Si la ficha para el debate sobre
El hombre vestido de blanco la hubiese escrito hoy, habría añadido algo de la información que Asier Aranzubia Cob ofrece en su
excelente libro sobre Alexander Mackendrick.
La llegada a mediados de los años cincuenta de buenas noticias a propósito de la carrera comercial de Whisky a go-gó al otro lado del Atlántico hace que Mackendrick empiece a pensar en la posibilidad de dirigir una segunda película. En aquel tiempo se siente especialmente interesado en poner en marcha un proyecto que gire en torno a las funestas consecuencias que puede acarrear el desarrollo de la investigación nuclear:
“Antes de trabajar en El hombre vestido de blanco pasé mucho tiempo buscando una historia sobre un tema que me inquietaba bastante: la responsabilidad política y social de los científicos que desarrollaron la fisión nuclear sin considerar los usos que se podían dar a su invento. Quizá porque todos mis esfuerzos estaban demasiado concentrados en una misma idea, y porque, comprensiblemente, mis productores pensaron que el tema era demasiado inquietante para ser aceptado como un entretenimiento popular y taquillero, no conseguí nada. Después leí una obra teatral sin estrenar…”
La obra… gira en torno a la progresiva toma de conciencia de la hija de un empresario textil cuyo novio, como ella misma ira descubriendo, es un joven demasiado arrogante y ambicioso. Mackendrick se las arregla para que Michael Balcon se haga con los derechos… “De hecho, de la obra original mantuve poco, apenas la historia de un tejido que, por un lado, resulta de gran ayuda para los consumidores pero que, por otro, se convierte en una gran amenaza para ciertos sectores de la industria textil. Centrándome en esta situación me di cuenta de que podía explorar, por analogía, aquella temática que habría sido demasiado polémica y tendenciosa si la hubiera tratado de manera directa”.
… Cuando en agosto de 1951 se estrena la película en Londres , las críticas son mayoritariamente elogiosas. No obstante, casi todos los críticos se muestran decepcionados por un final agridulce que, en su opinión, no ofrece una respuesta satisfactoria a las expectativas que ha ido generando el relato. La crítica y el público neoyorquinos aplauden también la segunda película de Mackendrick, aunque no con el mismo entusiasmo que demostraron durante el estreno de Whisky a go-gó. Por primera y última vez en su vida, Mackendrick será nominado al Oscar: en concreto, al mejor guión (junto a sus colaboradores).
Según parece, el único que no quedó satisfecho con la película es el productor, Michael Balcon… Sus reparos se explican porque es consciente del alcance satírico de una comedia que, a diferencia de… lo que suele ser habitual en los estudios Ealing, no trabaja con “las aspiraciones y los deseos utópicos de los espectadores”, sino con su “resentimiento”… Allí donde los críticos han percibido un regusto extraño, una nota final discordante, él ha identificado perfectamente una crítica radical a las instituciones (a la ciencia, al mundo empresarial, e incluso al proletariado) que no casa bien con el modelo de comedia amable que él quiere para su productora. Como iremos viendo, si las comedias de la Ealing son críticas con las instituciones, lo son en una coyuntura muy específica –la de los racionamientos y las privaciones de la inmediata postguerra- y con un alcance limitado –el de las pequeñas rebeliones puntuales, nunca el de la revolución-… “La ruptura del orden establecido es posible siempre que su expresión sea local: siempre que esté localizada en un espacio específico, durante un tiempo limitado y para un grupo de gente bien definido”.
“La mayoría de la gente cree que Sidney es un joven completamente idealista y simpático. No lo es en absoluto. Si lo observas bien, verás que es tan egoísta y egocéntrico como los demás. Lo que pasa es que los empresarios le intentan sobornar con las cosas equivocadas. Se le podría comprar fácilmente –como se sugiere en una de las primeras escenas- concediéndole una buena beca de investigación; de esta forma, se olvidaría gustosamente de las implicaciones sociales”.
Un punto interesante es el hecho de que la película, que hoy vemos como subversiva, accediera a una nominación a los premios Oscar en plena época de la 'Caza de Brujas' anticomunista. Quizás tolere mejor de lo que parece una lectura como versión simpática de la coetánea
El manantial. Además, la visión de la clase obrera y de sus capacidades organizativas es sombría y escéptica.