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Prohistoria (1997-2007)

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Prohistoria (1997-2007)

Nota Mar Ene 17, 2012 5:14 am
Prohistoria
(Argentina, 1997-2007)

Portada
(página oficial)


Introducción

En el editorial del primer número se escribió:Enfrentar la escritura de esta primera página, aún con el volumen ya organizado, no resulta una tarea más sencilla que la precedente. Frente al producto, en la síntesis, creemos necesario reconocer que las muchas horas de discusión previa a esta factura no han evitado que cada uno de nosotros sienta cierto reparo, cierto efecto de extrañamiento, como si, finalmemente, se tratara de un producto ajeno. Este sentimiento, no obstante, parece ser el garante de un principio que nos impusimos desde el arranque: trabajar por un proyecto que supere nuestras propias estrecheces.

Este primer número de Prohistoria es la puesta en marcha de ese proyecto que se encuentra en tránsito, que continúa siendo pensado. Es la forma elegida por un grupo de estudiantes y docentes de la carrera de Historia de la Universidad Nacional de Rosario que hemos decidido abordar la empresa de editar una publicación independiente a partir de un pequeño número de coincidencias, que nos parecen sustantivas.

La primera, y quizás la más obvia, se teje en torno al contexto social, cultural y profesional en que nos movemos. Tanto las Ciencias Sociales como la Historia atraviesan un momento crítico, seguramente porque la sociedad misma hace aguas en sus fundamentos. El diagnóstico, archidivulgado, no por remanido deja de ser cierto. Cada uno de nosotros vive cotidianamente esta situación, a la que desde nuestro lugar de argentinos y universitarios, podemos agregar condimentos particulares. La institución universitaria, y nuestra Universidad en particular, tampoco escapan al cuadro. Mejor, acentúan sus costados flacos. Crecientemente aislada de la sociedad a la que, supuestamente, interpreta -hacia afuera-, con estructuras estranguladas y carente de respuestas para los más jóvenes -hacia adentro-, esta Universidad, muy a pesar nuestro y de algunos pocos que se esfuerzan en transformarla, forma parte de esta composición de lugar a partir de la cual intuimos que la capacidad de crear nuevos espacios pasa menos por la espera que por la determinación de gestionarlos por nosotros mismos.

Aparte esta primera mirada, ciertamente carente de toda originalidad, quienes hacemos Prohistoria compartimos una ubicación en la estructura universitaria lo suficientemente insignificante como para evitar la ambición propia ni la aprehensión del más desprevenido entre los desprevenidos. Tal y como están las cosas, no estamos exentos de ser visitados regularmente por los fantasmas del desasosiego, la apatía y la desesperanza. Nos une, también, la voluntad de espantar esos fantasmas a fuerza de trabajo.

Fue precisamente evaluando nuestras magras perspectivas cuando comenzamos a pensar en la construcción de un espacio positivo, en el cual, poco a poco, pudiéramos corrernos de estáticos espectadores a una posición menos fácil y menos cómoda. Prohistoria pretende canalizar nuestras intenciones en ese sentido, formalizando un espacio legítimo de gestión para la difusión de los debates y los resultados del trabajo que se realizan dentro de la disciplina que hemos elegido.

En este orden, no compartimos cierta concepción "contable" de la historia, según la cual existen debates saldados para siempre. En la medida que los mismos generen un movimiento, en la medida en que la producción exija la proposición de debates nuevos y la recuperación de otros olvidados, pretendemos sostener editorialmente toda propuesta que apunte en ese sentido. Estimamos necesario, también, retomar la idea febvriana del combate, de un historiador que, a su manera, milite por aquellas ideas que lo movilizan.

A esto apuntamos con la primera sección de la revista. La segunda, bajo el genérico título de comunicaciones, está reservada a la edición de trabajos de investigación originales, cuyo único nexo entre sí, al menos por el momento, reside en mostrar recortes específicos de los debates en movimiento. La sección inicios forma parte de nuestro propio compromiso de combate. Barajamos la posibilidad de abrir un canal para que, en cada número, aparezcan al menos un breve trabajo de un estudiante "inédito" y algunas síntesis en las que jóvenes graduados puedan ofrecer un panorama de sus investigaciones en curso.

También queremos señalar que, de alguna manera, estamos parados en el centro de una paradoja. Si bien nuestra mirada sobre la institución universitaria no es la más optimista y, como dijimos, la publicación se realiza al margen de la estructura financiera e institucional de la Universidad, hemos recurrido deliberadamente a maestros y colegas inscriptos en esta estructura para la conformación de nuestro Comité Editorial. El mismo funcionará como garante de la calidad de una propuesta que, sin su asesoría y colaboración, no permitiría que Prohistoria se proponga como un espacio digno para la socialización de la producción de nuestros pares. Por una parte, quitamos un pie de la Universidad para crear esta instancia; por la otra, mantenemos el vínculo con ella porque quisimos proveer a la publicación de un mecanismo de legitimación acreditado en el campo. Esto, que puede ser señalado como contradicción, desde nuestra perspectiva es, además, un síntoma: si se quiere pensar en salidas alternativas, habrá que descontinuar ciertos rígidos esquemas y pensar que, en definitiva, quizás se trate de comenzar por esbozar algún gesto mínimamente creativo. Quizás también resulte necesario exponerse al riesgo que significa sostener una paradoja.

Nuestro propósito puede, finalmente, resumirse en esta voluntad de gestionar un medio que facilite la circulación del trabajo de aquellos que están pensando el tránsito de la disciplina y los debates que animan este movimiento; de vehiculizar un canal en donde los más jóvenes puedan dar cuenta de sus primeras armas a la par de historiadores que seguramente se cuentan entre sus maestros. Con la sección Universidad y Sociedad, esperamos abrir un canal de debate acerca de las tensiones entre la disciplina, la institución y la sociedad.

Queremos agradecer, en primer lugar, a aquellos que aceptaron contarse entre los integrantes de nuestro Comité Editorial, quienes, al respaldar esta propuesta, han podido pensar en el disenso como una instancia habilitante. Aparte nuestro agradecimiento por el gesto, queremos dejar sentado que ninguna de las ideas vertidas en esta editorial por los directores y redactores de Prohistoria debe suponerse mecánicamente suscripta por ellos. Esta breve nota, además, debe mucho a intensas y dilatadas discusiones con dirigentes del movimiento estudiantil de nuestra carrera: si bien alguno de nuestros juicios pueden resultarles -siendo benévolos- ajenos, deben acreditarse, de todos modos, nuestra gratitud por la generosidad y el apasionamiento que brindaron en su hora. Una cuota importante de nuestras energías fue amistosa y tenazmente alimentada por un cómplice conspicuo: a Carlos Barros, gracias por todo.

De aquí en más, todo queda librado al tiempo y el trabajo. En definitiva, más que a la historia que viene, a la historia que sepamos construir.





Publicaciones (fuente)



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