".
17 - José Luis García Rúa: "El discurso de las leyes en el Kritón". En A vueltas con la ley. Ed. Iralka, 1995, pp. 23-35.
18 - Ludwig Feuerbach: Pensamientos sobre muerte e inmortalidad. Ed. Alianza, 1993. Abelardo y Heloísa. Ed. Comares, 1995. En este último incluye también, traducido del latín, De Ratione, una, universali, infinita.
19 - José Luis García Rúa: "Las ideas socialistas en Feuerbach". En Revista de Filosofía, nº 8, 1985, pp. 41-62.
20 - José Luis García Rúa: "Las dos caras de la democracia". En Archipiélago, nº 10-11, 1992, pp. 141-150.
21 - José Luis García Rúa: Reflexiones para la acción III. Ed. Fundación Anselmo Lorenzo, 2008.
22 - Floreal Samitier Arroyos y José Luis García Rúa: Siempre volviendo a empezar. Ed. Centre d´Estudis Llibertaris Federica Montseny, 2011.
23 - José Luis García Rúa: Reflexiones para la acción IV. Ed. Centre d'Estudis Llibertaris Federica Montseny, 2003.
24 - José Luis García Rúa: "Mis primeros encuentros con Antonio Machado". En Per Antonio Machado. Ed. Bulzoni, 1994.
25 - José Luis García Rúa: Mis ciudades. Gijón. Ed. Trea, 1993.
26 - José Luis García Rúa: Mis ciudades. Salamanca. Ed. If y Ateneo Obrero de Gijón, 2006.
27 - Javier Bascuñana Soler: "Tragedia y vida en la poesía de García Rúa". En Alfa. Revista de la Asociación Andaluza de Filosofía, nº 2, 1997, pp. 127-142.


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